Seguimos con nuestra selección de fragmentos de Sobre lo Sublime y ofrecemos a continuación el dedicado por el Anónimo a la acumulación, con una bella referencia a un conocido poema de Safo, y a la comparación de Demóstenes y Cicerón.
Capítulo X, parágrafos 1, 2 y 3 (La acumulación).
Φέρε νῦν, εἴ τι καὶ ἕτερον ἔχοιμεν ὑψηλοὺς ποιεῖν τοὺς λόγους δυνάμενον, ἐπισκεψώμεθα. οὐκοῦν ἐπειδὴ πᾶσι τοῖς πράγμασι φύσει συνεδρεύει τινὰ μόρια ταῖς ὕλαις συνυπάρχοντα, ἐξ ἀνἀγκης γένοιτ᾿ ἂν ἡμῖν ὕψους αἴτιον τὸ τῶν ἐμφερομένων ἐκλέγειν ἀεὶ τὰ καιριώτατα καὶ ταῦτα τῇ πρὸς ἄλληλα ἐπισυνθέσει καθάπερ ἕν τι σῶμα ποιεῖν δύνασθαι· ὃ μὲν γὰρ τῇ ἐκλογῇ τὸν ἀκροατὴν τῶν λημμάτων, ὃ δὲ τῇ πυκνώσει τῶν ἐκλελεγμένων προςάγεται. οἷον ἡ Σαπφὼ τὰ συμβαίνοντα ταῖς ἐρωτικαῖς μανίαις παθήματα ἐκ τῶν παρεπομένων καὶ ἐκ τῆς ἀληθείας αὐτῆς ἑκάστοτε λαμβάνει. ποῦ δὲ τὴν ἀρετὴν ἀποδείκνυται; ὅτι τὰ ἄκρα αὐτῶν καὶ ὑπερτεταμένα δεινὴ καὶ ἐκλέξαι καὶ εἰς ἄλληλα συνδῆσαι·
φαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν᾿ ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ φωνεί-
σας ὐπακούει
καὶ γελαίσας ἰμέροεν, τό μ᾿ ἦ μὰν
καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν.
ὠς γὰρ ἔς σ᾿ἴδω βρόχε’, ὤς με φώναισ᾿
οὐδὲν ἔτ’ εἴκει·
ἀλλὰ κὰμ μὲν γλῶσσα ἔαγε· λέπτον δ᾿
αὔτικα χρῷ πῦρ ὐπαδεδρόμακεν·
ὀππάτεσσι δ᾿ οὐδὲν ὄρημμ᾿, ἐπιρρόμ-
βεισι δ’ ἄκουαι·
εκαδε μ᾿ ἴδρως ψυχρὸσ κακχέεται, τρόμος δὲ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι· τεθνάκην δ᾿ ὀλίγω ᾿πιδεύης
φαίνομαι …
ἀλλὰ πὰν τόλματον,
οὐ θαυμάζεις ὡς ὑπὸ τὸ αὐτὸ τὴν ψυχὴν τὸ σῶμα, τὰς ἀκοὰς τὴν γλῶσσαν, τὰς ὄψεις τὴν χρόαν, πάνθ᾿ ὡς ἀλλότρια διοιχόμενα ἐπιζητεῖ, καὶ καθ᾿ ὑπεναντιώσεις ἅμα ψύχεται καίεται, ἀλογιστεῖ φρονεῖ· ἢ γὰρ φοβεῖται ἢ παρ᾿ ὀλίγον τέθνηκεν ἵνα μὴ ἕν τι περὶ αὐτὴν πάθος φαίνηται, παθῶν δὲ σύνοδος; πάντα μὲν τοιαῦτα γίνεται περὶ τοὺς ἐρῶντας, ἡ λῆψις δ᾿ ὡς ἔφην τῶν ἄκρων καὶ ἡ εἰς ταὐτὸ συναίρεσις ἀπειργάσατο τὴν ἐξοχήν. ὅνπερ οἶμαι καὶ ἐπὶ τῶν χειμώνων τρόπον ὁ ποιητὴς ἐκλαμβάνει τῶν παρακολουθούντων τὰ χαλεπώτατα.
X, 1. Y pasemos ahora a examinar si disponemos aún de otro medio para conceder elevación al estilo. Dado que a todo ser le están siempre asociados ciertos elementos inherentes a su sustancia, se sigue de ahí que podremos hallar un factor de sublimidad en la consistente y apropiada selección de esos elementos y en la posibilidad de combinar estos rasgos constituyentes para formar un todo orgánico. Porque un escritor se atrae el interés de sus lectores por la selección de sus temas, otro por la acumulación de esos rasgos seleccionados. Y así, por ejemplo, Safo (nota al pie: este texto, que nos ha llegado muy mutilado, y que fue traducido por Catulo al latín, ha sido estudiado en especial por Page. Sappho and Alcaeus, Oxford, 1955, cap. II; Bowra, Greek lyrics poetry, Oxford, 1936, 185 y ss. y últimamente por H. Saake, Zur Kunst Sapphos, Munich, 1971, 17 ss.) evoca siempre las emociones de la pasión amorosa tomándolas de los síntomas que la acompañan en la realidad. Y ¿en qué revela su talento poético? Pues en la habilidad con que sabe seleccionar y combinar los síntomas más intensos y sorprendentes:
2. Me parece el igual de los dioses
aquel hombre ante ti sentado
y que escucha de cerca tu voz
melodiosa,
y la dulce sonrisa, que el corazón
en el pecho llena de transporte.
Pues te miro tan solo, y, al punto,
la voz enmudece;
se me traba la lengua, y de mí se apodera
el temblor, y me torno más lívida
que el heno; desfallecida, sin aliento,
muerta parezco.
Mas todo ha de sufrirse, porque…
3. ¿No provoca tu admiración la forma con que Safo solicita, al mismo tiempo, al alma, el cuerpo, el oído, la lengua, la vista, la tez, cual si se tratara de cosas, que no le pertenecen ya y le fueran extrañas; y cómo, sacudida por sensaciones contrarias, experimenta a la vez frío y calor, se siente enajenada y dueña de sí – pues o está llena de temor o a un paso de la muerte – y todo de tal modo que no parece una sola pasión la que se exterioriza, sino un cúmulo de ellas? Todos los enamorados experimentan estos síntomas; pero la elección de los predominantes, como antes decía, y su combinación en un solo cuadro, han conseguido una obra maestra. En el mismo estilo, creo yo, con el que el poeta, al describir una tempestad, sabe seleccionar, de entre los detalles concretos, los más aterradores.
Capítulo XII, parágrafos 3, 4 y 5 (Demóstenes y Cicerón).
ὅθεν, οἶμαι, κατὰ λόγον ὁ μὲν ῥήτωρ ἅτε παθητικώτερος πολὺ τὸ διάπυρον ἔχει καὶ θυμικῶς ἐκφλεγόμενον, ὁ δέ, καθεστὼς ἐν ὄγκῳ καὶ μεγαλοπρεπεῖ σεμνότητι, οὐκ ἔψυκται μέν, ἀλλ᾿ οὐχ οὕτως ἐπέστραπται. οὐ κατ᾿ ἄλλα δέ τινα ἢ ταῦτα, ἐμοὶ δοκεῖ, φίλτατε Τερεντιανέ, (λέγω δέ, <εἰ> καὶ ἡμῖν ὡς ῞Ελλησιν ἐφεῖταί τι γινώσκειν) καὶ ὁ Κικέρων τοῦ Δημοσθένους ἐν τοῖς μεγέθεσι παραλλάττει. ὁ μὲν γὰρ ἐν ὕψει τὸ πλέον ἀποτόμῳ, ὁ δὲ Κικέρων ἐν χύσει, καὶ ὁ μὲν ἡμέτερος διὰ τὸ μετὰ βίας ἕκαστα, ἔτι δὲ τάχους ῥώμης δεινότητος, οἷον καίειν τε ἅμα καὶ διαρπάζειν σκηπτῷ τινι παρεικάζοιτ᾿ ἂν ἢ κεραυνῷ, ὁ δὲ Κικέρων ὡς ἀμφιλαφής τις ἐμπρησμός, οἶμαι, πάντη νέμεται καὶ ἀνειλεῖται, πολὺ ἔχων καὶ ἐπίμονον ἀεὶ τὸ καῖον καὶ διακληρονομούμενον ἄλλοτ᾿ ἀλλοίως ἐν αὐτῷ καὶ κατὰ διαδοχὰς ἀνατρεφόμενον. ἀλλὰ ταῦτα μὲν ὑμεῖς ἂν ἄμεινον ἐπικρίνοιτε, καιρὸς δὲ τοῦ Δημοσθενικοῦ μὲν ὕψους καὶ ὑπερτεταμένου ἔν τε ταῖς δεινώσεσι καὶ τοῖς σφοδροῖς πάθεσι καὶ ἔνθα δεῖ τὸν ἀκροατὴν τὸ σύνολον ἐκπλῆξαι, τῆς δὲ χύσεως ὅπου χρὴ καταντλῆσαι· τοπηγορίαις τε γὰρ καὶ ἐπιλόγοις κατὰ τὸ πλέον καὶ παρεκβάσεσι καὶ τοῖς φραστικοῖς ἅπασι καὶ ἐπιδεικτικοῖς, ἱστορίαις τε καὶ φυσιολογίαις, καὶ οὐκ ὀλίγοις ἄλλοις μέρεσιν ἁρμόδιος.
3. De aquí que, lógicamente, a mi entender, el orador (nota al pie: es decir, Demóstenes), por su mayor apasionamiento, posea más ardor y un fuego más vehemente en las pasiones, en tanto que el otro, instalado en una esfera de grandeza y de soberana majestad, se halle ciertamente lejos de ser frío, pero no es, evidentemente, tan intenso.
4. Ahí y no en otra causa reside, a mi juicio, querido Terenciano, lo que distingue, en materia de grandeza, a Cicerón de Demóstenes (nota al pie: sabemos por Plutarco (Demóstenes, 3) que Cecilio trató, con poca fortuna, de la diferencia entre Cicerón y Demóstenes. Acaso el Anónimo aluda a este estudio) – y hago esta afirmación en la medida que, como griegos, nos es dado opinar sobre estos temas. Demóstenes está por lo general apostado en una abrupta sublimidad; Cicerón en una amplitud efusiva. Nuestro orador, por la violencia, rapidez, fuerza y vehemencia con que, por así decir, se inflama y se desborda en cada uno de sus pasajes, puede compararse al rayo o al relámpago; Cicerón, entiendo, como un incendio que se va propagando, lo devora todo a su alrededor, avanza en todas direcciones, con una llama grandiosa y persistente que se va renovando de forma variada y que se alimenta por sucesivas adiciones de material combustible.
5. Por supuesto, los romanos podéis juzgar mejor que nosotros sobre este punto concreto, pero, evidentemente, lo que concede adecuación a la hipertensa sublimidad de Demóstenes es la vehemencia y el juego violento de las pasiones, así como el hecho de que sabe conmover absolutamente al oyente en el momento preciso. En cambio, la difusión es apropiada para agotar un tema: y, en efecto, se adapta muy bien al desarrollo de un lugar común, y, en general, a una peroración o una digresión, y a todos los pasajes de carácter descriptivo, a la elocuencia de aparato, a los temas de historia o de filosofía de la naturaleza, y a otros muchos contextos.