Y hasta aquí la Gran Pregunta, desglosada en cinco. Sólo cinco preguntas tras haber respondido 58 de la primera entrega, 45 de la segunda y 42 de la tercera. Había respondido ya a 145 preguntas y ¡sólo le quedaban 5!
Eso no era nada. En total respondería a 150 preguntas; en realidad más, si tenemos en cuenta que muchas eran dobles y hasta triples. Confiaba en que las respuestas fueran correctas y así pudiera dar colofón exitoso a la cacería que Süssmayer se había sacado de la manga.
No podía perder tiempo. Sólo tenía tres días para encontrar las respuestas.
A primera vista la pregunta más difícil era la segunda parte de la pregunta 1, ya que le llevaría mucho tiempo buscar los textos y ubicarlos en la parte correspondiente de la obra a la que pertenecían y que Nicoletta ya sabía. De hecho, antes de la tercera entrega intuía que los textos tenían un nexo común.
Así pues, casi sin buscar nada, ya sabía las respuestas a la primera parte de la pregunta 1, a la 2, que debía ampliar, con ayuda de alguna enciclopedia, y a parte de la 3. También para la pregunta 5 creía que tenía respuesta.
Nicoletta dedicó toda la tarde del martes y parte de la del miércoles a la segunda parte de la pregunta 1. Para resolver esta cuestión le fue de gran ayuda cierto buscador de Internet. Sólo tenía que introducir el texto de Süssmayer y el ingenio electrónico le llevaba a páginas que ofrecían el texto completo. Sólo tenía que anotar la parte de la obra en la que se encontraban los textos. El profesor no lo pedía, pero Nicoletta decidió también aportar los versos y los cantos donde aparecían dichos textos.
El resto de la tarde del miércoles los dedicó a las preguntas 2, 3, 4 y 5.
El jueves por la tarde se dedicó a estudiar Historia y a terminar unos trabajos de Plástica y Música. Eran los días finales de clase y debía entregar actividades que los profesores, inmisericordes, exigían a sus alumnos para concederles el aprobado o una buena nota.
Por las mañanas resulta obvio decir que Nicoletta seguía con las clases que ya tocaban a su fin. Sólo quedaba una semana para que finalizara el curso. Esperaba las vacaciones con emoción, ya que se iba con su familia de vacaciones quince días a Egipto, país que le fascinaba, en gran parte debido al influjo ejercido en ella por su antiguo profesor en Salerno Domenico Vadacca. Ardía en deseos de contemplar in situ las pirámides, la esfinge, los templos de Abu Simbel, Luxor y Karnak y el majestuoso Nilo que , frenado en la presa de Asuán, formaba el espectacular lago Nasser.
El viernes 20 de junio a las 14’00 horas Piero Moretti y Nicoletta entregaron los sobres con las preguntas respondidas al señor Süssmayer en su despacho.
– Muy bien, amigos (a Nicoletta le sorprendió este apelativo en labios del “rospo”). Alea iacta est. Finis coronat opus. Consummatum est. Han hecho un gran trabajo hasta ahora y espero que la Cacería de Tesoros tenga un ganador … o ganadora (dijo mirando de soslayo a Nicoletta). Ocurra lo que ocurra, pueden estar muy orgullosos de lo realizado. Soy consciente de que no sólo se dedican a este trabajo, sino que tienen muchas asignaturas, con sus actividades y exámenes. Me consta que son Ustedes buenos estudiantes en todas las materias. Sería bonito que se alzaran con el premio de esta Cacería. El curso ya ha finalizado. Sólo nos queda entregarles las notas. El lunes lo haré y, al tiempo, se decidirá si alguien ha conseguido responder a la Gran Pregunta y lo he hecho correctamente. Nos veremos el lunes. Del Vescovo, Moretti, ¡buenas tardes!
Ese fin de semana Nicoletta lo dedicó a la práctica del deporte. Paseó, nadó, montó en bicicleta. Necesitaba desfogarse, soltar adrenalina, tener un contacto con el aire puro de los Alpes y dejar descansar a su cerebro, sometido en los últimos tiempos a una tensión inusitada.
Y llegó el lunes. Y con él la clase de Cultura Clásica de las 10’00.
Süssmayer entró con su habitual parsimonia. Primero hizo un balance académico del año. Manifestó su contento con el grupo de alumnos que había tenido ese curso. Luego dio las notas. Todas muy buenas. Nicoletta obtuvo un 9. Sólo la superó Chiara Formichella, con un rotundo 10.
Y llegó el momento esperado.
– Bien, señores. Conviene ahora que demos el resultado de la I Cacería de Tesoros organizada por el Departamento de Latín de este Liceo. De entrada debo decir que no será la última. Dado el nivel de los participantes y la capacidad de motivación que parece que ha tenido, me he propuesto realizar el curso que viene una segunda edición. Créanme, si les digo que ha sido difícil determinar al ganador del mismo. Los señores Moretti y del Vescovo, como antes Formichella, Albertini, Gelmini o Tedeschi, por citar a los que han llegado más lejos, han competido con eficacia, ilusión, buen hacer y esmero. Pero sólo puede haber un ganador… o ninguno. Les recuerdo que se puede declarar desierto el primer premio. Moretti y del Vescovo han hecho un gran esfuerzo en los últimos días. Han tenido que responder a las cuestiones de la Gran pregunta al tiempo que afrontaban los exámenes finales y la confección de los trabajos y actividades de las distintas asignaturas. Y la Gran Pregunta también la han respondido bien, pero alguien lo ha hecho un poco mejor y ése ha sido el ganador, mejor dicho, GANADORA, de la Cacería.
Felicidades y enhorabuena, Nicoletta, en ti recae ese honor.
La joven no sabía si sorprenderse de que el señor Süssmayer se dirigiera a ella en segunda persona o por ser la merecedora del triunfo en tan curiosa y novedosa competición. La sacaron de la parálisis en la que cayó los aplausos de sus compañeros, que hicieron eco a los que Süssmayer inició.
– Y aquí tiene el premio. Modesto y austero. El Departamento no tiene un gran presupuesto.
Nicoletta desenvolvió lo que parecía un libro. Una preciosa edición ilustrada y comentada, con índices onomásticos, indicando verso y canto, de la Divina Comedia de Dante Aligheri.
Moretti obtuvo también una cuidada edición de las Metamorfosis de Ovidio.
Un diploma para ambos alumnos, así como para Formichella y Albertini, fueron los otros premios.
Sonó el timbre. El profesor se despidió de sus alumnos, deseándoles buen verano. El curso siguiente sólo se verían en clase si elegían Latín en Sexto Grado.
Sin él saberlo, ya tenía una alumna segura y no precisamente por el premio obtenido.
Acabó la jornada y, con ella, el curso. A mediodía, durante la comida, Nicoletta informó a sus padres de la Cacería, de la que no les había dicho nada, y del premio conseguido. La felicitaron.
Aquella noche Nicoletta durmió como un tronco. Se había ganado unas merecidas vacaciones.