Igual que hemos hecho con la otra cantata ofrecemos alguna fuente clásica sobre el episodio de la muerte de Orfeo, que Rossini trata en su juvenil cantata Il pianto d’Armonia sulla morte d’Orfeo, aunque primero damos a conocer lo que dice Pierre Grimal en su Diccionario de mitología griega y romana:
La muerte de Orfeo ha dado origen a gran número de tradiciones. Según la más corriente, fue muerto por las mujeres tracias. Pero los motivos que le valieron su odio varían: a veces, éstas están envidiosas por su fidelidad a la memoria de Eurídice, fidelidad que interpretan como un insulto. Se decía también que Orfeo, no queriendo comercio con las mujeres, se rodeaba de muchachos, y se llegaba a afirmar que habían inventado la pederastia; su amigo habría sido Calais, hijo de Bóreas. O bien, finalmente, que Orfeo, a su regreso de los Infiernos había instituido unos misterios basados en experiencias recogidas en el mundo subterráneo, pero había prohibido que fuesen admitidas en ellos las mujeres. Los hombres se reunían con él en una casa cerrada y dejaban las armas en la puerta, hasta que una noche se apoderaron de ellas las mujeres, y cuando los hombres salieron, asesinaron a Orfeo y a sus adictos. Otra explicación se buscaba en una maldición de Afrodita. En efecto, cuando la riña de esta diosa con Perséfone por causa de Adonis, había debido someterse, por orden de Zeus, al arbitraje de Calíope, la cual había fallado que las dos divinidades tendrían consigo a Adonis una parte del año, alternativamente.
Afrodita se había indignado mucho con esta decisión y, no pudiendo vengarse directamente de Calíope, inspiró a las mujeres tracias una violenta pasión por Orfeo. Pero éstas, no queriendo cedérselo mutuamente, lo destrozaron.
Una tradición completamente distinta pretendía que Orfeo había sido muerto por Zeus con un rayo. Zeus estaba irritado por las revelaciones místicas hechas por Orfeo a los iniciados en sus misterios.
Cuando las mujeres tracias (en la versión más corriente de la muerte de Orfeo) hubieron despedazado su cadáver, arrojaron los trozos al río, que los arrastró hasta el mar. La cabeza y la lira del poeta llegaron así a Lesbos, cuyos habitantes tributaron honores fúnebres a Orfeo y le erigieron una tumba. Se pretendía que de esta tumba salía a veces el son de una lira; por eso la isla de Lesbos fue la tierra por excelencia de la poesía lírica.
También enseñaban la tumba de Orfeo en otros lugares; por ejemplo; en Asia Menor, en la desembocadura del río Meles. Se contaba al respecto que, a la muerte de Orfeo, se había declarado una peste en Tracia. Consultado el oráculo, éste respondió que era un castigo por el asesinato del poeta y que, para librar el país de la epidemia era preciso recuperar la cabeza de Orfeo y tributarle honras fúnebres.
Tras larga búsqueda, unos pescadores acabaron por encontrarle, varada en la desembocadura del Meles, sangrante aún y cantando, como cuando estaba viva.
La cabeza y la lira del poeta son encontradas y se le rinden los honores fúnebres. En Tesalia, un oráculo de Dionisos había predicho una vez que si las cenizas de Orfeo se exponían al día, un cerdo asolaría la ciudad. Los habitantes se burlaban de esta predicción sin tener ningún miedo de los cerdos.
Sin embargo, durante la siesta, un pastor se duerme sobre la tumba de Orfeo y, soñando, se pone a cantar los himnos del poeta. Los obreros que están en los campos vecinos acuden en seguida en gran número, ese empujan tanto que abren el sarcófago. Al caer la noche estalla una violenta tormenta, la lluvia cae abundantemente, el río crece, inunda toda la ciudad y derriba los principales monumentos. El río en cuestión se llama Sys, lo cual significa “cerdo”.
Después de la muerte de Orfeo, su lira fue transportada al cielo, donde quedó convertida en constelación. El alma del poeta pasó a los Campos Elíseos, donde revestida de un largo ropaje blanco, sigue cantando para los bienaventurados.
La fuente principal para el episodio de la muerte de Orfeo que Ruggia pone en letra y Rossini en música es Ovidio en sus Metamorfosis, XI, 1-66:
Carmine dum tali silvas animosque ferarum
Threicius vates et saxa sequentia ducit,
ecce nurus Ciconum tectae lymphata ferinis
pectora velleribus tumuli de vertice cernunt
Orphea percussis sociantem carmina nervis.
e quibus una leves iactato crine per auras,
‘en,’ ait ‘en, hic est nostri contemptor!’ et hastam
vatis Apollinei vocalia misit in ora,
quae foliis praesuta notam sine vulnere fecit;
alterius telum lapis est, qui missus in ipso
aere concentu victus vocisque lyraeque est
ac veluti supplex pro tam furialibus ausis
ante pedes iacuit. sed enim temeraria crescunt
bella modusque abiit insanaque regnat Erinys;
cunctaque tela forent cantu mollita, sed ingens
clamor et infracto Berecyntia tibia cornu
tympanaque et plausus et Bacchei ululatus
obstrepuere sono citharae, tum denique saxa
non exauditi rubuerunt sanguine vatis.
ac primum attonitas etiamnum voce canentis
innumeras volucres anguesque agmenque ferarum
maenades Orphei titulum rapuere triumphi;
inde cruentatis vertuntur in Orphea dextris
et coeunt ut aves, si quando luce vagantem
noctis avem cernunt, structoque utrimque theatro
ceu matutina cervus periturus harena
praeda canum est, vatemque petunt et fronde virentes
coniciunt thyrsos non haec in munera factos.
hae glaebas, illae direptos arbore ramos,
pars torquent silices; neu desint tela furori,
forte boves presso subigebant vomere terram,
nec procul hinc multo fructum sudore parantes
dura lacertosi fodiebant arva coloni,
agmine qui viso fugiunt operisque relinquunt
arma sui, vacuosque iacent dispersa per agros
sarculaque rastrique graves longique ligones;
quae postquam rapuere ferae cornuque minaces
divulsere boves, ad vatis fata recurrunt
tendentemque manus et in illo tempore primum
inrita dicentem nec quicquam voce moventem
sacrilegae perimunt, perque os, pro Iuppiter! illud
auditum saxis intellectumque ferarum
sensibus in ventos anima exhalata recessit.
Te maestae volucres, Orpheu, te turba ferarum,
te rigidi silices, te carmina saepe secutae
fleverunt silvae, positis te frondibus arbor
tonsa comas luxit; lacrimis quoque flumina dicunt
increvisse suis, obstrusaque carbasa pullo
naides et dryades passosque habuere capillos.
membra iacent diversa locis, caput, Hebre, lyramque
excipis: et (mirum!) medio dum labitur amne,
flebile nescio quid queritur lyra, flebile lingua
murmurat exanimis, respondent flebile ripae.
iamque mare invectae flumen populare relinquunt
et Methymnaeae potiuntur litore Lesbi:
hic ferus expositum peregrinis anguis harenis
os petit et sparsos stillanti rore capillos.
tandem Phoebus adest morsusque inferre parantem
arcet et in lapidem rictus serpentis apertos
congelat et patulos, ut erant, indurat hiatus.
Umbra subit terras, et quae loca viderat ante,
cuncta recognoscit quaerensque per arva piorum
invenit Eurydicen cupidisque amplectitur ulnis;
hic modo coniunctis spatiantur passibus ambo,
nunc praecedentem sequitur, nunc praevius anteit
Eurydicenque suam iam tutus respicit Orpheus.
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