Expuesto en anteriores capítulos lo que dicen sobre la traducción de Museo a cargo de Boscán estos tres autores (García Gual, Franco Durán y Moya del Baño) en sus muy interesantes obras, nosotros ofrecemos unos extractos de la larga traducción de Boscán, a los que hemos dado un epígrafe explicativo.
(Invocación a la Musa, localización el episodio y actuación de Eros: 1-37)
Canta con boz süave y dolorosa,
¡o Musa!, los amores lastimeros,
que’n süave dolor fueron criados.
Canta también la triste mar en medio,
y a Sesto, d’una parte, y d’otra, Abido,
y Amor acá y allá, yendo y viniendo;
y aquella diligente lumbrezilla,
testigo fiel y dulce mensagera
de dos fieles y dulces amadores.
¡O mereciente luz de ser estrella
luziente y principal en las estrellas,
que fueron desd’acá al cielo embiadas
y alcançaron allá notables nombres!
Pero comiença ya de cantar, Musa,
el proceso y el fin de’stos amantes:
el mirar, el hablar, el entenderse,
el ir del uno, el esperar del otro,
el desear y el acudir conforme,
la lumbre muerta y a Leandro muerto
Sesto y Abido fueron dos lugares,
a los cuales en frente uno del otro,
ést’en Asia y aquél siendo en Europa,
un estrecho de mar los dividía.
Con sus ondas Neptuno en ellos dava;
oíanse los gallos y los perros
de’ntrambos y los humos se topavan.
El dios d’Amor contra estos dos lugares,
por su plazer o por lo que’l se sabe,
su mano convirtió con tanta fuerça,
que aun hizo mayor mal del que pensava;
y en ambos dio con una sola flecha,
dando en el coraçón d’un gentil moço
y en otro coraçón d’una donzella,
los nombres de los cuales eran estos:
era Leandro el dél, y el d’ella Hero,
iguales en linage y en hazienda,
en valer, en saber y en hermosura.
…
Eros (1820), óleo sobre lienzo de 142 x 113 cm., de Joseph Paelinck (1781-1839). Museo de Bellas Artes (Museum voor Schone Kunsten) de Gante
(Prestancia de Hero en la fiesta de Afrodita y Adonis: 124-156)
Ellos estando así, veis donde asoma,
por la más principal puerta del templo,
Hero, la virgen generosa, ilustre.
Entrava con sus rayos d’hermosura,
acá y allá mil gracias descubriendo,
mil gracias que’ncubrir no se podían.
Como salir la blanca aurora suele,
con su color las rosas imitando,
y el oro figurando en sus cabellos;
y al su salir, las gentes s’alboroçan
y empieçan a sentir nueva alegría,
renovándose en sus viejos trabajos:
así salió la virgen, cuando entrava
por el templo de Venus, y así iva,
haziendo’star atentos mil sentidos.
Movía con su gesto, y refrenava,
cuantos eran allí, y en un momento
contrarios acidentes produzía.
El nacimiento de Venus (1879), óleo sobre lienzo de 300 x 218 cm., de William-Adolphe Bouguereau. Musée d’Orsay. París
En su cuerpo su alma se mostrava,
y víase también claro en su alma,
que a tal alma, tal cuerpo se devía.
Levantava los ojos a su tiempo,
sin parecer que s’acordava dello,
dando con un descuido mil cuidados.
El andar, el mirar, el estar queda,
andavan en tal son que descubrían
un cierto no sé qué tan admirable,
tan tendido por todo y por sus partes,
con tal orden y fuerça recogido,
que era imposible dalle lugar cierto;
y con su luz tan presto dava el golpe,
que sin herir, al parecer, matava,
como rayo que mata al primer punto.
…
Estábamos ofreciendo extractos de la traducción del poema Hero y Leandro a cargo de Juan Boscán. Proseguimos:
(Enamoramiento de Leandro: 204-239)
Solo, Leandro calla y solo muere,
solo cierra su boca y aun sus ojos,
apretándose en su profunda llaga.
Como el doliente que su muerte teme,
que no osa dezir donde le duele,
y de miedo del mal se da por sano,
de flaco y d’apretado haziendo esfuerços,
así el cuitado de Leandro’stava
sintiéndose venir su muerte cerca.
Hero lamenta la muerte de Leandro (1635-1637), color sobre lienzo de 155 x 251 cm., de Jan van den Hoecke. Kunsthistorisches Museum de Viena, Gemäldegalerie
Conoció la saeta emponçoñada,
vio la mano de donde salió el tiro,
sintió que al coraçón l’acudió el golpe,
entendió más, cuál llaga se le hizo,
y concluyó que por manera alguna
no podía escaparse de la muerte.
Pero, desengañado, se’ngañava,
y dávas’antender que biviría,
y viendo la verdad, se dava maña
a creer no sé cómo la mentira.
Él, luego que la virgen vio en el templo,
estuvo sobre sí como espantado
d’un tan grande milagro d’hermosura.
Y en verdad quisiera hallarse lexos
d’un peligro tan presto y tan estraño,
y diera, por entonces, todo el gusto
y todo el bien, de ver un bien tamaño,
por no verse en un mal de tanto aprieto.
Tras esto, rebolvió su sentimiento,
y empeçó a recebir aquella vista
d’aquel sol que aserenava el mundo.
Dexó estender sus rayos por su alma,
hechando su calor y luz por ella,
y así l’esclareció, y él levantóse
con nuevos alboroços levantados,
y empeçó con Amor a entrar en cuenta,
acordando de no dexar morirse
…
(Presentación de los amantes y propósito de Leandro de visitar a Hero: 808-904, que ofrecemos extractados)
De mí, si saber quieres otro tanto,
a mí me llaman Hero, y es mi patria
Sesto, una gran ciudad que oy avrás visto;
cabe la cual parece un alta torre,
pegada con la mar sobre una peña;
mi aposiento es allí, donde’stoy sola,
con una sola dueña que me sirve,
mi mocedad pasando estrechamente.
…
Lo que sufrir no puedo sin gran pena
es no tener con quien descansar pueda,
agora en especial, que tanto tengo
que descansar, cuitada; pero vaya
que si contigo descansar no puedo,
poco aprovechará cualquier descanso.»
Atajada quedó en diziendo esto,
y así calló, sus ojos en el suelo,
cogiendo su cabeça entre los ombros.
Leandro, que subir se vio tan presto
a un estado tan alto de fortuna,
dexóse’star así por un buen rato,
sin saber responder a tanto gozo.
La despedida de Hero y Leandro (antes de 1837), óleo sobre lienzo de 146 x 236 cm., de Joseph Mallord William Turner. The National Gallery de Londres
Su coraçón se’nterneció del todo,
dando en llorar, mas fue muy diferente
este llorar d’un otro que emos dicho.
Las lágrimas que fueron de dolor,
en lágrimas d’amor se convertieron.
Ya después que s’abrió con esto un poco
su alma, y tornó en sí, cobrando fuerças,
dixo: «Señora, tras un bien tan alto,
¿qué á de dezir un hombre, que’s tan baxo?
A bienaventurança nunca vista,
palabras nunca dichas se merecen.
Aquestas no las ay en mí ni en otro;
lo que tengo t’é dado, que’s el alma;
en ésta’stán las obras y palabras;
tómalo todo junto, si no en partes,
del arte que tú misma lo quisieres.
Yo me llamo Leandro y soy d’Abido,
que’s un lugar que’stá en frente del tuyo;
el Helesponto ves como’stá en medio;
duro estrecho de mar para nosotros,
no embargante que a mí, el trabajo en esto,
descanso me dará en cualquier trabajo,
y el peligro porná mayor esfuerço.
Todavía la mar nos está en medio;
duro estrecho d’amor que nos aparta
los cuerpos, ayuntándonos las almas;
mas tú me das aliento para todo,
y házesme ver lo que las gentes dizen,
y dízenlo quiçá porque lo oyen,
mas no porque lo entiendan ni lo sientan
que al verdadero amante todo es fácil.