Seguimos con los amplios extractos del Prólogo a la traducción de la obra en Gredos, a cargo de Carlos García Gual. Estábamos en el apartado dedicado a la Composición y fuentes de la obra.
2) La colección de cartas que hallamos insertadas en el relato, en ocasiones de modo superfluo, pertenecía a una colección previa, una especie de novela epistolar sobre Alejandro, en la que la historia de sus campañas venía referida por medio de cartas de los principales personajes de la misma. Este género de la novela epistolar tuvo su origen en las escuelas de retórica, donde la confección de tales cartas, atribuidas a famosos personajes históricos, constituía un ejercicio predilecto. Como ejemplos de este tipo de literatura, que floreció especialmente entre la época de Cicerón y la de Adriano, conservamos novelas epistolares sobre Temístocles y sobre Quión, los intercambios de cartas entre los Siete Sabios y las Cartas de heteras, en las que el retórico Alcifrón intenta pintar la vida ateniense de tiempos de Menandro.
La antigüedad de la novela epistolar sobre Alejandro está confirmada por el descubrimiento de dos papiros que contienen varias de estas fingidas muestras de la correspondencia entre Alejandro y Darío. Son el Papiro de la Sociedad Italiana 1285 (ed. De Dino Pieraccioni en 1951; es del siglo II d. C.), conservado en Florencia, y el Papiro de Hamburgo 129 (siglo I a. C.).
Las seis cartas que figuran en ambos no presentan la secuencia normal del relato; son más bien, como indica Merkelbach, una antología de la colección novelada, que le era por tanto anterior, aunque quizás no mucho. Pseudo Calístenes, tan despreocupado respecto al texto del relato histórico, demuestra un gran respeto por las cartas, que probablemente consideraba como documentos auténticos. Esa es la razón para que las integre en su texto., a veces con notable desacierto, y a veces con torpe desorden.
La colección de cartas es una muestra del gusto por la ficción declamatoria de las escuelas de retórica. Pero este género era a la vez lectura de diversión, en que se reflejaban cierto interés por la caracterización psicológica y un cierto sentido del humor. En nuestro caso, contrasta la pompa y altanería con que se expresa el rey persa, con todas sus fórmulas y títulos, y la sencillez y naturalidad de Alejandro. El carácter de Darío se esboza progresivamente a través de diversos momentos, mientras su fortuna declina ante el acoso de Alejandro (a quien primero trata de bandido y de niño alocado, enviándole dados para jugar y un látigo para su educación, y más tarde como a su igual).
Un estilo peculiar presenta la carta de Alejandro a los persas (II, 21), que es una especie de proclama real, con notables semejanzas con las proclamas de los soberanos egipcios.
3) Es dudoso si las cartas sobre las maravillas y aventuras en la India se agregaron a la colección ya antes de la novela del Pseudo Calístenes. El encuentro de Alejandro con el mundo de los monstruos, su viaje al fin del mundo, al País de los Bienaventurados, sus excursiones a los cielos y al fondo del mar, pertenecen a otro tipo de literatura. Ese fondo teratológico y fabuloso que aparece ya en las antiguas historias jónicas y en las descripciones de países lejanos, como las atribuidas a Ctesias, o más tarde en el utópico Yambulo, revive en estas cartas. Es un tipo de relatos como el parodiado por Luciano en su Verdadera Historia, y cuyos ecos encontramos muy lejos, p. ej. En episodios de los viajes de Sindbad el Marino de Las mil y una noches. Las fieras exóticas, los árboles parlantes del Sol y la Luna, la Fuente de la Vida, la isla sumergible y el País de la Noche Eterna, sobre todo ello se ha reflejado la saga viviente de Alejandro, una saga que suscitó su audaz expedición (por ejemplo, la realización de hazañas tan tremendas como atravesar el desierto de Gedrosia) y su arrolladora personalidad.
Un eco de narraciones orales, progresivamente fabulosas, se ha incorporado en estos relatos fantásticos. La forma tradicional del relato fantástico es la narración en primera persona. El protagonista narra sus propias increíbles aventuras y suscita en su público esa asombrosa vacilación característica, según Todorov, de la literatura fantástica. Por eso – como Sinuhé, Ulises, Luciano, Sinbad, Cyrano o el barón de Münchausen -, el protagonista, Alejandro, es quien nos cuenta sus experiencias en los límites de lo increíble. Estas cartas fabulosas – a Olimpíade y a Aristóteles (II 23-24, y III 17, con su mejor versión conservada en la traducción latina Epistola ad Aristotelem) – tuvieron un gran éxito y son uno de los mayores atractivos de nuestro texto…
4) No podemos precisar si nuestro novelista contaba con un previo relato del episodio entre Candace y Alejandro y hasta qué punto es una invención suya. Pero la historia de Nectanebo procede claramente de una vieja leyenda popular egipcia, convertida en una breve novela de tipo milesio. El motivo central de la leyenda: el rey exiliado que se disfraza de dios para acceder al lecho de la princesa amada y engendrar en ella al futuro héroe, se encuentra muy extendido en la literatura universal…
El origen bastardo de Alejandro, como el de tantos héroes míticos, podía servir a varias explicaciones. Así se fundamentaba el derecho de Alejandro al trono egipcio, no como un conquistador extranjero, sino como pretendiente legítimo al ser hijo del último faraón. A la vez su relación con el dios Amón quedaba explicada, a la manera evemerística. Las difíciles relaciones con su padre “adoptivo” Filipo se hacían más verosímiles, sin desprestigiar a Olimpíade, que – en contra de los testimonios de varios historiadores – está vista con luz favorable en nuestra novela. (Es curioso que, como en las novelas griegas, las reinas y princesas estén tratadas con halagadora cortesía; aunque haya poco lugar en nuestra historia para el amor.)
5) El coloquio de Alejandro con los gimnosofistas es un texto breve de un tipo de literatura sapiencial. Sobre un conocido tópico, el del enfrentamiento entre el poder del rey y la agudeza y la ascética del sabio (recordemos el encuentro de Alejandro con Diógenes el Cínico), se añade una tonalidad oriental en la pintura de estos brahmanes naturistas. Las respuestas de los gimnosofistas difieren algo según los diferentes manuscritos y traducciones, pero el corte general de la escena es el mismo. En el siglo III, en parte debido a influencias cínicas y neopitagóricas, ese tipo de santones gozaba de gran popularidad, y el Pseudo Calístenes ha recogido la escena de alguna obra literaria popular.
6) Por último, en contraste con las otras inserciones, la narración sobre los últimos días de Alejandro ofrece datos históricos concretos como un documento antiguo, próximo a la época inmediata a la muerte de Alejandro. Según Merkelbach, que ha hecho un excelente análisis de este texto, procede de un panfleto partidista de la época del enfrentamiento por la sucesión de Alejandro entre Antípatro y Perdicas, es decir, de los años 322-21 a. C…
El autor de la Novela de Alejandro, un anónimo escritor alejandrino (a juzgar por su conocimiento de la topografía y las tradiciones de esa zona de Egipto), a quien apodamos Pseudo Calístenes, elaboró en el siglo III, con todos esos materiales literarios, algunas narraciones populares y cierta fantasía, su pintoresco y variopinto relato. Era un escritor un tanto ignorante y se embarulló con el itinerario geográfico y los datos históricos. Seguramente no le preocupaba demasiado la exactitud respecto a los datos concretos, y se agenció lo mejor que supo para ensamblar el relato histórico con la novela epistolar, con los episodios fabulosos, y para colocar al comienzo la leyenda popular egipcia del nacimiento de Alejandro (que ningún historiador citaba) y concluir con el relato dramático del envenenamiento y el testamento de Alejandro.
Nos ha dejado una muestra de su inventiva un tanto ingenua en escenas como la visita de Alejandro, disfrazado de mensajero, a la corte de Darío, con novelesca fuga (II 15-20), en el duelo cuerpo a cuerpo entre Alejandro y Poro (III 4) y el encuentro con Candace en la corte etíope (III 19-24). Intentó subrayar la audacia y la astucia de Alejandro en estos episodios tan personales e inverosímiles. Pero más que en eso, creemos que se esforzó en transmitir esa imagen de Alejandro que se desliza de la historia a la mitología.
Y hasta aquí los extensos extractos del Prólogo a la traducción de la obra en Gredos, a cargo de Carlos García Gual.
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