Tras Apollo y Agon, vamos con el tercero, segundo en orden cronológico, de los ballets griegos de Stravinsky, el Orpheus. De nuevo, un personaje mitológico, y, en este caso, muy relacionado con la música, Orfeo; tal vez uno de los mitos más tratados en la música, como señalamos en una serie anterior.
La elección del tema fue de Balanchine. Había producido el Orfeo de Gluck en el Metropolitan Opera de Nueva York en 1936 y la historia continuaba atrayéndole. Él y Stravinsky trabajaron en la puesta en escena en la casa del compositor entre el 2 y el 30 de abril y el 8 y el 24 de junio de 1946. En septiembre de 1947, después de la conclusión de la partitura, compositor y coreógrafo pasaron otra semana juntos en Hollywood planificando la puesta en escena. Isamu Noguchi fue la inspirada elección de Lincoln Kirstein para crear los trajes y los decorados, aunque el bailarín que interpretaba a Orfeo objetó que el sombrero diseñado para él, dos barras laterales redondas a lo largo de su rostro, como la máscara del catcher (receptor) del béisbol, le impedían la visión del suelo.
Stravinsky identificó su fuente y la de Balanchine en el Libro X de las Metamorfosis de Ovidio, pero las discrepancias entre la versión del mito del poeta latino y la puesta en escena del ballet son sustanciales. El Hades de Ovidio es un hombre, no un lugar, mientras que en el ballet existe el lugar y su Pluto es una mujer, la madre de Tántalo por obra de Zeus. Mientras un ángel guía al Orfeo del ballet de la Tierra al Tártaro, Ovidio no menciona un intermediario.
La música de Orpheus se aparta del tipo explosivo que distingue la Sinfonía de 1945, y extrae una nueva vena de lirismo ausente hasta ahora en el arte de Stravinsky. El ballet puede ser tomado como la secuela romántica del clásico Apollo; la música es personal y apasionada como corresponde a una historia de amor humana. Tiene afinidades dramáticas con Perséphone (1934), en cuanto que ambas obras son búsquedas que incluyen viajes a y desde el Inframundo, concluyendo una de forma alegre, y la otra trágica. Aunque Perséfone es la hija de la diosa Deméter, y Orfeo el hijo del dios Apolo y la musa Calíope, ambos protagonistas son humanos.
Las asociaciones musicales entre ambas obras se encuentran en sus respectivas cualidades de ternura, y en sus evocaciones de la desolación del Inframundo. El arpa es el instrumento más destacado en ambas partituras y la principal aria instrumental corre a cargo, de forma lastimera, del oboe.
La excepcionalidad del Orpheus entre las creaciones de Stravinsky se halla en las contradicciones entre la naturaleza de su emoción musical y su estética y práctica en los veinticinco años anteriores. Orpheus es la única partitura después de El pájaro de fuego en la que el término “espressivo” aparece con frecuencia, en la música de las Furias (sempre piano ma espressivo) como en el Pas de deux, junto con indicaciones como “cantabile”. La música es descriptiva, pictórica, rica en símbolos musicales y en la adecuación de las imágenes musicales a la acción del escenario. Por ejemplo, después de la muerte de Orfeo, cuando su lira asciende al firmamento tras su muerte, el arpa toca dos estrofas a solo en un ritmo de perpetuum mobile que sugiere la continuación de la música sin el intérprete.
Orpheus es también el ballet con más pantomima y menos danza después de El pájaro de fuego, y el único después de Petrushka en el cual el elemento escénico – decorados, trajes, cortinas, iluminación, utilería – es una parte integral de la representación músico-coreográfica. Las ondulaciones y brillos de la diáfana cortina de seda china bajada durante el primer y tercer Interludios son parte de la acción, y cuando la utilería se convierte en un sudario para la difunta Eurídice, es una fuerza viva. Sólo por ello el nombre de Isamu Noguchi debería aparecer junto con el de Stravinsky y Balanchine como uno de los creadores del ballet.
La primera notación de Stravinsky (20 de octubre de 1946) fue el motivo de tres notas de las trompetas incrustado en los acordes tocados por otros siete instrumentos de viento. Éste señala la entrada de los amigos del bosque de Orfeo: sátiros, faunos y dríadas portando regalos y expresando simpatía. El actual inicio de la partitura, la figura del arpa y la lira en escala descendente acompañada por cuerdas que entona suavemente un coral, fue compuesta después, seguida por la de tono menor, pero viva, Air de danse, un solo de violín que es acompañado intermitentemente por la flauta, que ejecuta el intervalo de segunda menor.
El uso de los modos griegos al comienzo (frigio) y final (dorio) produce un efecto obsesivo, arcaizante. La melodía conclusiva a modo de fuga para dos trompas acompañando el ascenso al cielo de la lira de Orfeo representa la vida eterna de la música.