Prosigue esta profusa explicación de Francisco Marcos Marín sobre el complejo y fascinante desarrollo de la Novela de Alejandro.
El viaje aéreo de Alejandro, que tiene eco coránico (XVIII, 83), goza de gran favor en el mundo islámico, lo mismo que el descenso al fondo del mar, y encaja perfectamente en el gusto por los elementos fantásticos. No creamos, sin embargo, que el eco de Alejandro en el mundo islámico se limita a lo que pudiéramos llamar la «literatura fantástica». Alejandro, o Dulcarnain «el de los dos cuernos», distinguido así, como Moisés en la escultura de Miguel Ángel, por un poder especial, es una obra privilegiada de Dios. Ambiciona conquistar, pero también saber: en su torno se teje una serie de colecciones del género bien conocido de «sentencias de los filósofos», frases a veces profundas, a veces simplemente ingeniosas, que responden a la rica experiencia vital del héroe, un héroe que, por otro lado, no lo olvidemos, para poder dar cuenta de cuanto el tradicionalismo islámico le atribuye, habría vivido alrededor de mil seiscientos años.
En el mundo románico, por otra parte, nos encontramos con un conjunto de textos de diversas épocas, metros y autores que recibe el nombre común de Roman d’Alexandre. Sabemos que hubo un poema épico francés, escrito a mediados o en la primera mitad del siglo XII, del que sólo se conserva un fragmento, transcrito precisamente en las últimas páginas de un Quinto Curcio de la Laurentiana. Este poema fue escrito por Alberic de Besançon, nombre que conocemos posiblemente de modo imperfecto gracias al traductor alemán, el clérigo Lamprecht (o Lambrecht). El poema de Alberico se encuentra al inicio del ciclo poético francés de tema pagano; tuvo éxito, como prueba su traducción al alemán. En lo que concierne a su influjo posterior, hacia 1160 se compuso en el Poitou una versión decasilábica, que parece ofrecer mucho más material del que puede suponerse en el fragmento octosilábico de Alberico y constituye a su vez una introducción a la parte más larga, en versos dodecasílabos («alejandrinos» en la métrica francesa, precisamente por ese texto), que forma el núcleo del Roman d’Alexandre, cuya influencia en el Libro de Alexandre español ha sido perfectamente estudiada por Willis. Lambert le Tort de Châteaudun es el autor de esta versión dodecasilábica, pero su versión se fundió inmediatamente con ampliaciones, adiciones y variantes que complican extraordinariamente la línea de la transmisión (cfr. el stemma en Armstrong et al.:II, vi). La versión más o menos unificada y tardía es el resultado de la ampliación del texto de Lambert le Tort por el normando Alejandro de París (p. 1180).
Sin pretender entrar en los complejos problemas de los textos franceses, podemos intentar resumir la situación a partir de tres textos: el octosílabo de Alberico, el decasílabo posterior que depende hasta cierto punto de él, y empalma, incluso físicamente, con el Roman d’Alexandre en dodecasílabos escrito por Lambert le Tort y Alejandro de París. Si ya Alberico rechazaba la parte del pseudo Calístenes que achaca a Nectanebo la paternidad de Alejandro, como algo impropio de un héroe medieval, las versiones posteriores aumentan la carga de hechos extraordinarios para presentar un héroe descomunal, como los de la épica francesa. Este carácter es, curiosamente, mucho menos significativo en el texto español.
El Roman d’Alexandre se divide en cuatro partes o ramas, la más antigua de las cuales podría ser la tercera. En la primera se trata de la infancia y primeros hechos guerreros del héroe, y la primera guerra contra Darío, hasta el sitio de Tiro. La segunda contiene el episodio de Jerusalén y la derrota de Darío. En la tercera se nos presenta la persecución y muerte de Darío, el descenso de Alejandro al fondo del mar, la expedición a la India y sus maravillas, que separan el relato de las dos derrotas de Poro, las columnas de Hércules, las amazonas, la toma de Babilonia y la traición. La cuarta, por último, incluye la muerte y testamento de Alejandro y la lamentación de los doce pares.
Dejamos a un lado los problemas de las interpolaciones, alguna del XIII, de la redacción de cada autor, y de la intervención de otras manos, como la de Pierre de Saint Cloud, para señalar que el núcleo fundamental del Roman estaba ya fijado h. 1190.
Sin embargo, aunque el influjo del poema francés sea notable, el Libro español deriva fundamentalmente de un poema latino, la Alexandreis, recientemente editado por Marvin L. Colker (1978), lo cual ha permitido a nuestro conocimiento sobre la obra ganar en profundidad (y en comodidad, por disponer ahora de una visión conjunta de la información.)
Galterus de Castellione, o Gautier de Châtillon, su autor, fue uno de los poetas cultos del siglo XII de mayor fama. El poema, dividido en diez libros, cada uno de los cuales comienza con una letra del nombre del arzobispo de Reims, GUILLERMUS, consta de unos 5.500 hexámetros dactílicos y fue acabado, según Christensen (p. 10) hacia 1182.
El libro I está dedicado a los consejos de Aristóteles; el II versa sobre el nudo gordiano, la enfermedad del rey y el escudo de Darío. Se ocupa el III de la batalla de Isos y el eclipse. La descripción de la muerte de la esposa de Darío y su mausoleo se halla en el IV, mientras que el V vuelve al tema guerrero, la batalla de Arbela, la huida de Darío y la entrada en Babilonia. El libro VI se dedica a la toma de Persépolis; en el VII muere Darío en una conspiración preparada ya en el libro anterior. Trata el libro VIII de la visita de la reina de las amazonas, de la conspiración contra Alejandro y de la muerte de Bessus, uno de los asesinos de Darío. Alejandro tiene noticia de la vida sencilla de los escitas. La campaña contra Poro, rey de la India, es el tema del libro IX. En el libro X la Naturaleza y las deidades del mundo inferior causan la caída de Alejandro.
De sus tres fuentes principales: Quinto Curcio, Justino y Julio Valerio, el primero es el más usado.
Es necesario tener en cuenta que el éxito de la Alexandreis fue instantáneo. Tan sólo siete años después de su probable fecha de finalización influyó en el epitafio del rey Enrique II de Inglaterra (1189). Pasó inmediatamente a las antologías y a ser fuente de historiadores como Alfonso X, quien lo llama «maese Gualterio de las escuelas», pues ya en el s. XIII había alcanzado la categoría de texto de lectura escolar. Este último aspecto, indudablemente, debe tenerse en cuenta para comprender las diferencias que existen entre los dos manuscritos del Libro de Alexandre, del cual es, sin duda, la fuente primera. Tampoco olvidemos que la Alexandreis fue ampliamente glosada, de modo que su ciclo de anotaciones pasa a ser una rica fuente de datos enciclopédicos. La deuda del Libro con la Alexandreis ha sido detalladamente estudiada por Willis, quien precisa a este propósito la originalidad y características del autor del Libro.
A este poema latino se suman influjos procedentes del mundo árabe (relación con el tema de Gog y Magog) y aventuras fantásticas, que proceden de la tradición calisténica, como el descenso al fondo del mar, o el vuelo, en la faceta de Alejandro como explorador e investigador, también documentada en textos aljamiados moriscos, es decir, textos en lengua románica, sobre todo aragonés, escritos en caracteres semíticos, más frecuentemente árabes.