Para mí, la esencia de la música reside en su capacidad para expresar sentimientos y estados del pensamiento, para convertirlos en sonidos. La música es un medio armonioso y enfático con un inmenso alcance expresivo.
Estos días he vuelto a escuchar un disco maravilloso. En las notas del librito que acompaña al CD, Stavros Xarhakos, director de la Orquesta Experimental de Atenas y arreglista de muchas de las canciones del disco, escribe las palabras que inician este post.
La mezzo griega Agnes Baltsa en «Songs my country taught me» (Canciones que mi país me enseñó) canta obras de Alekos Sakellarios, Manos Hadjidakis, Yannis Ritsos, Manos Eleftheriou, Nikos Gatsos, Vangelis Goufas y Vasilis Tsitsanis. La música es de Mikis Theodorakis en todos los casos, excepto en las de Hadjidakis y Tsitsanis, que tienen música de estos autores y en las de Goufas que tiene música de Stavros Xarhakos. Este autor pone la música también a dos obras de Gatsos (Στου Όθωνα τα χρόνια – Stou Óthona ta hrónia y άσπρη μέρα και για μας –Áspri méra ke ya mas). La obra de Sakellarios (Γαρίφαλλο στ· αφτί – Garífallo st’aftí) tiene música asimismo de Hadjidakis.
El solo de bouzouki corre a cargo de Kostas Papadopoulos (algo así como Pepe Pérez en España).
Me ha parecido oportuno compartir con mis lectores algunas de las canciones del disco. En próximas entregas ofreceremos las letras en griego de las canciones, con una traducción aproximada, y su correspondiente video.
En efecto, por suerte en Youtube he encontrado algunas de ellas; alguna, además, cantada por Agnes Baltsa. La mezzo helena tiene una voz muy bonita, de amplio registro, que se oye con agrado. Tiene una fuerte personalidad. Es una de las más grandes intérpretes de la Carmen de Bizet.
Otro gran papel suyo es el Octavian de El caballero de la rosa de Strauss. Ha interpretado también los papeles de Cherubino (Las bodas de Fígaro), Dorabella (Così fan tutte), Orfeo (Gluck), Sesto y Dido (Berlioz), Herodías (Salomé de Strauss). Es también una magnífica intérprete de Rossini. Otro disco suyo, con arias de óperas del de Pesaro, en el que canta con la Sinfónica de Viena, dirigida por Ion Marin, es uno de mis favoritos. Un ejemplo de pasión y entrega.
El disco que motiva este post siempre me produce una cierta melancolía. Quitando la primera pieza (γαρίφαλλο στ·῾ αφτί / un clavel tras la oreja) de Sakellarios / Hadjidakis, las otras canciones me hacen entrar en una nostálgica ensoñación… no sé muy bien de qué. Como el disco lo compré en Heraklion, la capital de Creta, me vienen a la memoria paisajes, ciudades y recuerdos de ese viaje a Grecia: el maravilloso e inolvidable paisaje de Delfos, las calles de Heraklion, Rethymno o Atenas, los olivares de Arcadia, películas como Un toque de canela, Micenas, el atardecer de Nauplio, etc. Pero también me sirve para reflexionar o meditar sobre instantes, momentos, situaciones, objetos y personas que han pasado por mi vida.
Y es que, como muy bien apunta Xarhakos, la esencia de la música reside en su capacidad para expresar sentimientos y estados del pensamiento.
El propio Xarhakos termina su introducción en el librito del CD diciendo:
«Me gustaría, a través de esta grabación, presentar algunos de los sonidos y ritmos de Grecia al público de más allá de las fronteras de mi país. He seleccionado material que, desde mi punto de vista, mejor representa la originalidad de la canción griega y la importancia de las tendencias musicales que he descrito más arriba. A la paleta que expone los colores de la voz cristalina de Agnes Baltsa, su conocimiento y su profunda sensibilidad, la musicalidad de Kostas Papadopoulos, cuyas habilidades revelan la categoría del bouzouki, y la contribución realizada por los otros artistas, yo he añadido mi propio color personal sin traicionar la inspiración de mis grandes colegas».
Nos atrevemos a ayudar a Stavros Xarhakos y, pese a que el disco tiene ya 22 años, creemos que merece tener un lugar en nuestro blog, aunque sólo sea por los sentimientos que, como en nosotros, puede provocar en nuestros lectores.
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