Rabano Mauro apoyado por Alcuino ofrece una obra a Otgar de Maguncia. Viena, Österreichische Nationalbibliothek, cod.652, fol. 2v (Fulda, 2º cuarto del siglo IX)
En esta miniserie sobre (auto)epitafios hemos ofrecido ya el texto de Aulo Gelio que nos informaba sobre los epitafios de Nevio, Plauto y Pacuvio que ellos mismos escribieron y que fue el que suscitó esta serie, así como dos poemas de Reinaldo Arenas y de Mario Benedetti, titulados Autoepitafio.
Ahora haremos un breve repaso sobre (auto)epitafios más o menos célebres. Y comenzamos por el autoepitafio hermoso y profundo que Alcuino de York escribió en latín para su tumba:
Hic, rogo, pauxillum veniens subsiste, viator.
Et mea scrutare pectore dicta tuo,
ut tua deque meis agnoscas fata figuris:
vertitur o species, ut mea, sicque tua.
Detente un poco, si aquí llegas, caminante.
Y reflexiona mis palabras en tu corazón,
a fin de que conozcas por mi ejemplo tu destino:
mutará, como la mía, la forma de tu cuerpo.
Alcuino de York, en «Les Vrais Pourtraits et vies des hommes illustres» de Andre Thevet, 1584; grabado de Thevet, Andre (1504-92). Colección privada
Quod nunc es fueram, famosus in orbe, viator,
et quod nunc ego sum, tuque futurus eris.
Delicias mundi casso sectabar amore,
nunc cinis et pulvis, vermibus atque cibus.
Lo que tú eres ahora, famoso en el mundo, lo he sido yo, caminante,
y lo que ahora soy, tú también lo serás.
Buscaba los placeres del mundo con un vano deseo,
ahora ceniza y polvo, y alimento para los gusanos
Quapropter potius animam curare memento,
quam carnem, quoniam haec manet, illa perit.
Cur tibi rura paras? quam parvo cernis in antro
me tenet hic requies: sic tua parva fiet.
Recuerda, pues, preocuparte más de tu alma,
que de tu cuerpo, porque aquélla permanece y éste muere.
¿Por qué te procuras bienes? Ves en qué pequeña tumba
me retiene el reposo: igual de pequeña será la tuya.
Cur Tyrio corpus inhias vestirier ostro
quod mox esuriens pulvere vermis edet?
Ut flores pereunt vento veniente minaci,
sic tua namque, caro, gloria tota perit.
¿Por qué deseas cubrir con púrpura de Tiro tu cuerpo
que pronto en el polvo comerá el hambriento gusano?
Como las flores mueren cuando sopla el amenazador viento,
así también tu carne y toda tu gloria perecerá.
Tu mihi redde vicem, lector, rogo, carminis huius
et dic: “da veniam, Christe, tuo famulo.”
Obsecro, nulla manus violet pia iura sepulcri,
personet angelica donec ab arce tuba:
Tú págame en respuesta, lector, te lo ruego, a mi poema
Y di: “concede, o Cristo, el perdón a tu siervo”.
Te imploro que ninguna mano viole los piadosos derechos de este sepulcro,
hasta que la angélica trompeta haga resonar desde arriba estas palabras:
“qui iaces in tumulo, terrae de pulvere surge,
magnus adest iudex milibus innumeris.”
Alchuine nomen erat sophiam mihi semper amanti,
pro quo funde preces mente, legens titulum.
Tú que yaces en el túmulo, levántate del polvo de la tierra,
el juez supremo se presenta con miles innumerables”.
Mi nombre era Alcuino y fui siempre amante de la sabiduría,
eleva preces por mí de corazón al leer esta inscripción.
Alcuino de York y otros clérigos presentan manuscritos a Carlomagno en el Palacio de Aquisgrán, ante su corte, (1830) óleo sobre lienzo de 134 x 100 cm., obra de Jean Victor Schnetz. Museo del Louvre, Ala Sully, 1ª piso, Galería Campana III, Sala 42
Hic requiescit beatae memoriae domnus Alchuinus abba, qui obiit in pace XIV. Kal. Iunias. Quando legeritis, o vos omnes, orate pro eo et dicite, ‘Requiem aeternam donet ei Dominus.’ Amen.
Aquí descansa el señor abad Alcuino, de feliz memoria, que murió en paz el día decimocuarto de las calendas de junio. Cuando lo leáis, o vosotros, todos, rogad por él y decid: “El Señor le dé el descanso eterno”. Amén
Suponemos que es un autoepitafio el que se puede leer en una lápida, que descansa sobre el suelo, en la parte derecha del primer pasillo central del cementerio de San José de Castellón, y que, en algo, parece inspirarse en el de Alcuino. Alguien, nacido en 1828 y muerto en 1911, hizo escribir sobre su lápida:
“Piensa, mortal, quien fuera que tu fueres, que fui lo que tú eres. No hay edad prefijada: tal vez hoy seas lo que yo soy. No te importa mi nombre tan siquiera. Yace aquí quien te espera.”
Autoepitafio bastante estoico, que comenta la fugacidad de la vida, destaca por su humildad, pero termina con un claro aviso de nuestra fecha de caducidad. No es despreciable tampoco la rima (fueres-eres, hoy-soy, siquiera-espera).
Un (auto)epitafio que siempre me ha gustado es el de esta inscripción funeraria romana hallada en el año 1823 en un viñedo de la localidad de Siscia (Pannonia Superior), actual ciudad de Sisak, en Croacia, condado de Sisak-Moslavina. Se conserva en el Museo Nacional Húngaro de Budapest (Magyar Nemzeti Múzeum) con número en el CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum)) 03, 03980.
Éste es el texto latino:
D M
POSITVS EST HIC LEBVRNA
MAGISTER MIMARIORVM
[ ]VI VICXIT ANNOS PLVS
[ ]INVS CENTVM
[ ]IQVOTIES MORTVVS
[ ] SET SIC NVNQVAM
[ ]S AD SVPEROS BENE
[ ]LERAE
D(is) M(anibus) / positus est hic Leburna / magister mimariorum / [q]ui vicxit(!) annos plus / [m]inus centum / [al]iquoties mortuus / [sum] set sic nunquam / [opto v]os ad superos bene / [va]ler{a}e
A los dioses Manes. Aquí yace Leburna, jefe de una compañía teatral, que vivió más o menos cien años; algunas veces hice de muerto, pero nunca así. Deseo que os vaya bien arriba.
No me negarán que el cómico no guardó su ironía hasta su muerte.
Hablando de actores y teatro, hay dos personajes que usaron una expresión similar en su lecho de muerte: el emperador Augusto y Francois Rabelais.
De este último se dice que exclamó en su lecho de muerte:
Tirez le rideau, la farce est joueé. (Bajad el telón, la función ha terminado).
Retrato de Francois Rabelais (siglo XVII), óleo sobre lienzo de 48 x 40 cm., de autor anónimo. Musée National du Château et des Trianons, Versalles.