Seguimos con las fuentes clásicas que nos hablan de Calisto.
El poeta romano Catulo la cita en su poema LXVI, dedicado a la cabellera de Berenice:
ipsa suum Zephyritis eo famulum legarat,
Graia Canopeis incola litoribus.
hic liquidi vario ne solum in lumine caeli
ex Ariadnaeis aurea temporibus
fixa corona foret, sed nos quoque fulgeremus
devotae flavi verticis exuviae,
uvidulam a fluctu cedentem ad templa deum me
sidus in antiquis diva novum posuit:
Virginis et saevi contingens namque Leonis
lumina, Callisto iuncta Lycaoniae,
vertor in occasum, tardum dux ante Booten,
qui vix sero alto mergitur Oceano.
(Catulo, LXVI, 57-68)
La misma Zefirítide había delegado para ello a su esclavo, ella, la amable habitante de las costas de Canopo, para que, entre los variados astros del cielo divino, no se hallara únicamente colocada la áurea corona sacada de las sienes de Ariadna, sino que también yo refulgiera como devoto despojo de una cabeza rubia; y cuando llegaba todavía húmeda de lágrimas al templo de los dioses, me puso como un nuevo astro entre los antiguos. Pues tocando a los luceros de la Virgen y del feroz León y junto a la licaonia Calisto, marchó hacia el ocaso, guiando por delante al lento Boyero, que tarde y con pena se hunde en el profundo Océano.
La traducción es de Joan Petit en Planeta. El traductor ofrece estas notas a pie de página:
Arsínoe, esposa del rey de Egipto Ptolomeo Filadelfo, había sido divinizada e identificada con Afrodita, y en tal concepto se le había erigido un templo en el promontorio Zefirión, al Este de Alejandría y no lejos de Canopo: por esa razón se la llamaba también Zefirítide.
Cuando Baco encontró a Ariadna abandonada por Teseo en la isla de Día, puso su corona de oro entre las constelaciones.
Templo = cielo. La voz “templo” está usada aquí por Catulo en su sentido más amplio de “espacio”.
El poeta enumera las constelaciones junto a las cuales se halla la Cabellera de Berenice: las zodiacales de la Virgen y el león, la Osa – Calisto, hija de Licaón, cambiada en osa por Juno para castigarla por sus amores con Júpiter, y llevada luego al cielo por éste – y Bootes o el Boyero.
El astrónomo Higino (Astronomica II, 1), que algunos dicen que es el mismo que escribió las Fábulas, nos habla también de Calisto:
Igitur, ut supra diximus, initium est nobis Arctos maxima. Hanc autem Hesiodus ait esse Callisto nomine, Lycaonis filiam, eius qui in Arcadia regnauit; eamque studio uenationis inductam, ad Dianam se adplicuisse, a qua non mediocriter esse dilectam propter utriusque consimilem naturam. Postea autem ab Ioue conpressam, ueritam Dianae suum dicere euentum. Quod diutius celare non potuit; nam iam utero ingrauescente, prope diem partus in flumine corpus exercitatione defessum cum recrearet, a Diana cognita est non conseruasse uirginitatem. Cui dea pro magnitudine suspicionis non minorem retribuit poenam. Erepta enim facie uirginali, in ursae speciem est conuersa, quae Graece ἄρκτος appellata. In ea figura corporis Arcada procreauit.
Sed, ut ait Amphis comoediarum scriptor, Iuppiter simulatus effigiem Dianae, cum uirginem uenantem ut adiutans persequeretur, amotam a conspectu ceterorum conpressit. Quae rogata a Diana quid ei accidisset, quod tam grandi utero uideretur, illius peccato id euenisse dixit. Itaque propter eius responsum, in quam figuram supra diximus, eam Diana conuertit. Quae cum in silua ut fera uagaretur, a quibusdam Aetolorum capta, ad Lycaonem pro munere in Arcadiam cum filio est deducta. Ibi dicitur inscia legis in Iouis Lycaei templum se coniecisse; quam confestim filius est secutus. Itaque cum eos Arcades insecuti interficere conarentur, Iuppiter memor peccati ereptam Callisto cum filio inter sidera conlocauit, eamque Arctum, filium autem Arctophylaca nominauit, de quo posterius dicemus.
Nonnulli etiam dixerunt, cum Callisto ab Ioue esset conpressa, Iunonem indignatam in ursam eam conuertisse; quam Dianae uenanti obuiam factam, ab ea interfectam, et postea cognitam inter sidera conlocatam.
Sed alii dicunt, cum Callisto Iuppiter esset in siluam persecutus, Iunonem suspicatam id quod euenit, contendisse ut eum manifesto diceret deprehendisse. Iouem autem, quo facilius suum peccatum tegeretur, in ursae speciem conuersam reliquisse. Iunonem autem in eo loco pro uirgine ursam inuenisse; quam Dianae uenanti, ut eam interficeret, demonstrasse. Quod factum ut perspiceretur Iouem aegre tulisse, effigiem ursae stellis figuratam constituisse.
Así pues, como arriba dijimos, empezaremos con la Osa Mayor. Hesíodo dice que ésta era Calisto, la hija de Licaón, que reinó en Arcadia y que llevada por el afán de la caza se consagró a Diana por la cual fue muy amada a causa del carácter similar de una y otra. Pero después, cuando fue violada por Júpiter, temió contar a Diana su caso. Pero no pudo por más tiempo ocultarlo; pues estando ya su embarazo avanzado, cerca del día del parto, cuando ejercitaba su cuerpo cansado por la práctica de la caza en un río, fue conocido por Diana que no conservaba su virginidad. A ella la diosa por la magnitud de la sospecha no dio a cambio menor castigo. Arrebatado, en efecto, su rostro de doncella, fue convertida en osa, que en griego se dice ἄρκτος. Con este aspecto engendró a Arcas.
Pero, como dice el escritor de comedias Anfis, Júpiter, tomado el aspecto de Diana, cuando seguía como ayudante a la virgen cazadora, alejada de las miradas de los demás la violó. Cuando Diana le preguntó qué le había sucedido al aparecer con un vientre tan grande, dijo que había sucedido por una falta suya. Y así, por su respuesta, en la fgura que más arriba hemos dicho la convirtió Diana. Cuando vagaba por el bosque como una fiera, fue capturada por un etolio y llevada como regalo a Licaón a Arcadia con su hijo. Allí se dice que, desconocedora de la ley, se refugió en el templo de Zeus Licio; al instante la siguió su hijo. Y así cuando los arcadios, tras perseguirles, intentaban matarlos, Júpiter acordándose de su falta arrebató a Calisto y la colocó junto a su hijo entre las estrellas; y la llamó a ella Osa y a su hijo Guardián de la Osa (Arturo), de lo cual hablaremos después.
Algunos también han dicho que a Calisto, cuando fue poseída por Júpiter, Juno, indignada, la convirtió en osa; y al salir al paso de Diana mientras cazaba, fue muerta por ésta y, tras ser después reconocida, fue colocada entre las estrellas.
Pero otros dicen que, cuando Júpiter persiguió a Calisto en el bosque, Juno sospechando lo que había ocurrido, intentaba que dijera abiertamente que él la había poseído. Pero que Júpiter, para ocultar más fácilmente su pecado, la había abandonado convertida en osa. Y que Juno había encontrado en aquel sitio, en lugar de una doncella, una osa que había mostrado a Diana cazadora para que la matara. Y para demostrar que Júpiter había soportado mal este hecho, había colocado una figura de osa en las estrellas.
Higino en su fábula 177 nos habla también de Calisto:
CAL<LI>STO.
Cal<li>sto Lycaonis filia ursa dicitur facta esse ob iram Iunonis quod cum Ioue concubuit. Postea Iouis in stellarum numero rettulit, quae Septentrio appellatur, quod signum loco non mouetur neque occidit. <T>et<hy>s enim Oceani uxor nutrix Iunonis prohibet eam in oceanum occidere. Hic ergo Septentrio maior, de qua in Creticis uersibus “tuque Lycaoniae mutatae semine nymphae, quam gelido raptam de uertice Nonacrinae oceano prohibet semper se tinguere <T>et<hy>s, ausa suae quia sit quondam succumbere alumnae”. Haec igitur ursa a Graecis Helice appellatur. Haec habet stellas in capite septem non claras, in utraque aure duas, in armo unam, in pectore claram unam, in pede priore unam, in extrema coxa claram unam, in femine posteriori duas, in pede extremo duas, in caude tres, omnis numero uiginti.
Calisto, hija de Licaón, se dice que fue convertida en osa a causa de la cólera de Juno porque tuvo una relación amorosa con Júpiter. Después Júpiter la colocó en el número de las estrellas, la que se llama Septentrión. Esta constelación ni se mueve ni se pone. En efecto, Tetis, la esposa de Océano y nodriza de Juno le prohíbe ponerse en el mar. Éste es el gran Septentrión, de quien se dice en los versos créticos:
“Y tú, semilla de la mutada ninfa Licaónide, a la cual, tras ser raptada de las cimas de la Arcadia, Tetis prohíbe siempre sumergirse en el océano, porque te atreviste a yacer otrora con el esposo de su hija de leche”
Esta osa, pues, es llamada por los griegos Hélice. Tiene siete estrellas poco brillantes en su cabeza, dos en cada oreja, una en la espalda, una en el pecho muy clara, otra en la pata delantera y una brillante en el extremo de la cola; otras dos en la parte posterior del muslo, en la punta del pie otras dos y tres en al cola; en total veinte.
Deja una respuesta