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Archive for diciembre 2009

Fugaces labuntur anni

Termina el 2009 y mañana será 2010 ¡ya!

Diez años ¿o nueve? del siglo XXI. Parece que fue ayer cuando se discutía si el siglo XXI se iniciaba en el 2000 o en el 2001.

A mi mente acuden textos clásicos sobre el tiempo y su fugacidad.

Virgilio en Geórgicas III, 284 escribió:

Sed fugit interea, fugit inreparabile tempus,

Pero huye entretanto, huye el tiempo irrecuperable

Otro lugar relacionado con la fugacidad del tiempo en la literatura latina es Horacio (Carmina, II, XIV):

Eheu fugaces, Postume, Postume,

labuntur anni nec pietas moram

rugis et instanti senectae

adferet indomitaeque morti,

non si trecenis quotquot eunt dies,

amice, places inlacrimabilem

Plutona tauris, qui ter amplum

Geryonen Tityonque tristi

conpescit unda, scilicet omnibus,

quicumque terrae munere vescimur,

enaviganda, sive reges

sive inopes erimus coloni.

Frustra cruento Marte carebimus

fractisque rauci fluctibus Hadriae,

frustra per autumnos nocentem

corporibus metuemus Austrum:

visendus ater flumine languido

Cocytos errans et Danai genus

infame damnatusque longi

Sisyphus Aeolides laboris,

linquenda tellus et domus et placens

uxor, neque harum quas colis arborum

te praeter invisas cupressos

ulla brevem dominum sequetur.

absumet heres Caecuba dignior

servata centum clavibus et mero

tinguet pavimentum superbo,

pontificum potiore cenis.

Ay! Póstumo, Póstumo, fugaces

los años se van en un suspiro y la piedad

no hará que se retrasen las arrugas

ni la inminente vejez ni la indomable muerte.

No, amigo, por más que cada día

intentes aplacar con trescientos toros

al inexorable Plutón, que por tres veces

abarca a Gerión y a Tición

con sus funestas aguas, que sin duda todos

cuantos vivimos de los dones de la tierra

habremos de surcar, ya seamos reyes,

ya colonos sin recursos.

En vano escaparemos al sangriento Marte

y a las olas del Hadria que al romper rugen,

en vano sustraeremos nuestro cuerpo

en el otoño al dañino Austro;

forzoso es visitar al negro Cocito, que discurre

con lánguida corriente, y al infame linaje

de Dánao y a Sísifo el Eólida

condenado a interminable esfuerzo;

forzoso es abandonar la tierra y la casa

y la placentera esposa, y ninguno de estos

árboles que cuidas, sino el odioso ciprés,

seguirá al que fue su señor tan poco tiempo.

Heredero más digno apurará el Cécubo

guardado con cien llaves y teñirá

el pavimento con ese magnífico vino,

mejor que el de las cenas de los pontífices.

Traducción: Manuel de Paz Sánchez

Sí, se va el 2009 y somos un año más viejos, lo que preocupaba mucho a Mimnermo:

μες δ᾿ , ο τε φλλα φει πολυνθεμος ρη

αρος, τ᾿ αψ᾿ αγις αξεται ελου,

τος ἴκελοι πχυιον π χρνον νθεσιν βης

τερπμεθα, πρς θεν εδτες οτε κακν

οτ᾿ γαθν Κρες δ παρεστκασι μλαιναι,

μν χουσα τλος γραος ργαλου,

δ᾿ τρη θανάτοιο· μνυνθα δ γνεται βης

καρπς, σον τ᾿ π γν κδναται ἠέλιος.

Nosotros, cual las hojas que cría la estación florida

De primavera, apenas se difunde a los rayos del sol,

Semejantes a ellas, por breve tiempo gozamos de flores

De juventud, sin conocer por los dioses ni el mal

Ni el bien. Pero al lado se presentan las Keres oscuras,

La una con el embozo de la funesta vejez,

La otra con el de la muerte. Un instante dura el fruto

De la juventud, mientras se esparce sobre la tierra el sol.

La traducción es de Carlos García Gual.

Los versos siguientes son en exceso pesimistas y no casan con nuestro artículo que quiere sólo glosar la velocidad del tiempo.

Mimnermo recogía las palabras de Homero (Ilíada, VI, 145-149):

οη περ φλλων γενε τοη δ κα νδρν.

φλλα τὰ μν τ᾿ νεμος χαμάδις χει,

λλα δ θ᾿ λη τηλεθωσα φει, αρος δ᾿ πιγγνεται ρη

ς νδρν γενε ἣ μν φει ἣ δ᾿ πολγει.


Cual la generación de las hojas, así la de los hombres.

Esparce el viento las hojas por el suelo

y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera:

de igual suerte, una generación humana nace y otra perece.

La traducción es de Luis Segalà.

Acude también a nuestra mente la reflexión de Séneca (Epístolas Morales a Lucilio I, XII, 6):

Unus autem dies gradus vitae est. Tota aetas partibus constat et orbes habet circumductos maiores minoribus: est aliquis qui omnis conplectatur et cingat hic pertinet a natali ad diem extremum; est alter qui annos adulescentiae excludit; est qui totam pueritiam ambitu suo adstringit; est deinde per se annus in se omnia continens tempora, quorum multiplicatione vita componitur; mensis artiore praecingitur circulo; angustissimum habet dies gyrum, sed et hic ab initio ad exitum venit, ab ortu ad occasum.

Ideo Heraclitus, cui cognomen fecit orationis obscuritas, ‘unus’ inquit ‘dies par omni est’. Hoc alius aliter excepit. Dixit enim parem esse horis, nec mentitur; nam si dies est tempus viginti et quattuor horarum, necesse est omnes inter se dies pares esse, quia nox habet quod dies perdidit. Alius ait parem esse unum diem omnibus similitudine; nihil enim habet longissimi temporis spatium quod non et in uno die invenias, lucem et noctem, et in alternas mundi vices plura facit ista, non <alia> alias contractior, alias productior.

Itaque sic ordinandus est dies omnis tamquam cogat agmen et consummet atque expleat vitam.

Pacuvius, qui Syriam usu suam fecit, cum vino et illis funebribus epulis sibi parentaverat, sic in cubiculum ferebatur a cena ut inter plausus exoletorum hoc ad symphoniam caneretur: βεβίωται, βεβίωται.

Nullo non se die extulit. Hoc quod ille ex mala conscientia faciebat nos ex bona faciamus, et in somnum ituri laeti hilaresque dicamus, vixi et quem dederat cursum fortuna peregi.

Crastinum si adiecerit deus, laeti recipiamus. Ille beatissimus est et securus sui possessor qui crastinum sine sollicitudine expectat; quisquis dixit ‘vixi’ cotidie ad lucrum surgit.

Ismael Roca traduce:

Ahora bien, un día es un peldaño en la vida. Toda la existencia consta de partes y presenta círculos mayores descritos alrededor de otros más pequeños. Hay uno que rodea y los envuelve a todos; éste comprende desde el nacimiento hasta el último día; hay otro que delimita los años de la adolescencia, otro que encierra en su ámbito toda la niñez. Luego, como unidad aparte, está el año que incluye en sí todas las estaciones de cuya multiplicación se compone la vida; al mes lo rodea un círculo más estrecho; la órbita más corta la describe el día; también ésta se extiende desde el principio al fin, desde el orto hasta el ocaso.

Por ello Heráclito, que se ganó el sobrenombre de “oscuro” por la “obscuridad” de su exposición, dijo: “Un día es igual a otro cualquiera”, sentencia que cada cual interpretó de modo distinto. Así hubo uno que dijo era igual en cuanto a las horas y no se equivocó; porque si el día es el espacio de veinticuatro horas, es preciso que todos los días sean iguales entre sí, toda vez que la noche gana lo que el día perdió. Otro interpretó que un día era igual a todos por razón de semejanza, ya que el espacio de tiempo más prolongado nada contiene que no se halle en un solo día: claridad y noche; y en los cambios sucesivos de estación la noche unas veces más corta, otras más larga, mantiene iguales los días.

Así, pues, hay que organizar cada jornada como si cerrara la marcha y terminara y completara la vida.

Pacuvio (nota al pie: se trata con toda verosimilitud del legado que, en la época de Tiberio, sustituyó a Elio Lamia en el gobierno de Siria, al ser éste retenido en Roma por el emperador. Fue así como Pacuvio, por derecho de usucapción, es decir, por el ejercicio del poder durante largo tiempo, hizo suya la provincia), que se hizo dueño de Siria por derecho de uso, después de haber celebrado exequias en su honor con libaciones y banquetes fúnebres muy sonados, se hacía conducir de la cena a su aposento mientras en medio de los aplausos de sus favoritos se cantaba con acompañamiento de música: “la vida ha terminado, la vida ha terminado”. (nota al pie: costumbre extraña, pero frecuente en la época imperial entre gente refinada: la de simular, después de una opípara cena, el propio funeral. El verbo parentare, “celebrar un sacrificio fúnebre”, alude a las parentalia, fiestas anuales que se celebraban del 13 al 21 de febrero en honor de los difuntos de la familia, y que terminaban con un banquete). Ningún día dejó de celebrar su propio entierro.

Esto mismo que él realizaba con mala conciencia, practiquémoslo nosotros con noble intención y en el momento de entregarnos al sueño digamos alegres y contentos:

He vivido, he consumado la carrera que me había asignado la fortuna (nota al pie: Virgilio, Eneida, IV, 653: frase de Dido a punto de suicidarse).

Si Dios nos otorga además un mañana, recibámoslo con júbilo. Es muy feliz y dueño seguro de sí aquel que espera el mañana sin inquietud. Todo el que dice. “he vivido”, al levantarse recibe cada día una ganancia.

Acaba, en fin, un año más de vida, de experiencias, de aprendizajes.

Hemos caminado en invierno:

Hemos visto demonios de cerca:

Nos hemos vestido de romano:

Hemos vuelto a caminar en primavera:

Volvimos a Tarraco:

Hemos conocido un poco mejor la provincia.

Y estuvimos en la «caput» mundi.

Se va el 2009 y mañana saludaremos al 2010. ¡Que sea… como deba ser!

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Casualmente, y buscando cierta información sobre monedas, he entrado en Yahoo Answers donde se preguntaba por la costumbre de poner a los muertos monedas ¿en los ojos?

Las variopintas, por decir algo, respuestas las podéis leer aquí.

Tampoco tiene desperdicio lo del talón de Aquiles. Por cierto, la película Troya da mucho de sí para los contestadores de Yahoo.

Y es que se pregunta mucho por asuntos mitológicos. También sobre Anfitrión.

Hay quien pide mucho. Y que gente que no sabe qué es un cancerbero. Y es que a la gente, como dice aragorn7 en la mejor respuesta a la pregunta sobre cancerbero, le gusta usar palabras sofisticadas.

Y también hay palabras raras, alguna en latín.

Hay respuestas muy completas; me gusta mucho la definición de hidra de Lerna que se da aquí: la Hidra de Lerna era un antiguo y despiadado monstruo acuático ctónico con forma de serpiente policéfala.

Muchas de las respuestas son copia y pega de la Wikipedia; y me pregunto ¿porqué los que usan Yahoo Answers no se van a la Wikipedia donde está casi todo? Al final, las mejores respuestas son las sacadas de este lugar.

Pero a la gente le gusta la mitología y quiere comprar libros sobre ella. Hay hasta encuestas sobre personajes mitológicos. Por cierto, ¿cuál es el vuestro? ¿Héctor o Aquiles?

Si queréis, podéis ayudar a este chico qi¡ue quiere saber cuántas palabras tiene la Ilíada. ¿Lo sabe alguien?

¡Hay gente que pregunta cada cosa!

¿Los troyanos?, ya se sabe, eran unos escépticos. Y la Eneida es

Podemos encontrar el poema de una novia de Safo y Anacreonte.

A lo mejor Hades y Ares son el mismo, pero…

Hay dudas mitológicas bien fundadas.

¡Y es que, repito, la gente pregunta cada cosa!

Bueno y ya me están dando ganas de irme a los brazos de Morfeo.

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Pero es el Himno Homérico a Afrodita el que nos cuenta con más detalle el encuentro entre Anquises y Afrodita, que se hace pasar, como leíamos en el anterior capítulo, por la hija del rey de Frigia, Otreo. El fragmento es extenso (versos 45 a 199 del citado Himno a Afrodita), pero no nos resistimos a ofrecerlo, en griego y castellano:

Τ δ κα ατ Ζες γλυκν μερον μβαλε θυμ

νδρ καταθνητ μιχθμεναι, φρα τχιστα

μηδ᾿ ατ βροτης ενς ποεργμνη εη

κα ποτ᾿ πευξαμνη εἴπ μετὰ πσι θεοσιν

δ γελοισασα φιλομμειδς ᾿Αφροδτη

ς α θεος συνμιξε καταθνητσι γυναιξ

κα τε καταθνητος υες τκον θανάτοισιν,

ς τε θες νμιξε καταθνητος νθρποις.

᾿Αγχσεω δ᾿ ρα ο γλυκν μερον μβαλε θυμ,

ς ττ᾿ ν κροπλοις ρεσιν πολυπιδκου ᾿Ιδης

βουκολεσκεν βος δμας θαντοισιν οικς.

τν δ πειτα δοσα φιλομμειδς ᾿Αφροδτη

ρσατ᾿, κπάγλως δ κατὰ φρνας μερος ελεν.

ς Κπρον δ᾿ λθοσα θυδεα νην δυνεν

ς Πφον· νθα δ ο τμενος βωμς τε θυδης

νθ γ᾿ εσελθοσα θρας πθηκε φαεινς.

νθα δ μιν Xάριτες λοσαν κα χρσαν λαίῳ

μβρτ, οα θεος πεννοθεν αἰὲν ἐόντας,

μβροσίῳ δαν, τ ῥά ο τεθυωμνον εν.

σσαμνη δ᾿ ε πντα περ χροΐ εματα καλὰ

χρυσ κοσμηθεσα φιλομμειδς ᾿Αφροδτη

σεατ᾿ π Τροης προλιποσ᾿ εὐώδεα Κπρον

ψι μετὰ νφεσιν ῥίμφα πρσσουσα κλευθον.

῎Ιδην δ᾿ κανεν πολυπδακα, μητρα θηρν,

β δ᾿ θς σταθμοο δι᾿ ορεος· ο δ μετατν

σανοντες πολιο τε λκοι χαροπο τε λοντες

ρκτοι παρδάλις τε θοα προκάδων κρητοι

óσαν· δ᾿ ρωσα μετὰ φρεσ τρπετο θυμν

κα τος ν στθεσσι βλ᾿ μερον, ο δ’ ἅμα πάντες

σνδυο κοιμσαντο κατὰ σκιεντας ναλους.

ατ δ᾿ ς κλισας εποιτους φκανε·

τν δ᾿ ερε σταθμοσι λελειμμνον οον π᾿ λλων

᾿Αγχσην ρωα θεν πο κλλος χοντα.

ο δ᾿ ἅμα βουσν ποντο νομος κάτα ποιεντας

πντες, δ σταθμοσι λελειμμνος οος π᾿ λλων

πωλετ᾿ νθα κα νθα διαπρσιον κιθαρζων.

στ δ᾿ ατο προπάροιθε Δις θυγάτηρ ᾿Αφροδτη

παρθν δμτ μγεθος κα εδος μοη,

μ μιν ταρβσειεν ν φθαλμοσι νοσας.


᾿Αγχσης δ᾿ ρων φράζετο θαμαινν τε

εδς τε μγεθος κα εματα σιγαλεντα.

ππλον μν γὰρ εστο φαειντερον πυρς αγς,

εχε δ᾿ πιγναμπτὰς λικας κλυκάς τε φαεινς,

ρμοι δ᾿ μφ’ παλ δειρ περικαλλες σαν

καλο χρσειοι παμποκιλοι· ς δ σελνη

στθεσιν μφ᾿ παλοσιν λμπετο, θαμα δσθαι.

᾿Αγχσην δ᾿ ρος ελεν, πος δ μιν ντον ηδα·

Xαρε νασς᾿, τις μακάρων τδε δμαθ᾿ κάνεις,

῎Αρτεμις ἢ Λητ ἠὲ χρυση ᾿Αφροδτη

Θμις ϋγενς ἠὲ γλαυκπις ᾿Αθνη

πο τις Xαρτων δερ᾿ λυθες, α τε θεοσι

πσιν ταιρζουσι κα θάνατοι καλονται,

τις νυμφάων α τ᾿ λσεα καλ νμονται,

νυμφν αἳ καλν ρος τδε ναιετάουσι

κα πηγς ποταμν κα πσεα ποιεντα.

σο δ᾿ γ ν σκοπι, περιφαινομν ν χρ,

βωμν ποισω, ῥέξω δ τοι ερὰ καλὰ

ρσιν πσσι· σ δ᾿ εφρονα θυμν χουσα

δς με μετὰ Τρεσσιν ριπρεπέ᾿ μμεναι νδρα,

ποει δ᾿ εσοπσω θαλερν γνον, ατὰρ μ᾿ ατν

δηρν ἐᾕ ζειν κα ρν φάος ελοιο

λβιον ν λαος κα γραος οδν κσθαι.

Τν δ᾿ μεβετ’ πειτα Δις θυγτηρ ᾿Αφροδτη·

᾿Αγχση, κδιστε χαμαιγενων νθρπων,

ο τς τοι θες εμι· τ μ᾿ θαντσιν ἐΐσκεις;

λλὰ καταθνητ γε, γυν δ με γενατο μτηρ.

᾿Οτρες δ᾿ στ πατρ νομα κλυτς, εἴ που κοεις,

ς πσης Φρυγης ετειχτοιο νάσσει.

γλσσαν δ᾿ μετρην κα μετρην σφα οδα·

Τρῳὰς γὰρ μεγρ με τροφς τρφεν, ἡ δὲ διὰ πρὸ

σμικρν παδ᾿ τταλλε φλης παρὰ μητρς λοσα.

ς δ τοι γλσσν γε κα μετρην ε οδα.

νν δ μ᾿ νρπαξε χρυσρραπις ᾿Αργειφντης

κ χορο ᾿Αρτμιδος χρυσηλακάτου κελαδεινς.

πολλα δ νμφαι κα παρθνοι λφεσβοιαι

παζομεν, μφ δ᾿ μιλος περιτος στεφάνωτο·

νθεν μ᾿ ρπαξε χρυσρραπις ᾿Αργειφντης,

πολλὰ δ᾿ π’ γαγεν ργα καταθνητν νθρπων,

πολλν δ᾿ κληρν τε κα κτιτον, ν διὰ θρες

μοφάγοι φοιτσι κατ σκιεντας ναλους,

οδ ποσ ψασειν δκουν φυσιζου αἴης·

᾿Αγχσεω δ με φάσκε παρα λχεσιν καλεσθαι

κουριδην λοχον, σο δ᾿ γλαὰ τκνα τεκεσθαι.

ατρ πε δ δεξε κα φρασεν τοι γ᾿ ατις

θανάτων μετ φλ᾿ πβη κρατς ᾿Αργειφντης·

ατὰρ γ σ᾿ κμην, κρατερ δ μοι πλετ᾿ νάγκη.

λλ σε πρς Ζηνς γουνάζομαι δ τοκων

σθλν· ο μν γρ κε κακο τοινδε τκοιεν·

δμτην μ᾿ γαγν κα πειρτην φιλτητος

πατρ τε σ δεξον κα μητρι κεδν δυίῃ

σος τε κασιγντοις ο τοι μθεν γεγασιν

ο σφιν εικελη νυς σσομαι, λλ᾿ εκυα.

πμψαι δ᾿ γγελον κα μετ Φργας αολοπλους

επεν πατρ τ᾿ μ κα μητρι κηδομν περ·

ο δ κ τοι χρυσν τε λις σθτ θ᾿ φαντν

πμψουσιν, σ δ πολλ κα γλαὰ δχθαι ποινα.

τατα δ ποισας δανυ γμον μερεντα

τμιον νθρποισι κα θαντοισι θεοσιν.

῝Ως εποσα θε γλυκν μερον μβαλε θυμ.

᾿Αγχσην δ᾿ ρος ελεν, πος τ᾿ φατ᾿ κ τ᾿ νμαζεν·

Ε μν θνητ τ᾿ σσ, γυν δ σε γενατο μτηρ,

᾿Οτρες δ᾿ στ πατρ νομα κλυτς, ς γορεεις,

θαντου δ κητι διακτρου νθάδ᾿ κάνεις

῾Ερμω, μ δ᾿ λοχος κεκλσεαι ματα πάντα·

ο τις πειτα θεν οτε θνητν νθρπων

νθάδε με σχσει πρν σ φιλτητι μιγναι

ατκα νν· οδ᾿ εἴ κεν κηβλος ατς ᾿Απλλων

τξου π᾿ ργυρου προϊῇ βλεα στονεντα.

βουλομην κεν πειτα, γναι εκυα θεσι,

σς ενς πιβς δναι δμον ᾿Αóδος εἴσω.

῝Ως επν λβε χερα· φιλομμειδς δ᾿ ᾿Αφροδτη

ρπε μεταστρεφθεσα κατ᾿ μματα καλὰ βαλοσα

ς λχος εστρωτον, θι περ πάρος σκεν νακτι

χλανσιν μαλακς στρωμνον· ατὰρ περθεν

ρκτων δρματ᾿ κειτο βαρυφθγγων τε λεντων,

τος ατς κατπεφνεν ν ορεσιν ψηλοσιν.

ο δ᾿ πε ον λεχων εποιτων πβησαν,

κσμον μν ο πρτον π χρος ελε φαεινν,

πρπας τε γναμπτς θ᾿ λικας κάλυκάς τε κα ρμους.

λσε δ ο ζνην δ εματα σιγαλεντα

κδυε κα κατθηκεν π θρνου ργυρολου

᾿Αγχσης· δ᾿ πειτα θεν ἰότητι κα αἴσ

θανάτ παρλεκτο θεὰ βροτς, ο σάφα εδς.

῏Ημος δ᾿ ἂψ ες αλιν ποκλνουσι νομες

βος τε κα ἴφια μλα νομν ξ νθεμοντων,

τμος ρ᾿ ᾿Αγχσ μν π γλυκν πνον χευε

νδυμον, ατ δ χροΐ ννυτο εματα καλά.


σσαμνη δ᾿ ε πντα περ χροΐ δα θεάων

στη ρα κλισίῃ, εποιτοιο μελάθρου κρε κρη,

κάλλος δ παρειων πλαμπεν μβροτον,

οἷόν τ᾿ στν ϋστεφάνου Κυθερεης.

ξ πνου τ᾿ νγειρεν, πος τ᾿ φατ᾿ κ τ᾿ νμαζεν·

῎Ορσεο Δαρδανδη· τ νυ νγρετον πνον αεις;

κα φράσαι εἴ τοι μοη γν νδάλλομαι εναι

οην δ με τ πρτον ν φθαλμοσι νησας;

῝Ως φάθ᾿ δ᾿ ξ πνοιο μάλ᾿ μμαπως πκουσεν

ς δ ἴδεν δειρν τε κα μματα κλ᾿ ᾿Αφροδτης

τάρβησν τε κα σσε παρακλιδν τραπεν λλ.

ψ δ᾿ ατις χλαν τε καλψατο καλὰ πρσωπα,

κα μιν λισσμενος πεα πτερεντα προσηδα·

Ατκα σ᾿ ς τὰ πρτα θεὰ ἴδον φθαλμοσιν

γνων ς θες σθα· σ δ᾿ ο νημερτς ειπες.

λλά σε πρς Ζηνς γουνάζομαι αγιχοιο

μ με ζντ᾿ μενηνν ν νθρποισιν ἐάσς

ναειν, λλ᾿ λαιρ᾿· πε ο βιοθάλμιος νρ

γγνεται ς τε θεας ενζεται θαντσι.

Τν δ᾿ μεβετ᾿ πειτα Δις θυγάτηρ ᾿Αφροδτη·

᾿Αγχση, κδιστε καταθνητν νθρπων,

θάρσει, μηδ τι σσι μετὰ φρεσ δεδιθι λην

ο γάρ το τι δος παθειν κακν ξ μθεν γε

οδ᾿ λλων μακάρων, πε φλος σσ θεοσι.

σο δ᾿ σται φλος υἱὸς ς ν Τρεσσιν νξει

κα παδες παδεσσι διαμπερς κγεγονται·

τ δ κα Ανεας νομ᾿ σσεται ονεκά μ᾿ ανν

σχεν χος νεκα βροτο νρος μπεσον ενῇ·

La traducción que ofrecemos es la de Himnos Homéricos, vertidos directa y literalmente del griego por vez primera a la prosa castellana por José Banqué Faliú, doctor en Filosofía y Letras y catedrático de Lengua y Literatura griegas en la Universidad de Barcelona.

Zeus, a su vez, inspiró en el corazón de Afrodita un dulce deseo de acoplarse con varón mortal, para que muy pronto ni ella estuviera exenta del concúbito humano; ni la misma Afrodita, amante de la risa, pudiera decir, gloriándose entre todos los dioses y sonriéndose dulcemente, que unía a los dioses con mujeres mortales que daban a los inmortales hijos mortales, y que juntaba asimismo a las diosas con los mortales hombres.



Inspiróle, pues, en el corazón, un dulce deseo de Anquises, que se hallaba apacentando vacas en las alturas del monte Ida, abundante en manantiales, y por su cuerpo parecía un inmortal. Así que le vio Afrodita, amante de la risa, se enamoró de él, sintiendo que un vehemente deseo se adueñaba de su albedrío. Fuese enseguida a Chipre, penetró en el perfumado templo de Pafos donde tenía un campo sagrado y un perfumado altar, y cerró las puertas espléndidas. Allí las Gracias la lavaron y ungieron con aceite inmortal, divino y sutil, que siempre estaba perfumado para ella; cuales cosas embellecen todavía más a los sempiternos dioses.

Luego Afrodita, amante de la risa, revistió su cuerpo de hermosos vestidos, se adornó con oro y, dejando la olorosa Chipre, se lanzó hacia Troya, haciendo el viaje rápidamente, por lo alto, por entre las nubes. Llegó al Ida, abundante en manantiales, procreador de fieras; y, atravesando la montaña, se fue directamente al establo: iban tras ella, moviendo la cola, blanquecinos lobos, leones de torva mirada y veloces panteras, insaciables de carne de ciervo; y la diosa, al notarlo, sintió que se le alegraba el ánimo en la mente, y les infundió en el pecho un dulce deseo, y todos fueron acostándose por parejas en los sombríos vericuetos. Llegó en esto a la bien construida cabaña y halló al héroe Anquises que tenía la belleza de un dios y se había quedado en el establo, solo, alejado de sus compañeros. Éstos se habían ido todos, con las vacas, por los prados herbosos; y él se había quedado en el establo, solo, alejado de los demás, e iba acá y acullá pulsando vigorosamente la cítara.

Afrodita, hija de Zeus, se detuvo a su presencia, habiendo tomado la estatura y el aspecto de una doncella libre de todo yugo: no fuera que, al contemplarla Anquises con sus ojos, le tuviese temor. Anquises, al verla, se quedó pensativo y admiraba su aspecto, su estatura y sus vestidos espléndidos. Afrodita se había revestido de un peplo más brillante que el resplandor del fuego, levaba retorcidos brazaletes y lucientes agujas; tenía alrededor de su tierno cuello bellísimos collares, pulcros, áureos, de variada forma; y en su tierno pecho brillaba una especie de luna, encanto de la vista. El deseo amoroso se apoderó de Anquises, quien, vuelto hacia ella, así le dijo:

– Salve, oh reina, que has venido a estas moradas, seas cual fueres de las bienaventuradas diosas —o Ártemis, o Leto, o la áurea Afrodita, o la noble Temis, o Atenea, la de ojos de lechuza—; o quizás has llegado aquí siendo una de las Gracias, que acompañan a todos los dioses y son llamadas inmortales; o eres alguna de las ninfas que pueblan los hermosos bosques o de las que habitan este hermoso monte, las fuentes de los ríos y los prados herbosos. Yo te erigiré un altar en una atalaya, en sitio abierto por todos lados, y te ofreceré hermosos sacrificios en cada estación; y tú, con ánimo benévolo, concédeme que sea ilustre entre los troyanos y haz que tenga floreciente prole, que viva bien y largo tiempo, que mezclado con el pueblo contemple dichoso la luz del sol, y que llegue hasta el umbral de la vejez. Afrodita, hija de Zeus, respondióle en el acto:


– Oh Anquises, el más glorioso de los hombres que de la tierra han nacido, no soy ciertamente una diosa —¿por qué me confundes con las inmortales?—, sino mortal, y mujer fue la madre que me dio a luz. Mi padre es Otreo, de ínclito nombre, si acaso lo has oído nombrar, y reina sobre toda la Frigia bien amurallada. Conozco bien vuestra lengua y la mía, por haberme criado en el palacio una nodriza troyana que me crió constantemente desde que me recibió de mi madre, siendo yo muy pequeñita; por esto conozco bien vuestra lengua. Ahora el Argifontes, el de la varita de oro, me arrebató de un coro de Ártemis, que lleva arco de oro y es amante del bullicio. Muchas ninfas y doncellas de rico dote jugábamos, y una multitud inmensa formaba en torno nuestro una corona: de allí me arrebató el Argifontes, el de la varita de oro, quien me condujo por cima de muchas tierras cultivadas por los mortales hombres y por cima de otras no sorteadas ni cultivadas en las cuales las fieras carnívoras vagan por los sombríos vericuetos —parecíame que no tocaba con mis pies la fértil tierra— y me dijo que cabe al lecho de Anquises sería llamada legítima esposa y te daría a ti hijos ilustres.

Así que me mostró el sitio y me hubo hablado, volvióse el fuerte Argifontes a las familias de los inmortales; y yo vine a encontrarte, obligada por dura necesidad. Mas, por Zeus te lo suplico y por tus padres nobles, pues unos viles no te habrían engendrado tal cual eres: llévame, no rendida aún e inexperta en amores, y muéstrame a tu padre y a tu madre entendida en cosas honestas y a tus hermanos nacidos de tu mismo linaje; que no seré para aquéllos una nuera indigna, sino tal cual les corresponde. Manda pronto un mensajero a los frigios de ágiles corceles, para que se lo participen a mi padre y a mi madre que está ansiosa, los cuales te enviarán abundante oro y vestiduras tejidas; y tú recibe muchos y espléndidos regalos. Y después que esto hicieres, celebra con un convite las deseadas nupcias a fin de que sean honorables para los hombres y los inmortales dioses. Dicho esto, la diosa inspiróle en el corazón un dulce deseo. El amor se apoderó de Anquises, quien profirió estas palabras dirigiéndose a ella:

– Si eres mortal y fue mujer la madre que te dio a luz, y tu padre es Otreo de ínclito nombre, según dices, y has venido aquí por la voluntad de Hermes, el nuncio inmortal, en adelante serás llamada esposa mía todos los días; y ninguno de los dioses ni de los mortales hombres me detendrá hasta haberme unido amorosamente contigo, aunque el mismo Apolo, el que hiere de lejos, me tirara luctuosas flechas con su arco de plata. Yo quisiera, oh mujer semejante a una diosa, subir a tu lecho y hundirme luego en la mansión de Hades.

Así diciendo, cogióle la mano; y Afrodita, amante de la risa, vuelta hacia atrás y con los ojos bajos, se deslizaba hacia el lecho bien aparejado, hacia el lugar donde solían disponerlo para el rey con suaves colchas, encima de las cuales estaban echadas pieles de osos y de leones de ronca voz que él mismo había matado en los altos montes. Así que llegaron al lecho bien construido, Anquises le fue quitando los relucientes adornos —broches, redondos brazaletes, sortijas y collares—, le desató la faja, la desnudó del espléndido vestido, que puso en una silla de clavazón de plata; y enseguida, por la voluntad de los dioses y por disposición del hado, él, que era mortal, se acostó con una diosa inmortal sin saberlo claramente. A la hora en que los pastores hacen volver de los floridos prados al establo los bueyes y las pingües ovejas, la diosa derramó sobre Anquises un dulce y suave sueño, y empezó a cubrir su cuerpo con el hermoso vestido. Cuando la divina entre las diosas hubo colocado alrededor de su cuerpo todas las prendas, quedóse en pie dentro de la cabana: su cabeza tocaba al techo bien construido y en sus mejillas brillaba una belleza inmortal, cual es la de Giterea, de hermosa corona. Entonces le despertó del sueño, le llamó y le dijo estas palabras: — Levántate, Dardánida: ¿por qué duermes con sueño tan profundo? Dime si te parece que soy semejante a aquella que contemplaste primeramente con tus ojos. Así dijo; y él, recordando de su sueño, pronto la oyó. Y así que vio el cuello y los ojos hermosos de Afrodita, turbóse y, desviando la vista, la dirigió a otro lado. Cubrióse nuevamente el rostro con la manta, y, suplicante, estas aladas palabras le dijo:

– Cuando por vez primera te vi con mis ojos, conocí, oh diosa, que eras una deidad; pero tú no me hablaste sinceramente. Mas ahora te suplico por Zeus, que lleva la égida, que no permitas que yo habite entre los hombres y viva lánguidamente; antes bien compadécete de mí, que no es de larga vida el varón que se acuesta con las inmortales diosas. Afrodita, hija de Zeus, respondióle en el acto:

– ¡Oh Anquises, el más glorioso de los mortales hombres! Cobra ánimo y no temas excesivamente en tu corazón; que ningún temor has de abrigar de que te venga algún mal de mi parte ni de la de los demás bienaventurados, pues eres caro a los dioses. Tendrás un hijo, que reinará sobre los troyanos y de su estirpe nacerán perpetuamente hijos tras hijos. Su nombre será Eneas a causa del terrible dolor que se apoderó de mí por haber caído en la cama de un hombre mortal.

Hasta aquí las fuentes clásicas sobre esta primera alusión mitológica de Goethe.

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Habría que buscarle un nombre científico a este virus o bacteria que se propaga con rapidez y que también ha sido inoculado en mi cuerpo. Así como la tuberculosis es producida por el Mycobacterium tuberculosis o bacilo de Koch, esta enfermedad benigna de la adición a los referentes clásicos, a la que habrá que ponerle nombre, debe estar producida por un virus al que también habrá que bautizar.

El virus podría denominarse anaphoricovirus, por aquello que referente en griego se dice ἀναφορικός. La enfermedad quizá debiera llamarse SARC (Síndrome de Adicción a los Referentes Clásicos).

Se admiten sugerencias para el virus y la enfermedad.

Lo cierto es que el día 24 por la tarde salí a pasear, a la par que a la caza del referente clásico, provisto de mi cámara fotográfica. No tardé mucho en encontrar la morada de los dioses griegos, convertida, eso sí, en tienda de productos de nutrición para deportistas ¿?

Ya tenemos pues la casa de los dioses que, como diría Homero, “habitan las moradas Olímpicas” (᾿Ολύμπια δώματ᾿ ἔχοντες). En los poemas homéricos esta morada divina aparece citada muchas veces.

En la Ilíada:

I, 44 / ΙΙ, 167 / IV, 74 / VII, 19 & ΧΧΙΙ, 187 / XXIV, 104, 121: κάτ᾿  Οὐλύμποιο καρήνων = de las cumbres del Olimpo

I, 221, 394, 425 / VIII, 12 / VIII, 439 / XV, 133 / XVIII, 146, 148 / XX, 142 & ΧΧΙ, 438: Οὔλυμπόνδε = al Olimpo.

Ι, 402 / VIII, 410 / XV, 79 / XVIII, 142: ἐς μακρὸν ῎Ολυμπον = al ancho Olimpo

Ι, 420: πρὸς ῎Ολυμπον ἀγάννιφον = al nevado Olimpo

Ι, 494 / ΧΧΙ, 518: πρὸς ῎ Ολυμπον = al Olimpo

Ι, 497: μέγαν οὐρανὸν Οὔλυμπόν τε = al gran cielo y al Olimpo

Ι, 499 / V, 754 / VIII, 3: ἀκροτάτῃ κορυφῇ πολυδειράδος Οὐλύμποιο = en la más elevada cima del Olimpo de numerosas cumbres

Ι, 530: μέγαν ῎ Ολυμπον = gran Olimpo

Ι, 532 / XIII, 243: ἀπ᾿ αἰγλήεντος ᾿  Ολύμπου = el resplandeciente Olimpo

Ι, 566 / V, 877 / VIII, 451 / X, 462 / XVIII, 429: ἐν ᾿ Ολύμπῳ = en el Olimpo

ΙΙ, 48 / VIII, 199: μακρὸν ῎ Ολυμπον = el ancho Olimpo

III, 407 / ΧΧΙ, 505: ῎ Ολυμπον = el Olimpo

V, 360 / VIII, 456 / XV, 136 / XIX, 128: ἐς ῎ Ολυμπον (Οὔλυμπόν) = al Olimpo

V, 367, 868: θεῶν ἕδος, αἰπὺν ῎ Ολυμπον = morada de los dioses, el escarpado Olimpo

V, 398: πρὸς δῶμα Διὸς καὶ μακρὸν ῎ Ολυμπον = a la morada de Zeus y ancho Olimpo

V, 404, 890 / XIII, 68 / XXIV, 427: οἳ ῎ Ολυμπον ἔχουσι = que habitan el Olimpo

V, 750 / VIII, 394: μέγας οὐρανὸς Οὔλυμπός τε = el gran cielo y el Olimpo

VII, 25, 35 / XVI, 93: ἀπ᾿ ᾿ Ολύμποιο = desde el Olimpo

VIII, 25: περὶ ῥίον Οὐλύμποιο = alrededor de la cumbre del Olimpo

VIII, 411: πολυπτύχου Οὐλύμποιο = del Olimpo abundante en valles

VIII, 443: μέγας ῎ Ολυμπος = gran Olimpo

XI, 77: κατὰ πτύχας Οὐλύμποιο = en los valles del Olimpo

XI, 715 / XVI, 364 / XVIII, 167: ἀπ᾿ ᾿Ολύμπου = desde el Olimpo

XIII, 523: ἄκρῳ ᾿Ολύμπῳ = en la cumbre del Olimpo

XIV, 154: ἐξ Οὐλύμποιο ἀπὸ ῥίου = desde la cumbre del Olimpo

XIV, 225 / XIX, 114: ῥίον Οὐλύμποιο = la cumbre del Olimpo

XIV, 298, 309: κάτ᾿ Οὐλύμπου = del Olimpo

XV, 21: κατὰ μακρὸν ῎Ολυμπον = en el ancho Olimpo

XV, 84: αἰπὺν ῎Ολυμπον = escarpado Olimpo

XV, 193: μακρὸς ῎Ολυμπος = el ancho Olimpo

XVIII, 186: οἳ ῎Ολυμπον ἀγάννιφον ἀμφινέμονται = que residen en el nevado Olimpo

XVIII, 616: κάτ᾿ Οὐλύμπου νιφόεντος= del nevado Olimpo

XX, 5: ἀπ᾿ Οὐλύμποιο πολυπτύχου = del Olimpo abundante en valles

XX, 22: πτυχὶ Οὐλύμποιο = en la cumbre del Olimpo

XX, 125: Οὐλύμποιο = del Olimpo

XXI, 389: ᾿Ουλύμπῳ = en el Olimpo

XXIV, 144: ἕδος Οὐλύμποιο = la sede del Olimpo

XXIV, 468, 694: πρὸς μακρὸν ῎Ολυμπον = hacia el ancho Olimpo

En la Odisea aparece en menos ocasiones:

I, 102 / XXIV, 488: κάτ᾿ Οὐλύμποιο καρήνων = de las cumbres del Olimpo

VI, 42: Οὔλυμπόνδ᾿ = al Olimpo.

VI, 240 / VIII, 331 / XII, 337 / XIX, 43: οἳ ῎Ολυμπον ἔχουσι = que habitan el Olimpo

X, 307 / XV, 43: πρὸς μακρὸν ῎Ολυμπον = hacia el ancho Olimpo

XI, 313: ἐν ᾿Ολύμπῳ = en el Olimpo

XI, 315: ἐπ᾿ ᾿Ουλύμπῳ = en el Olimpo

XIV, 394 / XVIII, 180: τοὶ ῎Ολυμπον ἔχουσιν = que habitan el Olimpo

XX, 45: ἐς ῎Ολυμπον = hacia el Olimpo

XX, 73: μακρὸν ῎Ολυμπον =  ancho Olimpo

XX, 103: ἀπ᾿ αἰγλήεντος ᾿Ολύμπου = desde el resplandeciente Olimpo

XXIV, 351: κατὰ μακρὸν ῎Ολυμπον = en el ancho Olimpo

El monte Olimpo da nombre a una cumbre del planeta Marte.

Debemos decir que Olimpo (u Olympus) es también marca de  cámaras fotográficas,

da nombre a una orquesta y es una casa de camisas y cinturones.

Hay un videojuego llamado Zeus, Master of Olympus.

donde aparecen todos los olímpicos:

Tras comprobar que la sede de los inmortales también tiene su referente en Castellón, me encontré con tres de ellos.

Uno, el padre de dioses y hombres, da nombre a una conocida y antigua discoteca.

Y junto a esta discoteca hay proyectado construir un edificio. Los arquitectos o la constructora han tenido la idea de llamar al edificio con el nombre de la esposa del dios que da título a la discoteca contigua. Lástima que hayan elegido el nombre latino (Juno) y no el griego (Hera). En todo caso, resulta curioso cómo alguien ha pensado en llamar Juno a un edificio que está proyectado construir junto a una discoteca que lleva por nombre Zeus.

El tercer dios olímpico que encontré en mi paseo da nombre a una peluquería de caballeros. El dios en cuestión es Ares, la divinidad de la guerra, y el amante de Afrodita.

No sabemos cómo se le ocurrió poner al dueño de dicho comercio el nombre de Ares, aunque hay que decir que la iconografía del dios nos lo presenta, a menudo, con los cabellos muy cuidados.

También es posible que el nombre no tenga nada que ver con el dios griego y sea el apellido del propietario del comercio; el apellido es originario de Galicia, donde tenemos un municipio coruñés con ese nombre.

El escudo del apellido Ares presenta lo que, en heráldica, se llama “en campo de oro, un jabalí andante de sable”. En el mito de Adonis, la muerte del muchacho se debió al ataque de un jabalí, que unas versiones dicen que fue enviado por Ártemis, y otras que el suido no era otro que el dios Ares, el amante de Afrodita, loco de celos.

Finalmente, puede que el propietario sea originario de la localidad castellonense de Ares del Maestre y haya dado a su comercio el nombre de su pueblo.

Y así concluyó este paseo mitológico de la tarde del 24 de diciembre, en la que el virus del SARC me empujó a la búsqueda del referente.

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He titulado así este artículo, porque me parecen significativas las palabras que un hermoso niño (puer speciosus) dirige a San José, cuando éste recrimina a María que ésta haya usado “palabras inútiles”, al decir, cuando van de camino a Belén, que ve ante ella dos pueblos, uno que llora y otro que se regocija.

Luego el muchacho nos aclara que el pueblo que llora es el judío, que se ha apartado de Dios, y el que se regocija es el pueblo de los gentiles, que se ha acercado y adherido al Señor.

Las palabras del muchacho se engloban en un texto más amplio, la narración del nacimiento de Jesús en el Evangelio del Pseudo Mateo.

No es la primera vez que recurrimos a los evangelios apócrifos, unos textos muy interesantes. Si en otra ocasión los citamos a propósito de los magos de Oriente, hoy recurrimos a ellos, para ofrecer una narración alternativa del nacimiento de Dios, que celebramos esta noche, y que los evangelios canónicos apenas describen.

En Marcos y Juan no hay ninguna alusión a la natividad. En Mateo sólo se nos narra brevemente la visita de los magos, la huída a Egipto, la matanza de los inocentes y el retorno de Egipto.

Lucas es quien más se detiene en el nacimiento y nos habla del edicto del César, del pesebre, de los pastores y los ángeles, aunque apenas nos da datos; no es ése el objetivo de su evangelio.

Los apócrifos, como el del Pseudo Mateo, o el Protoevangelio de Santiago, gustan del detalle y se detienen más en lo “anecdótico”. Puede, pues, resultar curioso o interesante leer los relatos del nacimiento de Jesús en dichos evangelios, y eso es lo que nosotros haremos, dando el texto latino del Pseudo Mateo y su traducción.

CAPUT XIII.

1. Factum est autem post aliquantum tempus, ut fieret professio ex edicto Caesaris Augusti, ut profiteretur unusquisque in patria sua. Haec professio prima facta est a praeside Syriae Cyrino. Necesse autem fuerat ut et Ioseph cum Maria proficisceretur in Bethleem, quia exinde erat, et Maria de tribu Iuda et de domo ac patria Dauid. Cum ergo Ioseph et Maria irent per uiam quae ducit Bethleem, dixit Maria ad Ioseph, «Duos populos uideo ante me, unum flentem et alium gaudentem.» Cui respondit Ioseph: » Sede et tene te in iumento tuo et noli superflua uerba loqui.» Tunc apparuit puer speciosus ante eos, indutus ueste splendida, et dixit ad Ioseph, «Quare dixisti uerba superflua esse de duobus populis de quibus locuta est Maria? Populum enim Iudeorum flentem uidit, quia recessit a Deo suo, et populum gentium  gaudentem, quia accessit et prope factus est ad Dominum, secundum quod promisit patribus nostris Abraham, Isaac et Iacob; tempus enim aduenit ut in semine Abrahae benedictio omnibus gentibus tribuatur.»


2. Et cum haec dixisset, iussit angelus stare iumentum, quia tempus aduenerat pariendi; et praecepit descendere de animali Mariam et ingredi in speluncam subterraneam, in qua lux non fuit unquam, sed semper tenebrae, quia lumen diei penitus non habebat. Ad ingressum uero Mariae coepit tota spelunca splendorem habere, et quasi sol ibi esset, ita tota fulgorem lucis ostendere ; et quasi esset ibi hora sexta diei, ita speluncam lux diuina illustrauit; nec in die nec in nocte lux ibi diuina defuit quamdiu ibi Maria fuit. Et ibi peperit masculum, quem circumdederunt angeli nascentem et natum adorauerunt dicentes, «Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae uoluntatis.»

3. Iam enim dudum Ioseph perrexerat ad quaerendas obstetrices. Qui cum reuersus esset ad speluncam, Maria iam infantem genuerat. Et dixit Ioseph ad Mariam: «Ego tibi Zelomi et Salomen obstetrices adduxi, quae foris ante speluncam stant et prae splendore nimio huc introire non audent.» Audiens autem haec Maria subrisit. Cui Ioseph dixit, «Noli subridere, sed cauta esto, ne forte indigeas medicina.» Tunc iussit unam ex eis intrare ad se. Cumque ingressa esset Zelomi, ad Mariam dixit: «Dimitte me ut tangam te.» Cumque permisisset se Maria tangi, exclamauit uoce magna obstetrix et dixit: «Domine, Domine magne, miserere. Numquam hoc auditum est, nec in suspicionem habitum, ut mamillae plenae sint lacte, et natus masculus matrem suam uirginem ostendat. Nulla pollutio sanguinis facta est in nascente, nullus dolor in parturiente. Virgo concepit, uirgo peperit, uirgo permansit.»


4. Audiens hanc uocem alia obstetrix nomine Salome dixit: «Quod ego audio, non credam, nisi forte ipsa probauero.» Et ingressa Salome ad Mariam, dixit, «Permitte me ut palpem te et probem utrum uerum dixerit Zelomi.» Cumque permisisset Maria ut eam palparet, misit manum suam Salome. Et cum misisset et tangeret, statim aruit manus eius, et prae dolore coepit flere uehementissime et angustiari et clamando dicere, «Domine, tu nosti quia semper te timui, et omnes pauperes sine retributione acceptionis curaui, de uidua et orphano nihil accepi, et inopem uacuum a me ire nunquam dimisi. Et ecce misera facta sum propter incredulitatem meam, quia ausa fui temptare uirginem tuam.»

5. Cumque haec diceret, apparuit iuxta illam iuuenis quidam valde splendidus dicens ei: «Accede ad infantem et adora eum et continge de manu tua, et ipse salvabit te, quia ipse est Saluator saeculi et omnium sperantium in se.» Quae confestim ad infantem accessit, et adorans eum tetigit fimbrias pannorum, in quibus infans erat inuolutus, et statim sanata est manus eius. Et exiens foras clamare coepit et dicere magnalia uirtutum quae uiderat et quae passa fuerat, et quemadmodum curata fuerat, ita ut ad praedicationem eius multi crederent.

6. Nam et pastores ouium asserebant se angelos uidisse in medio noctis hymnum dicentes, Deum caeli laudantes et benedicentes et dicentes quia natus est Saluator omnium, qui est Christus Dominus, in quo restituetur salus Israël.»

7. Sed et stella ingens a uespere usque ad matutinum splendebat super speluncam, cuius magnitudo nunquam uisa fuerat ab origine mundi. Et prophetae qui fuerant in Ierusalem dicebant hanc stellam indicare natiuitatem Christi, qui restauraret promissionem non solum Israël sed et omnium gentium.

 


CAPUT XIV. Tertia autem die natiuitatis Domini egressa est Maria de spelunca, et ingressa est stabulum et posuit puerum in praesepio, et bos et asinus adoraverunt eum. Tunc adimpletum est quod dictum est per Isaiam prophetam dicentem: «Cognouit bos possessorem suum et asinus praesepe domini sui». Ipsa autem animalia in medio eum habentes incessanter adorabant eum. Tunc adimpletum est quod dictum est per Habacuc prophetam dicentem: «In medio duorum animalium innotesceris». In eodem autem loco moratus est Ioseph et Maria cum infante tribus diebus.

Para el texto latino hemos seguido la edición de Aurelio de Santos Otero en la editorial BAC.

XIII 1. Y ocurrió, algún tiempo más tarde, que un edicto de César Augusto obligó a cada uno a empadronarse en su patria. Y este primer censo fue hecho por Cirino, gobernador de Siria. José, pues, se vio obligado a partir con María para Belén, porque él era de ese país, y María era de la tribu de Judá, de la casa y patria de David. Y, según José y María iban por el camino que conduce a Belén, dijo María a José: Veo ante mí dos pueblos, uno que llora, y otro que se regocija. Mas José le respondió: “Estáte sentada y sosténte sobre tu montura, y no digas palabras inútiles”. Entonces un hermoso niño, vestido con un traje magnífico, apareció ante ellos, y dijo a José: “¿Por qué has llamado inútiles las palabras que María ha dicho de esos dos pueblos? Ella ha visto al pueblo judío llorar, por haberse alejado de su Dios, y al pueblo de los gentiles alegrarse, por haberse aproximado al Señor, según la promesa hecha a nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob; puesto que ha llegado el tiempo en que todas las naciones deben ser benditas en la posteridad de Abraham”.


2. Dichas estas palabras, el ángel hizo parar la bestia, por cuanto se acercaba el instante del alumbramiento, y dijo a María que se apease, y que entrase en una gruta subterránea en la que no había luz alguna, porque la claridad del día no penetraba nunca allí. Pero, al entrar María, toda la gruta se iluminó y resplandeció, como si el sol la hubiera invadido, y como si fuese la hora sexta del día, así iluminó la luz divina la gruta.; y, mientras María estuvo en la caverna, ni de día ni de noche, faltó aquel resplandor divino. Y ella trajo al mundo un hijo que los ángeles rodearon en el momento de nacer y una vez nacido adoraron diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

3. Y José había ido hacía un rato a buscar comadronas. Mas, cuando estuvo de vuelta en la gruta, María había ya parido a su hijo. Y José dijo a María: “Te he traído dos comadronas, Zelomi y Salomé, que están de pie fuera ante la gruta y no osan entrar aquí a causa de este excesivo resplandor”. Y María, al oírlo, se sonrió. Pero José le dijo: “No te sonrías, sino sé prudente, no sea que después tengas necesidad de algún remedio”. Entonces hizo entrar a una de ellas. Y Zelomi, habiendo entrado, dijo a María: “Permíteme que te toque”. Y, habiéndolo permitido María, la comadrona dio un gran grito y dijo: “¡Señor, gran Señor, ten piedad de mí!. Nunca se ha oído, ni supuesto que sus pechos estén llenos de leche y que haya nacido un niño dejando virgen a su madre. Ninguna polución de sangre en el nacido, ningún dolor en la parturienta. Virgen ha concebido, virgen ha parido, y virgen permaneció”.

4. Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé, dijo: “Yo no creeré eso que oigo, a no asegurarme por mí misma”. Y Salomé, entrando, dijo a María: “Permíteme tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomi es verdad”. Y, como María le diese permiso, Salomé adelantó la mano. Y al tocarla, súbitamente su mano se secó, y de dolor se puso a llorar amargamente, y a desesperarse, y a decir gritando: “Señor, tú sabes que siempre te he temido, que he atendido a los pobres sin pedir nada en cambio, que nada he admitido de la viuda o del huérfano, y que nunca he despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he aquí que me veo desgraciada por mi incredulidad, por atreverme a tocar a tu virgen”.


5. Y, hablando ella así, un joven de gran belleza apareció a su lado, que le dijo: “Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y él te curará, porque es el Salvador del mundo y de cuantos esperan en él”. Ella con presteza se acercó al niño, y lo adoró, y tocó los flecos de los pañales, en los que estaba envuelto, y al instante su mano fue curada. Y, saliendo fuera, se puso a proclamar a grandes voces los prodigios y la virtud portentosa que había visto y experimentado, y cómo había sido curada, y muchos creyeron en sus palabras.

6. Pues unos pastores afirmaban a su vez que habían visto a medianoche ángeles cantando un himno, loando y bendiciendo al Dios del cielo, y diciendo que había nacido el Salvador de todos, que es el Cristo el Señor, en el que se restituirá  la salvación de Israel.

7. Y además una gran estrella brillaba encima de la gruta, de la tarde a la mañana, y nunca, desde el principio del mundo, se había visto una tan grande. Y los profetas que estaban en Jerusalén decían que esa estrella indicaba el nacimiento del Cristo, el cual debía cumplir las promesas hechas, no sólo a Israel, sino a todas las naciones.


XIV 1. El tercer día después del nacimiento del Señor, María salió de la gruta, y entró en un establo, y depositó al niño en un pesebre, y el buey y el asno lo adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías al decir: “El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su señor”. Y estos mismos animales, que tenían al niño entre ellos, lo adoraban sin cesar. Entonces se cumplió lo que se dijo por boca del profeta Habacuc: “Te manifestarás entre dos animales”. Y José y María permanecieron en este mismo lugar con el niño durante tres días.

El evangelio del Pseudo Mateo se considera una reelaboración latina del Protoevangelio de Santiago, escrito en griego, cuyos capítulos dedicados al nacimiento también aportamos en traducción sacada de aquí.

XVII 1. Y llegó un edicto del emperador Augusto, que ordenaba se empadronasen todos los habitantes de Bethlehem de Judea. Y José dijo: Voy a inscribir a mis hijos. Pero ¿qué haré con esta muchacha? ¿Cómo la inscribiré? ¿Como mi esposa? Me avergonzaría de ello. ¿Como mi hija? Pero todos los hijos de Israel saben que no lo es. El día del Señor será como quiera el Señor.

2. Y ensilló su burra, y puso sobre ella a María, y su hijo llevaba la bestia por el ronzal, y él los seguía. Y, habiendo caminado tres millas, José se volvió hacia María, y la vio triste, y dijo entre sí de esta manera: Sin duda el fruto que lleva en su vientre la hace sufrir. Y por segunda vez se volvió hacia la joven, y vio que reía, y le preguntó: ¿Qué tienes, María, que encuentro tu rostro tan pronto entristecido como sonriente? Y ella contestó: Es que mis ojos contemplan dos pueblos, uno que llora y se aflige estrepitosamente, y otro que se regocija y salta de júbilo.

3. Y, llegados a mitad de camino, María dijo a José: Bájame de la burra, porque lo que llevo dentro me abruma, al avanzar. Y él la bajó de la burra, y le dijo: ¿Dónde podría llevarte, y resguardar tu pudor? Porque este lugar está desierto.

XVIII 1. Y encontró allí mismo una gruta, e hizo entrar en ella a María. Y, dejando a sus hijos cerca de ésta, fue en busca de una partera al país de Bethlehem.


2. Y yo, José, avanzaba, y he aquí que dejaba de avanzar. Y lanzaba mis miradas al aire, y veía el aire lleno de terror. Y las elevaba hacia el cielo, y lo veía inmóvil, y los pájaros detenidos. Y las bajé hacia la tierra, y vi una artesa, y obreros con las manos en ella, y los que estaban amasando no amasaban. Y los que llevaban la masa a su boca no la llevaban, sino que tenían los ojos puestos en la altura. Y unos carneros conducidos a pastar no marchaban, sino que permanecían quietos, y el pastor levantaba la mano para pegarles con su vara, y la mano quedaba suspensa en el vacío. Y contemplaba la corriente del río, y las bocas de los cabritos se mantenían a ras de agua y sin beber. Y, en un instante, todo volvió a su anterior movimiento y a su ordinario curso.

XIX 1. Y he aquí que una mujer descendió de la montaña, y me preguntó: ¿Dónde vas? Y yo repuse: En busca de una partera judía. Y ella me interrogó: ¿Eres de la raza de Israel? Y yo le contesté: Sí. Y ella replicó: ¿Quién es la mujer que pare en la gruta? Y yo le dije: Es mi desposada. Y ella me dijo: ¿No es tu esposa? Y yo le dije: Es María, educada en el templo del Señor, y que se me dio por mujer, pero sin serlo, pues ha concebido del Espíritu Santo. Y la partera le dijo: ¿Es verdad lo que me cuentas? Y José le dijo: Ven a verlo. Y la partera siguió.

2. Y llegaron al lugar en que estaba la gruta, y he aquí que una nube luminosa la cubría. Y la partera exclamó: Mi alma ha sido exaltada en este día, porque mis ojos han visto prodigios anunciadores de que un Salvador le ha nacido a Israel. Y la nube se retiró en seguida de la gruta, y apareció en ella una luz tan grande, que nuestros ojos no podían soportarla. Y esta luz disminuyó poco a poco, hasta que el niño apareció, y tomó el pecho de su madre María. Y la partera exclamó: Gran día es hoy para mí, porque he visto un espectáculo nuevo.

3. Y la partera salió de la gruta, y encontró a Salomé, y le dijo: Salomé, Salomé, voy a contarte la maravilla extraordinaria, presenciada por mí, de una virgen que ha parido de un modo contrario a la naturaleza. Y Salomé repuso: Por la vida del Señor mi Dios, que, si no pongo mi dedo en su vientre, y lo escruto, no creeré que una virgen haya parido.


XX 1.Y la comadrona entró, y dijo a María: Disponte a dejar que ésta haga algo contigo, porque no es un debate insignificante el que ambas hemos entablado a cuenta tuya. Y Salomé, firme en verificar su comprobación, puso su dedo en el vientre de María, después de lo cual lanzó un alarido, exclamando: Castigada es mi incredulidad impía, porque he tentado al Dios viviente, y he aquí que mi mano es consumida por el fuego, y de mí se separa.

2. Y se arrodilló ante el Señor, diciendo: ¡Oh Dios de mis padres, acuérdate de que pertenezco a la raza de Abraham, de Isaac y de Jacob! No me des en espectáculo a los hijos de Israel, y devuélveme a mis pobres, porque bien sabes, Señor, que en tu nombre les prestaba mis cuidados, y que mi salario lo recibía de ti.

3. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciendo: Salomé, Salomé, el Señor ha atendido tu súplica. Aproxímate al niño, tómalo en tus brazos, y él será para ti salud y alegría.

4. Y Salomé se acercó al recién nacido, y lo incorporó, diciendo: Quiero prosternarme ante él, porque un gran rey ha nacido para Israel. E inmediatamente fue curada, y salió justificada de la gruta. Y se dejó oír una voz, que decía: Salomé, Salomé, no publiques los prodigios que has visto, antes de que el niño haya entrado en Jerusalén.

Aprovecho este artículo para desear a todos los lectores de este espacio una FELIZ NAVIDAD, y lo hago con unas letrillas que compuse el año pasado. Están en valenciano.

Betlem de Judà va ser l’elegida,

On, humil i senzill, nostre Salvador

Nasquè, d’una verge i un treballador;

Naixement joiós que ens dugué la Vida.

A veure el nounat Jesús, Fill de Déu,

D’aquelles contrades uns humils pastors

Apressen llurs passos tot fent de cantors,

Lloança a Déu canten amb la seua veu.

Cobert de bolcalls per sa mare alletat,

Riu dolçament el diví i humà Infant,

Il·lumina la nit amb sa llum brillant,

Somriu a son pare, que no l’ha engendrat.

Tres mags de l’Orient un clar estel mirant

Inicien camí que fan de bon grat.

Als mags ens unim el Misteri admirant.

A los lectores que no entiendan esta lengua les ofrezco la traducción, destacando que la poesía pierde mucho en su traducción castellana, entre otras cosas, la rima, al menos de un verso:

Belén de Judá fue la elegida,

DOnde, humilde y sencillo, nuestro Salvador

Nació, de una virgen y un trabajador;

Nacimiento gozoso que nos trajo la Vida.

A ver al recién nacido Jesús, Hijo de Dios,

De aquellos contornos unos humildes pastores

Aceleran sus pasos haciendo de cantores,

Loa a Dios cantan con su voz.

Cubierto de pañales por su madre amamantado,

Ríe dulcemente el divino y humano Infante,

Ilumina la noche con su luz brillante,

Sonríe a su padre, que no lo ha engendrado.

Tres magos del Oriente una clara estrella mirando

Inician camino que hacen de buen grado.

A los magos nos unimos el Misterio admirando.

Δόξα ἐν ὑψίστοις Θεῷ καὶ ἐπὶ γῆς εἰρήνη ἐν ἀνθρώποις εὐδοκίας”.

Gloria in altissimis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis

¡Merry Christmas!

¡Joyeux Noël!

¡Frohe Weihnachten!

¡Feliz Navidad!

Bon Nadal!

Crãciun Fericit!

Felix fastumque Natale!

Καλά Χριστούγεννα!

С Рождеством.  

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Pasamos ahora al otro personaje del cuadro de Rembrandt que no es otro que Calisto.

Las fuentes sobre Calisto son variadas. En el terreno griego tenemos a Apolodoro.

Εὔμηλος δὲ καί τινες ἕτεροι λέγουσι Λυκάονι καὶ θυγατέρα Καλλιστὼ γενέσθαι· Ἡσίοδος μὲν γὰρ αὐτὴν μίαν εἶναι τῶν νυμφῶν λέγει, Ἄσιος δὲ Νυκτέως, Φερεκύδης δὲ Κητέως. αὕτη σύνθηρος Ἀρτέμιδος οὖσα, τὴν αὐτὴν ἐκείνῃ στολὴν φοροῦσα, ὤμοσεν αὐτῇ μεῖναι παρθένος. Ζεὺς δὲ ἐρασθεὶς ἀκούσῃ συνευνάζεται, εἰκασθείς, ὡς μὲν ἔνιοι λέγουσιν, Ἀρτέμιδι, ὡς δὲ ἔνιοι, Ἀπόλλωνι βουλόμενος δὲ Ἥραν λαθεῖν εἰς ἄρκτον μετεμόρφωσεν αὐτήν. Ἥρα δὲ ἔπεισεν Ἄρτεμιν ὡς ἄγριον θηρίον κατατοξεῦσαι. εἰσὶ δὲ οἱ λέγοντες, ὡς Ἄρτεμις αὐτὴν κατετόξευσεν, ὅτι τὴν παρθενίαν οὐκ ἐφύλαξεν. ἀπολομένης δὲ Καλλιστοῦς Ζεὺς τὸ βρέφος ἁρπάσας ἐν Ἀρκαδίᾳ δίδωσιν ἀνατρέφειν Μαίᾳ, προσαγορεύσας Ἀρκάδα· τὴν δὲ Καλλιστὼ καταστερίσας ἐκάλεσεν ἄρκτον.

(Apolodoro, Biblioteca Mitológica III, 8, 2)

Eumelo y otros dicen que Licaón tuvo también una hija, Calisto; Hesíodo en cambio la cree una de las ninfas, Asio la da por hija de Nicteo, y Ferécides, de Ceteo. Ésta era compañera de Ártemis en la caza, vestía como ella y le había jurado mantenerse virgen. Pero Zeus, enamorado de ella, y adoptando la apariencia de Ártemis según unos, de Apolo según otros, la violó. Queriendo ocultarla a Hera, la transformó en osa, pero Hera convenció a Ártemis para que disparase sus flechas como a un animal salvaje. Algunos dicen que Ártemis la flechó por no haber conservado su virginidad. Al morir Calisto, Zeus tomó al niño, al que llamó Árcade, y lo encargó a Maya que lo criara en Arcadia; a Calisto la catasterizó con el nombre de Osa.

La traducción es de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, en Gredos.

El viajero Pausanias también nos habla de Calisto:

ἐπὶ δὲ τῷ γένει παντὶ τῷ ἄρσενι θυγάτηρ Λυκάονι ἐγένετο Καλλιστώ. ταύτῃ τῇ Καλλιστοῖ λέγω δὲ τὰ λεγόμενα ὑπὸΕλλήνων συνεγένετο ἐρασθεὶς Ζεύς· Ηρα δὲ ὡς ἐφώρασεν, ἐποίησεν ἄρκτον τὴν Καλλιστώ, Ἄρτεμις δὲ ἐς χάριν τῆς Ηρας κατετόξευσεν αὐτήν. καὶ ὁ Ζεὺς Ερμῆν πέμπει σῶσαι τὸν παῖδά οἱ προστάξας, ὃν ἐν τῇ γαστρὶ εἶχεν ἡώ· Καλλιστὼ δὲ αὐτὴν ἐποίησεν ἀστέρας καλουμένην ἄρκτον μεγάλην, ἧς καὶ Ὅμηρος ἐν Οδυσσέως ἀνάπλῳ παρὰ Καλυψοῦς μνήμην ἔσχε·

Πληιάδας τ᾿ ἐσορῶντα καὶ ὀψὲ δύοντα Βοώτην

ἄρκτον θ᾿ , ἣν καὶ ἅμαξαν ἐπίκλησιν καλέουσιν.

ἔχοιεν δ᾿ ἂν καὶ ἄλλως τὸ ὄνομα οἱ ἀστέρες ἐπὶ τιμῇ τῇ Καλλιστοῦς, ἐπεὶ τάφον γε αὐτῆς ἀποφαίνουσιν οἱ ᾿Αρκἀδες.

(Pausanias, Descripción de Grecia VIII, 3, 6)

Además de toda su prole varonil, Licaón tuvo una hija, Calisto, y con esta Calisto – cuento lo que cuentan los griegos – se unió Zeus, que estaba enamorado de ella. Pero cuando Hera los descubrió, convirtió a Calisto en osa, y Ártemis la asaeteó para complacer a Hera. Zeus envió a Hermes con el encargo de que salvara al niño que Calisto tenía en su vientre. A la propia Calisto la convirtió en una constelación llamada Osa mayor, de la que Homero (Odisea V, 272-273) hace mención en el viaje de Odiseo de vuelta del lado de Calipso:

Mirando a las Pléyades y a Bootes que se oculta tarde

Y a la Osa, a la que dan el sobrenombre de carro.

Pero las estrellas tal vez tengan simplemente su nombre en honor de Calisto, puesto que los arcadios muestran su tumba.

La traducción es e María Cruz Herrero Ingelmo, en Gredos.

Eratóstenes en sus Catasterismos I, dedicado a la Osa Mayor, nos habla de la hija de Licaón:

Cuenta Hesíodo que era hija de Licaón y que vivía en la región de Arcadia, y que se dedicaba a cazar las fieras del monte como compañera de Ártemis. Fue seducida por Zeus, aunque consiguió que Ártemis no lo advirtiera; más tarde, cuando estaba a punto de dar a luz, un día que se bañaba, la diosa se percató de su estado. La diosa se enojó con ella por ese motivo y la metamorfoseó en una fiera; y ella, bajo su nuevo aspecto de osa, dio a luz a Arcadio. Unos cabreros la cazaron en el monte y la regalaron junto con su retoño a Licaón. Pasado el tiempo se atrevió a entrar al recinto sagrado de Zeus, contraviniendo la ley; fue perseguida por su propio hijo y por los habitantes de Arcadia, y a punto estuvo de morir ejecutada en la aplicación de la mencionada ley. Pero Zeus la liberó de morir en gracia a su antigua relación y la elevó al firmamento. Denominó a esta constelación Osa Mayor, a causa de su primer incidente.

La constelación tiene siete estrellas de escaso brillo en su cabeza, dos sobre cada uno de sus hombros; una más brillante sobre los omóplatos, una sobre el pecho (una sobre la garra delantera), una brillante sobre el lomo, dos sobre las garras traseras, dos en el extremo de la pata y tres sobre la cola. Todas suman veintitrés.

La traducción es de Antonio Guzmán Guerra en Alianza Editorial (8219).

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En nuestro anterior artículo ofrecimos la Elegía Romana III de Goethe. Aquí está la traducción de Alfonsina Janés, en Bosch. Serie Erasmo.

III

¡Amada, no te arrepientas de haberte entregado a mí en seguida!

Créeme, no te considero descarada ni vulgar.

Múltiple efecto surten las flechas de Amor: unas rasguñan

y su lento veneno enferma largo tiempo el corazón.

Mas con alas potentes, con punta bien afilada

penetran las otras en la médula, inflaman veloces la sangre.

En los tiempos heroicos en que dioses y diosas amaban,

seguía deseo a la mirada, seguía deleite al deseo.

¿Crees que la diosa del amor reflexionó mucho rato

cuando, en el bosque de Ida prendóse antaño de Anquises?

Si Luna hubiera tardado en besar al hermoso durmiente,

oh, entonces Aurora, envidiosa, lo despertara veloz.

Hero vio a Leandro en la ruidosa fiesta, y al punto

abalanzóse el amante ardoroso en la corriente nocturna.

Desciende Rea Silvia, la virgen egregia, a sacar

agua del Tíber, y el dios se apodera de ella

¡Así engendró Marte a sus hijos! A los mellizos alimenta

una loba, y Roma se llama la princesa del mundo.

Examinemos ahora el poema y sus referencias mitológicas.

El poeta nos dice que, en los tiempos heroicos, dioses y diosas amaban, y en estos amores tenía gran importancia la figura de Amor. El dios es descrito con la iconografía que se ha hecho más conocida: un arquero que dispara flechas causantes del deseo amoroso, que llega al instante, o del mal de amores, que enferma el corazón.

En el verso 9 cita a la diosa del amor (die Göttin der Liebe), que no es otra que Afrodita y cómo ésta se enamoró al instante de Anquises. Goethe concreta el lugar: el bosque del Ida. Hay dos montes Ida famosos en la Antigua Grecia.

El monte Ida de Creta, que hoy se llama Psiloritis, donde fue ocultado el pequeño Zeus, para evitar que fuera devorado, como sus hermanos, por su padre Crono.

Y el monte Ida de la actual Turquía (hoy monte Kaz Dag), en la región de Troya, escenario del juicio de Paris, lugar de observación de la guerra de Troya por parte de los dioses, sitio en el que Zeus raptó a Ganimedes y al que aquí se refiere Goethe como escenario de otro episodio mitológico: los amores de Afrodita y Anquises.

En efecto, Anquises, hijo de Capis y Temiste, fue amado por Afrodita, que lo vio en el Ida, cerca de Troya, como hemos dicho, mientras apacentaba su rebaño. Para hacerse querer de él, Afrodita se le acercó presentándosele como la hija del rey de Frigia, Otreo, a quien Hermes había raptado y transportado a los prados del Ida. De este modo se unió a él. Más tarde le reveló quién era y le anunció que le daría un hijo, pero le recomendó que no dijese a nadie que el niño era hijo de una diosa, pues si Zeus se enteraba, fulminaría al pequeño. Pero un día Anquises, en una fiesta en que había bebido demasiado vino, se jactó de sus amores y Zeus le castigó por ello volviéndolo cojo de un rayo, o según otros, ciego. El hijo de Anquises y Afrodita es Eneas.

Algunas de las fuentes para este mito son:

Homero, Ilíada II, 819-821:

Δαρδανων ατ’ ρχεν ς πάϊς ᾿Αγχσαο,

Ανεας, τν π᾿ ᾿Αγχσ τκε δ᾿ ᾿Αφροδτη,

῎Ιδης ν κνημοσι θεὰ βροτ ενηθεσα,

Luis Segalà traduce:

De los Dardanios era caudillo Eneas, valiente hijo de Anquises,

De quien lo tuvo la divina Venus

después que la diosa se unió con el mortal en un bosque del Ida.

Apolodoro, en su Biblioteca Mitológica III, 12, 2, escribe:

σσαρκου δ κα ερομνμης τς Σιμεντος Κπυς, το δ κα Θεμστης τς λου γχσης, δι᾿ ρωτικν πιθυμαν φροδτη συνελθοσα Ανεαν γννησε κα Λρον, ς παις πθανεν.

De Asáraco y Hieromneme, hija del Simois, nació Capis; de Capis y Temiste, hija de Ilo, Anquises, con quien yació Afrodita por deseo amoroso y engendró a Eneas y a Liro – éste muerto sin descendencia.

La traducción es de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, en Gredos

En la Eneida de Virgilio (I, 616-617) leemos:

Tune ille Aeneas quem Dardanio Anchisae

Alma Venus Phrygii genuit Simoentis ad undam?


¿Eres tú aquel Eneas que dio al dardanio Anquises

Venus, la transmisora de la vida, allá a la orilla del Simunte de Frigia?

La traducción es de Javier de Echave-Sustaeta en Gredos.

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Alfonsina Janés, en su edición bilingüe de las Elegías y Epigramas de Johann Wolfgang von Goethe, en la serie Erasmus de la editorial Bosch, dice de las Elegías Romanas del autor de Frankfurt:

Las Elegías Romanas no fueron escritas en Italia, pero sí en una época en que Goethe estaba completamente dominado por el recuerdo de Roma. Su estancia en esta ciudad señala un momento decisivo para su posterior evolución. En Italia Goethe se dedicó al dibujo, a las ciencias naturales, a la poesía, a aprender y a disfrutar. Fue allí donde se dio cuenta de que había nacido para escribir y no para dibujar, a pesar de su febril actividad en este aspecto…

La importancia de este viaje para su obra es enorme. Si en su juventud expresó las tendencias de su generación, lo que el público esperaba, ahora se dio cuenta de que el arte no es sólo una actividad procedente del sentimiento, sino un trabajo de importancia vital; el artista no debe limitarse a manifestar sus estados de ánimo, sino que debe entregarse a una labor educativa. Este cambio se expresa también en el lenguaje y el estilo. Antes de Italia, por ejemplo, adopta formas emparentadas con la poesía popular; después de Italia, se renueva tomando como modelo a los poetas latinos…

Dominik Jost aduce como fuentes de las Elegías romanas las elegías de los poetas latinos, especialmente de Propercio, la obra de Ovidio, Basia de Johannes Secundus, Ardinghello de Heinse y la poesía anacreóntica. La tradición anacreóntica se refleja en el sentimiento de la vida alegre y juguetón que impregna todas las elegías. Falta, en cambio, el tema de la bebida, y el amoroso está tratado de manera muy distinta. Cierto es que Goethe en Italia se dedicó a leer poesía griega y latina, pero no pude decirse que luego la imitara. La antigüedad es más bien como una capa extendida sobre sus elegías, pero paralelismos con las fuentes clásicas no hay tantos como suele creerse. Goethe las leyó con toda atención y aprendió a escribir en su estilo. Claro que algunos de sus temas se encuentran en los antiguos, por ejemplo en Propercio la glorificación de Roma o la contemplación de la amada mientras duerme; Ovidio y Tibulo describen el truco del vino para darse cita; también hay en las elegías antiguas divagaciones sobre temas mitológicos o sobre la historia de la ciudad. Pero en general Goethe evita los temas puramente literarios y no abandona el terreno de su propia experiencia, y si algunas situaciones son las mismas que las de los antiguos (lecho, calle, taberna), no describe la vida mundana de Roma en toda su amplitud, no lamenta las malas costumbres ni anhela tiempos y lugares remotos, su amada no es infiel, avariciosa ni caprichosa…

Las Elegías Romanas giran en torno a tres temas: los amores de Faustina y el poeta, la ciudad de Roma, los personajes de la mitología, cuya historia amorosa sirve al autor para trazar paralelismos con la suya. Gracias a ellos la ciudad adquiere vida verdadera, gracias a Roma el amor se concreta en el espacio. Estos dos factores hacen posible que las elegías sean algo más que simple poesía idílica.

Al relacionarse los episodios amorosos con la emoción artística sentida en Roma, la cual busca sus paralelos en la mitología, tiene lugar una especie de justificación, pues se constatan hechos similares suprainvividuales y extrahistóricos. Uno de los elementos de este ciclo, que será una constante en la obra de Goethe, es la aparición de la poesía como objeto poético, la reflexión sobre la propia actividad…

Las Elegías romanas son una alabanza de lo natural. La ética que las anima es el epicureísmo, el hedonismo; el hombre tiene la obligación de ser feliz; la vida práctica se orienta hacia las necesidades verdaderas del hombre de sentimientos naturales. Las elegías cantan una vida sin temores, el recogimiento, la renuncia al ajetreo de la vida pública y de la fama, la dedicación al estudio de la naturaleza y del arte, la discreción, el carácter sagrado de las fuerzas naturales, el reconocimiento pleno de los límites humanos, la aceptación sin temor de la caducidad y la muerte, el poder del amor que domina a hombres y dioses, el culto al amor por parte de todos aquellos a quienes ha sometido…

El protagonista mitológico de las Elegías romanas es Eros, el pícaro, el dios que guía al poeta de la misma manera que Mefisto a Faust. Eros vive en la elegía, pues ésta es su forma poética propia. El Eros de las Elegías romanas representa para Goethe un nuevo modo de amar que no supone emancipación alguna de la moral burguesa, pues no tiene nada que ver con ella. Se trata de un modo de amar totalmente opuesto a la afinidad espiritual glorificada por Goethe en obras anteriores; aquí Eros se traslada a un estado de inocencia, de simplicidad, se transforma en manifestación de la ley natural, con lo que adquiere valor casi religioso. El amor abandona todo fondo sentimental, no hay suspiros anhelantes ni emotividad vaga ni recuerdos; este amor exige el goce del momento presente…

Casi todas las elegías están compuestas siguiendo el mismo principio: se parte de una situación a la que l lector se siente trasladado como si fuera algo actual y que perdura a lo largo de todo el poema, pero gracias a las reflexiones, descripciones y asociaciones se amplía a tiempos pasados. La tendencia conclusiva del pentámetro contribuye a la claridad estilística y a la libertad del conjunto. El estilo hímnico y heroico se evita, si bien Goethe se acerca a él en algunos finales; lo que predomina es el tono narrativo e idílico.

Nosotros vamos a detenernos en dos de ellas, la III y la XII, en la edición citada.

La Elegía III es ésta:

Laß dich, Geliebte, nicht reun, daß du mir so schnell dich ergeben!

Glaub’ es, ich denke nicht frech, denke nicht niedrig von dir.

Vielfach wirken die Pfeile des Amor: einige ritzen,

Und vom schleichenden Gift kranket auf Jahre das Herz.

Aber mächtig befiedert, mit frisch geschliffener Schärfe

Dringen die andern ins Mark, zünden behende das Blut.

In der heroischen Zeit, da Götter und Göttinnen liebten,

Folgte Begierde dem Blick, folgte Genuß der Begier.

Glaubst du, es habe sich lange die Göttin der Liebe besonnen,

Als im Idäischen Hain einst ihr Anchises gefiel?

Hätte Luna gesäumt, den schönen Schläfer zu küssen,

O, so hätt’ ihn geschwind, neidend, Aurora geweckt.

Hero erblickte Leandern am lauten Fest, und behende

Stürzte der Liebende sich heiß in die nächtliche Flut.

Rhea Silvia wandelt, die fürstliche Jungfrau, der Tiber

Wasser zu schöpfen, hinab, und sie ergreifet der Gott.

So erzeugte sich Mars zwei Söhne! – die Zwillinge trinket

Eine Wölfin, und Rom nennt sich die Fürstin der Welt.


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Tengo por costumbre pasear después de comer, si puedo, todos los días. Casi nunca llevo la cámara de fotos. Ayer sí la llevaba.

En mi recorrido de ayer me acerqué a la vecina localidad de Almassora, donde me encontré con alguna sorpresa “clásica”.

Antes, no obstante, recorrí la Gran Vía Tárrega Monteblanco y pasé por delante de la discoteca La Pepa. Ya lo había hecho en muchas ocasiones, pero ayer (llamadme exagerado) algo me trajo a la mente la Odisea.

¿En la discoteca La Pepa? ¿Qué dices? Es posible que estuviera sugestionado por mi paseo matinal en bicicleta, en el que estaba preparando una actividad ciclomitológica para la jornada de actividades extraescolares del último día del trimestre, y último día lectivo del año.

Debe ser que el hecho de ver referentes clásicos en cualquier cosa es una enfermedad contagiosa y el virus que la transmite ha llegado a mi cuerpo.

En fin, sea como fuere una chispa saltó en mi mente al ver eso:

Diréis ¿y eso qué es lo que es? ¿Nos os recuerda nada? ¿Y si lo miramos así?

¿Os sigue sin recordar nada? ¿Y esta imagen sacada de la red?

En efecto, me vino a la mente, tan rápido como la flecha que disparó Ulises, el episodio de la prueba del arco del canto XXI de la Odisea. ¿Te has vuelto loco? Probablemente, pero la foto me sirve para recordarlo.

En primer lugar, es Penélope la que, tomando el arco de Ulises, propone a los pretendientes que aquél de ellos que consiga tenderlo y pasar una flecha por el ojo de doce hachas o segures, será quien se case con ella.

δ᾿ τε δ μνηστρας φκετο δα γυναικν,

στ α παρ σταθμν τγεος πκα ποιητοο,

ντα παρειων σχομνη λιπαρ κρδεμνα

μφπολος δ᾿ ρα ο κεδν κτερθε παρστη.

ατκα δ μνηστρσι μετηδα κα φτο μθον

«κκλυτ μευ, μνηστρες γνορες, ο τδε δμα

χρετ᾿ σθιμεν κα πινμεν μμενς αε

νδρς ποιχομνοιο πολν χρνον, οδ τιν᾿ λλην

μθου ποισασθαι πισχεσην δνασθε,

λλ᾿ μ ἱέμενοι γμαι θσθαι τε γυνακα.

λλ᾿ γετε, μνηστρες, πε τδε φανετ᾿ εθλον

θσω γρ μγα τξον ᾿Οδυσσος θεοιο

ς δ κε ητατ᾿ ντανσ βιν ν παλμσι

κα διοóστεσ πελκεων δυοκαδεκα πντων,

τ κεν μ᾿ σπομην, νοσφισσαμνη τδε δμα

κουρδιον, μάλα καλν, νπλειον βιτοιο,

το ποτε μεμνσεσθαι ὀΐομαι ν περ νερ


Cuando la divina entre las mujeres hubo llegado adonde estaban los pretendientes, paróse ante la columna que sostenía el techo sólidamente construido, con las mejillas cubiertas por luciente velo y una honrada doncella a cada lado. Entonces habló a los pretendientes, diciéndoles estas palabras:

—Oídme, ilustres pretendientes, los que habéis caído sobre esta casa para comer y beber de continuo durante la prolongada ausencia de mi esposo, sin poder hallar otra excusa que la intención de casaros conmigo y tenerme por mujer. Ea, pretendientes míos, os espera este certamen: pondré aquí el gran arco del divino Odiseo, y aquél que más fácilmente lo maneje, lo tienda y haga pasar una flecha por el ojo de las doce segures, será con quien yo me vaya, dejando esta casa a la que vine doncella, que es tan hermosa, que está tan abastecida, y de la cual me figuro que habré de acordarme aun entre sueños.

Más tarde Homero nos dice que es Telémaco quien coloca y alinea las hachas. Después él mismo intenta tensar el arco:

, κα π᾿ μοιóν χλαναν θτο φοινικεσσαν ρθς ναξας,

π δ ξφος ξ θτ᾿ μων. πρτον μν πελκεας στσεν,

δι τφρον ρξας πσι μαν μακρν, κα π στθμην θυνεν,

μφ δ γααν ναξε. Τφος δ᾿ λε πντας δντας,

ς εκσμως στσε· προς δ᾿ ο π ποτ᾿ ππει.

στ δ᾿ ρ’ π᾿ οδν ἰὼν κα τξου πειρτιζε.

τρς μν μιν πελμιξεν ρσσεσθαι μενεανων,

τρς δ μεθκε βης, πιελπμενος τ γε θυμ,

νευρν ντανειν διοóστεσειν τε σιδρου.

κα ν κε δ τνυσσε βίῃ τ τταρτον νλκων,

λλ᾿ ᾿Οδυσες ννευε κα σχεθεν ἱέμενν περ.

Dijo; y, poniéndose en pie, se quitó el purpúreo manto y descolgó de su hombro la aguda espada. Acto continuo comenzó hincando las segures, abriendo para todas un gran surco, alineándolas a cordel, y poniendo tierra a entrambos lados. Todos se quedaron pasmados al notar con qué buen orden las colocaba sin haber visto nunca aquel juego.

Seguidamente fuese al umbral y probó a tender el arco. Tres veces lo movió, con el deseo de armarlo, y tres veces hubo de desistir de su intento; aunque sin perder la esperanza de tirar de la cuerda y hacer pasar la flecha a través del hierro. Y lo habría armado tirando con gran fuerza por la cuarta vez; pero Odiseo se lo prohibió con una seña y le contuvo contra su deseo.

Más adelante es Ulises quien, todavía vestido de mendigo, supera la prueba de Penélope.

ς ρ᾿ φαν μνηστρες· τρ πολμητις ᾿Οδυσσες,

ατκ᾿ πε μγα τξον βστασε κα δε πντ,

ς τ᾿ νρ φρμιγγος πιστμενος κα οιδς

ηóδως τνυσσε νέῳ περ κλλοπι χορδν,

ψας μφοτρωθεν ϋστρεφς ντερον οἰός,

ς ρ᾿ τερ σπουδς τνυσεν μγα τξον ᾿Οδυσσες.

δεξιτερ δ᾿ ρα χειρ λαβν πειρσατο νευρς

δ᾿ π καλν εισε, χελιδνι εκλη αδν.

μνηστρσιν δ᾿ ρχος γνετο μγα, πσι δ᾿ ρα χρς

τράπετο. Ζες δ μεγλ᾿ κτυπε σματα φανων

γθησν τ᾿ ρ’ πειτα πολτλας δος ᾿Οδυσσες,

ττι ο τρας ¸κε Κρνου πάϊς γκυλομτεω.

ελετο δ᾿ κν óστν, ο παρκειτο τραπζ γυμνς

το δ᾿ λλοι κολης ντοσθε φαρτρης  κεατο,

τν τχ᾿ μελλον ᾿Αχαιο πειρσεσθαι.

τν ᾿ π πχει λν λκεν νευρν γλυφδας τε,

ατθεν κ δφροιο καθμενος, ¸κε δ᾿ ϊστν

ντα τιτυσκμενος, πελκεων δ᾿ οκ μβροτε πάντων

πρτης στειλεις, διὰ δ᾿ μπερς λθε θραζε

ἰὸς χαλκοβαρς.

De tal suerte se expresaban los pretendientes. Mas el ingenioso Odiseo, no bien hubo tentado y examinado el grande arco por todas partes, cual un hábil citarista y cantor tiende fácilmente con la clavija nueva la cuerda formada por el retorcido intestino de una oveja que antes atara del uno y del otro lado: de este modo, sin esfuerzo alguno, armó Odiseo el grande arco. Seguidamente probó la cuerda, asiéndola con la diestra, y dejóse oír un hermoso sonido muy semejante a la voz de una golondrina. Sintieron entonces los pretendientes gran pesar y a todos se les mudó el color. Zeus despidió un gran trueno como señal y holgóse el paciente divino Odiseo de que el hijo del artero Cronos le enviase aquel presagio. Tomó el héroe una veloz flecha que estaba encima de la mesa, porque las otras se hallaban dentro de la hueca aljaba, aunque muy pronto habían de sentir su fuerza los aqueo. Y acomodándola al arco, tiró a la vez de la cuerda y de las barbas, allí mismo, sentado en la silla; apuntó al blanco, despidió la saeta y no erró a ninguna de las segures, desde el primer agujero hasta el último: la flecha, que el bronce hacía ponderosa, las atravesó a todas y salió afuera.

La traducción es de Luis Segalà. Después viene ese cruento espectáculo de la matanza de los pretendientes. En el enlace se puede ver.

Y hasta aquí el episodio de la prueba del arco que trajeron a mis ¿retorcidas? mentes las estacas metálicas, con sus anillas anexas, cuya función desconozco, que hay frente a la discoteca La Pepa de Castellón.

Seguí mi paseo y llegué al cementerio de Almassora, donde hay hermosos monumentos funerarios, con ángeles trompeteros y gárgolas:

El camino prosiguió hasta la iglesia de la Natividad, donde hallé dos elementos clásicos.

Uno es la inscripción latina con referencias a la familia Baebia, de los siglos I o II d. C.:

De esta inscripción hemos obtenido esta información:

En este lugar, lo siguiente:

Almazora

112-113. J. CORELL, 2002. Nueva edición y lectura de dos inscripciones.

112. J. CORELL, 2002, 649-651, nº 525, con foto (CIL II 4031; AE 1979, 704a; ELST XVIII; AE 1987, 704a; HEp 1, 1989, 226; CIL II2/14, 736). Nueva edición y lectura de la última línea de este bloque de caliza fracturado por todos sus lados. Medidas: (40) x (48) x ?. Letras: 5,5-4,5. Interpunción: triángulo. Se encontró empotrada en la pared de la iglesia, donde se conserva.

Cn(aeus) · Cornel[ius] / Saturninu[s] /Baebia / Agile · (mulieris) l[ib(erta)] / sua · p(ecunia) · f(ecit) ma[ter] (?)

Por el formulario, tipo de monumento y paleografía se puede datar a finales del siglo I d. C.

42 CASTELLÓN

[La restitución de la última línea no parece convincente. En la foto sólo se ve M; ma es la lectura del dibujo de Lumiares. C. C.]

En otro lugar leemos:

CN. CORNEL [IVS]

SATVRNINU[S . E]

BAEBIA[CORN]

AGILE. O [FIL.]

SVRA F. F.MA[TER]

Con las añadiduras que he puesto leo la inscripción así:

CNeus CORNELIVS SATVRNINVS, ET BAEBIA CORNelia (Hic Siti Sunt) : AGILE Caji FILia SVRA, FILIIS MATER.

En castellano:

Cneo Cornelio Saturnino, y Bebia Cornelia, aquí están enterrados: su madre Agile Sura hija de Cayo, puso esta memoria a los hijos.

El punto entre las dos F . F de la última linea, es cierto que está por demás: pero de semejantes superfluidades tenemos otros muchos exemplos en la lapidaria.

Tras fotografiar la inscripción contemplé los dos medallones que decoran la puerta lateral del templo

y no pude menos que pensar que esas cabezas son las de Atenea y Zeus. En la de Zeus (¿o es Heracles?) se ve una escena que no acabo de descifrar, por lo que ruego ayuda en este sentido. Aparece una figura humana que pone su rodilla encima de un animal, diríase un ciervo

¿Deliro o también a Ustedes les parece que son Atenea y Zeus?

¿Aprecian Ustedes la cabeza de la Gorgona en el cuello de la diosa?

¿Deliro? ¿Estoy loco? ¿me quieren perder los dioses y por eso me vuelven loco, según la frase: quem deus vult perdere, primum dementat?

¿O se me ha contagiado el virus de los referentes clásicos?

Ustedes perdonarán tal atrevimiento, pero lo escrito, escrito queda, o como lo dijo Poncio Pilato: quod scripsi, scripsi.

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Lo he podido ver y leer hoy en la edición digital del periódico El Mundo. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama asistirá a la cumbre sobre el cambio climático en Copenhague.

Los humoristas Idígoras y Pachi se refieren a esa anunciada visita y ofrecen una viñeta sobre el asunto en la que podemos ver dos imágenes, separadas por 2040 años.

A la izquierda, un general romano, del año 30 a. C., montado en un carro triunfal, a quien un esclavo, que sostiene una corona de laurel a la altura de su cabeza, símbolo de victoria en una batalla, le recuerda que es humano. A la derecha, el presidente Obama, que imita el gesto de saludo a las multitudes del general, a quien el presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, se encarga de recordar que es divino.

Ya dedicamos en nuestro blog un artículo a Barack Obama.

Hoy queremos centrarnos un poco en la frase y el gesto de la parte izquierda de la viñeta de Idígoras y Pachi.

Lo primero que llega a nuestra mente respecto a la corona de laurel, presente en ambas imágenes, son los versos de Ovidio (Metamorfosis I, 557-564), en los que se narra el episodio de los amores de Dafne y Apolo y la conversión de la primera en laurel:

Cui deus ‘ at quoniam coniunx mea non potes esse,

arbor eris certe ‘ dixit ‘ mea. Semper habebunt

te coma, te citharae, te nostrae, laure, pharetrae.

Tu ducibus laetis aderis, cum laeta Triumphum

uox canet et uisent longas Capitolia pompas. 560

Postibus Augustis eadem fidissima custos

ante fores stabis mediamque tuebere quercum,

utque meum intonsis caput est iuuenale capillis,

tu quoque perpetuos semper gere frondis honores!

Y el dios le habla así: “ Está bien, puesto que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás mi árbol “. Siempre te tendrán mi cabellera, mi cítara, mi aljaba; tú acompañarás a los  caudillos alegres cuando alegre voz entone el Triunfo y visiten el Capitolio los largos desfiles. También tú te erguirás ante la puerta de la mansión de Augusto, como guardián fidelísimo, protegiendo la corona de encina situada entre ambos quicios; y del mismo modo que mi cabeza permanece siempre juvenil con su cabellera intacta, lleva tú también perpetuamente el ornamento de las hojas.

La traducción es de Antonio Ruiz de Elvira, en Alma Mater, quien en las notas adicionales, y a propósito de su traducción “el Triunfo” nos dice:

El Triunfo es el solemne y brillante desfile militar con que se honraba en Roma al general victorioso contra un enemigo extranjero (excluidos, pues, en teoría, los vencedores en guerras civiles), cuando la victoria era lo suficientemente importante y cumpliéndose ciertos requisitos. Es por tanto mucho más que nuestra palabra triunfo, que ha pasado a ser sinónimo de victoria. La expresión “cantar el Triunfo” obedece a que efectivamente el ejército pronunciaba repetidamente entre chanzas, vivas y canciones alusivas, el grito triunfal Io triumphe.

El desfile triunfal, añade, Ruiz de Elvira en otra nota, terminaba en el Capitolio con una ofrenda a Júpiter en su templo.

En este lugar,  Mª Amparo Mateo Donet escribe:

Reconocimientos al buen general.

El general es la persona más importante o de mayor autoridad dentro del campamento, sus tropas le deben fidelidad pero además, debe de ganársela siendo un buen general. Si conseguía una gran victoria gozaba de gran prestigio y admiración por parte de todos sus hombres, y de una serie de ceremonias solemnes que le convertían en una persona por encima de los demás, rindiéndosele en cierta medida culto.

Una de las mayores recompensas a las que puede aspirar un general es el triunfo, la entrada solemne y apoteósica en Roma tras una gran victoria. Realmente es una fiesta religiosa en que se agradece a Júpiter Óptimo Máximo este éxito, ya que él es el que lo ha favorecido tras haberle entregado, antes de partir hacia el campo de batalla, las ofrendas pertinentes. Durante la celebración del triunfo la ciudad se encuentra bajo el imperium militar y es el triunfador el único jefe del Estado. Sólo se concede a los magistrados y suponía la suprema jefatura sobre el ejército.

Pero para conseguirlo, además del requisito de ser magistrado, se debían de dar toda una serie de circunstancias por parte del general y de la guerra. El propio general que quería recibirlo lo pedía especificando el presupuesto para su celebración, escribía a todos sus amigos para que hablaran a favor suyo. Él aguardaba a las afueras de la ciudad, sin entrar en ella, con una representación de los ejércitos vencedores, porque si entraba en la ciudad perdía el imperium y, por consiguiente, la condición esencial para poder obtener el triunfo.

El día acordado para la celebración, se comenzaba por ordenar en el campo de Marte todos los elementos del desfile: las tropas vencedoras, los cautivos, los carros con el botín, etc. Pasaban por la puerta triumphalis, atravesaban el Circo Flaminio, donde se situaba parte del pueblo para presenciar el espectáculo y aplaudir al general; después se dirigían al Velabro, el foro Boario, el circo Máximo, el foro Romano, clivus Capitolinus y, por último, a la cima del Capitolio. Las calles se adornaban con flores y guirnaldas, los templos permanecían abiertos y se quemaba incienso en todos los altares. El orden de la comitiva era: los senadores y los magistrados; la banda de trompetas; los despojos de los pueblos vencidos, insignias, estandartes, armas, estatuas, objetos logrados, insignias y distintivos conseguidos por el general triunfador, las imágenes de las ciudades conquistadas, de los ríos domeñados, etc. en carros o en angarillas; hombres con pancartas en que se especifican las plazas y fuertes tomados al enemigo, las batallas libradas que, a veces, hasta se pintaban en amplios cuadros. Después continuaban el desfile las víctimas que se iban a sacrificar en el Capitolio, el sacrificio era algo esencial en la celebración. Éstas  variaban en el número pero debían ser siempre toros blancos, o que por lo menos tuvieran unas manchas blancas sobre la frente. Se les doraban los cuernos y entrelazaban guirnaldas, sobre sus lomos se echaba una gualdrapa. Los conducían los victimarios y camilos ricamente vestidos al modo antiguo. Si el general había dado la muerte al jefe de los enemigos en lucha singular, ofrecía los despojos en el templo de Júpiter Feretrio. Tras las víctimas seguían los cabecillas cautivos con la soga al cuello o arrastrando cadenas a pie, o sobre sus propios carros. A continuación, los representantes de los prisioneros ordinarios y rehenes, en número también variable, que luego podían ser ejecutados o vendidos como esclavos.


Después venía la segunda parte del desfile formada por el cuerpo de lictores y músicos. Y lo más espectacular, el carro del triunfador coronado de laurel y tirado por un tronco de cuatro caballos blancos, adornados ellos también con coronas, emulando la viva imagen de Júpiter. Vestía la túnica palmata y la toga picta, que pertenecían al tesoro del Capitolio, al igual que el cetro que empuñaba en una mano mientras que en la otra llevaba un ramo de laurel. Llevaba pintada la cara de minio, el color de los inmortales, y también portaba una corona de laurel. Detrás de él iba un esclavo sosteniéndole otra corona, la corona de oro de Júpiter Óptimo Máximo, demasiado pesada para llevarla en la cabeza y, a su vez, le iba repitiendo continuamente: “acuérdate que eres hombre”. Con ellos iban sus hijos pequeños en el carro o en los caballos que tiraban de él. Los hijos mayores iban detrás a caballo. Y, por último, cerrando la marcha, los soldados con sus distintivos y condecoraciones, gritando: “io triumphe!”, celebrando las glorias del general o ridiculizando sus defectos irónicamente. Pero estas canciones e insultos no llevaban la finalidad de deshonrarlo sino de evitar las malas envidias, o el enfado de algunos dioses que después quisieran vengarse de él. Por eso el general llevaba los amuletos pertinentes.

Cuando llegaba al Capitolio ofrecía a Júpiter los laureles y las insignias que llevaba en la mano, entonces inmolaba las víctimas conducidas en el desfile triunfal. Todo terminaba con un banquete para los magistrados y el senado, y otro para los soldados y el pueblo. Al principio duraba un día, pero con el aumento del botín de algunos generales, terminó durando varios días.

En la época imperial, como los generales eran lugartenientes del emperador y luchaban bajo los auspicios del señor del Imperio, a éste pertenecía celebrar los triunfos; aunque el honor de tomar los ornamentos triunfales lo concedían los emperadores, a partir de Tiberio, con mucha facilidad, con lo cual el triunfo perdió toda su prestancia y significado.

En caso de no alcanzar a celebrar un triunfo, estaba la posibilidad de obtener un honor menor pero también de una cierta importancia, la ovatio. Ésta se concede al general victorioso cuando no ha alcanzado un número mínimo de enemigos aniquilados exigido para el triunfo, o cuando su actuación ha tenido lugar en un campo de batalla secundario. Suele darse también cuando el general victorioso no pertenece a la familia imperial. Pero había muchas más causas para que se declarara ovatio y no triunfo, como por ejemplo, si la guerra no ha sido declarada según las leyes, si no se ha llevado contra un enemigo justo o digno del pueblo romano, o cuando la victoria se ha conseguido sin derramamiento de sangre.

En este caso, el general no va en carro sino a pie o a caballo, no lleva corona de laurel sino de mirto, la toga picta se sustituía por la praetexta, y el acto en general es menos solemne.

Y, en última instancia, si el general no conseguía ni un triunfo ni una ovatio por parte del senado, siempre cabía la posibilidad de que celebrara por su cuenta un triunfo en el templo de Júpiter Laciar, en el monte Albano, era una especie de consuelo en algunos casos.

Una descripción de este Triunfo la tenemos en la Vida de Paulo Emilio, de Plutarco.

Οτω φασν π τν λγων τοτων νακοπναι κα μεταβαλεν τ στρατιωτικν, στε πσαις τας πικυρωθναι τ Αμιλίῳ τν θραμβον. Πεμφθναι δ᾿ ατν οτω λγουσιν. μν δμος ν τε τος ππικος  θετροις, κρκους καλοσι, περ τε τν γορν κρα πηξμενοι, κα τλλα τς πλεως μρη καταλαβντες, ς καστα παρεχε τς πομπς ποψιν, θεντο, καθαρας σθσι κεκοσμημνοι. πς δ νας νέῳκτο κα στεφνων κα θυμιαμτων ν πλρης, πηρται τε πολλο κα αβδονμοι τος τκτως συρροντας ες τ μσον κα διαθοντας ξεργοντες, ναπεπταμνας τς δος κα καθαρς παρεχον. τς δ πομπς ες μρας τρες νενεμημνης, μν πρτη μλις ξαρκσασα τος αχμαλτοις νδρισι κα γραφας κα κολοσσος, π ζευγν πεντκοντα κα διακοσων κομιζομνοις, τοτων σχε θαν. τ δ᾿ στερα τ κλλιστα κα πολυτελστατα τν Μακεδονικν πλων πμπετο πολλας μξαις, ατ τε μαρμαροντα χαλκ νεοσμκτ κα σιδρ, τν τε θσιν κ τχνης κα συναρμογς, ς ν μλιστα συμπεφορημνοις χδην κα ατομτως οκοι, πεποιημνα, κρνη πρς σπσι, κα θρακες π κνημσι, κα Κρητικα πλται κα Θρκια γρρα κα φαρτραι μεθ᾿ ππικν ναμεμειγμναι χαλινν, κα ξφη γυμν δι τοτων παρανσχοντα κα σρισαι παραπεπηγυαι, σμμετρον χντων χλασμα τν πλων, στε τν πρς λληλα κροσιν ν τ διαφρεσθαι τραχ κα φοβερν πηχεν, κα μηδ νενικημνων φοβον εναι τν ψιν. Μετ δ τς πλοφρους μξας νδρες [π]πορεοντο τρισχλιοι, νμισμα φροντες ργυρον ν γγεοις πτακοσοις πεντκοντα τριταλντοις, ν καστον ν τσσαρες κμιζον λλοι δ κρατρας ργυρος κα κρατα κα φιλας κα κλικας, ε διακεκοσμημνα πρς θαν καστα κα περιττ τ μεγθει κα τ παχτητι τς τορεας.

Τς δ τρτης μρας ωθεν μν εθς πορεοντο σαλπιγκτα, μλος ο προσδιον κα πομπικν, λλ᾿ οἵῳ μαχομνους ποτρνουσιν ατος ῾Ρωμαοι, προσεγκελευμενοι. Μετὰ δ τοτους γοντο χρυσκερ τροφαι βος κατν εἴκοσι, μτραις σκημνοι κα στμμασιν ο δ᾿ γοντες ατος νεανσκοι περιζμασιν επαρφοις σταλμνοι πρς ερουργαν χρουν, κα παδες ργυρ λοιβεα κα χρυσ κομζοντες. ετα μετὰ τοτους ο τ χρυσον νμισμα φροντες, ες γγεα τριταλαντιαα μεμερισμνον μοως τ ργυρῷ· τ δ πλθος ν τν γγεων γδοκοντα τριν δοντα. τοτοις πβαλλον ο τε τν ερὰν φιάλην νχοντες, ἣν Αμλιος κ χρυσο δκα ταλάντων διάλιθον κατεσκεασεν, ο τε τς ᾿Αντιγονδας κα Σελευκδας κα Θηρικλεους κα σα περ δεπνον χρυσματα το Περσως πιδεικνμενοι. τοτοις πβαλλε τ ρμα το Περσως κα τ πλα κα τ διάδημα τος πλοις πικεμενον. ετα μικρο διαλεμματος ντος δη τ τκνα το βασιλως γετο δολα, κα σν ατος τροφων κα διδασκάλων κα παιδαγωγν δεδακρυμνων χλος, ατν τε τς χερας ρεγντων ες τος θεατάς, κα τ παιδα δεσθαι κα λιτανεειν διδασκντων. ν δ᾿ ρρενα μν δο, θλυ δ᾿ ν, ο πάνυ συμφρονοντα τν κακν τ μγεθος διὰ τν λικαν· κα μλλον λεειν πρς τν μεταβολν τς ναισθησας ν, στε μικρο τν Περσα βαδζειν παρορμενον· οτως π᾿ οἴκτου τος νηποις προσεχον τὰς ψεις ο ῾Ρωμαοι, κα δάκρυα πολλος κβλλειν συνβη, πσι δ μεμειγμνην λγηδνι κα χάριτι τν θαν εναι, μχρι ο τὰ παιδα παρλθεν.


Ατς δ τν τκνων Περσες κα τς περ ατὰ θεραπεας κατπιν πορεετο, φαιν μν μτιον μπεχμενος κα κρηπδας χων πιχωρους, π δ μεγθους τν κακν πάντα θαμβοντι κα παραπεπληγμν μλιστα τν λογισμν οικς. κα τοτ δ᾿ επετο χορς φλων κα συνθων, βεβαρημνων τὰ πρσωπα πνθει, κα τ πρς Περσα βλπειν ε κα δακρειν ννοιαν παριστντων τος θεωμνοις, τι τν κενου τχην λοφρονται, τν καθ᾿ αυτος λάχιστα φροντζοντες. Κατοι προσπεμψε τ Αμιλίῳ, δεμενος μ πομπευθναι κα παραιτομενος τν θραμβον. δ τς νανδρας ατο κα φιλοψυχας ς οικε  καταγελν, λλὰ τοτ γ᾿ επε κα πρτερον ν π᾿ ατ, κα νν στιν ἂν βοληται, δηλν τν πρ ασχνης θνατον, ν οχ πομενας δελαιος, λλ᾿ π’ λπδων τινν πομαλακισθες, γεγνει μρος τν ατο λαφρων.

᾿Εφεξς δ τοτοις κομζοντο χρυσο στφανοι τετρακσιοι τ πλθος, ος α πλεις ριστεα τς νκης τ Αμιλίῳ μετὰ πρεσβειν πεμψαν· ετ᾿ ατς πβαλλεν, ρματι κεκοσμημν διαπρεπς πιβεβηκς, νρ κα δχα τοσατης ξουσας ξιοθατος, λουργδα χρυσπαστον μπεχμενος κα δάφνης κλνα τ δεξιᾷ προτενων. δαφνηφρει δ κα σμπας στρατς, τ μν ρματι το στρατηγο κατὰ λχους κα τάξεις πμενος, δων δ τ μν δς τινας πατρους ναμεμειγμνας γλωτι, τὰ δ παινας πινικους κα τν διαπεπραγμνων πανους ες τν Αμλιον, περβλεπτον ντα κα ζηλωτν π πντων, οδεν δ τν γαθν πφθονον, πλν εἴ τι δαιμνιον ρα τν μεγλων κα περγκων εἴληχεν ετυχιν παρτειν κα μειγνναι τν νθρπινον βον, πως μηδεν κακν κρατος εἴη κα καθαρς, λλ καθ᾿ ῞Ομηρον ριστα δοκσι πράττειν, ος α τχαι οπν π᾿ μφτερα τν πραγμάτων χουσιν.

XXXI.- Dícese que de tal modo quebrantó y sorprendió a la gente de guerra este discurso, que después, por las otras tribus, le fue a Emilio decretado el triunfo. Ordenóse luego, según la memoria que ha quedado, de esta manera: el pueblo, habiéndose levantado tablados en los teatros para las carreras de los caballos, que se llaman circos, y en las inmediaciones de la plaza, y en todos los parajes por donde había de pasar la pompa, la vio desde ellos, yendo toda la gente vestida muy de limpio; los templos todos estaban abiertos y llenos de coronas y perfumes; muchos alguaciles y maceros, apartando a los que indiscretamente corrían y se ponían en medio, dejaban libre y desembarazada la carrera. La ceremonia toda se repartió en tres días, de los cuales en el primero, que apenas alcanzó para el botín de las estatuas, de las pinturas y de los colosos, tirado todo por doscientas yuntas, esto mismo fue lo que hubo que ver. Al día siguiente pasaron en muchos carros las armas más hermosas y acabadas de los Macedonios, brillantes con el bronce o el acero recién acicalado. La colocación, dispuesta con artificio y orden, parecía fortuita y como hecha por sí misma; los yelmos sobre los escudos; las corazas junto a las canilleras; las adargas cretenses, las rodelas de Tracia, las aljabas mezcladas con los frenos de los caballos, a su lado espadas desnudas, y junto a éstas, las lanzas macedonias, habiéndose dejado huecos proporcionados entre todas estas armas, con lo que en la marcha, dando unas con otras, formaban un eco áspero y desapacible, que aun con provenir de armas vencidas hacía que su vista inspirase miedo. En pos de estos carros de armas marchaban tres mil hombres, conduciendo la moneda de plata en setecientas y cincuenta esportillas de a tres talentos, y a cada uno de éstos le acompañaban otros cuatro. Seguían luego otros, que conducían salvillas, vasos, jarros y tazas de plata, muy bien colocadas todas estas piezas para que pudieran verse, y primorosas en sí, y por lo grandes y dobles que aparecían.

XXXII.- En el día tercero, muy de mañana, abrieron la pompa trompeteros, que tocaban, no una marcha compasada y propia del caso, sino aquella con que se incitan los Romanos a sí mismos en medio de la batalla; y en seguida eran conducidos ciento veinte bueyes cebones, a los que se les habían dorado los cuernos, y que habían sido adornados con cintas y coronas. Los jóvenes que los llevaban, ceñidos con fajas muy vistosas, los guiaban al sacrificio, y con ellos otros más mocitos con jarros de plata y oro para las libaciones. Venían luego los que conducían la moneda de oro, repartida en esportillas de a tres talentos, como la de plata, y éstas eran al todo setenta y siete. Tras éstos seguían los que conducían el ánfora sagrada, que Emilio había hecho guarnecer con pedrería de hasta diez talentos, y los que iban enseñando las antigónidas, las seléucidas, las tericleas y demás piezas de la vajilla que usaba Perseo en sus banquetes. En pos iba el carro de Perseo y sus armas, y la diadema puesta sobre las armas. Después, con algún intervalo, eran conducidos como esclavos las hijos del rey, y con ellos una turba de camareros, de maestros y de ayos, bañados en lágrimas, y que tendían las manos a los espectadores, adiestrando a los niños a pedir y suplicar. Eran éstos dos varones y una hembra, poco atentos a la magnitud de sus desgracias a causa de la edad, y por lo mismo esta simplicidad suya en semejante mudanza los hacía más dignos de compasión; de manera que estuvo en muy poco el que Perseo se les pasase sin ser visto, tan fija tenían los Romanos la vista por compasión sobre aquellos inocentes. A muchos les sucedió caérseles las lágrimas, y entre todos no hubo ninguno para quien en aquel espectáculo no estuviese mezclado el pesar con el gozo hasta que los niños hubieron pasado.


XXXIII.- No venía muy distante de los hijos y de su servidumbre el mismo Perseo, envuelto en una mezquina capa, calzado al estilo de su patria y como embobado y entontecido con el exceso de sus males; seguíanle inmediatamente muchos amigos y deudos, anegados sus rostros en llanto, y manifestando a los espectadores con mirar incesantemente a Perseo, y llorar, que era la suerte de aquel por la que se dolían, teniendo en muy poco la propia desventura. Habíase dirigido antes a Emilio, pidiéndole que no le llevasen en la pompa y que le excusara el triunfo; mas éste, escarneciéndole, a lo que parece, por su cobardía y apego a la vida; “pues esto- respondió- en su mano ha estado, y lo está todavía sí quiere”, dando a entender que, pues, por cobardía no había tenido valor para sufrir la muerte antes que la afrenta, seducido con lisonjeras esperanzas, esto era lo que había hecho que fuera contado entre sus despojos. Venían en pos inmediatamente cuatrocientas coronas de oro, que las ciudades habían enviado con embajadas a Emilio por prez de la victoria. Finalmente, venía él mismo, conducido en un carro magníficamente adornado; varón que, aun sin tanta autoridad, se atraía las miradas de todos. Vestía un ropaje de diversos colores, bordado de oro, y con la diestra alargaba un ramo de laurel. Iguales ramos llevaba el ejército que iba en pos del carro del general, formado por compañías y batallones, cantando ya canciones patrióticas, serias y jocosas, y ya himnos de victoria y alabanzas de los sucesos, encaminadas principalmente a Emilio, mirado y acatado de todos, y sin dar envidia a ninguno de los hombres de bien, sino que debe de haber algún mal Genio que tenga por oficio apocar las grandes y sobresalientes felicidades y aguar la vida de los hombres, para que ninguno la tenga exenta y pura de males, sino que parezca que aquel sale bien librado, según la sentencia de Homero, en cuyos sucesos alternativamente use de sus mudanzas la Fortuna.

La traducción se ha sacado de aquí.

La sentencia a la que se refiere Plutarco es la que aparece en Ilíada, XXIV (525-533):

ς γὰρ πεκλσαντο θεο δειλοσι βροτοσι

ζειν χνυμνοις· ατο δ τ᾿ κηδες εσ.

δοιο γάρ τε πθοι κατακεαται ν Δις οδει

δρων οα δδωσι κακν, τερος δ ἑάων·

μν κ᾿μμξας δώῃ Ζες τερπικραυνος,

λλοτε μν τε κακ γε κρεται, λλοτε δ᾿ σθλῷ·

δ κε τν λυγρν δώῃ, λωβητν θηκε,

κα κακ βοβρωστις π χθνα δαν λανει,

φοιτὰ δ᾿ οτε θεοσι τετιμνος οτε βροτοσιν.

Emilio Crespo Güemes, en Gredos, traduce:

Pues lo que los dioses han hilado para los míseros mortales

Es vivir entre congojas, mientras ellos están exentos de cuitas.

Dos toneles están fijos en el suelo del umbral de Zeus:

Uno contiene los males y el otro los bienes que nos obsequian.

A quien Zeus, que se delita con el rayo, le da una mezcla,

Unas veces se encuentra con algo malo y otras con algo bueno.

Pero a quien sólo da miserias lo hace objeto de toda afrenta,

Y una cruel aguijada lo va azuzando por la límpida tierra,

Y vaga sin el aprecio ni de los dioses ni de los mortales.

Esto respecto al laurel y las ceremonias de Triunfo.

Vayamos con la frase que Idígoras y Pachi utilizan en su viñeta: Recuerda que eres humano.

En la Wikipedia la tenemos en la entrada Memento mori, donde se nos habla del origen de la frase, relacionada, como hemos visto, con las ceremnias de triunfo rendidas a los generales victoriosos.

La principal fuente para esta frase la tenemos en Tertuliano (Apologeticum, XXXIII):

XXXIII. [1] Sed quid ego amplius de religione atque pietate Christiana in imperatore<m>? quem necesse est suspiciamus ut eum, quem dominus noster elegit, ut merito dixerim: «Noster est magis Caesar, a nostro deo constitutus.» [2] Itaque ut meo plus ego illi operor in salutem, si quidem non solum ab eo postulo eam, qui potest praestare, aut quod talis postulo, qui merear impetrare, sed etiam quod temperans maiestatem Caesaris infra deum magis illum commendo deo, cui soli subicio; subicio autem, cui non adaequo. [3] Non enim deum imperatorem dicam, vel quia mentiri nescio, vel quia illum deridere non audeo, vel quia nec ipse se deum volet dici. Si homo sit, interest homini deo cedere; satis habeat appellari imperator; grande et hoc nomen est, quod a deo traditur. Negat illum imperatorem qui deum dicit; nisi homo sit, non est imperator. [4] Hominem se esse etiam triumphans in illo sublimissimo curru admonetur; suggeritur enim ei a tergo: «Respice post te! Hominem te memento!» Et utique hoc magis gaudet tanta se gloria coruscare, ut illi admonitio condicionis suae sit necessaria. Minor erat, si tunc deus diceretur, quia non vere diceretur. Maior est qui revocatur, ne se deum existimet.

La traducción que ofrecemos está sacada de aquí.

CAPITULO XXXIII. QUE EL EMPERADOR NO ES DIOS, SINO PURO HOMBRE.

Pero ¿qué puedo yo decir de la piedad y respeto que tienen los cristianos con los emperadores? Venerámosle como á hombre á quien eligió Dios entre todos; y como le puso en aquel estado nuestro Señor, con razón decimos: el César es más nuestro, pues nuestro Dios lo hizo César. Siendo, pues, más mío que vuestro, más debo yo trabajar por su salud, no sólo porque pido con méritos para impetrar á quien puede dar lo que le pido, sino porque templando la majestad del César con la inmediata sujeción y subordinación á Dios, más lo encomiendo á su cuidado cuando á él tan solamente lo sujeto; pero á quien lo sujeto no lo igualo.

El no querer llamar Dios al emperador no es odio, sino servicio suyo: rehusamos este lenguaje ó por no saber mentir, ó por no atrevernos á burlar de nuestro príncipe con la adulación, ó porque haciéndose de los hombres los emperadores, por ventura no querrá dejar de ser hombre, ó porque es conveniencia suya el dar á Dios la ventaja. Harto tiene con llamarse emperador. Grande es aún el nombre que Dios puede dar tan solamente. El que lo llama Dios le quita el imperio, que son hombres los que imperan. Aun en aquel sublimísimo carro se le avisa de la condición de su naturaleza. A las espaldas del emperador triunfante va un ministro que le dice: «Mira tras de ti: acuérdate que eres hombre.» Y llanamente más se goza viéndose en tanto lustre de gloría, que sea necesario el acuerdo de su naturaleza. Menor sería si entonces se dejase llamar Dios, que la menoscabaría una mentira. Mayor es que la honra sea tanta, que sea necesario detener el pensamiento para que no lo piense.

Finalmente, la figura de Tertuliano nos la acerca el papa Benedicto XVI en su discurso de la Audiencia General del miércoles 30 de mayo de 2007.

Tertuliano

Queridos hermanos y hermanas:

Con la catequesis de hoy retomamos el hilo de las catequesis abandonado con motivo del viaje a Brasil y seguimos hablando de las grandes personalidades de la Iglesia antigua: también para nosotros hoy son maestros de fe y testigos de la perenne actualidad de la fe cristiana.

Hoy hablamos de un africano, Tertuliano, que entre fines del siglo II e inicios del III inaugura la literatura cristiana en latín. Con él comienza una teología en ese idioma. Su obra ha dado frutos decisivos, que sería imperdonable subestimar. Ejerce su influencia en varios niveles:  desde el lenguaje y la recuperación de la cultura clásica, hasta el descubrimiento de un «alma cristiana» común en el mundo y la formulación de nuevas propuestas de convivencia humana.

No conocemos exactamente las fechas de su nacimiento y de su muerte. Sin embargo, sabemos que en Cartago, a fines del siglo II, recibió de padres y maestros paganos una sólida formación retórica, filosófica, jurídica e histórica. Luego se convirtió al cristianismo, al parecer, atraído por el ejemplo de los mártires cristianos. Comenzó a publicar sus escritos más famosos en el año 197. Pero una búsqueda demasiado individual de la verdad y su carácter intransigente —era muy riguroso— lo llevaron poco a poco a abandonar la comunión con la Iglesia y a unirse a la secta del montanismo. Sin embargo, la originalidad de su pensamiento y la incisiva eficacia de su lenguaje los sitúan en un lugar destacado dentro de la literatura cristiana antigua.

Son famosos sobre todo sus escritos de carácter apologético, que manifiestan dos objetivos principales: confutar las gravísimas acusaciones que los paganos dirigían contra la nueva religión; y, de manera más positiva y misionera, comunicar el mensaje del Evangelio en diálogo con la cultura de su tiempo. Su obra más conocida, el Apologético, denuncia el comportamiento injusto de las autoridades políticas con respecto a la Iglesia; explica y defiende las enseñanzas y las costumbres de los cristianos; presenta las diferencias entre la nueva religión y las principales corrientes filosóficas de la época; manifiesta el triunfo del Espíritu, que opone a la violencia de los perseguidores la sangre, el sufrimiento y la paciencia de los mártires:  «Aunque sea refinada —escribe el autor africano—, vuestra crueldad no sirve de nada; más aún, para nuestra comunidad constituye una invitación. Después de cada uno de vuestros golpes de hacha, nos hacemos más numerosos:  la sangre de los cristianos es semilla eficaz (semen est sanguis christianorum)» (Apologético 50, 13). Al final el martirio y el sufrimiento por la verdad salen victoriosos, y son más eficaces que la crueldad y la violencia de los regímenes totalitarios.

Pero Tertuliano, como todo buen apologista, experimenta al mismo tiempo la necesidad de comunicar positivamente la esencia del cristianismo. Por eso, adopta el método especulativo para ilustrar los fundamentos racionales del dogma cristiano. Los profundiza de manera sistemática, comenzando por la descripción del «Dios de los cristianos».  «Aquel a quien adoramos es un Dios único», atestigua el apologista. Y prosigue, utilizando las antítesis y paradojas características de su lenguaje:  «Es invisible, aunque se le vea; inalcanzable, aunque esté presente a través de la gracia; inconcebible, aunque los sentidos humanos lo puedan concebir; por eso es verdadero y grande» (ib., 17, 1-2).

Tertuliano, además, da un paso enorme en el desarrollo del dogma trinitario; nos dejó en latín el lenguaje adecuado para expresar este gran misterio, introduciendo los términos:  «una sustancia» y «tres personas». También desarrolló mucho el lenguaje correcto para expresar el misterio de Cristo, Hijo de Dios y verdadero hombre. El autor africano habla también del Espíritu Santo, demostrando su carácter personal y divino:  «Creemos que, según su promesa, Jesucristo envió por medio del Padre al Espíritu Santo, el Paráclito, el santificador de la fe de quienes creen en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu» (ib., 2, 1). Asimismo, sus obras contienen numerosos textos sobre la Iglesia, a la que Tertuliano siempre reconoce como «madre». Incluso después de su adhesión al montanismo, no olvidó que la Iglesia es la Madre de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. También habla de la conducta moral de los cristianos y de la vida futura.

Sus escritos son importantes también para descubrir tendencias vivas en las comunidades cristianas sobre María santísima, sobre los sacramentos de la Eucaristía, el Matrimonio y la Reconciliación, sobre el primado de Pedro, sobre la oración… En aquellos años de persecución, en los que los cristianos parecían una minoría perdida, el apologista los exhorta en especial a la esperanza, que —según sus escritos— no es solamente una virtud, sino también una modalidad que afecta a todos los aspectos de la existencia cristiana.

Tenemos la esperanza de que el futuro será nuestro porque el futuro es de Dios. Así, la resurrección del Señor se presenta como el fundamento de nuestra resurrección futura, y representa el objeto principal de la confianza de los cristianos:  «La carne resucitará —afirma categóricamente Tertuliano—:  toda la carne, precisamente la carne, y la carne toda entera. Dondequiera que se encuentre, está en consigna ante Dios, en virtud del fidelísimo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, que restituirá  Dios  al  hombre y el hombre a Dios» (La resurrección de los muertos, 63, 1).

Desde el punto de vista humano, se puede hablar sin duda del drama de Tertuliano. Con el paso del tiempo, se hizo cada vez más exigente con los cristianos. Pretendía de ellos en todas las circunstancias, sobre todo en las persecuciones, un comportamiento heroico. Rígido en sus posiciones, no ahorraba duras críticas y acabó inevitablemente por aislarse. Por lo demás, todavía hoy siguen abiertas muchas cuestiones, no sólo sobre el pensamiento teológico y filosófico de Tertuliano, sino también sobre su actitud ante las instituciones políticas y la sociedad pagana.

A mí esta gran personalidad moral e intelectual, este hombre que dio una contribución tan grande al pensamiento cristiano, me hace reflexionar mucho. Se ve que al final le falta la sencillez, la humildad para integrarse en la Iglesia, para aceptar sus debilidades, para ser tolerante con los demás y consigo mismo. Cuando sólo se ve el propio pensamiento en su grandeza, al final se pierde precisamente esta grandeza. La característica esencial de  un  gran teólogo es la humildad para estar  con  la Iglesia, para  aceptar  sus  debilidades y las propias, porque sólo Dios es totalmente santo. Nosotros, en cambio, siempre tenemos necesidad de perdón.

En definitiva, Tertuliano es un testigo interesante de los primeros tiempos de la Iglesia, cuando los cristianos se convirtieron en auténticos sujetos de «nueva cultura» en el encuentro entre herencia clásica y mensaje evangélico. Es suya la famosa afirmación, según la cual, nuestra alma es «naturaliter cristiana» (Apologético, 17, 6), con la que evoca la perenne continuidad entre los auténticos valores humanos y los cristianos; y también es suya la reflexión, inspirada directamente en el Evangelio, según la cual, «el cristiano no puede odiar ni siquiera a sus enemigos» (cf. Apologético, 37), pues la dimensión moral ineludible de la opción de fe propone la «no violencia» como regla de vida. Y es evidente la dramática actualidad de esta enseñanza, a la luz del intenso debate sobre las religiones.

En definitiva, los escritos de Tertuliano contienen numerosos temas que todavía hoy tenemos que afrontar. Nos impulsan a una fecunda búsqueda interior, a la que invito a todos los fieles, para que sepan expresar de manera cada vez más convincente la Regla de la fe, según la cual, como dice el mismo Tertuliano, «nosotros creemos que hay un solo Dios, y no hay ningún otro fuera del Creador del mundo: él lo  ha hecho todo de la  nada por medio de su Verbo, engendrado antes de todas las cosas» (La prescripción de los herejes 13, 1).

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