En este momento tenemos activas tres series en nuestro blog: una sobre Prometeo, otra sobre Néstor y la tercera sobre el motivo de Putifar y su presencia en la mitología griega.
El artículo de hoy sirve para cerrar esta tercera serie sobre las que hemos convenido en llamar colegas de la mujer de Putifar.
Pero es, tal vez, la tragedia de Eurípides Hipólito la que nos ofrece una visión más completa del mito.
Fue puesta en escena en el 428, dentro del periodo de madurez en la producción del poeta. La obra, como la precedente Medea, trata también la complicada problemática de las pasiones y las reacciones a veces imprevistas de los seres humanos. Fedra, hija de Minos y esposa de Teseo, perdidamente enamorada de su hijastro Hipólito, que no le corresponde en el amor al estar consagrado en voto de castidad a la diosa Ártemis, lleva a la perdición a padre e hijo. En efecto, al no verse correspondida por el amor de Hipólito, se suicida, pero acusa falsamente a Hipólito de haber abusado de ella. Teseo, encolerizado, destierra a Hipólito, que, por causa de las maldiciones lanzadas contra él por su padre es muerto por un toro que surge del mar. Al final Teseo comprende su error y antes de que su hijo muera, se reconcilia con él.
Parece que hubo una primera versión del Hipólito en la cual el motivo erótico era dominante y que fue retirada por la indignación de los atenienses al ver la crudeza con que se presentaban en al escenario estos desenfrenos amorosos de Fedra. Por eso en la segunda versión, la conservada, Fedra guarda dentro con indecible dolor sus sentimientos y sólo la actuación de la nodriza a quien revela el secreto, produce la catástrofe. El problema fundamental que se debate en la tragedia es el de la ὕβρις o insolencia de ambos protagonistas frente a Ártemis y Afrodita. El punto más oscuro es la función que juegan ambas divinidades. Parece seguro que Eurípides no creía en ellas, siendo como era racionalista. Desde luego juegan un papel de comparsas y no explican en absoluto, en su plano superior, el desarrollo de los acontecimientos a nivel humano, como sucedía en la obra del piadoso Sófocles. Las dos diosas se presentan como símbolos tomados de la creencia popular que llevan rápida y directamente a la comprensión de las fuerzas básicas que mueven el drama.
El tratamiento de la obra es típicamente euripídeo: profundización en los caracteres de los personajes, crítica acerba del ideal heroico tradicional, papel decisivo jugado por personajes sencillos, tomados de la vida real, como sucede con la nodriza, tímido precedente de Celestina bienintencionada, fiel a su señora. Finalmente cabe mencionar que Hipólito es quizás el personaje más misógino de todo el teatro euripídeo.
La suerte de Hipólito está clara desde el prólogo, que corre a cargo de Afrodita (1-57):
Soy una diosa poderosa y no exenta de fama, tanto entre los mortales como en el cielo, y mi nombre es Cipris. De cuantos habitan entre el Pinto y los confines del Atlas y ven la luz del sol, tengo en consideración a los que reverencian mi poder y derribo a cuantos se ensoberbecen contra mí. En la raza de los dioses también sucede esto: se alegran con las honras de los hombres. Voy a mostrar muy pronto la verdad de estas palabras. El hijo de Teseo y de la Amazona, alumno del santo Piteo, es el único de los ciudadanos de esta tierra de Trozén, que dice que soy la mas insignificante de las divinidades, rechaza el lecho y no acepta el matrimonio. En cambio, honra a la hermana de Febo, Ártemis, hija de Zeus, teniéndola por la más grande de las divinidades.
Por el verdoso bosque, siempre en compañía de la doncella con rápidos perros extermina los animales salvajes de la tierra, habiendo encontrado una compañía que excede a los mortales. Yo no estoy celosa por ello. ¿Por qué iba a estarlo? En cambio, por las faltas que ha cometido contra mí, castigaré á Hipólito hoy mismo; la mayor parte de mi plan lo tengo muy adelantado desde hace tiempo, no tengo que esforzarme mucho.
En una ocasión en que iba desde la venerable mansión de Piteo a la tierra de Pandión a participar en la iniciación de los misterios, al verle la noble esposa de su padre, Fedra, sintió su corazón arrebatado por un amor terrible, de acuerdo con mis planes. Y antes de que ella regresara a esta tierra de Trozén, junto a la roca misma , visible desde esta tierra, fundó un templo de Cipris, encendida de amor por el extranjero. Y, al erigirlo, le ponía el nombre de la diosa en recuerdo de Hipólito.
Y cuando Teseo abandonó la tierra de Cécrope, huyendo de la mancha de sangre de los Palántidas, hizo una travesía hasta este país, resignándose a un año de destierro
Desde entonces, entre gemidos y herida por el aguijón del amor, la desdichada se consume en silencio. Ninguno de los de casa conoce su mal. Pero este amor no debe acabar de este modo. Se lo revelaré a Teseo y saldrá a la luz. Y su padre matará a nuestro joven enemigo, con una de las maldiciones que Posidón, señor del mar, concedió a Teseo como regalo: que no en vano suplicaría a la divinidad hasta tres veces.
Aunque sea con gloria, Fedra también ha de morir, pues yo no tendré en tanta consideración su desgracia hasta el punto de que mi enemigo no deba pagarme la satisfacción que me parezca oportuna.
Pero veo que se acerca el hijo de Teseo, que ha dejado ya el esfuerzo de la caza, Hipólito. Voy a alejarme de estos lugares. Una numerosa comitiva de servidores sigue sus pasos y va entonando himnos en honor de la diosa Ártemis. No sabe que están abiertas las puertas de Hades y que está mirando esta luz por última vez.
Fedra revela a su nodriza su amor por Hipólito. La anciana se lo dice al joven, lo que provoca una furibunda reacción del muchacho que se despacha a gusto con las mujeres (616-629):
ὦ Ζεῦ, τί δὴ κίβδηλον ἀνθρώποις κακὸν
γυναῖκας ἐς φῶς ἡλίου κατῴκισας;
εἰ γὰρ βρότειον ἤθελες σπεῖραι γένος,
οὐκ ἐκ γυναικῶν χρῆν παρασχέσθαι τόδε,
ἀλλ’ ἀντιθέντας σοῖσιν ἐν ναοῖς βροτοὺς
ἢ χρυσὸν ἢ σίδηρον ἢ χαλκοῦ βάρος
παίδων πρίασθαι σπέρμα, τοῦ τιμήματος
τῆς ἀξίας ἕκαστον, ἐν δὲ δώμασιν
ναίειν ἐλευθέροισι θηλειῶν ἄτερ.
[νῦν δ’ ἐς δόμους μὲν πρῶτον ἄξεσθαι κακὸν
μέλλοντες ὄλβον δωμάτων ἐκπίνομεν.]
τούτῳ δὲ δῆλον ὡς γυνὴ κακὸν μέγα·
προσθεὶς γἀρ ὁ σπείρας τε καὶ θρέψας πατὴρ
φερνὰς ἀπῴκισ’, ὡς ἀπαλλαχθῇ κακοῦ.
¡Oh Zeus, ¿Por qué llevaste a la luz del sol para los hombres ese metal de falsa ley, las mujeres? Si deseabas sembrar la raza humana, no debías haber recurrido a las mujeres para ello, sino que los mortales, depositando en los templos ofrendas de oro, hierro o cierto peso de bronce, debían haber comprado la simiente de los hijos, cada uno en proporción a su ofrenda y vivir en casas libres de mujeres. Ahora, en cambio, para llevar una desgracia a nuestros hogares, empezamos por agotar la riqueza de nuestras casas. He aquí la evidencia de que la mujer es un gran mal: el padre que las ha engendrado y criado les da una dote y las establece en otra casa, para librarse de un mal.
Y sigue en 664-668:
ὄλοισθε. μισῶν δ’ οὔποτ’ ἐμπλησθήσομαι
γυναῖκας, οὐδ’ εἴ φησί τίς μ’ ἀεὶ λέγειν
ἀεὶ γὰρ οὖν πώς εἰσι κἀκεῖναι κακαί.
ἤ νύν τις αὐτὰς σωφρονεῖν διδαξάτω,
ἢ κἄμ’ ἐὰτω ταῖσδ’ ἐπεμβαίνειν ἀεί.
¡Así muráis! Nunca me hartaré de odiar a las mujeres, aunque se me diga que siempre estoy con lo mismo, pues puede asegurarse que nunca dejan de hacer el mal. ¡O que alguien las enseñe a ser sensatas o que se me permita seguir insultándolas siempre!
Fedra entra en palacio y se cuelga. Teseo llega y se encuentra con la noticia de la muerte de su esposa. Descubre en la mano de la muerta una tablilla con la falsa acusación de Fedra contra Hipólito (856-865).
ἔα ἔα·
τί δή ποθ‘ ἥδε δέλτος ἐκ φίλης χερὸς
ἠρτημένη; θέλει τι σημῆναι νέον;
ἀλλ’ ἦ λέχους μοι καὶ τέκνων ἐπιστολὰς
ἔγραψεν ἡ δύστηνος, ἐξαιτουμένη;
θάρσει, τάλαινα· λέκτρα γὰρ τὰ Θησέως
οὐκ ἔστι δῶμά θ’ ἥτις εἴσεισιν γυνή.
καὶ μὴν τύποι γε σφενδόνης χρυσηλάτου
τῆς οὐκέτ’ οὔσης τῆσδε προσσαίνουσί με.
φέρ’, ἐξελίξας περιβολὰς σφραγισμάτων
ἴδω τί λέξαι δέλτος ἥδε μοι θέλει.
¡Oh, oh! ¿Qué significa esta tablilla que pende de su mano querida? ¿Quiere revelar algo nuevo? ¿Será una carta que escribió la desdichada suplicando por ella y nuestros hijos? Valor, infeliz: ninguna otra mujer entrará en el lecho y en la morada de Teseo. Sí, la impronta del sello de la que ya no vive me acaricia. Vamos, desatemos las ligaduras del sello, para que pueda ver qué quiere decirme esta tablilla.
Tras su lectura exclama (877-880):
Βοᾷ βοᾷ δέλτος ἄλαστα. πᾷ φύγω
Βάρος κακῶν; ἀπὸ γὰρ ὀλόμενος οἴχομαι,
οἷον οἷον εἶδον [ἐν] γραφαῖς μέλος
φθεγγόμενον τλάμων.
¡La tablilla grita, grita cosas terribles! ¿Por dónde escaparé al peso de mis desgracias? Perezco, herido de muerte. ¡Qué canto, qué canto he visto entonar por las líneas escritas, infortunado de mí!
A continuación detalla brevemente lo ocurrido y pide a Posidón que mate a Hipólito, en virtud de la promesa que el dios marino le hizo (882-890):
τόδε μὲν οὐκέτι στόματος ἐν πύλαις
καθέξω δυσεκπέρατον, ὀλοὸν
κακόν· ἰὼ πόλις.
᾿Ιππόλυτος εὐνῆς τῆς ἐμῆς ἔτλη θιγεῖν
βίᾳ τὸ σεμνὸν Ζηνὸς ὄμμ’ ἀτιμάσας.
ἀλλ’, ὦ πάτερ Πόσειδον, ἀς ἐμοί ποτε
ἀρὰς ὑπέσχου τρεῖς, μιᾷ κατέργασαι
τούτων ἐμὸν παῖδ’, ἡμέραν δὲ μὴ φύγοι
τήνδ’, εἴπερ ἡμῖν ὤπασας σαφεῖς ἀράς.
¡No podré detener en las puertas de mi boca la infranqueable y mortal desgracia! ¡Ay ciudad! ¡Hipólito se atrevió a violentar mi lecho, deshonrando la augusta mirada de Zeus! ¡Oh padre Posidón, de las tres maldiciones que en una ocasión me prometiste, mata con una de ellas a mi hijo y que no escape a este día, si las maldiciones que me concediste eran claras!
Y tras una intervención del corifeo en la que le pide que retire esa maldición y en la que le advierte que más tarde se dará cuenta de que se equivoca, sigue (893-898):
Οὐκ ἔστι· καὶ πρός γ᾿ἐξελῶ σφες τῆσδε γῆς·
δυοῖν δὲ μοίραιν θατέρᾳ πεπλήξεται·
ἢ γὰρ Ποσειδῶν αὐτὸν εἰς ῞Αιδου δόμους
θανόντα πέμψει τὰς ἐμὰς ἀρὰς σέβων,
ἢ τῆσδε χώρας ἐκπεσὼν ἀλώμενος
ξένην ἐπ’ αἶαν λυπρὸν ἀντλήσει βίον
Imposible. Y además le expulsaré de esta tierra y recibirá el golpe de uno de estos dos destinos: o Posidón le enviará muerto a las moradas de Hades, por consideración a mis súplicas, o expulsado de esta tierra, errante por un país extranjero, soportará una vida miserable.
Tras estas palabras entra en escena Hipólito y se produce un duro enfrentamiento, en el que Teseo acusa a Hipólito y éste se defiende con sólidos argumentos. En un nuevo diálogo con intervenciones más breves, Teseo, haciendo caso de la acusación escrita en las tablillas está decidido a desterrar a Hipólito que le dice que, de ser cierta la acusación, él, si hubiera sido el ultrajado, le hubiera matado y no sólo desterrado. Además le pide que haga caso de sus juramentos y que le crea.
Hipólito sale. En el episodio 4º un compañero de Hipólito se presenta en escena y narra de un modo patético la muerte de Hipólito.
Llegamos al Éxodo. Se presenta Ártemis en escena que explica la verdad de los hechos y la falsa acusación de una despechada Fedra, al tiempo que lanza una carga de profundidad contra Afrodita.
ἄκουε, Θησεῦ, σῶν κακῶν κατάστασιν·
καίτοι προκόψω γ’ οὐδέν, ἀλγυνῶ δέ σε.
ἀλλ’ ἐς τόδ’ ἦλθον, παιδὸς ἐκδεῖξαι φρένα
τοῦ σοῦ δικαίαν, ὡς ὑπ’ εὐκλείας θάνῃ,
καὶ σῆς γυναικὸς οἶστρον ἢ τρόπον τινὰ
γενναιότητα· τῆς γὰρ ἐχθίστης θεῶν
ἡμῖν, ὅσαισι παρθένειος ἡδονή,
δηχθεῖσα κέντροις παιδὸς ἠράσθη σέθεν.
γνώμῃ δὲ νικᾶν τὴν Κύπριν πειρωμένη
τροφοῦ διώλετ’ οὐχ ἑκοῦσα μηχαναῖς,
ἣ σῷ δι’ ὅρκων παιδὶ σημαίνει νόσον.
ὃ δ’, ὥσπερ ὢν δίκαιος, οὐκ ἐφέσπετο
λόγοισιν, οὐδ’ αὖ πρὸς σέθεν κακούμενος
ὅρκων ἀφεῖλε πίστιν, εὐσεβὴς γεγώς.
ἣ δ’ εἰς ἔλεγχον μὴ πέσῃ φοβουμένη
ψευδεῖς γραφὰς ἔγραψε καὶ διώλεσεν
δόλοισι σὸν παῖδ᾿· ἀλλ’ ὅμως ἔπεισέ σε.
Escucha, Teseo, cómo han sobrevenido tus males, aunque no voy a remediar nada y sólo dolor voy a causarte; pero he venido para mostrarte que el corazón de tu hijo era justo, a fin de que muera con gloria, y la pasión amorosa de tu esposa o, en cierto modo, su nobleza. Ella, mordida por el aguijón de la más odiada de las diosas para cuantas como yo hallamos placer en la virginidad, se enamoró de tu hijo. Y, aunque intentó con su razón vencer a Cipris, pereció, sin quererlo, por las artimañas de su nodriza, que indicó su enfermedad a tu hijo, obligándole con un juramento.
Y él, como hombre justo, no hizo caso de sus consejos ni, a pesar de ser injuriado por ti, quebrantó la fe de su juramento, pues era piadoso. Y ella, temerosa de ser cogida en su falta, escribió una carta engañosa y perdió con mentiras a tu hijo, pero, aun así, consiguió convencerte.
Aparece después Hipólito malherido en brazos de sus compañeros y se produce la reconciliación final entre el padre y el hijo, que se lamentan de su mutua desgracia.
Teseo lanza un último reproche a la diosa del amor
+ ὦ κλείν’ ᾿Αθῆναι Παλλάδος θ’ ὁρίσματα,+
οἵου στερήσεσθ‘ ἀνδρός. ὦ τλήμων ἐγώ·
ὡς πολλά, Κύπρι, σῶν κακῶν μεμνήσομαι
¡Ilustres confines de Atenas y de Palas,
Qué hombre habéis perdido! ¡Oh desdichado de mí!
¡Cuántas veces voy a recordar los sufrimientos que me has enviado, Cipris!
El primer verso (++) se considera sospechoso por lo ilógico de la expresión “de Atenas y de Palas”. Nota a pie de página de la traducción de Alberto Medina González y Juan Antonio López Férez, en Gredos.
El coro cierra la obra con una sentencia:
κοινὸν τόδ’ ἄχος πᾶσι πολίταις
ἦλθεν ἀέλπτως.
πολλῶν δακρύων ἔσται πίτυλος·
τῶν γὰρ μεγάλων ἀξιοπενθεῖς
φῆμαι μᾶλλον κατέχουσιν.
Este dolor común llegó inesperadamente
A todos los ciudadanos.
Será arroyo de infinitas lágrimas.
Las noticias luctuosas, cuando se refieren a los poderosos
Más tiempo ejercen su poder.
Confiamos en que esta serie de artículos hayan sido de interés y utilidad para nuestros lectores.