En la Ilíada es amplia la presencia de Paris. Es citado con el nombre de Paris en III 325, 437; VI 280, 503, 512; XII 93; XIII 490, 660; XV 341; XXII 359; XXIV 249.
Como Alejandro es citado en III 16, 27, 30, 37, 58, 87, 100, 136, 253, 281, 284, 289, 329, 346, 352, 366, 390, 403, 421, 425, 450, 452; IV 96; V 62; VI 290, 313, 332, 356, 517; VII 2, 355, 374, 388, 389, 400; VIII 82,; XI 124, 369, 505, 581; XIII 766, 774; XXII 115; XXIV 28, 763.
En el libro III, donde más veces es citado, se nos narra el singular combate entre Paris y Menelao. Antes de él, no obstante, es muy interesante la diatriba o rapapolvo que su hermano Héctor le propina. En algunos pasajes ofrecemos también el original griego:
Cuando ambos ejércitos se hubieron acercado el uno al otro, apareció en la primera fila de los troyanos Alejandro, semejante a un dios, con una piel de leopardo en los hombros, el corvo arco y la espada; y blandiendo dos lanzas de broncínea punta, desafiaba a los más valientes argivos a que con él sostuvieran terrible combate.
Menelao, caro a Ares, viole venir con arrogante paso al frente de la tropa, y como el león hambriento que ha encontrado un gran cuerpo de cornígero ciervo o de cabra montés, se alegra y lo devora, aunque lo persigan ágiles perros y robustos mozos; así Menelao se holgó de ver con sus propios ojos al deiforme Alejandro —figuróse que podría castigar al culpable— y al momento saltó del carro al suelo sin dejar las armas. (Ilíada III, 15-29)
Τὸν δ᾿ ὡς οὖν ἐνόησεν ᾿Αλέξανδρος θεοειδὴς
ἐν προμάχοισι φανέντα, κατεπλήγη φίλον ἦτορ,
ἂψ δ᾿ ἑτάρων εἰς ἔθνος ἐχάζετο κῆρ᾿ ἀλεείνων.
ὡς δ᾿ ὅτε τίς τε δράκοντα ἰδὼν παλίνορσος ἀπέστη
οὔρεος ἐν βήσσῃς, ὑπό τε τρόμος ἔλλαβε γυῖα,
ἂψ δ᾿ ἀνεχώρησεν, ὦχρός τέ μιν εἷλε παρειὰς,
ὣς αὖτις καθ᾿ ὅμιλον ἔδυ Τρώων ἀγερώχων
δείσας ᾿Ατρέος υἱὸν ᾿Αλέξανδρος θεοειδής.
Τὸν δ᾿ ῞Εκτωρ νείκεσσεν ἰδὼν αἰσχροῖς ἐπέεσσιν·
Δύσπαρι εἶδος ἄριστε γυναιμανὲς ἠπεροπευτὰ
αἴθ᾿ ὄφελες ἄγονός τ᾿ ἔμεναι ἄγαμός τ᾿ ἀπολέσθαι·
καί κε τὸ βουλοίμην, καί κεν πολὺ κέρδιον ἦεν
ἢ οὕτω λώβην τ᾿ ἔμεναι καὶ ὑπόψιον ἄλλων.
ἦ που καγχαλόωσι κάρη κομόωντες ᾿Αχαιοὶ
φάντες ἀριστῆα πρόμον ἔμμεναι, οὕνεκα καλὸν
εἶδος ἔπ᾿, ἀλλ᾿ οὐκ ἔστι βίη φρεσὶν οὐδέ τις ἀλκή.
ἦ τοιόσδε ἐὼν ἐν ποντοπόροισι νέεσσι
πόντον ἐπιπλώσας, ἑτάρους ἐρίηρας ἀγείρας,
μιχθεὶς ἀλλοδαποῖσι γυναῖκ᾿ εὐειδέ᾿ ἀνῆγες
ἐξ ἀπίης γαίης νυὸν ἀνδρῶν αἰχμητάων
πατρί τε σῷ μέγα πῆμα πόληΐ τε παντί τε δήμῳ,
δυσμενέσιν μὲν χάρμα, κατηφείην δὲ σοὶ αὐτῷ;
οὐκ ἂν δὴ μείνειας ἀρηΐφιλον Μενέλαον;
γνοίης χ᾿ οἵου φωτὸς ἔχεις θαλερὴν παράκοιτιν·
οὐκ ἄν τοι χραίσμῃ κίθαρις τά τε δῶρ᾿ ᾿Αφροδίτης
ἥ τε κόμη τό τε εἶδος ὅτ᾿ ἐν κονίῃσι μιγείης.
ἀλλὰ μάλα Τρῶες δειδήμονες· ἦ τέ κεν ἤδη
λάϊνον ἕσσο χιτῶνα κακῶν ἕνεχ᾿ ὅσσα ἔοργας.
Τὸν δ᾿ αὖτε προσέειπεν ᾿Αλέξανδρος θεοειδής·
῞Εκτορ ἐπεί με κατ᾿ αἶσαν ἐνείκεσας οὐδ᾿ ὑπὲρ αἶσαν·
αἰεί τοι κραδίη πέλεκυς ὥς ἐστιν ἀτειρὴς
ὅς τ᾿ εἶσιν διὰ δουρὸς ὑπ᾿ ἀνέρος ὅς ῥά τε τέχνῃ
νήóον ἐκτάμνῃσιν, ὀφέλλει δ᾿ ἀνδρὸς ἐρωήν·
ὣς σοὶ ἐνὶ στήθεσσιν ἀτάρβητος νόος ἐστί·
μή μοι δῶρ᾿ ἐρατὰ πρόφερε χρυσέης ᾿Αφροδίτης·
οὔ τοι ἀπόβλητ᾿ ἐστὶ θεῶν ἐρικυδέα δῶρα
ὅσςά κεν αὐτοὶ δῶσιν, ἑκὼν δ᾿ οὐκ ἄν τις ἕλοιτο·
νῦν αὖτ᾿ εἴ μ᾿ ἐθέλεις πολεμίζειν ἠδὲ μάχεσθαι,
ἄλλους μὲν κάθισον Τρῶας καὶ πάντας ᾿Αχαιούς,
αὐτὰρ ἔμ᾿ ἐν μέσσῳ καὶ ἀρηΐφιλον Μενέλαον
συμβάλετ᾿ ἀμφ᾿ ῾Ελένῃ καὶ κτήμασι πᾶσι μάχεσθαι·
ὁππότερος δέ κε νικήσῃ κρείσσων τε γένηται,
κτήμαθ᾿ ἑλὼν εὖ πάντα γυναῖκἀ τε οἴκαδ᾿ ἀγέσθω·
ο῏ δ᾿ ἄλλοι φιλότητα καὶ ὅρκια πιστὰ ταμόντες
ναίοιτε Τροίην ἐριβώλακα, τοὶ δὲ νεέσθων
῎Αργος ἐς ἱππόβοτον καὶ ᾿Αχαιΐδα καλλιγύναικα.
Pero Alejandro, semejante a un dios, apenas distinguió a Menelao entre los combatientes delanteros, sintió que se le cubría el corazón y para librarse de la muerte, retrocedió al grupo de sus amigos. Como el que descubre un dragón en la espesura de un monte, se echa con prontitud hacia atrás, tiémblanle las carnes y se aleja con la palidez pintada en sus mejillas, así el deiforme Alejandro, temiendo al hijo de Atreo, desapareció en la turba de los altivos troyanos.
Advirtiólo Héctor y le reprendió con injuriosas palabras:
— ¡Miserable Paris, el de más hermosa figura, mujeriego, seductor! Ojalá no te contaras en el número de los nacidos o hubieses muerto célibe. Yo así lo quisiera y te valdría más que no ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos. Los aqueos de larga cabellera se ríen de haberte considerado como un bravo campeón por tu bella figura, cuando no hay en tu pecho ni fuerza ni valor. Y siendo cual eres, ¿reuniste a tus amigos, surcaste los mares en ligeros buques, visitaste a extranjeros, y trajiste de remota tierra una mujer linda, esposa y cuñada de hombres belicosos, que es una gran plaga para tu padre, la ciudad y el pueblo todo, causa de gozo para los enemigos y una vergüenza para ti mismo? ¿No esperas a Menelao, caro a Ares? Conocerías al varón de quien tienes la floreciente esposa, y no te valdrían la cítara, los dones de Afrodita, la cabellera y la hermosura cuando rodaras por el polvo. Los troyanos son muy tímidos: pues si no, ya estarías revestido de una túnica de piedras por los males que les has causado.
Respondióle el deiforme Alejandro:
— ¡Héctor! Con motivo me increpas y no más de lo justo; pero tu corazón es inflexible como el hacha que hiende un leño y multiplica la fuerza de quien la maneja hábilmente para cortar maderos de navío: tan intrépido es el ánimo que en tu pecho se encierra. No me reproches los amables dones de la dorada Afrodita, que no son despreciables los eximios presentes de los dioses y nadie puede escogerlos a su gusto. Y si ahora quieres que luche y combata, detén a los demás troyanos y a los aqueos todos, y dejadnos en medio a Menelao, caro a Ares, y a mi para que peleemos por Helena y sus riquezas: el que venza, por ser más valiente, lleve a su casa mujer y riquezas; y después de jurar paz y amistad, seguid vosotros en la fértil Troya y vuelvan aquéllos a la Argólide, criadora de caballos, y a la Acaya, de lindas mujeres. (Ilíada III, 30-75)
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