Celebra hoy la iglesia católica la fiesta de san Atanasio (Ἀθανάσιος Ἀλεξανδρείας), obispo de Alejandría, y el mayor opositor a la herejía arriana. Se considera santo en la Iglesia copta, en la Iglesia católica, en la Iglesia ortodoxa y en la Iglesia anglicana, además de doctor de la Iglesia católica y padre de la Iglesia Oriental. Realmente un santo importante e interesante que merecía un artículo de recuerdo. Es la gran figura de la Iglesia en el siglo IV, junto con San Basilio el Grande, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa (a quien ya dedicamos un artículo), en Oriente, San Hilario y San Ambrosio en Occidente. Por su incansable defensa del símbolo de la fe promulgado en el Concilio de Nicea, se le denomina Padre de la ortodoxia y columna de la fe.
El título del artículo juega con el nombre del santo y con su pervivencia, ya que Atanasio significa inmortal en griego (ἀθάνατος formado por ἀ privativa (no) y la palabra muerte θάνατος); “inmortalidad se dice ἀθανασία. Por cierto, hemos citado arriba a san Ambrosio, que también significa “inmortal” de ἀ privativa (no) y el adjetivo βροτός (mortal; cf. mortuus, la misma palabra en latín, pero diferenciada por evolución fonética y grafía). Recordemos la comida de los dioses, la ambrosía (ἀμβροσία) que también significa “inmortalidad”.
La mejor manera de presentar a este santo es ofrecer el discurso de Benedicto XVI glosando a Atanasio en la audiencia general de los miércoles en la sala Pablo VI del Vaticano el 20 de junio de 2007 y que se ha obtenido de este lugar.
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando nuestro repaso de los grandes maestros de la Iglesia antigua, queremos dirigir hoy nuestra atención a san Atanasio de Alejandría. Este auténtico protagonista de la tradición cristiana, ya pocos años antes de su muerte, era aclamado como «la columna de la Iglesia» por el gran teólogo y obispo de Constantinopla, Gregorio Nacianceno («Discursos» 21, 26), y siempre ha sido considerado como un modelo de ortodoxia, tanto en Oriente como en Occidente.
No es casualidad, por tanto, que Gian Lorenzo Bernini colocara su estatua entre las de los cuatro santos doctores de la Iglesia oriental y occidental –Ambrosio, Juan Crisóstomo, y Agustín–, que en el maravilloso ábside de la Basílica vaticana rodean la Cátedra de san Pedro.
Atanasio ha sido, sin duda, uno de los Padres de la Iglesia antigua más importantes y venerados. Pero sobre todo, este gran santo es el apasionado teólogo de la encarnación del «Logos», el Verbo de Dios que, como dice el prólogo del cuarto Evangelio, «se hizo carne, y puso su morada entre nosotros» (Juan 1, 14).
Precisamente por este motivo Atanasio fue también el más importante y tenaz adversario de la herejía arriana, que entonces era una amenaza para la fe en Cristo, reducido a una criatura «intermedia» entre Dios y el hombre, según una tendencia que se repite en la historia y que también hoy constatamos de diferentes maneras.
Nacido probablemente en Alejandría, en Egipto, hacia el año 300, Atanasio recibió una buena educación antes de convertirse en diácono y secretario del obispo de la metrópolis egipcia, Alejandro. Cercano colaborador de su obispo, el joven eclesiástico participó con él en el Concilio de Nicea, el primero de carácter ecuménico, convocado por el emperador Constantino en mayo del año 325 para asegurar la unidad de la Iglesia. Los Padres de Nicea pudieron de este modo afrontar varias cuestiones, principalmente el problema originado unos años antes por la predicación del presbítero de Alejandría, Arrio.
Éste, con su teoría, amenazaba la auténtica fe en Cristo, declarando que el «Logos» no era verdadero Dios, sino un Dios creado, un ser «intermedio» entre Dios y el hombre y de este modo el verdadero Dios siempre permanecía inaccesible para nosotros. Los obispos, reunidos en Nicea, respondieron redactando el «Símbolo de la fe», que completado más tarde por el primer Concilio de Constantinopla, ha quedado en la tradición de las diferentes confesiones cristianas y en la liturgia como el «Credo niceno-constantinopolitano».
En este texto fundamental, que expresa la fe de la Iglesia sin división, y que todavía recitamos hoy, todo domingo, en la celebración eucarística, aparece el término griego «homooúsios», en latín «consubstantialis»: indica que el Hijo, el «Logos», es «de la misma naturaleza» del Padre, es Dios de Dios, es su naturaleza, y de este modo se subraya la plena divinidad del Hijo, que era negada por los arrianos.
Al morir el obispo Alejandro, Atanasio se convirtió en el año 328 en su sucesor como obispo de Alejandría, e inmediatamente rechazó con decisión todo compromiso con las teorías arrianas condenadas por el Concilio de Nicea. Su intransigencia, tenaz y a veces muy dura, aunque necesaria, contra quienes se habían opuesto a su elección episcopal y sobre todo contra los adversarios del Símbolo de Nicea, le provocó la implacable hostilidad de los arrianos y de los filo-arrianos.
A pesar del resultado inequívoco del Concilio, que había afirmado con claridad que el Hijo es de la misma naturaleza del Padre, poco después estas ideas equivocadas volvieron a prevalecer –incluso Arrio fue rehabilitado– y fueron apoyadas por motivos políticos por el mismo emperador Constantino y después por su hijo Constancio II. Éste, que no se preocupaba tanto de la verdad teológica sino más bien de la unidad del Imperio y de sus problemas políticos, quería politizar la fe, haciéndola más accesible, según su punto de vista, a todos los súbditos del Imperio.
La crisis arriana, que parecía haberse solucionado en Nicea, continuó durante décadas con vicisitudes difíciles y divisiones dolorosas en la Iglesia. Y en cinco ocasiones, durante 30 años, entre 336 y 366, Atanasio se vio obligado a abandonar su ciudad, pasando 17 años en exilio y sufriendo por la fe.
Pero durante sus ausencias forzadas de Alejandría, el obispo tuvo la posibilidad de sostener y difundir en Occidente, primero en Tréveris y después en Roma, la fe de Nicea así como los ideales del monaquismo, abrazados en Egipto por el gran eremita, Antonio, con una opción de vida por la que Atanasio siempre se sintió cercano. San Antonio, con su fuerza espiritual, era la persona más importante que apoyaba la fe de Atanasio. Al volver a tomar posesión definitivamente de su sede, el obispo de Alejandría pudo dedicarse a la pacificación religiosa y a la reorganización de las comunidades cristianas Murió el 2 de mayo del año 373, día en el que celebramos su memoria litúrgica.
La obra doctrinal más famosa del santo obispo de Alejandría es el tratado sobre «La encarnación del Verbo», el «Logos» divino que se hizo carne, como nosotros, por nuestra salvación. En esta obra, Atanasio, afirma con una frase que se ha hecho justamente célebre, que el Verbo de Dios «se hizo hombre para que nosotros nos volviéramos Dios; se hizo visible corporalmente para que tuviéramos una idea del Padre invisible y soportó la violencia de los hombres para que heredásemos la incorruptibilidad» (54, 3). Con su resurrección, el Señor hizo desaparecer la muerte como si fuera «paja entre el fuego» (8, 4). La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo, podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente «Dios con nosotros».
Entre las demás obras de este gran Padre de la Iglesia, que en buena parte están ligadas a las vicisitudes de la crisis arriana, recordamos también las cuatro cartas que dirigió al amigo Serapión, obispo de Thmuis, sobre la divinidad del Espíritu Santo, en las que es afirmada con claridad, y unas treinta cartas «festivas», dirigidas al inicio de cada año a las Iglesias y a los monasterios de Egipto para indicar la fecha de la fiesta de Pascua, pero sobre todo para intensificar los vínculos entre los fieles, reforzando la fe y preparándoles para esta gran solemnidad.
San Antonio Abad (1612-1614), óleo sobre tabla de 61 x 155 de Juan Bautista Maíno. Museo del Prado, Madrid.
Por último, Atanasio es también autor de textos meditativos sobre los Salmos, muy difundidos, y sobre todo de una obra que constituye el «best seller» de la antigua literatura cristiana, la «Vida de Antonio», es decir, la biografía de Antonio abad, escrita poco después de la muerte de este santo, precisamente mientras el obispo de Alejandría, en el exilio, vivía con los monjes del desierto egipcio. Atanasio fue amigo del grande eremita hasta el punto de recibir una de las dos pieles de oveja dejadas por Antonio como herencia suya, junto al manto que el mismo obispo de Alejandría le había regalado.
Tras hacerse pronto sumamente popular y traducida inmediatamente dos veces en latín y en varias lenguas orientales, la biografía ejemplar de esta figura muy querida por la tradición cristiana contribuyó decisivamente a la difusión del monaquismo, en Oriente y en Occidente. La lectura de este texto, en Tréveris, forma parte central de una emocionante narración de la conversión de dos funcionarios imperiales que Agustín presenta en las «Confesiones» (VIII, 6, 15) como premisa para su misma conversión.
De hecho, el mismo Atanasio demuestra que tenía clara conciencia de la influencia que podría ejercer sobre el pueblo cristiano la figura ejemplar de Antonio. Escribe en la conclusión de esta obra: «El hecho de que llegó a ser famoso en todas partes, de que encontró admiración universal y de que su pérdida fue sentida aún por gente que nunca lo vio, subraya su virtud y el amor que Dios le tenía. Antonio ganó renombre no por sus escritos ni por sabiduría de palabras ni por ninguna otra cosa, sino sólo por su servicio a Dios. Y nadie puede negar que esto es don de Dios. ¿Cómo explicar, en efecto, que este hombre, que vivió escondido en la montaña, fuera conocido en España y Galia, en Roma y África, sino por Dios, que en todas partes hace conocidos a los suyos, que, más aún, había dicho esto en los comienzos? Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todo los hombres, y así, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección, y entonces cobran valor por la senda que conduce a la virtud» («Vida de Antonio» 93, 5-6).
¡Sí, hermanos y hermanas! Tenemos muchos motivos para dar gracias a san Atanasio. Su vida, como la de Antonio y la de otros innumerables santos, nos muestra que «quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos» («Deus caritas est», 42).
Y precisamente ofrecemos unos pasajes del De incarnatione verbi, una de las más importantes obras del obispo alejandrino.
ΤΟΥ ΑΓΙΟΥ ΑΘΑΝΑΣΙΟΥ ΛΟΓΟΣ ΠΕΡΙ ΤΗΣ ΕΝΑΝΘΡΩΠΗΣΕΩΣ ΤΟΥ ΛΟΓΟΥ ΚΑΙ ΤΗΣ ∆ΙΑ ΣΩΜΑΤΟΣ ΠΡΟΣ ΗΜΑΣ ΕΠΙΦΑΝΕΙΑΣ ΑΥΤΟΥ
2.1 Τὴν δημιουργίαν τοῦ κόσμου καὶ τὴν τῶν πάντων κτίσιν πολλοὶ διαφόρως ἐξειλήφασι, καὶ ὡς ἕκαστος ἠθέλησεν, οὕτως καὶ ὡρίσατο. Οἱ μὲν γὰρ αὐτομάτως, καὶ ὡς ἔτυχε, τὰ πάντα γεγενῆσθαι λέγουσιν, ὡς οἱ Ἐπικούρειοι, οἳ καὶ τὴν τῶν ὅλων πρόνοιαν καθ’ ἑαυτῶν οὐκ εἶναι μυθολογοῦντες, ἄντικρυς παρὰ τὰ ἐναργῆ καὶ φαινόμενα λέγοντες. 2.2 Εἰ γὰρ αὐτομάτως τὰ πάντα χωρὶς προνοίας κατ’ αὐτοὺς γέγονεν, ἔδει τὰ πάντα ἁπλῶς γεγενῆσθαι καὶ ὅμοια εἶναι καὶ μὴ διάφορα. Ὡς γὰρ ἐπὶ σώματος ἑνὸς ἔδει τὰ πάντα εἶναι ἥλιον ἢ σελήνην, καὶ ἐπὶ τῶν ἀνθρώπων ἔδει τὸ ὅλον εἶναι χεῖρα, ἢ ὀφθαλμόν, ἢ πόδα. Νῦν δὲ οὐκ ἔστι μὲν οὕτως· ὁρῶμεν δὲ τὸ μέν, ἥλιον· τὸ δέ, σελήνην· τὸ δέ, γῆν· καὶ πάλιν ἐπὶ τῶν ἀνθρωπίνων σωμάτων, τὸ μέν, πόδα· τὸ δέ, χεῖρα· τὸ δέ, κεφαλήν. Ἡ δὲ τοιαύτη διάταξις οὐκ αὐτομάτως αὐτὰ γεγενῆσθαι γνωρίζει, ἀλλ’ αἰτίαν τούτων προηγεῖσθαι δείκνυσιν· ἀφ’ ἧς καὶ τὸν διαταξάμενον καὶ πάντα ποιήσαντα Θεὸν ἔστι νοεῖν.
La creación del mundo y la formación del universo ha sido entendida por muchos de manera diferente y cada cual la ha definido según su propio parecer. En efecto, unos dicen que el universo llegó al ser espontáneamente y por azar, como los Epicúreos, quienes cuentan en sus teorías que no existe providencia en el mundo y hablan en contra de los fenómenos evidentes de la experiencia. Pues si, como ellos dicen, todo se originó espontáneamente y sin providencia, sería necesario que todo hubiera nacido simple, semejante y no diferente. Como en un solo cuerpo sería necesario que todo fuera sol y luna, y en los hombres sería necesario que todo fuera mano, ojo, o pie. Pero ahora no es así: vemos por un lado el sol, por otro la luna, por otro la tierra; y por lo que se refiere al cuerpo humano, una cosa es el pie, otra la mano, otra la cabeza. Tal orden nos indica que ellos no surgieron espontáneamente, sino que nos señala que una causa precedió a su creación, a partir de la cual es posible pensar que fue Dios quien ordenó y creó el universo.
2.3 Ἄλλοι δέ, ἐν οἷς ἐστι καὶ ὁ μέγας παρ’ Ἕλλησι Πλάτων, ἐκ προϋποκειμένης καὶ ἀγενήτου ὕλης πεποιη κέναι τὸν Θεὸν τὰ ὅλα διηγοῦνται· μὴ ἂν γὰρ δύνα σθαί τι ποιῆσαι τὸν Θεὸν εἰ μὴ προϋπέκειτο ἡ ὕλη· ὥσπερ καὶ τῷ τέκτονι προϋποκεῖσθαι δεῖ τὸ ξύλον, ἵνα καὶ ἐργάσασθαι δυνηθῇ. 2.4 Οὐκ ἴσασι δὲ τοῦτο λέγοντες ὅτι ἀσθένειαν περιτιθέασι τῷ Θεῷ· εἰ γὰρ οὐκ ἔστι τῆς ὕλης αὐτὸς αἴτιος, ἀλλ’ ὅλως ἐξ ὑποκειμένης ὕλης ποιεῖ τὰ ὄντα, ἀσθενὴς εὑρίσκεται, μὴ δυνάμενος ἄνευ τῆς ὕλης ἐργάσασθαί τι τῶν γενομένων· ὥσπερ ἀμέλει καὶ τοῦ τέκτονος ἀσθένειά ἐστι τὸ μὴ δύνασθαι χωρὶς τῶν ξύλων ἐργάσασθαί τι τῶν ἀναγκαίων. Καὶ καθ’ ὑπόθεσιν γάρ, εἰ μὴ ἦν ἡ ὕλη, οὐκ ἂν εἰργάσατό τι ὁ Θεός. Καὶ πῶς ἔτι ποιητὴς καὶ δημιουργὸς ἂν λεχθείη ἐξ ἑτέρου τὸ ποιεῖν ἐσχηκώς, λέγω δὴ ἐκ τῆς ὕλης; Ἔσται δέ, εἰ οὕτως ἔχει, κατ’ αὐτοὺς ὁ Θεὸς τεχνίτης μόνον καὶ οὐ κτίστης εἰς τὸ εἶναι, εἴ γε τὴν ὑποκειμένην ὕλην ἐργάζεται, τῆς δὲ ὕλης οὐκ ἔστιν αὐτὸς αἴτιος. Καθόλου γὰρ οὐδὲ κτίστης ἂν λεχθείη, εἴ γε μὴ κτίζει τὴν ὕλην, ἐξ ἧς καὶ τὰ κτισθέντα γέγονεν.
Otros, entre los que se encuentra el que es tan grande entre los griegos, Platón, pretenden que Dios creó el mundo a partir de una materia preexistente e increada; Dios no habría podido crear nada si esta materia no hubiera preexistido, de la misma manera que la madera debe existir antes que el carpintero, para que éste pueda trabajar. Los que hablan así no saben que atribuyen a Dios la impotencia. Pues si Él mismo no es causante de la materia, sino que simplemente hace las cosas a partir de una materia preexistente, se revela impotente, puesto que sin esta materia no pude producir ninguno de los seres creados; del mismo modo, sin duda, que es una impotencia para el carpintero no poder fabricar sin madera ninguno de los objetos necesarios. Y, ¿cómo se podría decir que es el Creador y el Hacedor, si toma de otra cosa, quiero decir de la materia, la posibilidad de crear? Si fuera así, Dios sería, según ellos, solamente un artesano y no el creador que da el ser, si trabaja la materia preexistente, sin ser Él mismo causante de esta materia. En una palabra, no se puede decir que es Creador, si no crea la materia de la cual vienen las criaturas.
2.5 Οἱ δὲ ἀπὸ τῶν αἱρέσεων ἄλλον ἑαυτοῖς ἀναπλάττονται δημιουργὸν τῶν πάντων παρὰ τὸν Πατέρα τοῦ Κυρίου ἡμῶν Ἰησοῦ Χριστοῦ, τυφλώττοντες μέγα καὶ περὶ ἃ φθέγγονται. 2.6 Τοῦ γὰρ Κυρίου λέ γοντος πρὸς τοὺς Ἰουδαίους· «Οὐκ ἀνέγνωτε ὅτι ἀπ’ ἀρχῆς ὁ κτίσας ἄρσεν καὶ θῆλυ ἐποίησεν αὐτούς; καὶ εἶπεν· ἕνεκεν τούτου καταλείψει ἄνθρωπος τὸν πατέρα καὶ τὴν μητέρα αὐτοῦ καὶ προσκολληθήσεται τῇ γυναικὶ αὐτοῦ· καὶ ἔσονται οἱ δύο εἰς σάρκα μίαν»· εἶτα σημαίνων τὸν κτίσαντά φησιν· «Ὃ οὖν ὁ Θεὸς συνέζευξεν, ἄνθρωπος μὴ χωριζέτω», –πῶς οὗτοι ξένην τοῦ Πατρὸς τὴν κτίσιν εἰσάγουσιν; εἰ δὲ κατὰ τὸν Ἰωάννην πάν τα περιλαβόντα καὶ λέγοντα «πάντα δι’ αὐτοῦ ἐγένετο, καὶ χωρὶς αὐτοῦ ἐγένετο οὐδὲ ἕν», πῶς ἂν ἄλλος εἴη ὁ δημιουργός, παρὰ τὸν Πατέρα τοῦ Χριστοῦ;
Los herejes imaginan un creador del universo distinto del Padre de nuestro Señor Jesucristo y, al decir esto, dan prueba de una extrema ceguera. Pues cuando el Señor dice a los judíos: ¿No habéis leído que el Creador desde el principio los hizo varón y hembra?, añade: por esto el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne; lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre, (Mt 19,4-6), ¿cómo suponer una creación extraña al Padre? si, según Juan, que encierra todo en una sola palabra: todo ha sido hecho por Él y sin Él nada ha sido hecho (Jn 1,3 ), ¿cómo podría existir un creador distinto del Padre de Cristo?
Icono de la Encarnación de Andrei Rublev
3.1 Ταῦτα μὲν οὗτοι μυθολογοῦσιν. Ἡ δὲ ἔνθεος διδασκαλία καὶ ἡ κατὰ Χριστὸν πίστις τὴν μὲν τούτων ματαιολογίαν ὡς ἀθεότητα διαβάλλει. Οὔτε γὰρ αὐτομάτως, διὰ τὸ μὴ ἀπρονόητα εἶναι, οὔτε ἐκ προϋποκειμένης ὕλης, διὰ τὸ μὴ ἀσθενῆ εἶναι τὸν Θεόν· ἀλλ’ ἐξ οὐκ ὄντων καὶ μηδαμῆ μηδαμῶς ὑπάρχοντα τὰ ὅλα εἰς τὸ εἶναι πεποιη κέναι τὸν Θεὸν διὰ τοῦ Λόγου οἶδεν, ᾗ φησὶ διὰ μὲν Μωϋσέως· «Ἐν ἀρχῇ ἐποίησεν ὁ Θεὸς τὸν οὐρανὸν καὶ τὴν γῆν»· διὰ δὲ τῆς ὠφελιμωτάτης βίβλου τοῦ Ποιμένος· «Πρῶτον πάντων πίστευσον, ὅτι εἷς ἐστὶν ὁ Θεός, ὁ τὰ πάντα κτίσας καὶ καταρτίσας, καὶ ποιήσας ἐκ τοῦ μὴ ὄντος εἰς τὸ εἶναι.» 3.2 Ὅπερ καὶ ὁ Παῦλος σημαίνων φησί· «Πίστει νοοῦμεν κατηρτίσθαι τοὺς αἰῶνας ῥήματι Θεοῦ, εἰς τὸ μὴ ἐκ φαινομένων τὰ βλεπόμενα γεγονέναι.» 3.3 Ὁ Θεὸς γὰρ ἀγαθός ἐστι, μᾶλλον δὲ πηγὴ τῆς ἀγαθότητος ὑπάρχει· ἀγαθῷ δὲ περὶ οὐδενὸς ἂν γένοιτο φθόνος· ὅθεν οὐδενὶ τοῦ εἶναι φθονήσας, ἐξ οὐκ ὄντων τὰ πάντα πεποίηκε διὰ τοῦ ἰδίου Λόγου τοῦ Κυρίου ἡμῶν Ἰησοῦ Χριστοῦ· ἐν οἷς πρὸ πάντων τῶν ἐπὶ γῆς τὸ ἀνθρώπων γένος ἐλεήσας, καὶ θεωρήσας ὡς οὐχ ἱκανὸν εἴη κατὰ τὸν τῆς ἰδίας γενέσεως λόγον διαμένειν ἀεί, πλέον τι χαριζόμενος αὐτοῖς, οὐχ ἁπλῶς, ὥσπερ πάντα τὰ ἐπὶ γῆς ἄλογα ζῷα, ἔκτισε τοὺς ἀνθρώπους, ἀλλὰ κατὰ τὴν ἑαυτοῦ εἰκόνα ἐποίησεν αὐτούς, μεταδοὺς αὐτοῖς καὶ τῆς τοῦ ἰδίου Λόγου δυνάμεως, ἵνα ὥσπερ σκιάς τινας ἔχοντες τοῦ Λόγου καὶ γενόμενοι λογικοὶ διαμένειν ἐν μακαριότητι δυνηθῶσι, ζῶντες τὸν ἀληθινὸν καὶ ὄντως τῶν ἁγίων ἐν παραδείσῳ βίον.
He aquí sus fábulas; pero la enseñanza inspirada por Dios y la fe en Cristo rechazan como impiedad sus vanos discursos. Los seres no han nacido espontáneamente, a causa de la falta de providencia, ni a partir de una materia preexistente, a causa de la impotencia de Dios, sino que Dios, mediante su Verbo, a partir de la nada ha creado y traído al ser todo el universo, que antes no existía en absoluto. En un principio creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1,1) (…). Es lo que Pablo indica cuando dice: Por la fe conocemos que los mundos han sido formados por la palabra de Dios, de suerte que lo que vemos no ha sido hecho a partir de cosas visibles (Heb 11,3). Pues Dios es bueno, o mejor aún, es la fuente de toda bondad, y lo que es bueno no sabría tener envidia por nada; por tanto, no envidiando la existencia de ninguna cosa, creó todos los seres de la nada mediante Nuestro Señor Jesucristo, su propio Verbo. Entre estos seres, de todos los que existían sobre la tierra, tuvo especial piedad del género humano, y viéndolo incapaz, según la ley de su propia naturaleza, de subsistir siempre, le concedió una gracia añadida: no se contentó con crear a los hombres, como había hecho con todos los animales irracionales que hay sobre la tierra, sino que los creó a su imagen, haciéndolos participes del poder de su propio Verbo. Así, como si tuvieran una sombra del Verbo, y convertidos ellos mismos en racionales, los hombres podrían permanecer en la felicidad, viviendo en el paraíso la verdadera vida, que es realmente la de los santos.
La traducción se ha sacado de aquí.
Trinidad de Andrei Rublev
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