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Archive for enero 2012

Homer Greek llegó a la biblioteca con el paquete que había cogido de la mesa del recibidor de su casa. Se dirigió a la sección de clásicos y no tardó en dar con Sappho Corina, que esbozó una gran sonrisa, cuando vio al profesor.

– Buenas días, profesor Greek. Ya tenemos operativo el libro que buscaba.

– ¡Qué bien! Greek Metre de Martin Litchfield West. Me vendrá muy bien.

– Además será el primerο Usted en llevárselo restaurado, tras haberlo digitalizado.

– Bueno, ¡qué honor!

– ¿Tan interesante es el libro de West?

– Bueno, en cierta ocasión leí una crítica muy positiva del libro. Por cierto, la guardo aquí.

Greek sacó del bolsillo trasero derecho de sus pantalones una billetera de la cual sacó un papelito doblado por tres veces.

– ¿Le interesa oír la crítica o lo considera aburrido?

– ¡Oh, no! Léala, por favor.

– Allá voy:

La nueva métrica, recientemente publicada por la Universidad de Oxford estaba destinada, en principio, a substituir el librito de P. Maas, Greek Metre, que fue una verdadera revolución en los estudios métricos en el momento de su publicación (la edición alemana vio la luz en 1929). El libro de M. L. West se confiesa abiertamente heredero del principio de P. Maas que permitió, en su momento, un nuevo planteamiento de los problemas de la métrica griega: “describir los fenómenos más importantes con la menor cantidad de prejuicios posible”. Esta actitud condujo a un tipo de métrica abstracta y, al mismo tiempo, al sentar una base sólida para los estudios métricos, permitió notables avances en la interpretación de los fenómenos puramente métricos, como quedaba ya de manifiesto en el tratado de D. Korzeniewski (Griechische Metrik, Darmstadt, 1968). Pero esta orientación, al excluir por principio todo lo que cae fuera de la descripción de las estructuras, dejaba de lado cualquier consideración histórica, lo mismo que la interpretación de los fenómenos métricos. Contra esta forma de reducir la métrica a pura forma han reaccionado los metricistas en los últimos tiempos, como deja muy claro el tratado de M. L. West, que presenta los hechos desde un punto de vista histórico con el fin de resaltar claramente las diferencias de tratamiento de los metros griegos en las distintas épocas. Así, después de un primer capítulo introductorio donde se habla sucintamente de los orígenes de los metros, las unidades de análisis, los problemas de prosodia, el ritmo, etc., se pasa a estudiar la época arcaica agrupando los metros en tres tradiciones: eólica, jónica y dórica, para concluir este apartado con la métrica de Anacreonte y los escolios áticos del siglo VI, la métrica de Simónides, Baquílides y Píndaro; el capítulo siguiente (el más extenso) agrupa los metros del drama en dos grandes apartados según la interpretación recitada o cantada de los versos; el capítulo cuarto trata de la poesía clásica tardía y helenística; el quinto, de la época imperial.

Un apéndice sobre la métrica latina, que se propone ante todo trazar las líneas generales seguidas por los poetas romanos al adaptar los metros griegos, acompañado de un glosario y un índice de lugares citados, cierra el tratado.

Aparte de la novedad que supone el tratamiento histórico de la métrica y la inclusión de gran cantidad de datos estadísticos sobre los distintos metros, el manual de M. L. West presenta algunas otras innovaciones de interés. Ante todo hay que resaltar la simplificación de la nomenclatura y la eliminación de algunos cola y metros, cuya justificación se ha relegado al glosario, sin duda para evitar discusiones pormenorizadas, impertinentes en una descripción. Así, por ejemplo, en la notación de los dáctilo-epítritos M. L. West elimina el elemento d2, los llamados anteriormente “dímetros coriámbicos A y B» se consideran formas anaclásticas de glicóneos y como tal se notan con la sigla gl», «gl; junto a ello aparece un nuevo término: haguesicoreo que sustituye la expresión de Dale cenoplio coriámbico A”; el trímetro yámbico y el tetrámetro trocaico cataléctico se consideran de ritmo “fundamentalmente igual” y compuestos respectivamente de dos cola: penthemímeres yámbico y lecitio en un caso y ditroqueo y lecitio en el otro. Al hablar del ritmo (pp. 18-25) se introducen algunos términos nuevos, como posición que traduce elementum y princeps en lugar de elementum longum de la terminología de Maas, para tratar a renglón seguido de la equivalencia entre dos breves y una larga, implícita en los fenómenos de contracción y resolución. En este punto M. L. West se extiende en la consideración de equivalencias temporales (time-values), pasando insensiblemente y con ciertas dudas de hablar sobre duración silábica a duración vocálica (p. 20).

Y aquí precisamente se echa de menos una distinción más clara entre cantidad y duración, ya que el ritmo métrico se percibe más como la alternancia entre sílabas cuyo núcleo va seguido de una coda, y sílabas carentes de coda, antes que como alternancias de duración, tal y como señaló en su día M. S. Ruipérez (Emerita 23, 1955, 79-95). No obstante, el libro de M. L. West es un excelente tratado que servirá por mucho tiempo de base para los estudios métricos y la mejor comprensión de la poesía griega. A todo ello se une la magnífica presentación a que nos tiene acostumbrados la Editorial de la Universidad de Oxford.

– ¿Qué le ha parecido?

– Bueno, hay muchas cosas que se me escapan, pero parece que quien realiza la crítica hace un elogio de la obra.

-Sí, le saca algún defecto, pero como dice: es un excelente tratado que servirá por mucho tiempo de base para los estudios métricos y la mejor comprensión de la poesía griega. Es ya un clásico, pero sigue valiendo mucho.

– ¿De qué año es?

– De 1982.

– Bueno, tiene ya más de 200 años.

– 213, en concreto. Me hará un gran papel. Y en agradecimiento a cómo me ha tratado Usted, señor Corina, le traigo un pequeño detalle.

Homer Greek alargó hacia la bibliotecaria el paquete que había recogido del mueble de la entrada de su casa y que había llevado consigo en la mano en su paseo hacia la “Herodotea”.

–  ¿Y esto?

– Un pequeño detalle, como le he dicho.

Sappho Corina quitó el papel de regalo con el que estaba envuelto el regalo y descubrió que se trataba de un librito.

–  “Breve estudio de métrica griega” de Homer Greek. ¡Vaya! ¿Escribe Usted un libro sobre métrica y viene a buscar otros aquí?

– Sí; el mío es una nimiedad. Cuatro cositas sobre el asunto, más bien destinado a personas no introducidas en el tema. Como Usted me dijo que estaba interesada en la materia pensé que le gustaría tener este pequeño manual.

– Es todo un detalle por su parte, señor Greek. Se lo agradezco y no dude que lo leeré con entusiasmo. No conozco la editorial: Unicornio. ¿Cuántos ejemplares han impreso?

– No, es una editorial pequeña. Hemos hecho 1000 ejemplares y me parecen demasiados.

– Pues, sí. ¿habrá gente que comprará un libro sobre métrica griega en este país que ha dejado morir tan bella lengua?

– Siempre hay excéntricos, curiosos, o locos

Sappho rió.

–  Sí, sobre todo locos. A lo mejor nos llevamos una sorpresa y se venden muchos.

– Ya veremos. Bueno, y ahora que yo tengo mi libro y Usted el suyo, ¿qué le parece si quedamos un día para cenar?

– Bueno, me sorprende Usted. Así, a bocajarro… de acuerdo. ¿Cuándo y dónde?

– ¿Le parece bien el sábado a las 20’00  en el restaurante “Ambrosía” de la calle Olimpo. ¿Lo conoce?

– Sí, lo conozco. Buena elección. De acuerdo, allí nos veremos. Muchas gracias por el regalo.

– A Usted por sus atenciones. Hasta el sábado.

– Adiós.

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Si han pensado Ustedes que el título de este artículo es raro o, cuanto menos, inconexo, tal vez tengan razón, pero era el único que se me ocurría para resumir los tres elementos, íntimamente unidos, de los que quería hablar.
Los trataré no en el orden en el que parecen en el título, sino, en primer lugar, el que parece en el título en segunda posición, seguiré por el primero y acabaré por el tercero.
Ya he hablado sobre el primer punto, tanto en este espacio, como en conversaciones con colegas de griego, pero cierta sensación, muy acentuada en este inicio del 2012, me impulsa a abordarlo de nuevo. Es el de la desproporción existente entre los dos cursos de griego del bachillerato.
Utilizo en 1º el libro de Oxford, la versión española del método Athenaze, porque, como dice Santiago Carbonell Martínez en su artículo ῾Η διδασκαλία τῆς ἑλληνικῆς· θεωρία καὶ πρᾶξιςAhir i avui en els estudis grecs (Ayer y hoy en los estudios griegos; me he permitido la licencia de traducir al castellano su artículo):

En general estamos de acuerdo en que lo más importante es que el alumno entre en contacto desde el primer momento con textos de una cierta amplitud, con un vocabulario frecuente y que recogen valores no únicamente lingüísticos, sino también culturales. En esta línea se han hecho recientemente no pocos esfuerzos por seleccionar textos significativos por lo que respecta al contenido y con un grado de complejidad gramatical creciente. Otros, sin embargo, siguiendo el sistema empleado en las filologías modernas y medievales, que han entendido que era imprescindible facilitar a los alumnos la lectura de su literatura mediante adaptaciones graduadas, han dado también un paso adelante en este sentido y se han atrevido a “vulgarizar” el griego y el latín. Estoy refiriéndome a los métodos de lectura como el Reading Greek y el Oxford o el curso de latín Cambridge. Se trata de métodos basados en las teorías de la psicología cognitiva, según las que una lengua se puede aprender a manera natural o espontánea como la materna, a base de escuchar y repetir. La gramática va dosificándose e intercalándose entre los textos que tienen continuidad, en función de unos personajes y de una historia. Inicialmente son adaptados y gradualmente van complicándose. Los textos se leen y traducen con la ayuda del vocabulario, sin necesidad de profundizar en el análisis gramatical.
Algunos de estos métodos van acompañados de cintas con interesantes audiciones de los textos. La versión inglesa del Oxford además dispone en la red de recursos didácticos enfocados a la práctica oral. Aparte de la comprensión a nivel escrito, con estas actividades se trata de potenciar también la comprensión y la expresión oral de los alumnos. Estas actividades parten de la idea, que comparto plenamente, que el aprendizaje del griego y del latín pasa necesariamente por el uso de la lengua a todos los niveles. El currículo actual nos obliga a centrarnos en el ámbito escrito, pero creo que no se debe menospreciar la práctica de las destrezas orales.

En estos días de este largo mes de enero, comparando qué estoy viendo en 1º con mis alumnos y su nivel y qué deben traducir y analizar mis pobres alumnas de 2º, me desespero y me pregunto: ¿pero cómo va a afrontar en enero de 2013 un alumno que en este momento, enero de 2012, está traduciendo textos del tipo: “La madre y la hija llenan rápidamente los cántaros y caminan hacia casa” (traducido el 25 de enero en clase) un párrafo como el 3 del capítulo 2 de la selección del Libro II de las Helénicas de Jenofonte, con siete participios, cinco apositivos, uno en una construcción de genitivo absoluto, otro atributivo, un nominativo absoluto, una concordancia ad sensum de los participios, en plural, con un pronombre en singular, una oración subordinada consecutiva, dentro de la cual hay una subordinada sustantiva de infinitivo en función de CD, de la cual depende, a su vez, una subordinada de relativo, introducida por un relativo cualitativo con antecedente omitido, todo ello trufado de verbos en pasiva, alguno con significado activo, infinitivos de futuro medio, pronombres personales reflexivos, atributos en acusativo de participios apositivos del verbo copulativo y gentilicios de ciudades que a los profesores nos costaría, si es que lo sabemos hacer sin mirar, situar en un mapa de Grecia (texto traducido el martes 24 de enero de 2012)?

Es imposible. Más si cabe, si añadimos que a nuestros alumnos, aunque con honrosas excepciones, les cuesta horrores la sintaxis castellana, base imprescindible para entender un texto literario que presenta párrafos muy enrevesados.

Por eso entiendo que, como dice Santiago Carbonell:

El eterno problema del sistema educativo, que nace de la divergencia entre los criterios de los docentes y los temarios y programas establecidos por las universidades ha sido la causa que métodos innovadores como éstos, aplicados con éxito en otros países, no hayan tenido la aceptación que había que esperar. Muchos compañeros se han mostrado reticentes con estos manuales y la razón es comprensible. El sistema didáctico que plantean parece aplicable sólo para el primer curso, pero no se ajusta a las exigencias del 2º curso y a los contenidos de las pruebas de acceso universitarias centradas en la interpretación de textos literarios.

Pero me rebelo y me niego a cambiar un método que hace el griego más sencillo, ameno, por un peñazo gramaticista que se limite a estudiar declinaciones y conjugaciones para traducir frases cortas, aisladas, que no aportan nada y que siembre el pavor entre las filas de los alumnos y los haga desertar de las huestes helenistas. Yo mismo me quejo ante mis alumnas de 2º y les digo una y otra vez que las comprendo en su desánimo, cuando se dan cuenta de que, para traducir el texto de Jenofonte, necesitarían un bagaje léxico, sintáctico y morfológico enorme, y eso que vieron en 1º con otra profesora más unidades didácticas del libro de Oxford, y por tanto, más contenido gramatical de las que yo intuyo que veré.

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Presentado Filón, vamos con el lugar en el que, tanto Bailly como Liddell-Scott, sitúan el término Μέθεσις (méthesis).
Éste aparece en caso genitivo (μεθέσεως) en la obra Sobre la plantación realizada por Noé (Περὶ φυτουργίας Νωέ). Es, creemos, la única vez que aparece en toda la literatura en griego conservada.
Como nos han hecho ver Cantarella y Lesky, Filón de Alejandría (30? a. C.-50? d. C.) es una figura clave para conocer la profunda relación entre Judaísmo y Helenismo en el siglo I d. C. Judío practicante, su profundo dominio de la lengua, la literatura y, de modo especial, la retórica griegas lo convierten en una personalidad extraordinaria de su tiempo, tanto por su exégesis de la Torá (o Pentateuco) como por sus escritos apologéticos, históricos y filosóficos. Su testimonio es de gran valor para todo estudioso de la Antigüedad clásica por los muchos datos que aporta acerca de la filosofía, el pensamiento, la educación y la tradición clásica en el momento histórico que le tocó vivir, precisamente en un centro cultural de excepcional importancia dentro del Imperio romano.

A continuación se ofrece el pasaje concreto en el que sale la palabra, acompañada de ψυχῆς (genitivo de ψυχή = alma)

Δεύτερος μὲν δὴ λόγος οὗτος εἴρηται, δεικνὺς ὅτι οὐκ ἀλλότριον σπουδαίου τὸ μεθύειν, τρίτος δ᾿ ἐστὶν ἀπὸ διαφερούσης τῆς πρὸς τὴν ἐτυμολογίαν πιθανότητος ἠρτημένος· τὴν γὰρ μέθην οὐ μόνον, ἐπειδὴ μετὰ θυσίας ἐπιτελεῖται, νομίζουσί τινες εἰρῆσθαι, ἀλλ᾿ ὅτι καὶ μεθέσεως ψυχῆς αἰτία γίγνεται. μεθίεται δὲ ὁ μὲν τῶν ἀφρόνων λογισμὸς εἰς πλειόνων χύσιν ἁμαρτημάτων, ὁ δὲ τῶν ἐμφρόνων εἰς ἀνέσεως καὶ εὐθυμίας καὶ ἱλαρότητος ἀπόλαυσιν· ἡδίων γὰρ αὐτὸς ἑαυτοῦ νήφοντος οἰνωθεὶς ὁ σοφὸς γίγνεται, ὥστε οὐδ᾿ ἂν ταύτῃ διαμαρτάνοιμεν φάσκοντες ὅτι μεθυσθήσεται.

165. Queda expuesto este segundo argumento demostrativo de que el embriagarse no es cosa ajena al hombre virtuoso. Hay un tercer argumento, cuya inigualable fuerza persuasiva reposa en la etimología. Entienden, en efecto, algunos que el término «ebriedad» procede no sólo de que ella tiene lugar después de los sacrificios, sino también de que además es causa de abandono del alma.67
166. Sólo que, mientras el raciocinio de los insensatos se abandona en una corriente de abundantes faltas, el de los hombres sensatos se entrega al goce de momentos de expansión, buen ánimo y alegría, pues el hombre sabio, después que ha bebido, tórnase más grato aún que cuando estaba sobrio; de modo que, aun en este sentido, podemos decir sin incurrir en error que el sabio puede embriagarse.

67 Filón asocia los términos μέθη (méthe) = embriaguez, y μέθεσις méthesis = acción de, soltar, abandono, relajación, distensión, aunque ningún parentesco existe entre ambos términos.

La traducción y notas son de José María Triviño, catedrático de la Universidad nacional de La Plata, Buenos Aires, en su traducción de las Obras Completas de Filón de Alejandría de 1976.

Por su parte en FILÓN DE ALEJANDRÍA: OBRA Y PENSAMIENTO. UNA LECTURA FILOLÓGICA, trabajo publicado en el volumen 16 de la revista Synthesis (2009) por Juan Antonio López Férez, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Madrid y de donde hemos tomado la reseña sobre Filón realizada al inicio de este artículo, leemos sobre la obra citada:

10. De plantatione (Plant.), Sobre la plantación realizada por Noé. 38

El comentarista afirma que el árbol de la vida es el hombre imagen de Dios; 39 repara en la plantación llevada a cabo por Abrahán; 40 y, al hablar de nuestra propia plantación, indica que debemos plantar árboles frutales, y, llegado el momento, podarlos. A propósito del cuarto año, cuando el fruto está listo para bendecir al Señor, Filón habla del número cuatro y elogia los resultados de la educación, acudiendo a una leyenda sobre el nacimiento de las Musas a partir del vientre de Mnemósine (129-30). “El mito de los antiguos es así. Y nosotros, siguiéndolo, decimos que…”(130). La segunda parte del tratado está reservada al cultivo de la viña llevado a cabo por Noé (140-77). En primer lugar el autor repasa ciertas preguntas de las escuelas filosóficas (peripatética, cínica y estoica, fundamentalmente) en las que se trataba de si al hombre sabio le era lícito embriagarse. Nos explica que todo el mundo condena la embriaguez cuando nos conduce a cometer insensateces, pero, si se trata solamente de excederse con la bebida sin llegar a tal punto, algunos dirían que el hombre sabio puede permitírselo.
Encontramos una interesante aportación en materia de sinónimos y antónimos: se pregunta el escritor si “embriagarse” (methýein= μεθύειν) y “llenarse de vino”(oinoûsthai = οἰνοῦσθαι) son sinónimos o no; señala que algunos quieren derivar methýein de méthesis, “relajación”; 41 y, asimismo, observa que en numerosos escritores methýein y oinoûsthai son sinónimos, sin estar asociados, en cambio, con lêros = λῆρος, “necedad, tontería”.

37 Génesis, 49. 17.
38 Exégesis de las palabras de Génesis, 9.20 b: “y plantó una viña”.
39 De Génesis, 1.27.
40 Génesis, 21.33.
41 No hay relación etimológica alguna entre ambos términos.

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Seguimos con el texto del Arcipreste León sobre el caballo de Alejandro en su redacción tardía del siglo XII, con añadidos e interpolaciones, tal como aparece en la Antología del Latín Medieval de Antonio Fontán y Ana Moure. La traducción aproximada es nuestra.

3. In hoc itaque facto intelligens Alexander voluntatem caballi aperuit cancellum et ingressus est ad eum et cepit mansuete tangere dorsum eius manu dextera. Tunc ipse caballus cepit mansuescere illi amplius, et sicut blanditur canis domino suo, sie et ille blandiebatur Alexandro.

En esta acción, comprendiendo Alejandro la voluntad del caballo, abrió la jaula y entró en ella y empezó a tocar mansamente su lomo con su mano derecha. Entonces el caballo empezó a mostrársele aún más manso, y como un perro es acariciado por su dueño, así él era acariciado por Alejandro.

16 1. Hec autem cum vidisset Alexander, ascendit super eum et equitando exiit foras. Cum ergo vidisset eum Philippus rex, dixit ei: “Fili Alexander, omnia responsa deorum modo cognovi in te quia tu debes regnare post meam mortem.»

Cuando vio esto Alejandro, se subió a él y salió fuera cabalgando. Cuando lo vio el rey Filipo, le dijo: “Hijo Alejandro, ahora reconozco en ti todos los oráculos de los dioses, porque tú debes reinar tras mi muerte.”

2. Cui Alexander dixit: “Pater, si potest fieri, ergo dirige me sedentem in curru». Respondit ei Philippus rex dicens:» Gratanter hoc facio, fili. Tolle tibi caballos centum et quadraginta milia solides aureos et vade cum bono auxilio.» Factumque est.

Y Alejandro le dijo: “Padre, si puede ser, permíteme correr en una carrera de carros”. Le respondió el rey Filipo diciendo: “Lo haré con mucho gusto, hijo. Toma para ti cien caballos y cuarenta mil sólidos áureos y ve con buena suerte”. Y así se hizo.

Exiens itaque Alexander una cum Ephestio philosopho amico suo deferensque secum ornamenta et solidos et precepit militibus suis ut curam mitterent de caballis.

Así pues se marchó Alejandro con su amigo el filósofo Hefestión y tomando consigo pertrechos y los sólidos, ordenó a sus servidores que se preocuparan de los caballos.

17 1. Veniens itaque Alexander in Peloponensum, occurrit ei Nicolaus rex eiusdem provincie cum exercitu, ut pugnam cum eo committeret, et appropinquans ad Alexandrum dixit ei: “Dic mihi, quis es tu?» Cui Alexander respondit: “Ego sum Alexander, Philippi regis filius.» Nicolaus ait: “Quem me speras esse?» Alexander respondit: “Tu es Nicolaus, rex Arideorum. Attamen non elevetur cor tuum in superbia pro eo quod habes regalem honorem super te; solet enim inveniri in humano fatu: quandoque maior perveniet ad parvitatem et parvus perveniet ad magnitudinem.» Cui Nicolaus ait: “Bene dixisti; temetipsum considera, quia natura mea inreprehensibilis est. Sed tamen dic mihi veritatem; quare in his partibus advenisti?» Alexander respondit: “Recede a me, homo, quia neque tu habes aliquid adversum me neque ego adversum te.» Cum autem audisset hunc sermonem Nicolaus rex, iratus est valde et dixit: “Vide quali homini loquor! Per salutem patris mei, si impetum spurae eicio in faciem eius, morietur.»

Al llegar al Peloponeso, le salió al encuentro Nicolao, el rey de aquella provincia, con su ejército, para entablar combate con él, y acercándose a Alejandro le dijo: “Dime, ¿quién eres tú?” Le respondió Alejandro: “Yo soy Alejandro, hijo del rey Filipo.” Dijo Nicolao: ¿Quién crees que soy yo?”. Respondió Alejandro: “Tú eres Nicolao, rey de los arideos. Sin embargo, que no se envanezca tu corazón en la soberbia por el hecho de tener un honor real sobre ti; suele, en efecto, ocurrir en el destino humano que muchas veces lo mayor llega a la pequeñez y lo pequeño llega a la grandeza.” Le dijo Nicolao: “Has dicho bien; considera, no obstante, que mi naturaleza es irreprensible. Pero, sin embargo, dime la verdad: ¿por qué has venido a este lugar?”. Alejandro respondió: “Déjame, hombre, porque ni tú tienes nada contra mí, ni yo contra ti.” Cuando el rey Nicolao oyó esta sentencia, se irritó muchísimo y dijo. “¡Mirad con qué hombre estoy hablando! Por la vida de mi padre, si lanzo un escupitajo a su cara, morirá.”

2. Hec cum dixisset, expuit contra eum et dixit: “Tolle hoc quod tibi decet accipere, catule, quia non erubescis.» Alexander itaque continendo se secundum doctrinam et nativitatem suam dixit illi: “Nicolae, iuro tibi per paternam nativitatem meam et per uterum matris mee in quo fui a deo conceptus, quia et hic, si mecum ludis cum curru, vincam te et patriam tuam per arma mihi subiugabo.» Et constituerunt inter se diem pugnandi et separati sunt abinvicem.

Y habiendo dicho esto, escupió contra él y dijo: “Toma lo que te corresponde recibir, cachorro, porque no te sonrojas”. Alejandro conteniéndose de acuerdo a la enseñanza recibida y a su naturaleza le dijo: “Nicolao, te juro por mi paternal nacimiento y por el vientre de mi madre en el que fui concebido de un dios que aquí, si concursas contra mí con tu carro, te venceré y someteré tu patria a mí por las armas.” Y establecieron entre ellos un día para luchar y se separaron uno de otro.

3. Reversusque Alexander ad patrem suum et preparato exercitu venit dies constitutus in quo coniuncti sunt ambo ad pugnam. Et sonuerunt tubas bellicas per partes et omnes unanimiter moti sunt ceperuntque pugnare fortiter inter se ipsumque Nicolaum Alexander propria manu occidit et multos ex eius militibus. In illa vero die victoriam magnam adeptus est Alexander, subiugans sibi regnum Nicolai, et coronaverunt eum milites eius et caballum eius et sic ad patrem suum cum victoria triumphi reversus est.

Y regresó Alejandro ante su padre y tras preparar el ejército llegó el día establecido en el que se unieron ambos para la lucha. Y sonaron las trompetas guerreras por todas partes y todos se movieron a la vez y empezaron a luchar con fuerza entre sí y Alejandro mató con su propia mano a Nicolao  y a muchos de sus soldados. En ese día, en efecto, consiguió Alejandro una gran victoria, sometiendo para sí el reino de Nicolao, y lo coronaron sus soldados y también a su caballo y así regresó ante su padre con la victoria y el triunfo.

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Un agudo chirrido y un chorro de luz que se colaba por un extremo de la estancia despertaron a Schadewaldt de su ensimismamiento. Dio un respingo en el sillón y se volvió hacia la puerta, que ya estaba de nuevo cerrada. Un monje alto y delgado se acercaba hacia él.

– Buenos días, ¿el teniente Schadewaldt, supongo?

– Sí, supone bien. ¿Es Usted Dom Ludovic, no es así?

– Sí, señor.

Dom Ludovic tenía un rostro alargado, con nariz fina, ojos saltones azules, pelo corto rubio, frente despejada y un lunar en el pómulo izquierdo. Sus largas manos de finos dedos estaban cruzadas sobre su pecho y una mirada escrutadora observaba a Schadewaldt, que se sentía demasiado observado.

– ¿Supongo que le habrán dicho la razón de mi visita?

– Sí, me ha informado de ello Dom Benedikt.

– Entonces, casi no tengo que preguntarle y Usted mismo puede indicarme qué sabe del asunto que me trae aquí.

– Creo que necesita Usted información sobre una persona que hizo con nosotros un curso de canto gregoriano.

– En efecto, el señor Homer Greek, ¿lo recuerda?

– Pues, me suena mucho el hombre Homer. Del apellido no tenía noticia. Aquí, en los cursillos, nos hablamos por el nombre de pila.

– ¿Qué puede decirme del señor Greek, bueno de Homer? ¿Hace mucho que estuvo aquí?

– No sé a ciencia cierta cuándo estuvo aquí. ¿Qué no serán ya cinco años? Recuerdo que tenía mucho interés en el gregoriano y me pidió un libro sobre la materia.

– ¿No recuerda nada más de él? ¿su profesión, qué edad podría tener?

– Era ya mayor; le calculo unos 75 años. Ignoro su profesión. Aquí, en verdad, sólo hablábamos de canto gregoriano y de música en general.

– Dom Nikolaus, el encargado del albergue me ha dicho que no guardan Ustedes los datos de los alojados en el monasterio. ¿Supongo que no sabrá Usted si el señor…, si Homer vivía en Neápolis?

– Pues lo cierto es que no sé nada más sobre él; bueno, que en una de las ocasiones en las que estuvo preparamos la Missa Lux et Origo.

Dom Ludovic comprimió sus labios en gesto contrariado tras esta afirmación.

– ¿Una de las ocasiones? ¿Ha estado aquí más de una vez?

Dom Ludovic respiró profundamente, se mantuvo un tiempo en silencio y luego dijo:

– Creo que ha estado aquí tres veces.

– ¿Consecutivas o espaciadas?

– Entre una y otra pasaron unos años

– ¿Recuerda la primera vez?

– ¡Ufffff! Hace, por lo menos, 20 años

– ¿Y la última?

– Hace tres años.

– ¿Y de esa última ocasión no recuerda nada especial?

– Lo que ya le he dicho: preparamos la Lux et Origo.

– ¿Sólo hablaban de música?

– Sólo; bueno, y de latín. Homer parecía saber bastante latín

– Es normal

– ¿Por qué es normal?

– Bueno, por su profesión.

– ¿Qué profesión tiene?

– El señor Greek es profesor de griego.

– ¡Ahhhhh!, ahora entiendo su facilidad para traducir los textos. Por cierto, teniente, ¿para qué busca la policía a Homer? Parecía un hombre tranquilo y pacífico ¿Ha cometido algún delito?

– No, no. Hay otros motivos.

– ¿Se pueden conocer?

– Me temo que no … y además, si no le importa, la entrevista la he solicitado yo.

– Por supuesto, pero me temo que no pueda ayudarle en nada más.

– Sí, ya me ha dicho que no sabe si Homer vive en Neápolis, pero algo más, ¿me puede decir?

– Lo siento, de la vida del señor ¿Greek, ha dicho? No sé nada.

– ¿Tienen pronto algún nuevo cursillo de gregoriano?

– Sí, el mes que viene.

– El mes que viene no me sirve – masculló Schadewaldt

– ¿Cómo dice?

– Nada, nada. ¿Y no sabe qué personas vienen? ¿no les pasan ninguna lista?

– No, sólo sé que serán 15 personas.

– ¿Sabe si vuelve Homer Greek?

Dom Ludovic sonrió pícaramente

– Pues, no; no lo sé

– Si volviera, ¿tendría la amabilidad de comunicármelo?

– Me temo que no, si no tiene Usted una orden judicial. Además, no me ha dicho para que busca a Homer.

– Bueno, dejémoslo estar. Muchas gracias por todo, Dom Ludovic.

– A Usted, teniente. Hasta luego; ahora llamo a Dom Theodor, para que le lleve de nuevo ante el abad y se pueda despedir.

– Gracias.

Dom Ludovic abandonó con sigilo la instancia. Schadewaldt quedó unos minutos sólo en la biblioteca, analizando la poca información que había obtenido de aquellos monjes adustos y reservados.

Dom Theodor regresó guiando a Schadewaldt de nuevo hasta el despacho de Dom Benedikt.

– ¿Qué? ¿ha conseguido alguna información?

– Pues, no demasiada, la verdad. Son Ustedes poco curiosos y poco amantes de los datos.

– Eso lo dejamos para la policía, – sonrió Dom Benedikt

– De todas formas, gracias por recibirme en su comunidad.

– De nada, teniente y vuelva cuando quiera. Me he quedado con ganas de saber para que necesita Usted hallar a ese profesor de griego.

– Creo que, tal vez, con un poco de suerte lo pueda saber pronto

– ¿ah, sí?

– Eso espero. Bueno muchas gracias y adiós.

– Vaya con Dios, teniente.

Schadewaldt fue guiado por Dom Theodor hasta el patio interior del monasterio. La enorme puerta del recinto se abrió, permitiendo a Schadewaldt salir y subirse a su automóvil, para abandonar san Florián.

Alguien había descorrido una cortina en una ventana del tercer piso del cuerpo lateral izquierdo del monasterio, que daba al patio interior, el que se hallaba entre el portalón de entrada y el edificio de peregrinos. Cuando Schadewaldt desapareció tras la enorme puerta, la cortina volvió a caer sobre la ventana.

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Para contrastar, comparar y ampliar lo dicho sobre Filón de Alejandría por Raffaele Cantarella, que ofrecimos en nuestro anterior artículo, he aquí lo que dice Albin Lesky, en su Historia de la literatura griega (Berna, 1963):

A través de un considerable número de obras que han llegado a nosotros nos es conocido el más conspicuo representante del judaísmo alejandrino: Filón de Alejandría. Procedía de una familia rica, vinculada por muchos conceptos a la grandeza romana de la época. Se le puede fechar gracias a la embajada que en el invierno del año 39 d. C. fue de Alejandría a Roma para obtener de Calígula una decisión en el conflicto entre griegos y judíos. Filón estuvo a la sazón al frente de la parte judía de la embajada, y en el informe dado sobre su cometido se describe como hombre entrado en años.

Nuestro conocimiento del mundo espiritual de Filón ha adquirido en los últimos tiempos, por obra principalmente de Hans Leisegang, una gran profundidad. No seríamos justos con Filón si pretendiéramos incluirle en el número de los autores judíos helenísticos que, llevados de su tendencia a hacer propaganda, hacían derivar la cultura extranjera de su propia doctrina. La helenidad de Filón no es una componente subordinada en su estructura mental, sino el sólido fundamento de la discusión a que somete la tradición religiosa de su propio pueblo. No saca a relucir teorías filosóficas porque las necesite para un fin determinado, sino que, más bien, el pensar, sometido a sus categorías, es para él una necesidad exigida por su formación.

Si, por lo tanto, es verosímil en Filón la existencia de una evolución que partiendo de la filosofía griega le llevó a la teología de su pueblo, habrá que poner en los comienzos de su actividad literaria una serie de tratados filosóficos que denuncian no sólo su carácter fundamentalmente estoico, sino también su fidelidad a las formas del filosofar griego. Dos de los primeros escritos, que conservamos en traducción armenia, tienen forma dialogada; las dos veces conversa con su sobrino Alejandro: en el primer diálogo, que lleva el nombre de éste, se plantea el problema de si los animales tienen inteligencia, y en el segundo, Sobre la Providencia, se pone a debate un concepto central de la doctrina estoica. El escrito Sobre la indestructibilidad del mundo (Περὶ ἀφθασίας κόσμου) es un esbozo, una primera parte, que defiende contra el estoicismo la eternidad del universo. Como en la parte final se promete la exposición de los argumentos contrarios, la solución más verosímil, frente a todas las atetesis e intentos de explicación es que Filón da aquí un resumen de los argumentos expuestos, que en una segunda parte refutaba o pensaba refutar. La obra Sobre la libertad del virtuoso (Περὶ τοῦ πάντα σπουδαῖον εἶναι ἐλεύθερον) revela ya en el título su programa estoico.

La formación filosófica heredada determina también la exposición que hace Filón de la religión judía. Profundamente convencido del espíritu del monoteísmo judío y de la significación de la ley, no pretende hacer propaganda tendenciosa, sino realizar la conjunción espiritual de la tradición de su pueblo y de los procedimientos filosóficos. La obra capital de este grupo es el libro Sobre la creación del mundo (Περὶ τῆς κατὰ Μωυσέα κοσμοποιίας), cuadro total de la visión del cosmos por Filón, en el que no faltan rasgos platónicos. De las biografías de los patriarcas que confirmaron la Ley con la moralidad de su vida conservamos sólo la de Ahrahán y la de José.

En ellas se incluye un escrito Sobre el decálogo, mientras que en cuatro libros.

Sobre las leyes particulares (Περὶ τῶν ἐν μέρει διεταγμάτων) se exponen los preceptos especiales de la ley mosaica.

Hay también escritos en los que resalta claramente el propósito de difundir en amplios círculos la comprensión hacia la religión judía. Muchos de ellos, como la Apología (᾿Απολογία ὑπὲρ ᾿Ιουδαίων), se han perdido. Conservamos la Biografía de Moisés (Περὶ βίου Μωυσέως), que se aproxima al tipo de las biografías griegas de los filósofos.

Filón empleó una gran parte de su actividad en explanaciones al Pentateuco. En ellas no se intentaba ningún comentario que siguiese verso a verso la Biblia, sino que más bien se subdividían las Explicaciones alegóricas de las leyes sagradas (Νόμων ἱερῶν ἀλληγορίαι) en tratados que remitían a pasajes determinados de la Biblia. Hay además una serie de tratados independientes. Constituye una obra en cinco libros el tratado Sobre los sueños, que investiga las diversas clases de sueños, respaldados con ejemplos tomados de la Biblia. Poseemos fragmentos griegos y latinos y grandes partes en traducción armenia de un segundo comentario al Génesis y al Éxodo que debió abarcar todo el Pentateuco.

Filón empleó en diversa medida en sus trabajos, pero dentro de una tendencia unitaria, el método de la explicación alegórica, que era conocido por los griegos desde hacía tiempo y que aprendió sobre todo de los estoicos. No sólo nos hace ver Filón su fidelidad a las doctrinas de la filosofía y su capacidad para operar con ellas, sino que sus escritos nos abren también la perspectiva de un progreso histórico-cultural de largo alcance.

En Alejandría, sobre todo, la tradición filosófica, en la que penetraron duradera y vigorosamente en la superficie elementos platónicos, se puso en contacto con el mundo de las religiones mistéricas. En influjo y relación contraria, en la búsqueda filosófica de Dios utilizó numerosas ideas brindadas por las religiones mistéricas (cosa que Platón había hecho ya decididamente), mientras que, por otra parte, estas representaciones o ideas se ven insufladas de nuevo contenido. La contemplación iluminada de Dios se convierte en la meta natural a donde se dirige el caminar de los hombres, del que nos dan noticia diversas teorías que, si bien adoptan varias modalidades, tienen en última instancia un propósito unitario. La explanación del Antiguo Testamento por Filón se mueve dentro de este mundo de ideas; pero, por otra parte, hay que reconocer que en muchas lucubraciones de Filón está en germen la gnosis.

Para la biografía de Filón y para la historia de los judíos alejandrinos son importantes dos obras que tratan de las relaciones con Roma. Una de ellas, Contra Flaco, pone a A. Avilio Flaco, prefecto de Egipto, como ejemplo de la providencia que vela sobre los judíos: el que al principio fue buen gobernante persigue a los judíos al advenimiento de Calígula al trono, pero pronto es condenado al destierro y a la muerte infamante. El informe Sobre la embajada a Gaio (Φίλωνος περὶ ἀρετῶν πρῶτον ὅ ἐστι τἠς αὐτοῦ πρεβείας πρὸς Γάιον) describe en el fragmento conservado las dolorosas experiencias de aquella embajada que Filón en el año 39 condujo a Roma ante Calígula. Apión, discípulo e hijo adoptivo de Dídimo, polígrafo que pretendió mantener la línea de la ciencia aristarquea sin conseguirlo, representaba al grupo griego enemigo de los judíos. Además de tratados gramaticales, escribió Egipcíacas en cinco libros.

Al igual que su pensamiento, la lengua de Filón está condicionada por la tradición griega. Faltan semitismos, y nii siquiera sabemos si dominaba el hebreo. El vocabulario revela sus copiosas lecturas y procura dar a su estilo atavío retórico y colorido ático, como, por ejemplo, en el uso abundante del optativo, pero en general encontramos en él el árido lenguaje del erudito.

Y hasta aquí el texto de Albin Lesky.

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En la pasada Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Castellón adquirí la Antología del Latín Medieval, de Antonio Fontán y Ana Moure Casas, en Gredos, Biblioteca Románica Hispánica; un libro muy interesante. Como se puede leer en su solapa:

El Latín Medieval es una lengua unitaria y, a la vez, diversificada. Su estudio ha de tener en cuenta esta doble condición. Esa es la idea que ha presidido la composición de nuestra Antología. Sus setenta y cinco capítulos comprenden muestras de todos los siglos medievales, de todos los géneros literarios y de las más variadas disciplinas: crónicas e historias, narraciones fabulosas y relatos de manifiesto y a veces crudo realismo, himnos piadosos, tiernos poemas amatorios y otros burlescos y de humor, escritos científicos o entonces tenidos como tales, fragmentos de reglas monásticas o sutiles juegos literarios de adivinación destinados al entretenimiento o a las escuelas…
La filología latina medieval ofrece, además, a los futuros investigadores un aptísimo campo de trabajo, del que se puede decir con verdad que está apenas desbrozado, y del que cabe fundadamente esperar abundantes frutos.

En el apartado IV, dedicado a textos posteriores al 1.200, y en el capítulo de textos no hispánicos, aparece un texto curioso con el título de El caballo de Alejandro.

Transcribo la introducción a dicho texto:

En el siglo X un clérigo napolitano, el arcipreste León, fue enviado a Constantinopla en misión diplomática confiada por los duques nativos de su territorio y ciudad cerca de los emperadores Constantino VII Porfirogeneta y Romano II. A la vuelta trajo, entre otros libros, una historia de los combates y victorias de Alejandro Magno, que había hecho transcribir para ofrecerla a sus señores de Nápoles. El duque Juan le encargó que la tradujera del griego al latín, cosa que León realizó enseguida. De esta traducción latina de la “novela de Alejandro”, falsamente atribuida a “Calístenes” y compuesta en el siglo IV, hay varias recensiones que se formaron progresivamente a lo largo de los siglos XI y XII con interpolaciones y modificaciones procedentes de otros relatos alejandrinos.

Una de ellas fue la fuente principal, o más bien, el original sobre el que, bajo Alfonso X, se confeccionó la “Estoria de Alexandre el Grand” que forma parte de la Grande e General Estoria o “Historia Universal” del Rey Sabio. El pasaje de Alejandro permanecía inédito hasta que hace pocos años fue publicado, acompañado de una edición de la recensión leonina sobre la que se había hecho la traducción castellana que se integraría en la cuarta parte de la General Estoria.
A continuación se recogen unos capítulos de la obra latina que fue traducida al castellano para incorporar la “novela de Alejandro” a la obra histórica del Rey Sabio.

Se trata de un texto latino cuyo núcleo fue compuesto en Nápoles en el s. X, pero que aquí se presenta en una versión posterior con añadidos y contaminaciones no exactamente precisadas. La redacción latina final es del siglo XII, como se deduce de los manuscritos y se confirma por la lengua empleada. El orden de las palabras responde al romance, así como gran parte del léxico y la gramática.

Hasta aquí la introducción al texto latino en la Antología de Fontán y Moure.

Pues bien, nuestra intención en esta serie de artículos es ofrecer el texto del Arcipreste León que recogen Fontán y Moure en su Antología y su traducción, que hemos hecho nosotros. A continuación nos referiremos a la Novela de Alejandro, ofreciendo la información que Carlos García Gual da en su traducción del Pseudo Calístenes en la editorial Gredos. Después ofreceremos los capítulos en griego, paralelos a la versión latina del arcipreste León, tomados de la recensión B en la edición de van Thiel y en traducción del propio García Gual.
Aportaremos también el episodio del caballo, narrado en esta ocasión por Plutarco en su Vida de Alejandro.
También ofreceremos un texto de la obra Alejandro Magno de Mary Renault, relativa al episodio del caballo.
El título de la serie se refiere al episodio de la doma de Bucéfalo por Alejandro.

Comencemos por el texto latino del arcipreste León que aportan los autores de la antología. Es el siguiente, con nuestra traducción aproximada:

14 1. In ipsis denique temporibus quidam princeps Cappadocie adduxit Philippo regi caballum indomitum, corpore magnum et pulchrum nimis ligatumque ex omni parte catenis ferreis; comedebat enim homines et dicebatur ipse caballus Bucefalus propter aspectus torvitatem seu ab insignis, eo quod taurinum caput in armo habebat ustum, seu quod de fronte eius quedam mine corniculorum protuberabant.

En estos tiempos cierto príncipe de Capadocia llevó al rey Filipo un caballo indómito, de gran cuerpo y muy hermoso, atado por todas partes con cadenas de hierro; comía, en efecto, personas y se llamaba el caballo Bucéfalo por su aspecto terrible o por sus marcas, toda vez que tenía marcado a fuego en sus ijares una cabeza de toro, bien porque de su frente surgían unos brotes de cuernos

2. Cumque vidisset Philippus rex pulchritudinem ipsius caballi, dixit ministris suis: “Recipite hunc caballum et preparate illi cancella ferrea et ibi recludite eum, ut raptores et latrones et qui debent ex lege mori et comedi a feris comedantur ab isto caballo.» Factumque est.

Cuando el rey Filipo hubo visto la belleza del caballo, dijo a sus servidores: “Coged ese caballo y preparadle una jaula de hierro y encerradlo allí, para que los bandidos, ladrones y quienes deben morir según la ley y ser devorados por las fieras sean devorados por este caballo”. Y así se hizo.

3. Interea Philippus rex responsum accepit a diis quia post mortem eius ille debet regnare qui hunc caballum ferocem equitaverit; et propterea Philippus rex expectabat fiduciam ipsius caballi.

Entretanto el rey Filipo recibió un oráculo de los dioses en el sentido de que tras su muerte debía reinar quien montara ese feroz caballo; y por ello el rey Filipo esperaba la lealtad del caballo.

15 1. Alexander autem cum esset annorum quindecim, factus est fortis, audax et sapiens; didicerat enim pleniter liberales artes ab Aristotile et Callistene et ab Anaximene Atheniense.

Por su parte Alejandro, cuando alcanzó los quince años, se hizo fuerte, osado y sabio; había aprendido totalmente las artes liberales de Aristóteles y Calístenes, y del ateniense Anaxímenes.

2. Quadam vero die cum transisset per eum locum in quo stabat ipse indomitus caballus, et videns illum conclusum esse inter cancella ferrea et ante eum iacentem summam manuum et pedum hominum qui illi de pastu remanserant, miratus est valde et mittens manum suam per cancellos, statimque extendit collum suum ipse caballus et cepit lambere manum illius atque complicatis pedibus proiecit se in terra erigensque caput respiciebat Alexandrum.

Cierto día cuando paseaba por el lugar en el que estaba el indómito caballo, viendo que estaba encerrado  en una jaula de hierro y ante él había una gran cantidad de manos y pies de hombres que habían sido dejados para su alimento, sintió gran asombro y metió su mano por las rejas; al punto el caballo extendió su cuello y empezó a lamer su mano y doblando sus patas se apoyó en el suelo y elevando la cabeza miraba a Alejandro.

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El colegio católico “Anástasis” gozaba de gran predicamento en el mundo académico e instructivo de Palinodia. Fundado en el 2034, tenía una dilatada historia de más de 160 años y en él se había formado una gran parte de la juventud de Palinodia, una ciudad media, de unos 35.000 habitantes, bastante alejada de la capital del país.

Fiel a su ideario, además de enseñar las materias oficiales del curriculum, establecidas por la administración educativa, el centro se ocupaba de la formación religiosa de los alumnos que así lo quisieran, ya que, pese a ser de confesión católica, a él acudían niños y jóvenes, cuyas familias no lo eran; la razón, pues, de llevarlos allí era la calidad de la enseñanza, debida a las magníficas infraestructuras del centro y a la excelente preparación del profesorado.

En esta formación religiosa, a los alumnos de mayor edad, quienes cursaban el Cuarto Grado, se les enseñaban rudimentos de teología en los que se incluía el estudio de la Sagrada Escritura y, dentro de éste, las lenguas clásicas Latín y Griego en las que se había escrito aquélla, bien fuera en la redacción griega de los Setenta (Septuaginta), y la latina de la Vulgata.

Desde 2139 a 2152 Homer Greek había desempeñado aquí su último empleo como docente de griego. Ésa era la información que la señora Yourcenar había dado a Ulrich von Wilamowitz, el detective que había contratado, dada su desconfianza en la policía de Pangea. Wilamowitz  había decidido encargarse él de la visita al “Anástasis” y había dejado a su ayudante Romilly la investigación en el centro en el que Greek desempeñó el cargo de conserje.

Durante su viaje en automóvil a Palinodia, Wilamowitz meditaba sobre las razones que tendría Yourcenar para dar con el paradero de un profesor de griego. Y, sobre todo, le asombraba el hecho de que no pudieran dar con él, cuando había pertenecido a la plantilla de profesores del Estado. Es cierto que hacía muchos años, más de 40, que ya no ejercía y, por tanto, los datos que pudieran tener el ministerio o la Secretaría de instrucción pública, serían ya antiguos y, tal vez, Greek hubiera cambiado de residencia, incluso de ciudad y fuera imposible dar con él.

Entonces – se preguntaba – ¿qué podré conseguir sobre él en el “Anástasis”? Todo lo más, que me digan donde vivía cuando ejercía aquí, pero de eso hace ya 43 años y las cosas habrán cambiado mucho. Debo obtener algún otro dato relevante. La dirección que puedan darme, seguro que no me sirve. Debo dar con alguien que siga manteniendo relación con él, ¿quién sabe?, algún compañero con quien mantenga una amistad…

Tales elucubraciones se hacía Wilamowitz, cuando, sin darse cuenta, estaba ya en la entrada sur de la ciudad de Palinodia. El GPS de su coche le llevó con calculada precisión al número 136 de la Avenida Episteme de Palinodia, donde se ubicaban las instalaciones, recientemente reformadas, del “Anástasis”.

Wilamowitz había concertado una entrevista con el director del centro, el señor Basil Chrisostomus, para las 12’30 h., diciéndole que era policía de Neápolis. Una mentirita que Wilamowitz juzgaba inofensiva. Siempre abre más puertas una placa de policía que un título no homologado de detective. Eran las 11’00 h, así que decidió tomar un café en un establecimiento situado justo enfrente del colegio. Desde allí podía ver el patio del centro, justo en el momento en que había recreo. Observaba con curiosidad los diferentes corrillos de alumnos y las actividades que realizaban.

Unos jugaban con la pelota, otros, los más jóvenes, se perseguían, otros permanecían sentados charlando, otros paseaban y otros, finalmente, los menos, leían libros electrónicos, que Wilamowitz suponía que eran de sus asignaturas. Lo más probable es que dieran un repaso a los temas sobre los que se examinarían pronto. Estos libros tenían la enorme ventaja de que podían leer su contenido, de manera que, a demás de leer, se podían escuchar las lecciones con las ventajas que esto suponía.

El detective apuró el último sorbo de su café, pagó en la barra de la cafetería y cruzó la calle, para dirigirse al colegio.

Basil Chrisostomus era un hombre regordete de mediana edad, más calvo que con pelo, que llevaba unas gafas un tanto viejas y tenía una voz muy aguda y cantarina.

– Hola, señor Wilamowitz, ¡adelante! – dijo desde el otro lado de la mesa de su despacho.

Wilamowitz entró y estrechó la mano que le ofrecía el señor Chrisostomus. Ambos se sentaron y el detective no pudo reprimir una mirada algo prolongada al cuadro que colgaba en la pared existente en la espalda del director. Era una copia de La resurrección de Cristo, la versión de 1616, de Rubens, que mostraba el atlético y robusto cuerpo del Cristo resucitado sin marcas de martirio.

– Impactante cuadro, ¿verdad? –  preguntó Basil.

– Desde luego que sí – respondió Ulrich.

– No podíamos tener otro cuadro, llamándose el centro “Anástasis”.

– ¡Qué diferencia con el “Cristo yacente” de Mantegna!

– ¿Le gusta el arte sacro, señor Wilamowitz?

– Mucho. Hace poco que he vuelto de Florencia y he podido ver el cuadro de Rubens en los Uffizzi.

– ¡Qué curioso! Yo hace un mes que vi el de Mantegna en Milán, en la pinacoteca de Brera.

– Pues sí, ¡vaya coincidencia!

El señor Chrisostomus se volvió satisfecho para mirar su “Resurrección”, y, tras un momento, giró una cara sonriente, y casi triunfante, y preguntó:

– Bueno, señor Wilamowitz. Estoy impaciente pos saber el motivo de su visita.

– Pues verá. Según tengo entendido, en este colegio ejerció como profesor de griego el señor Homer Greek. Lo cierto es que necesito saber algo sobre él, especialmente cuál es su paradero actual. Puesto que estuvo aquí, supongo que tendrán constancia de sus datos o habrá alguien en el centro con el que aún mantenga relación.

-¿Homer Greek? ¿De griego? Déjeme pensar. Sí, me suena mucho; desde luego no he coincido con él. Permítame un momento.

El señor Chrisostomus realizó unas consultas en el ordenador que había en su mesa.

– Estuvo aquí desde el curso 2139-2140 hasta el 2151-2152, es decir, doce cursos. Yo me incorporé al “Anástasis” en el 2178, hace 17 años, y el señor Greek ya llevaba ausente del centro 26. ¡Estamos hablando de hace (a ver desde 2152 y estamos en el 2195) 43 años! Eso es una eternidad

–  Sí, lo sé. ¿No tiene ningún dato relevante en ese ordenador sobre su domicilio?

– Eso es confidencial. Además, ¿por qué razón busca Usted al señor Greek? ¿no le pueden ayudar en el ministerio de Instrucción? Allí tiene los datos de todo el profesorado.

– Sí, es cierto, pero el señor Greek no ejerce desde el 2152, es decir, el año en que acabó en su centro. Antes sólo estuvo un curso en un centro público. He pensado que sería mejor acudir a su colegio, porque aquí tendrían más información sobre él.

– Ya le he dicho que no puedo darle demasiada información. Primero, por el secreto en los datos personales, y segundo porque, realmente, tenemos pocos. Además, creo que en 43 años habrá cambiado mucho la situación del señor Greek, por ejemplo, en su domicilio…

– ¿Y no hay en su colegio alguien que coincidiera con Greek?

– Me temo que no, ni en el claustro ni en el personal no docente.

-¿Y no me puede decir algo como su fecha y lugar de nacimiento, si las tiene? Eso no creo que sea demasiado confidencial.

– Mmmmmm. Veamos. Nació en el 2115; tendrá ahora 80 años.

– ¿Dónde? ¿En Palinodia?

– No

– ¿En Neápolis?

– No. Nació en Hierápolis.

– ¿Hierápolis? ¡Qué curioso!

– Curioso, ¿por qué? Una ciudad como cualquier otra, ¿no?

–  Sí, bueno. ¿No tiene otro dato que me pueda ser de utilidad?

– No creo; sólo que, cuando estuvo aquí, dejó un domicilio de Palinodia, por lo que dudo que fuera el suyo. Seguramente estaría en un piso alquilado.

– ¿Me ha dicho que no hay nadie en el centro que haya podido coincidir con él, verdad?

– En efecto.

– ¿Y alguien ya jubilado que coincidiera con él aquí?

– Lo desconozco.

– De acuerdo, señor Chrisostomus, no le molesto más. Gracias por todo.

– Un placer, señor Wilamowitz. Oiga, ¿no habrá hecho nada malo el señor Greek, verdad?

– No, descuide. Bueno, hasta otra ocasión.

–  Hasta luego. Adiós.

Wilamowitz seguía dándole vueltas al lugar de nacimiento de Greek. Hierápolis ¿Qué sabía de Greek que lo relacionara con Hierápolis, ahora que sabía que había nacido allí?

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Buscamos, no obstante, el término μθεσις en el Philolog.us y encontramos esto:

μθ-εσις, εως, , (μεθημι)

A. relaxation, «ψυχῆς» Ph.1.354.

Liddell, Scott, and Jones entry courtesy of the Perseus Digital Library

 No era, pues, la palabra que buscábamos, como luego quedó claro. Pero se abría un nuevo pequeño reto: ¿Ph.? ¿Qué autor es éste? Pensé en Focio, pero no era. Tuve que esperar a llegar a casa para consultar el Dictionnaire Grec-Français de A. Bailly, ya que en su versión online tampoco aparece el mencionado término.

Y ahí estaba, en la página 1237:

μθεσις, εως, (): action de laisser aller, abandon, Phil. 1, 354 (μεθημι)

Aquí ya tenemos otra pista. El autor es Phil. Sólo había que buscar en la Liste des auteurs et des ouvrages cités en abrégé dans ce dictionnaire que aparece al principio del voluminoso diccionario de Bailly, para descubrir que Phil. es Philon, d’Alexandrie, philosophof juif, 1er / 2e s. av. et apr. (?) J. C. [éd. C. E. Richter, 1928-30, et fragm. inédits par C. Tischendorf, 1868].

Así pues, nuestro ignoto autor es Filón de Alejandría. Conviene, primero, que lo presentemos.

Raffaele Cantarella, en su libro La literatura griega de la época helenística e imperial, en el capítulo decimotercero dedicado a la Literatura judeo-helenística y cristiana, nos dice esto sobre Filón:

La tradición greco-judaica, comenzada por los Setenta, continúa en una vasta literatura, actualmente perdida en casi su totalidad, excepto las obras de Filón y Josefo: sólo quedan pocos y escasos fragmentos, cuya cronología no siempre es posible precisar…

En esta corriente se insertan las dos mayores personalidades de la cultura greco-judaica. Filón (Φίλων), conocido con el sobrenombre de Judío, nació en Alejandría entre el 30 y el 20 a. C., de una familia importante, si no sacerdotal. La única fecha segura de su vida es la de una embajada a Roma en el 39-40, ante Calígula, después de los conflictos del 38 entre hebreos y paganos; Filón estaba al frente a de delegación hebrea, Apión de la pagana. Murió alrededor del 45. En su carácter de versátil polígrafo ha sido comparado en el campo de la cultura greco-judaica con Plutarco; su vastísima producción literaria se articula en las siguientes secciones principales con numerosas obras, de las que sólo mencionaremos las principales:

  1. Obras de carácter filosófico: De aeternitate mundi, de la que nos ha llegado sólo la primera parte que es una reseña sobre la historia del problema; De providentia, en dos libros, originariamente en forma de diálogo, que sólo ha llegado completo en la versión Armenia; Alexander, sive de eo quod rationem habeant bruta animalia, diálogo que nos ha llegado en las mismas condiciones que el anterior.
  2. Obras exegéticas sobre el Pentateuco. Entre los numerosos escritos, algunos perdidos, otros fragmentarios y otros conocidos sólo a través de traducciones, que tienen este argumento, mencionaremos: Legum allegoriae, en parte perdidas; De somniis (quedan dos de los cinco libros); Quaestiones et solutiones in Genesim ei in Exodum (Quaestiones, seis libros, sólo en la versión Armenia, Solutiones, dos de los cinco libros, en la versión Armenia; de ambos, abundantes fragmentos griegos); De orificio mundi; De Abrahamo; De specialibus legibus, cuatro libros acerca de la ley mosaica.
  3. Obras histórico-apologéticas: De vota Moysi, tres libros; De vita contemplativa, sobre la secta hebraica de los terapeutas; Contra Flaccum, un perseguidor de los hebreos, y Legatio ad Gaium, sobre las circunstancias de la embajada a Roma.

La producción de Filón es fundamentalmente importante para el conocimiento de la cultura judía en un momento especial, puesto que Filón vivió precisamente en tiempos de Jesucristo. Muchas de sus obras, especialmente las exegéticas, son valiosas monografías sobre los argumentos histórico-apologéticos. Así, por ejemplo, los recientes (N. B.: la obra de Cantarella es de 1968, mientras los manuscritos del Mar Muerto se hallaron entre 1947 y 1956) hallazgos de los rollos del Mar Muerto que contienen los libros sagrados de una secta hebrea han reactualizado las noticias que nos ha dejado Filón sobre los esenios, no sólo en una obra específica, parcialmente perdida (De vita contemplativa), sino también en alusiones ocasionales. Por lo tanto, desde el punto de vista literario e histórico, la vastísima cultura de Filón en ambas culturas, griega y judía, es de sumo interés. Es oportuno señalar que, como escritor, también se muestra completamente helenizado. No sólo la lengua no tiene huellas de semitismos, sino que su prosa, atentamente estudiada por la riqueza de documentación que ofrece, muestra que conoce bien el empleo de las cadencias rítmicas de la prosa contemporánea (Caritón, Plutarco, Longo), con visible preferencia por algunas cláusulas especialmente rebuscadas.

Pero la verdadera ambición de Filón era ofrecer una síntesis filosófico-religiosa de las culturas griega y judía, síntesis en la cual el pensamiento griego debía constituir casi la estructura racional y la justificación de la religiosidad hebrea. En consecuencia, la complementación de dos elementos necesarios para formar una concepción orgánica y total de la vida espiritual. Fue una tentativa interesante y muy significativa, aunque resultó ineficaz y su finalidad principal no tuvo continuación; puesto que fue prácticamente ignorada por el mundo judaico, mientras que nada podía decir a la mentalidad religiosa de los griegos, tan distinta de aquélla. Por el contrario es interesante observar que las mayores huellas de su influencia se observan en el mundo cristiano; quizá ya en algunos escritos neotestamentarios, después en los padres apostólicos y los apologistas (pertenece a Filón, por ejemplo, la idea en que se funda el De mortibus persecutorum, del castigo de Dios a los perseguidores), más aún en Clemente y Orígenes, por la importancia que asume en ellos la exégesis bíblica alegórica y espiritual.

La tentativa de sincretismo, que inspira a Filón, excluye, desde el principio, la originalidad. Bastan los títulos citados para mostrar su formación: fundamentalmente platónica, pero también aristotélica (a través de Posidonio, según parece), y con huellas de neopitagorismo (una obra perdida trataba sobre la simbología de los números). Todo se centraba en torno a la idea fundamental de un dios trascendente que no actúa directamente sino por medio del Logos, su hijo, a cuya imagen crea el mundo. Por su parte, también el hombre para llegar a Dios, necesita numerosas potencias intermediarias. Como se ha observado, esta concepción implica una contradicción con la religiosidad judía, en la cual el dios – ya castigue, reconforte o aconseje – siempre se siente próximo al hombre. Sólo por medio del éxtasis (concepto que tendrá una larga vida en la mística cristiana), el hombre alcanza la suprema beatitud, que es la contemplación de Dios.

Hasta aquí el texto de Raffaele Cantarella.

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Dumézil, fiel al encargo del capitán Rhode, volvió a la biblioteca Herodotea, para mantener una segunda entrevista con Sappho Corina. Su objetivo era averiguar en qué editorial publicó Greek su libro de métrica, y poder así obtener datos de Greek.

La bibliotecaria lo esperaba en su despacho del segundo piso del edificio.

– Buenos días, ¿puedo pasar?

– Adelante, señor Dumézil.

– Veo que me recuerda, señora Corina

– Por supuesto; ¿en qué puedo ayudarle esta vez?

– Vengo de nuevo por lo del profesor Greek

– Dígame

– Usted me comentó la otra vez que Homer Greek había publicado un libro sobre métrica.

– Sí, en efecto.

– Y yo me preguntaba si me puede dar información sobre el libro, fundamentalmente sobre la editorial que lo publicó … y, de paso, si tiene algún dato nuevo que nos permita dar con Greek.

– Tengo un ejemplar del libro, y además dedicado por su autor. Tuvo la amabilidad de regalármelo y dedicármelo. Lo tengo por aquí. La editorial es “Unicornio”, pero no se moleste en acudir a ellos, porque ya no existe. Era una casa muy modesta, dedicada a temáticas raras, y la métrica griega clásica lo era, y lo sigue siendo, aún más, si cabe. Se editaron sólo 1000 ejemplares, que dudo que se vendieran.

– ¿Puedo ver el libro?

– Sí, claro

Sappho Corina abrió el cajón superior de la parte derecha de su mesa de trabajo. Sacó una caja dorada, cerrada con llave. Con una llave que llevaba en su llavero la abrió y sacó un libro pequeño, de 13 x 18 centímetros. Se lo alargó a Dumézil.

– Trátelo con mucho cuidado.

– Por supuesto.

Dumézil no hojeó el libro. Sólo miró la primera página, donde figuraban los datos de la editorial: Ediciones “Unicornio”, S. L. Calle Federico Crusius, 51, C. P.: 76345; unicorned@servermail.pan. Dumézil anotó los datos en su minúsculo organizador digital. Vio en la página siguiente, la derecha, unas palabras en griego, pero no pudo entender nada. Homer Greek, en efecto, había escrito una breve dedicatoria para Sappho Corina. Era simplemente el fragmento 94 de la edición de Lobel-Page (Poetarum Lesbiorum fragmenta, Oxford, 1955)

τεθνάκην δ᾿ άδόλως θέλω·

ἄ με ψισδομένα χατελίμπανεν

πόλλ, καὶ τόδ᾿ ἔειπ[έ μοι·

«ὤιμ᾿ ὠς δεῖνα πεπ[όνθ]αμεν,

Ψάπφ᾿, ἦ μάν σ᾿ ἀέκοις᾿ άπυλιμπάνω.»

Τὰν δ᾿ ἔγω τάδ᾿ ἀμειβόμαν.

«χαίροις᾿ ἔρχεο κἄμεθεν

μέμναισ᾿, οἶσθα γὰρ ὤς σε πεδήπομεν·

quisiera en verdad morir.

Ella se marchó entre abundantes

lágrimas diciéndome:

«¡Ay, Safo, cuánto sufrimos!

¡Con cuánto pesar te abandono!»

Y yo le contesté:

¡Adiós, y sé feliz! ¡Sólo recuérdame,

pues sabes cuan atada estoy a ti!

– Tenga, y muchas gracias.

–  Si tiene la intención de ir a la editorial, le advierto que cerró ya hace años.

– Sí, sí, ya me lo ha dicho, pero no está de más probar.

– Como Usted quiera

– Y ¿no tiene ningún dato más sobre el profesor Greek que nos lleve hasta él?

– No, lo cierto es que mantuve una breve relación con él: sólo cuatro o cinco entrevistas aquí en la biblioteca y siempre hablábamos de literatura, historia o cultura griegas. Nunca hablamos de nada personal. Alguna vez hablamos también de música…

– ¡De música? ¿De qué tipo de música?

– A Homer le gustaba el gregoriano.

– ¿Y sabe si lo estudió en algún lugar?

–  Creo recordar que estuvo en alguna ocasión en un monasterio de Hierápolis, haciendo un curso de gregoriano.

– ¿En Hierápolis?

– Sí, dijo en Hierápolis.

– Que yo sepa, allí sólo está el monasterio de San Florián.

– ¡San Florián! Ése es.

– Me ha dicho que nunca hablaron de nada personal.

– En efecto, sólo sobre escritores, poetas, métrica… Me causó gran ilusión que fuera profesor de griego, porque yo no pude estudiar esa lengua.

– Comprendo. ¿Siempre hablaron aquí, en la biblioteca? Quiero decir…

– Si quiere decir si hablamos alguna vez en otro lugar, sólo en una ocasión más quedamos a comer.

– Perdone mi atrevimiento, pero… ¿no sabrá Usted dónde vivía el señor Greek en Neápolis?

– Sólo sé que no vivía en Neápolis.

– ¿No?

–  No, porque en una ocasión dijo que había venido en el tren Alfa y ese tren sólo va a Palinodia y Megalópolis.

– Y tiene parada en Hierápolis, camino de Megalópolis.

– Sí, es cierto.

– Y Usted ha dicho que Homer Greek estuvo en San Florián.

– Sí, así me lo dijo él en más de una ocasión.

– ¿Es posible que el señor Greek residiera en Hierápolis?

–  Bueno, no es descabellado. De lo que estoy segura es de que estudió en Neápolis, porque él mismo me lo dijo.

– ¿Nunca hablaron sobre la carrera profesional del señor Greek?

– El alguna ocasión, sí. Creo que estuvo de profesor en Palinodia, en un colegio católico. De eso sí hablamos. Le gustaba su trabajo allí, ya que englobaba la docencia del griego con su fe. Decía que era muy distinto leer los textos del evangelio o la Biblia en su original griego a hacerlo en una lengua actual. Se perdían en la traducción muchos matices, imágenes y estructuras significativas para lo que los textos querían expresar.

– Sí, ya… ¿Podemos decir, entonces, y no nos equivocaríamos demasiado, que en la época en que Ustedes se relacionaron, Homer Greek vivía en Hierápolis?

–  No sería descabellado, creo.

–  Bueno, no la quiero molestar más, señora Corina.

– No es molestia, pero también a mi me gustaría hacerle algunas preguntas.

– Adelante

– ¿Por qué tiene Usted tanto interés en el señor Greek? ¿Para que busca la policía a Homer? ¿Ha cometido algún delito? Siempre me pareció una persona muy juiciosa e inofensiva. ¿Qué me dice?

– Bueno, me temo que no puede darle demasiadas respuestas. Desde luego, no ha cometido ningún delito, esté tranquila.

– ¿Y la razón de su interés en el señor Greek?

– Digamos que los conocimientos de griego de ese profesor nos hacen falta, bueno, a la policía no…

– ¿Y a quién?

– ¡Ufff! Digamos que al bien común, ¿le vale con eso?

– De acuerdo, ya sé algo más.

– Entonces, lo dicho, muchas gracias por su colaboración. Adiós

– Adiós, señor Dumézil.

Dumézil salió de la biblioteca y enfiló el camino hacia la comisaría central, que no se hallaba demasiado lejos.

Cuando llegó, no estaba Schadewaldt, pero se dirigió directamente al capitán Rhode.

– ¿Qué novedades traes, Dumézil?

– He hablado con Sappho Corina. No he conseguido demasiada información, pero tal vez nos pueden servir de algo dos cosas.

– ¿Cuáles?

– Que Homer Greek vivía entonces en Hierápolis y que hizo un curso de gregoriano en San Florián, el monasterio de esa ciudad

– ¿Y eso te parece importante? Hace 30 años de eso, pues, según me dijiste esta relación entre Greek y la bibliotecaria ocurrió en 2165.

– Pero sabemos que es de Hierápolis y puede que ahora, ya mayor haya vuelto a sus orígenes.

– No es mala idea. Lo del monasterio nos lo corroborará Schadewaldt que ha ido a investigar allí. Según lo que nos diga, nos podemos centrar en eso. Cuando vuelva Schadewaldt, lo calibraremos. Gracias, George.

Dumézil salió del despacho henchido de satisfacción.

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