En este repaso a las fuentes clásicas sobre Sócrates toma de nuevo la palabra Luciano de Samosata, de quien ofrecimos en el artículo precedente de esta serie su obra Subasta de vidas, con sus Diálogos de los muertos. Conviene que ofrezcamos previamente la introducción de José Luis Navarro González, en Gredos:
En los Diálogos de los muertos. En ellos asistimos a una trasposición y contaminación permanente de los dos planos; la realidad, la vida, el «más acá» de un lado y la irrealidad, el Hades, el más allá, de otro. Cuando la vida en el Hades se plantea como la vida en la tierra, no solamente está entrando en juego la imaginación del autor, sino que con los pies en la realidad conocida se ponen los ojos en la irrealidad desconocida que de algún modo se pretende hacer prolongación o mejor recreación de la realidad. Cuando un personaje del mundo subterráneo lleva a cabo la operación contraria y se produce el encuentro entre quien viene de la muerte y quien va a ella, se realizan caricaturas de fantasía utópicas, el genio de Luciano llega entonces al cenit, cuando la realidad e irrealidad se mezclan y se caricaturizan desde una doble perspectiva. Porque, primero, hay que imaginar el Hades y presentarlo como algo real. Después, hay que seguir imaginando que los hombres al morir bajan a ese Hades recreado con la mentalidad que tenían en la vida. Para colmo, alguien —Menipo o Diógenes, generalmente— está ya «adaptado» en su supuesta realidad cotidiana postmortuoria a la vida allí. Se producirá, pues, en un marco imaginado como una nueva realidad un contraste entre quienes están en él como pez en el agua y quienes vienen del mundo de verdad con ideas y esquemas mentales que aquí no funcionan y que están destinados al fracaso. El efecto logrado por el autor al realizar esa doble pirueta es incomparable. Y el lector al tiempo que se ríe a mandíbula batiente se ve obligado a reflexionar, por cuanto que esa formidable y refinada técnica literaria se pone al servicio de una idea fundamental: no vale la pena afanarse en la vida porque la muerte iguala a todos los hombres sin excepción; un postulado que ya Luciano había expuesto en otras obras, aunque nunca con la insistencia, la intensidad y el énfasis con que lo hace aquí. Como se ve, pues, toda una gama de situaciones, de técnicas, reflejo del ingenio absolutamente genial del «sirio» de Samosata, que alcanza aquí posiblemente su máximo exponente.
Menipo (ca 1638), óleo sobre lienzo de 179 x 94 cm., de Diego de Velázquez. Museo del Prado, Madrid
En primer lugar, el diálogo XX entre Menipo y el juez infernal Éaco y en el que también intervienen Pitágoras, Empédocles y Sócrates. Recogemos el fragmento 4-6, donde aparece el hijo de Sofronisco:
ΜΕΝΙΠΠΟΣ. … ὁ Σωκράτης δέ, ὦ Αἰακέ, ποῦ ποτε ἄρα ἐστίν;
ΑΙΑΚΟΣ. Μετὰ Νέστορος καὶ Παλαμήδους ἐκεῖνος ληρεῖ τὰ πολλά.
ΜΕΝΙΠΠ. Ὅμως ἐβουλόμην ἰδεῖν αὐτόν, εἴ που ἐνθάδε ἐστίν.
ΑΙΑ. Ὁρᾷς τὸν φαλακρόν;
ΜΕΝΙΠΠ. Ἅπαντες φαλακροί εἰσιν˙ ὥστε πάντων ἂν εἴη τοῦτο γνώρισμα.
ΑΙΑ. Τὸν σιμὸν λέγω.
ΜΕΝΙΠΠ. Καὶ τοῦτο ὅμοιον˙ σιμοὶ γὰρ ἅπαντες.
ΣΩΚΡΑΤΗΣ. Ἐμὲ ζητεῖς, ὦ Μένιππε;
ΜΕΝΙΠΠ. Καὶ μάλα, ὦ Σώκρατες.
MENIPO. — Por cierto, Éaco, ¿dónde está Sócrates?
ÉACO. — Es aquel que no para de charlar, detrás de Néstor y de Palamedes.
MENIPO. — No obstante, me gustaría verle si es que está ahí.
ÉACO. — ¿Ves al calvo?
MENIPO. — Están todos calvos; de modo que esa es una señal para reconocerlo igual para todos.
ÉACO. — El chato, te digo.
MENIPO. — Estamos en las mismas; todos son chatos.
SÓCRATES. — ¿Me buscas a mí, Menipo?
MENIPO. — Claro que sí, Sócrates.
Éaco, Minos y Radamantis (los tres jueces del Hades). Litografía de Ludwig Mack, Die Unterwelt, 1829
ΣΩΚΡ. Τί τὰ ἐν Ἀθήναις;
ΜΕΝΙΠΠ. Πολλοὶ τῶν νέων φιλοσοφεῖν λέγουσι, καὶ τά γε σχήματα αὐτὰ καὶ τὰ βαδίσματα εἰ θεάσαιτό τις, ἄκροι φιλόσοφοι.
ΣΩΚΡ. Μάλα πολλοὺς ἑώρακα.
ΜΕΝΙΠΠ. Ἀλλὰ ἑώρακας, οἶμαι, οἷος ἧκε παρὰ σοὶ Ἀρίστιππος ἢ Πλάτων αὐτός, ὁ μὲν ἀποπνέων μύρου, ὁ δὲ τοὺς ἐν Σικελίᾳ τυράννους θεραπεύειν ἐκμαθών.
ΣΩΚΡ. Περὶ δὲ ἐμοῦ τί φρονοῦσιν;
ΜΕΝΙΠΠ. Εὐδαίμων, ὦ Σώκρατες, ἄνθρωπος εἶ τά γε τοιαῦτα. πάντες γοῦν σε θαυμάσιον οἴονται ἄνδρα γεγενῆσθαι καὶ πάντα ἐγνωκέναι καὶ ταῦτα – οἶμαι γὰρ τἀληθῆ λέγειν – οὐδὲν εἰδότα.
SÓCRATES. — ¿Cómo van las cosas en Atenas?
MENIPO. — Muchos de los jóvenes dicen dedicarse a la filosofía y desde luego si alguien se fijara en su porte y sus andares, pensaría que se trata de filósofos de talla.
SÓCRATES. — Yo he visto a muchos.
MENIPO. — Y has visto, creo, qué pintas tenían al acudir aquí a tu vera, Aristipo, y el propio Platón; el primero apestando a mirra y el otro con la lección de adular a los tiranos de Sicilia bien aprendida.
SÓCRATES. — ¿Y de mí qué piensan?
MENIPO. — Por lo que a ese punto respecta, eres un individuo afortunado; al menos todos creen que has sido un hombre digno de admiración y que lo sabías todo —hay que ser sinceros— a pesar de no saber nada.
Sócrates
ΣΩΚΡ. Καὶ αὐτὸς ἔφασκον ταῦτα πρὸς αὐτούς, οἱ δὲ εἰρωνείαν τὸ πρᾶγμα ᾤοντο εἶναι.
ΜΕΝΙΠΠ. Τίνες δέ οὗτοί εἰσιν οἱ περὶ σέ;
ΣΩΚΡ. Χαρμίδης, ὦ Μένιππε, καὶ Φαῖδρος καὶ ὁ τοῦ Κλεινίου.
ΜΕΝΙΠΠ. Εὖ γε, ὦ Σώκρατες, ὅτι κἀνταῦθα μέτει τὴν σεαυτοῦ τέχνην καὶ οὐκ ὀλιγωρεῖς τῶν καλῶν.
ΣΩΚΡ. Τί γὰρ ἂν ἄλλο πράττοιμι; ἀλλὰ πλησίον ἡμῶν κατάκεισο, εἰ δοκεῖ.
ΜΕΝΙΠΠ. Μὰ Δί’, ἐπεὶ παρὰ τὸν Κροῖσον καὶ τὸν Σαρδανάπαλλον ἄπειμι πλησίον οἰκήσων αὐτῶν˙ ἔοικα γοῦν οὐκ ὀλίγα γελάσεσθαι οἰμωζόντων ἀκούων.
SÓCRATES. — Eso solía yo decirles también, pero creían que se trataba de una «ironía».
MENIPO. — ¿Y quiénes son los que están a tu alrededor?
SÓCRATES. — Cármides, Menipo, y Fedro y el hijo de Clinias.
MENIPO. — Estupendo, Sócrates, porque aquí también sigues practicando tu oficio por excelencia y no menosprecias a los tipos guapos.
SÓCRATES. — ¿Y qué otras cosas podría hacer? Túmbate aquí cerca de nosotros, si te apetece.
MENIPO. — No, por Zeus, que me voy a ir donde Creso y Sardanápalo a fijar mi residencia a su vera, porque tengo la impresión de que me voy a reír un poco oyendo sus lamentos.
Traducción de José Luis Navarro González, en Gredos.
Deja una respuesta