En este último capítulo de referentes clásicos en Castellón viajaremos a la entrada al mundo subterráneo, descubriremos a Ceres en un jardín y cerraremos el círculo con otra calle «mitológica»
Y llegamos al final del recorrido donde nos detendremos en la puerta del Averno, que era, a su vez, la puerta de los Infiernos.
El Averno es un lago de la Campania, cercano a Nápoles; en él estaba una de las entradas al Infierno, en todo caso la más famosa de Italia, tanto como el cabo Ténaro (o Matapán) en Grecia; de ahí que con frecuencia Averno se tome en el sentido de Infierno.
El Averno, como tal lago de la Campania y entrada al mundo de Plutón aparece en el libro VI de la Eneida de Virgilio, en el que Eneas, siguiendo el consejo de Paris (hermano de Héctor) llega a Cumas para encontrarse con la Sibila con el fin de obtener algún consejo sobre su futuro e indicaciones sobre el destino que lo espera. Llegado a las costas de Cumas, en el templo de Apolo, Eneas se encuentra con la Sibila que, invadida por el dios, le predice que en el Lacio encontrará guerras y sangre. Eneas pide a la Sibila que lo acompañe a los Campos Elíseos, pero ella le responde que esto no es posible si antes no encuentra el ramo de oro de Proserpina y sepulta a su compañero Miseno, fallecido.
Miseno era el trompetista de Eneas. Había desafiado a Tritón en el sonido de la tromba y en castigo había sido arrojado al mar donde había perecido. Eneas, tras encontrar su cadáver que había sido llevado a la playa por las olas, prepara su sepultura bajo un inmenso túmulo (el Cabo Miseno), grandiosa tumba para su compañero.
Acto seguido, Eneas encuentra el ramo de oro que lleva a la Sibila; efectuados los oportunos sacrificios a las divinidades infernales, en el Averno Eneas, acompañado por la Sibila, desciende a los infiernos donde encuentra a su padre Anquises que le muestra las almas de sus descendientes, que esperan para reencarnarse en un cuerpo nuevo.
El pasaje donde es citado el Averno es el siguiente:
ut primum cessit furor et rabida ora quierunt,
incipit Aeneas heros: ‘non ulla laborum,
o uirgo, noua mi facies inopinaue surgit;
omnia praecepi atque animo mecum ante peregi.
unum oro: quando hic inferni ianua regis
dicitur et tenebrosa palus Acheronte refuso,
ire ad conspectum cari genitoris et ora
contingat; doceas iter et sacra ostia pandas.
illum ego per flammas et mille sequentia tela
eripui his umeris medioque ex hoste recepi;
ille meum comitatus iter maria omnia mecum
atque omnis pelagique minas caelique ferebat,
inualidus, uiris ultra sortemque senectae.
quin, ut te supplex peterem et tua limina adirem,
idem orans mandata dabat. gnatique patrisque,
alma, precor, miserere potes namque omnia, nec te
nequiquam lucis Hecate praefecit Auernis,
si potuit manis accersere coniugis Orpheus
Threicia fretus cithara fidibusque canoris,
si fratrem Pollux alterna morte redemit
itque reditque uiam totiens. quid Thesea, magnum
quid memorem Alciden? et mi genus ab Ioue summo.’
Talibus orabat dictis arasque tenebat,
cum sic orsa loqui uates: ‘sate sanguine diuum,
Tros Anchisiade, facilis descensus Auerno:
noctes atque dies patet atri ianua Ditis;
sed reuocare gradum superasque euadere ad auras,
hoc opus, hic labor est. pauci, quos aequus amauit
Iuppiter aut ardens euexit ad aethera uirtus,
dis geniti potuere. tenent media omnia siluae,
Cocytusque sinu labens circumuenit atro.
quod si tantus amor menti, si tanta cupido est
bis Stygios innare lacus, bis nigra uidere
Tartara, et insano iuuat indulgere labori,
accipe quae peragenda prius.
Luego que cesó su furor y descansó su rabiosa boca, díjole el héroe Eneas:
«¡Oh virgen! tus palabras no me revelan ninguna faz de mis desventuras nueva o inesperada; todo ya lo tengo previsto y a todo estoy preparado hace tiempo. Una sola cosa te pido, pues, es fama que aquí está la entrada del infierno, aquí la tenebrosa laguna que forma el desbordado Aqueronte;
séame dado ir a la presencia de mi amado padre; enséñame el camino y ábreme las puertas sagradas. Yo le arrebaté en estos hombros, por entre las llamas y los dardos disparados contra mí, y le saqué de en medio de los enemigos; él me acompañaba en mis viajes; conmigo sobrellevaba, inválido, los trabajos de las travesías y los rigores todos del mar y del cielo, a despecho de los años; él además me persuadía, me mandaba que suplicante acudiese a ti y llegase a tus umbrales.
Compadécete, ¡Oh alma virgen! compadécete, yo te lo ruego, del hijo y del padre, porque tú lo puedes todo, y no en vano te encomendó Hécate la custodia de los bosques del Averno. Si Orfeo pudo evocar los manes de su esposa con el auxilio de su lira y de sus canoras cuerdas; si Pólux rescató a su hermano, alternando en la muerte con él, y si tantas veces va y vuelve por este camino, ¿Para qué he de recordar al gran Teseo? ¿Para qué a Alcides? También yo soy del linaje del supremo Jove.»
Así clamaba Eneas, abrazado al altar, y así le contestó la Sibila: Descendiente de la sangre de los dioses, troyano, hijo de Anquises, fácil es la bajada al Averno; día y noche está abierta la puerta del negro Dite; pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es o arduo, esto es o difícil; pocos, y del linaje de los dioses, a quienes fue Júpiter propicio, o a quienes una ardiente virtud remontó a los astros, pudieron lograrlo.
Todo el centro del Averno está poblado de selvas que rodea el Cocito con su negra corriente.
Más, si un tan grande amor te mueve, si tanto afán tienes de cruzar dos veces el lago Estigio, de ver dos veces el negro Tártaro, y estás decidido a probar la insensata empresa, oye lo que has de hacer ante todo.
También en Geórgicas IV, 467-493, en el contexto del mito de Aristeo Virgilio narra la bajada de Orfeo a los Infiernos. Aquí las referencias a geografía y personajes del Inframundo son constantes:
Taenarias etiam fauces, alta ostia Ditis,
et caligantem nigra formidine lucum
ingressus, Manisque adiit regemque tremendum
nesciaque humanis precibus mansuescere corda.
at cantu commotae Erebi de sedibus imis
umbrae ibant tenues simulacraque luce carentum,
quam multa in foliis auium se milia condunt,
Vesper ubi aut hibernus agit de montibus imber,
matres atque uiri defunctaque corpora uita
magnanimum heroum, pueri innuptaeque puellae,
impositique rogis iuuenes ante ora parentum,
quos circum limus niger et deformis harundo
Cocyti tardaque palus inamabilis unda
alligat et nouies Styx interfusa coercet.
quin ipsae stupuere domus atque intima Leti
Tartara caeruleosque implexae crinibus anguis
Eumenides, tenuitque inhians tria Cerberus ora,
atque Ixionii uento rota constitit orbis.
iamque pedem referens casus euaserat omnis,
redditaque Eurydice superas ueniebat ad auras
pone sequens namque hanc dederat Proserpina legem,
cum subita incautum dementia cepit amantem,
ignoscenda quidem, scirent si ignoscere Manes:
restitit, Eurydicenque suam iam luce sub ipsa
immemor heu! uictusque animi respexit. ibi omnis
effusus labor atque immitis rupta tyranni
foedera, terque fragor stagnis auditus Auernis.
Así llegó hasta las gargantas del Ténaro y las profundas bocas de Dite, y penetró hasta los negros y pavorosos bosques donde están los manes y el tremendo rey, y aquellos corazones que no saben ablandarse con humanos ruegos. Atraídas por sus cantos, iban saliendo de los abismos del Erebo las tenues sombras y los fantasmas de los muertos, tan numerosas como las aves que a bandadas se acogen entre las hojas de los árboles cuando la estrella de la tarde o la lluvia invernal las ahuyenta de los montes; madres, esposos, cuerpos exánimes de magnánimos héroes; niños, doncellas, mancebos arrojados en la hoguera funeral a la vista de sus padres, acudían así por entre el negro cieno y los disformes cañaverales del Cocito, retenidos y cercados por los nueve ramales en que se estancan las densas aguas de la odiosa laguna Estigia. Pasmáronse hasta el mismo averno y los hondos abismos del Leteo y las Euménides, crinadas de cerúleas serpientes; cesó en sus ladridos el trifauce Cerbero y se paró en el aire la rueda de Ixión. Ya se volvía Orfeo, esquivados estos peligros, y ya su recobrada Eurídice se encaminaba con él a las terrenas auras, siguiendo sus pisadas (pues con esta condición se la había devuelto Proserpina), cuando se apoderó del incauto amante un súbito frenesí, muy perdonable en verdad si supieran perdonar los espíritus infernales. Parose ya casi en los mismos límites de la tierra, y olvidado, ¡ay!, del pacto y vencido del amor, miró a su Eurídice; con esto fueron perdidos todos sus afanes y quedaron rotos los tratos del cruel tirano. Tres veces retumbaron con fragor los lagos del Averno.
La traducción es de Ana Pérez Vega, tanto en Eneida como en Geórgicas.
El Averno es un pub de clientela gótica, y a la vez era sede de la Sala Ricoamor, en la calle Alcalde Tárrega, esquina con calle Padre Vicent.
En otro de nuestros paseos nos encontramos con esta escultura:
En la siguiente imagen, aunque un tanto borrosa, tenemos un detalle:
En efecto, en una de las villas de la Avenida Vila-real descubrimos a esta mujer, que lleva una espiga en la mano izquierda y una hoz en la derecha. Son los atributos de Deméter (Ceres), como nos muestran ejemplos clásicos y no tan clásicos:
En algunos ejemplos iconográficos, Ceres / Deméter no lleva hoz, y sí la cornucopia y espigas de trigo:
Y tras este ejemplo de estatua con referente mitológico en el jardín de una casa en el recinto urbano de la ciudad, concluimos nuestra serie, volviendo a un elemento que abría la misma.
Si comenzamos señalando la existencia de la calle Cibeles, debemos decir que los Campos Elíseos también tienen su avenida en Castellón.
Los espíritus recién llegados al Hades son juzgados diariamente por los jueces infernales, Minos, Radamantis y Éaco, en el cruce de tres caminos. Según el veredicto del juicio, las almas se dirigen al final de uno de los tres caminos; el del centro conduce de nuevo a los Gamonales y allí van los que no son perversos ni virtuosos; el de la izquierda conduce al Tártaro, donde los malvados y criminales reciben eternos castigos; allí es donde Sísifo se ve obligado a rodar la enorme piedra hasta lo alto de un monte y dejarla caer por el otro lado, pero cuando está a punto de llegar a la cima, la piedra de nuevo rueda hacia abajo y Sísifo debe reiniciar su trabajo. Los virtuosos se dirigen por el camino de la derecha a los Campos Elíseos, un país alegre, de día continuo, sin frío ni nieve, donde los juegos, la música y los jolgorios no cesan jamás y en el que sus habitantes pueden elegir el renacimiento sobre la tierra siempre que quieran. Cerca de allí se encuentran las Islas de los Bienaventurados, reservadas para quienes hayan nacido tres veces y tres veces hayan merecido el Elíseo.
Los Campos Elíseos no tienen en Castellón una avenida como la de París:
La «avenida» de Castellón es, más bien, una callejuela ubicada en el barrio de Crémor; he aquí el rótulo:
Y casualmente, en la esquina de esta «avenida» con la Avenida de Alcora encontramos una clínica veterinaria de nombre griego:
Sí, amigos: el final de nuestra serie dedicada a los referentes clásicos en Castellón es la primera letra del alfabeto griego.