Luca Giordano (1634-1705), El triunfo de Galatea (Palazzo Pitti, Florencia)
Para cerrar nuestra visión de El triunfo de Galatea, de Rafael, como decíamos en nuestro anterior capítulo, aportamos otra fuente literaria clásica.
En el Idilio XI de Teócrito se nos ofrece un precioso cuadro del amor que Polifemo siente por Galatea.
῏Ω λευκὰ Γαλάτεια, τί τὸν φιλέοντ᾿ ἀποβάλλῃ,
λευκοτέρα πακτᾶς ποτιδεῖν, ἁπαλωτέρα ἀρνός,
μόσχω γαυροτέρα, φιαρωτέρα ὄμφακος ὠμᾶς;
φοιτῇς δ᾿ αὖθ’ οὕτως ὅκκα γλυκὺς ὕπνος ἔχῃ με,
οἴχῃ δ᾿ εὐθὺς ἰοῖσ᾿ ὅκκα γλυκὺς ὕπνος ἀνῇ με,
φεύγεις δ᾿ ὥσπερ ὄις πολιὸν λύκον ἀθρήσασα;
ἠράσθην μὲν ἔγωγε τεοῦς, κόρα, ἁνίκα πρᾶτον
ἦνθες ἐμὰ σὺν ματρὶ θέλοισ᾿ ὑακίνθινα φύλλα
ἐξ ὄρεος δρέψασθαι, ἐγὼ δ᾿ ὁδὸν ἁγεμόνευον.
παύσασθαι δ᾿ ἐσιδών τυ καὶ ὕστερον οὐδ᾿ ἔτι πᾳνῦν
ἐκ τήνω δύναμαι·τὶνδ᾿οὐμέλει, οὐ μὰ Δί᾿οὐδέν…
συρίσδεν δ᾿ὡς οὔτις ἐπίσταμαι ὧδε Κυκλώπων,
τίν, τὸ φίλον γλυκύμαλον, ἁμὰ κἠμαυτὸν ἀείδων
πολλά κινυκτὸς ἀωρί. Τράφω δέ τοι ἕνδεκα νεβρώς,
πάσας μαννοφόρως, καὶ σκύμνως τέσσαρας ἄρκτων.
ἀλλ’ ἀφίκευσο ποθ᾿ ἁμέ, καὶ ἑξεῖς οὐδὲν ἔλασσον,
τὰν γλαυκὰν δὲ θάλασσαν ἔα ποτὶ χέρσον ὀρεχθεῖν
ἀδιον ἐν τὤντρῳ παρ᾿ ἐμὶν τὰν νύκτα διαξεῖς.
Luca Giordano (1634-1705), El triunfo de Galatea
ἐντὶ δάφναι τηνεί, ἐντὶ ῥαδιναὶ κυπάρισσοι,
ἔστι μέλας κισσός, ἔστ᾿ ἄμπελος ἁ γλυκύκαρπος,
ἔστι ψυχρὸν ὕδωρ, τό μοι ἁ πολυδένδρεος Αἴτνα
λευκᾶς ἐκ χιόνος ποτὸν ἀμβρόσιον προΐητι.
τίς κα τῶνδε θάλασσαν ἔχειν καὶ κύμαθ᾿ ἕλοιτο;
αἰ δέ τοι αὐτὸς ἐγὼν δοκέω λασιώτερος ἦμεν,
ἐντὶ δρυὸς ξύλα μοι καὶ ὑπὸ σποδῷ ἀκάματον πῦρ
καιόμενος δ᾿ ὑπὸ τεῦς καὶ τὰν ψυχὰν ἀνεχοίμαν
καὶ τὸν ἕν᾿ ὀφθαλμόν, τῶ μοι γλυκερώτερον οὐδέν.
ὤμοι, ὅτ᾿ οὐκ ἔτεκέν μ᾿ ἁ μάτηρ βράγχι᾿ ἔχοντα,
ὡς κατέδυν ποτὶ τὶν καὶ τὰν χέρα τεῦς ἐφίλησα,
αἰ μὴ τὸ στόμα λῇς, ἔφερον δέ τοι ἢ κρίνα λευκά
ἢ μάκων᾿ ἁπαλὰν ἐρυθρὰ πλαταγώνι᾿ ἔχοισαν
ἀλλὰ τὰ μὲν θέρεος, τὰ δὲ γίνεται ἐν χειμῶνι,
ὥστ᾿οὔ κά τοι ταῦτα φέρειν ἅμα πάντ᾿ ἐδυνάθην.
νῦν μάν, ὦ κόριον, νῦν αὐτίκα νεῖν γε μαθεῦμαι,
αἴ κά τις σὺν ναΐ πλέων ξένος ὧδ᾿ ἀφίκηται,
ὡς εἰδῶ τί ποχ᾿ἁδὺ κατοικεῖν τὸν βυθὸν ὔμμιν.
ἐξένθοις, Γαλάτεια, καὶ ἐξενθοῖσα λάθοιο,
ὥσπερ ἐγὼ νῦν ὧδε καθήμενος, οἴκαδ᾿ἀπενθεῖν
ποιμαίνειν δ᾿ἐθέλοις σὺν ἐμὶν ἅμα καὶ γάλ᾿ ἀμέλγειν
καὶ τυρὸν πᾶξαι τάμισον δριμεῖαν ἐνεῖσα.
Gustave Moreau, Galatée (1880)
“¿Por qué rehúyes a aquél que tanto te ama, oh blanca Galatea, más blanca, sí, a mis ojos, que el requesón, más tierna que el cordero, más juguetona que una ternera, más brillante que la uva verde? ¿Por qué vienes a mí cuando el sueño, dulcemente, ya me domina, y te vas tan pronto el dulce sueño me abandona, y huyes de mí como la oveja cuando ve al canoso lobo? Me enamoré de ti, doncella, aquel día en el que viniste a la montaña con mi madre, para recoger hojas de jaramugo, y yo os guiaba. Desde entonces, a pesar de haberte visto otras veces, no conozco el reposo. Pero a ti, por Zeus, no te importa…
Sé tocar la siringa mejor que cualquier otro cíclope de la región, y canto para ti, dulce manzana del corazón, y también para mí, a menudo hasta altas horas de la madrugada. Crío también para ti, once ciervas, todas ellas manchadas, y cuatro ositos. Ven, pues, a mi lado, que no perderás nada, y deja que el mar choque bramando contra las rocas. ¡Qué bien pasarás la noche allá dentro, en mi caverna, a mi lado! Aquí hay laureles, hay esbeltos cipreses y negro musgo; hay viñas con la dulzura de su fruto; hay agua helada, una bebida divina que el boscoso Etna me envía desde los blancos ventisqueros. ¿Quién preferiría, a cambio de eso, el mar y las olas? Y, si por ventura me crees demasiado peludo, hay astillas de roble y, bajo la ceniza, un rescoldo que nunca se apaga; si eres tú quien lo hace, yo dejo que me quemen el espíritu, e incluso mi única pupila, lo que más amo en este mundo.
¡Ay! ¡Si mi madre me hubiera engendrado con branquias! Hacia ti me sumergiría, para poder besarte la mano, si no lo quieres en la boca! Te llevaría, como ofrenda, lirios blancos, o bien tiernas amapolas, de pétalos rojos…
Pero, éstas las trae el verano, y el invierno aquéllas, y de este modo no podría ofrecerte a la vez ambos presentes…
Ahora, muchacha, ahora quiero aprender en seguida a nadar- si algún extranjero llega aquí con su nave – para ver qué encontráis agradable en vivir en las profundidades. ¡Ojalá, Galatea, salieras de las olas y, después, te olvidaras de la vuelta al hogar, como ahora yo, sentado, me olvido! ¡Ojalá quisieras pastar a mi lado y ordeñar la leche y hacer quesos mezclando con la leche el cuajo amargo!
En esta ocasión los ejemplos de cuadros que nos proporcionan una ilustración semejante a la que hemos tratado del Triunfo de Galatea de Rafael son varios.
El primer ejemplo es un bello cuadro de Jean Baptiste Van Loo (1648-1745), del mismo nombre que el de Rafael, Triunfo de Galatea. Se trata de un óleo sobre lienzo de 90 x 160 cm, que data de 1720 y se puede admirar en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Hay otro cuadro del mismo tema y casi idéntico de 86’5 x 116 cm.
Jean Baptiste Van Loo (1684-1745), El triunfo de Galatea (1720)
La ninfa, que ocupa el centro de la obra, está desnuda y sólo un manto azul cubre sus partes íntimas. Viaja sobre una concha tirada por lo que parecen delfines, cuyas riendas sujeta un anciano barbado que la mira con deleite. La escena se puede ubicar ya que a la derecha descubrimos el volcán Etna. A la derecha del lienzo, subido a un árbol y tocando la flauta descubrimos a Polifemo, que contempla cómo se aleja Galatea. Numerosos amorcillos sobrevuelan la escena; uno de ellos sujeta un extremo de un paño azafranado que vuela sobre la ninfa, la cual sujeta la otra parte de esta delicada tela.
Luca Giordano (1634-1705) tiene varias pinturas sobre el episodio, todas con el mismo nombre. Una está en el Palazzo Pitti de Florencia y mide nada menos que 262 x 305 cm. Data de 1635. Hemos ofrecido dos más arriba.
Antoine Coypel tiene también un Triunfo de Galatea.
Antoine Coypel fue un niño prodigio de la pintura francesa, que al inicio de su actividad recibió la influencia del padre Noël y de Charles Le Brun, puede ser considerado un exponente ejemplar del panorama artístico del primer Setecientos.
En la tela en cuestión se encuentran todos los componentes típicos del imaginativo maestro francés. El tema mitológico tomado de las Metamorfosis de Ovidio, libro 13, representa a la ninfa Galatea llevada en triunfo sobre las aguas, rodeada de una multitud de criaturas acuáticas y sobrevolada de algunos amorcillos que sujetan una tela en forma de arco, similar a una vela soplada por el viento, atributo del espíritu romano del Aire. No muy lejos el gigante Polifemo, con un solo ojo en medio de la frente y dos cuencas en la posición normal de los ojos, perdidamente enamorado de la joven nereida, hace resonar el Monte Etna con los excesos de su pasión.
En El triunfo de Galatea, Coypel retoma gran parte de la pintura italiana de los siglos XVI-XVII, especialmente la romana y boloñesa; la composición, bien equilibrada, se basa en un grupo homogéneo de personajes que forman un gran triángulo, que reclama como modelos al Rafael de la Farnesina y a Poussin. El Tritón que agarra a la ninfa debajo de Galatea cita las formas de Annibale Carracci en la galería del Palazzo Farnese, los amorcillos juguetones sobre delfines tienen una ascendencia distante domenichiniana, mientras que el tono cromático de toda la composición se ve afectada por los colores claros y la luz de Reni y Albani. El resultado es una pintura comunicativa e inmediatamente seductora, de gran decoración, idónea, entonces como ahora, a residencias burguesas del más alto nivel.
Antoine Coypel (1661-1722), Acis y Galatea
Un óleo sobre cobre de 100,5 x 76 cm, con número de registro 2236 de autor anónimo de ca. 1800 se halla en el Museo Nacional de Colombia, en Bogotá.
Aquí Galatea va sobre una gran concha marina propulsada, según parece, por una hélice; es ella misma quien sujeta la tela: con su mano derecha la coge por un extremo y con la izquierda sujeta el otro extremo sobre su hombro derecho. En la concha hay otra nereida que mira descuidadamente hacia la izquierda, mientras un amorcillo lo hace descarada y pícaramente hacia el espectador
El triunfo de Galatea (anónimo, ca. 1800)
Finalmente tenemos otro Triunfo de Galatea, de ca. 1650, en este caso de algún pintor del círculo de Jacques Stella, en el que una muy blanca Galatea está sentada en un delfín, mientras dos amorcillos sujetan una tela en forma de arco sobre su cabeza. A sus pies, a la derecha una figura que merge del agua coronada de laurel toca lo que parece una concha marina.
Círculo de Jacques Stella (1596-1657), El triunfo de Galatea (ca. 1650)
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