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Archive for diciembre 2008

calendario202009

Amigos lectores de este blog. A las 18:23 horas del 31 de diciembre de 2008, a escasas horas del fin de este año 2008 empiezo a redactar el último artículo o post de este año.

Fugit irreparabile tempus.

Parece que fue ayer, y ya hace ocho años, que se debatía si el tercer milenio se iniciaba en el año 2000 o en el 2001.

En apenas unas horas se iniciará el 2009 y me gustaría dedicar este último artículo del 2008 a dos autores de mi predilección: Séneca y Marco Aurelio, en sendas reflexiones suyas sobre el tiempo.

 

seneca2

 

Primero Séneca (Epístolas morales a Lucilio I, 1).

La primera epístola es considerada el prólogo a todo el corpus epistolar y se muestra por los estudiosos la conexión de esta carta con el diálogo De brevitate vitae, escrito casi tres lustros antes, del que sería como una recapitulación viva.

Ita fac, mi Lucili: vindica te tibi, et tempus quod adhuc aut auferebatur aut subripiebatur aut excidebat collige et serva. Persuade tibi hoc sic esse ut scribo: quaedam tempora eripiuntur nobis, quaedam subducuntur, quaedam effluunt. Turpissima tamen est iactura quae per neglegentiam fit. Et si volueris adtendere, magna pars vitae elabitur male agentibus, maxima nihil agentibus, tota vita aliud agentibus. Quem mihi dabis qui aliquod pretium tempori ponat, qui diem aestimet, qui intellegat se cotidie mori? In hoc enim fallimur, quod mortem prospicimus: magna pars eius iam praeterit; quidquid aetatis retro est mors tenet. Fac ergo, mi Lucili, quod facere te scribis, omnes horas conplectere; sic fiet ut minus ex crastino pendeas, si hodierno manum inieceris. Dum differtur vita transcurrit. Omnia, Lucili, aliena sunt, tempus tantum nostrum est; in huius rei unius fugacis ac lubricae possessionem natura nos misit, ex qua expellit quicumque vult.

 

Obra así, querido Lucilio: reivindica para ti la posesión de ti mismo, y el tiempo que hasta ahora se te ha arrebatado, se te sustraía o se te escapaba, recupéralo y consérvalo. Persuádete de que esto es así tal como escribo: unos tiempos se nos arrebatan, otros se nos sustraen y otros se nos escapan. Sin embargo, la más reprensible es la pérdida, que se produce por la negligencia. Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos.

¿A quién me nombrarás que conceda algún valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte, siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida queda atrás, la muerte lo posee.

Por lo tanto, querido Lucilio, haz lo que me dices que estás haciendo: acapara todas las horas. Así sucederá que estés menos pendiente del mañana, si te has aplicado al día de hoy. Mientras aplazamos las decisiones, la vida transcurre.

Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros, tan sólo el tiempo es nuestro: la naturaleza nos ha dado la posesión de este único bien fugaz y deleznable, del cual nos despoja cualquiera que lo desea.

 

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 Y ahora, Marco Aurelio (Meditaciones II, 14 y 17):

Κἂν τρὶς χίλια ἔτη βιώσεσθαι μέλλῃς, καὶ τοσαυτάκις μύρια, ὅμως μέμνησο ὅτι οὐδεὶς ἄλλον ἀποβάλλει βίον ἢ· τοῦτον ὃν ζῇ, οὐδὲ ἄλλον ζῇ ἢ ὃν ἀποβάλλει. εἰς ταὐτὸν οὖν καθίσταται τὸ μήκιστον τῷ βραχυτάτῳ. τὸ γὰρ παρὸν πᾶσιν ἴσον καὶ τὸ ἀπολλύμενον οὖν ἴσον καὶ τὸ ἀποβαλλόμενον οὕτως ἀκαριαῖον ἀναφαίνεται. οὔτε γὰρ τὸ παρῳχηκὸς οὔτε τὸ μέλλον ἀποβάλοι ἄν τιςἦ ὃ γὰρ οὐκ ἔχει, πῶς ἄν τις τοῦτο αὐτοῦ ἀφέλοιτο; τούτων οὖν τῶν δύο ἀεὶ μεμνῆσθαι· ἑνὸς μέν, ὅτι πάντα ἐξ ἀιδίου ὁμοειδῆ καὶ ἀνακυκλούμενα καὶ οὐδὲν διαφέρει, πότερον ἐν ἑκατὸν ἔτεσιν ἢ ἐν διακοσίοις ἢ ἐν τῷ ἀπείρῳ χρόνῳ τὰ αὐτά τις ὄψεται· ἑτέρου δέ, ὅτι καὶ ὁ πολυχρονιώτατος καὶ ὁ τάχιστα τεθνηξόμενος τὸ ἴσον ἀποβάλλει. τὸ γὰρ παρόν ἐστι μόνον οὗ στερίσκεσθαι μέλλει, εἴπερ γε ἔχει καὶ τοῦτο μόνον καὶ ὃ μὴ ἔχει τις οὐκ ἀποβάλλει.

 

 

Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la que vive, ni vive otra que la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos, lo que se pierde es también igual, y lo que se separa es, evidentemente, un simple instante. Luego ni el pasado ni el futuro se podría perder, porque lo que no se tiene, ¿cómo nos lo podría arrebatar alguien? Ten siempre presente, por tanto, esas dos cosas: una, que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y describe los mismos círculos, y nada importa que se contemple lo mismo durante cien años, doscientos o un tiempo indefinido; la otra, que el que ha vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica pérdida. Porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder.

Τοῦ ἀνθρωπίνου βίου ὁ μὲν χρόνος στιγμή, ἡ δὲ οὐσία ῥέουσα, ἡ δὲ αἴσθησις ἀμυδρά, ἡ δὲ ὅλου τοῦ σώματος σύγκρισις εὔσηπτος, ἡ δὲ ψυχὴ ῥόμβος, ἡ δὲ τύχη δυστέκμαρτον, ἡ δὲ φήμη ἄκριτον· συνελόντι δὲ εἰπεῖν, πάντα τὰ μὲν τοῦ σώματος ποταμός, τὰ δὲ τῆς ψυχῆς ὄνειρος καὶ τῦφος, ὁ δὲ βίος πόλεμος καὶ ξένου ἐπιδημία, ἡ δὲ ὑστεροφημία λήθη. τί οὖν τὸ παραπέμψαι δυνάμενον; ἓν καὶ μόνον φιλοσοφία· τοῦτο δὲ ἐν τῷ τηρεῖν τὸν ἔνδον δαίμονα ἀνύβριστον καὶ ἀσινῆ, ἡδονῶν καὶ πόνων κρείττονα, μηδὲν εἰκῇ ποιοῦντα μηδὲ διεψευσμένως καὶ μεθ’ ὑποκρίσεως, ἀνενδεῆ τοῦ ἄλλον ποιῆσαί τι ἢ μὴ ποιῆσαι· ἔτι δὲ τὰ συμβαίνοντα καὶ ἀπονεμόμενα δεχόμενον ὡς ἐκεῖθέν ποθεν ἐρχόμενα, ὅθεν αὐτὸς ἦλθεν· ἐπὶ πᾶσι δὲ τὸν θἀνατον ἵλεῳ τῇ γνώμῃ περιμένοντα ὡς οὐδὲν ἄλλο ἢ λύσιν τῶν στοιχείων, ἐξ ὧν ἕκαστον ζῷον συγκρίνεται. εἰ δὲ αὐτοῖς τοῖς στοιχείοις μηδὲν δεινὸν ἐν τῷ ἕκαστον διηνεκῶς εἰς ἕτερον μεταβάλλειν, διὰ τί ὑπίδηταί τις τὴν πάντων μεταβολὴν καὶ διάλυσιν; κατὰ φύσιν γὰρ· οὐδὲν δὲ κακὸν κατὰ φύσιν.

 

 El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, si hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza.

La traducción de Séneca se debe a don Ismael Roca Meliá, en Gredos, profesor nuestro de Textos Latinos en la Universidad de Valencia allá por el año 1989.

La de Marco Aurelio es de Ramón Bach Pellicer en la misma editorial.

Reflexionen nuestros lectores con ayuda de estos textos sobre el tiempo (si lo perdemos, nos lo sustraen o nos lo arrebtan) y su fugacidad, sobre si lo dominamos, sobre el presente, sobre el futuro, sobre el pasado, sobre la vida, sobre nuestro proyecto de vida, sobre nuestro deber, sobre nuestra naturaleza, sobre la naturaleza de las cosas, sobre el cuerpo, sobre el alma, sobre nuestra misión, sobre el bien, sobre el mal, …

Deseo a todos los lectores un buen inicio de año, una mejor continuación y un óptimo final. Feliz, saludable, armonioso, ilusionante, alegre y lleno de paz año 2009. Nos leemos el año que viene.

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En estos ejemplos griegos del motivo de la mujer de Putifar, seguimos con el triángulo Cicno, Filónome, Tenes y, de nuevo, Apolodoro es la fuente (Epítome 3, 23):

 

 

οἱ δὲ ἀναχθέντες ἐξ Αὐλίδος προσέσχον Τενέδῳ. ταύτης ἐβασίλευε Τένης ὁ Κύκνου καὶ Προκλείας, ὡς δέ τινες Ἀπόλλωνος· οὗτος ὑπὸ τοῦ πατρὸς φυγαδευθεὶς ἐνταῦθα κατῴκει. Κύκνος γὰρ ἔχων ἐκ Προκλείας τῆς Λαομέδοντος παῖδα μὲν Τένην, θυγατέρα δὲ Ἡμιθέαν, ἐπέγημε τὴν Τραγάσου Φιλονόμην· ἥτις Τένου ἐρασθεῖσα καὶ μὴ πείθουσα καταψεύδεται πρὸς Κύκνον αὐτοῦ φθοράν, καὶ τούτου μάρτυρα παρεῖχεν αὐλητὴν Εὔμολπον ὄνομα. Κύκνος δὲ πιστεύσας, ἐνθέμενος αὐτὸν μετὰ τῆς ἀδελφῆς εἰς λάρνακα μεθῆκεν εἰς τὸ πέλαγος· προσσχούσης δὲ αὐτῆς Λευκόφρυι νήσῳ ἐκβὰς ὁ Τένης κατῴκησε ταύτην καὶ ἀπ’ αὐτοῦ Τένεδον ἐκάλεσε. Κύκνος δὲ ὕστερον ἐπιγνοὺς τὴν ἀλήθειαν τὸν μὲν αὐλητὴν κατέλευσε, τὴν δὲ γυναῖκα ζῶσαν εἰς γῆν κατέχωσε.

 

Partieron de Áulide y arribaron a Ténedos, donde reinaba Tenes, hijo de Cicno y Proclea, o de Apolo, según otros. Habitaba allí porque había sido desterrado por su padre. Pues éste, de Proclea, hija de Laomedonte, había tenido un hijo, Tenes, y una hija, Hemítea, y más tarde se casó con Filónome, hija de Trágaso. Ésta se enamoró de Tenes, y como no consiguiera seducirlo, lo acusó falsamente ante Cicno de haber querido forzarla, presentando como testigo a un flautista de nombre Eumolpo. Cinco lo creyó, metió en un arca a Tenes y a su hermana, y los arrojó al mar. El arca llegó a la isla de Leucofris y Tenes la habitó denominándola Ténedos por él. Pero Cicno, enterado más tarde de la verdad, lapidó al flautista (recuérdese nuestro artículo sobre la lapidación y añádase a Eumolpo como otra víctima de tamaño castigo) y enterró viva a su esposa (otro castigo típico de época clásica, sobre todo con las mujeres, la vivisepultura).

 

Otro triángulo es el formado por Amíntor, Ptía y Fénix.

 

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En Ilíada IX 431 y siguientes el propio Fénix nos da detalles de la historia que le cuenta a Aquiles:

 

 

 

Y el anciano jinete Fénix, que sentía gran temor por las naves aqueas, dijo después de un buen rato y saltándole las lágrimas:

—Si piensas en el regreso, preclaro Aquileo, y te niegas en absoluto a defender del voraz fuego las veleras naves, porque la ira anidó en tu corazón, ¿cómo podría quedarme solo y sin ti, hijo querido? El anciano jinete Peleo quiso que yo te acompañase cuando te envió desde Ptía a Agamemnón, todavía niño y sin experiencia de la funesta guerra ni de las juntas donde los varones se hacen ilustres: y me mandó que te enseñara a hablar bien y a realizar grandes hechos. Por esto, hijo querido, no querría verme abandonado de ti, aunque un dios en persona me prometiera rasparme la vejez y dejarme tan joven como cuando salí de la Hélade, de lindas mujeres, huyendo de las imprecaciones de Amíntor Orménida, mi padre, que se irritó conmigo por una concubina de hermosa cabellera, a quien amaba con ofensa de su esposa y madre mía. Esta me suplicaba continuamente, abrazando mis rodillas, que yaciera con la concubina para que aborreciese al anciano. Quise obedecerla y lo hice; mi padre, que no tardó en conocerlo, me maldijo repetidas veces, pidió a las horrendas Erinies que jamás pudiera sentarse en sus rodillas un hijo mío, y el Zeus del infierno y la terrible Perséfone ratificaron sus imprecaciones. Estuve por matar a mi padre con el agudo bronce; mas algún inmortal calmó mi cólera, haciéndome pensar en la fama y en los reproches de los hombres, a fin de que no fuese llamado parricida por los aqueos. Pero ya no tenía ánimo para vivir en el palacio con mi padre enojado. Amigos y deudos querían retenerme allí y me dirigían insistentes : degollaron gran copia de pingües ovejas y de bueyes de tornátiles pies y curvas astas; pusieron a asar muchos puercos grasos sobre la llama de Hefesto; bebióse buena parte del vino que las tinajas del anciano contenían; y nueve noches seguidas durmieron aquéllos a mi lado, vigilándome por turno y teniendo encendidas dos hogueras, una en el pórtico del bien cercado patio y otra en el vestíbulo ante la puerta de la habitación. Al llegar por décima vez la tenebrosa noche, salí del aposento rompiendo las tablas fuertemente unidas de la puerta; salté con facilidad el muro del patio, sin que mis guardianes ni las sirvientas lo advirtieran, y huyendo por la espaciosa Hélade, llegué a la fértil Ptía, madre de ovejas. El rey Peleo me acogió benévolo, me amó como debe de amar un padre al hijo unigénito que tenga en la vejez, viviendo en la opulencia; enriquecióme y púsome al frente de numeroso pueblo, y desde entonces viví en un confín de la Ptía reinando sobre los dólopes. Y te crié hasta hacerte cual eres, oh Aquileo semejante a los dioses, con cordial cariño;

 

La traducción es de Luis Segalá.

 

Apolodoro III, 13, 8 nos da unas pinceladas del episodio:

 

 

συνεπετο δ ατ Φονιξ ᾿Αμντορος. οτος π το πατρς τυφλθη καταψευσαμνης φθορν Φθας τς το πατρς παλλακς. Πηλες δ ατν πρς Xερωνα κομσας, π’ κενου θεραπευθντα τς ψεις βασιλα κατστησε Δολπων.  

Lo acompañó el hijo de Amíntor, Fénix. Éste había sido cegado por su padre, cuya concubina, Ftía, lo había acusado en falso de violación. Pero Peleo, después de llevarlo a que Quirón le devolviese la vista, lo hizo rey de los dólopes.

 

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Sófocles y Eurípides escribieron sendas tragedias con el nombre de Fénix. En la de Eurípides es seguro que se hacía referencia a este episodio.

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Seguimos con el titán Prometeo y su presencia en la poesía de Goethe y la música de Schubert, que teníamos aparcada desde hace algunos días.

 

Eduardo Gómez en el número 24 de La Hojarasca escribe:

 

Prometeo es el líder más radicalmente subversivo de la mitología griega y Goethe lo escoge con mucho acierto para representar a la Humanidad como líder contra la superstición de todo tipo, como agnóstico y humanista que desafía la creencia en los dioses y glorifica, por contraposición, las posibilidades de la Humanidad. La estrofa segunda es clave para la comprensión del poema porque en ella (y anticipándose a Marx) Goethe hace decir a Prometeo que los dioses son hijos de la derrota y la puerilidad de los hombres: “No conozco nada más mísero bajo el sol/ que vosotros dioses./ Pobremente nutrís/ con sacrificios/ y aliento de oraciones/ vuestra majestad/ y moriríais/ si pordioseros y niños/ no fueran locos sin esperanza/”.

Donde el hombre depende todavía demasiado de la naturaleza y de una sociedad injusta y caótica que lo sobrepasa, la religión (como superstición y no como religiosidad filosófica, lo cual es completamente diferente) es consuelo y compensación imaginaria. Freud dice al respecto que en esa situación de atraso el Hombre (que nunca del todo, deja de ser niño) proyecta, magnificada, la figura del padre, fusionándola con los poderes naturales, para poder así conmover y hacer propicio ese fantasma, mediante ruegos y oraciones.

Luego Goethe (identificándose con Prometeo) recuerda, en forma velada, que cuando era niño ofició ceremonias al dios sol, sin que el “Durmiente allá arriba” lo ayudara, puesto que el Hombre depende del Cosmos y de sí mismo. Al final del poema, Prometeo, como representante del hombre liberado, se enfrenta a la superstición, encarnada en los dioses: “Aquí me afianzo/ y formo hombres/ según mi idea./ A ese linaje semejante a mí/ para que sufra y llore,/ goce y se alegre/ y te desprecie/ como yo”.

Ludwig Schajowicz escribe sobre el poema:

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El Prometeo de Goethe es el hombre que renuncia a los dioses, que sobre sí sólo reconoce la fuerza del Hado, que se da cuenta de su facultad creadora y de su cuasi omnipotencia y que, en fin, afirma la autonomía y la plenitud del artista moderno.

A partir de Goethe (y de Shelley) se realiza una especie de mutación prometeica del espíritu europeo, o sea, una aguda toma de conciencia de la autonomía del hombre frente al supuesto dogmático de la teología divina en la tradición judeo-cristiana. Es ahora cuando Prometeo emerge como un idealizado antidios, o mejor como una encarnación luciférica (= portador de la luz) de la protesta humana contra el poder supremo. Antiguas ideas gnósticas llegan a revivir el hacedor del mundo es concebido como un dios maligno contra el cual se rebela un dios salvador que redime a los hombres de su servidumbre milenaria. Lo luciférico y lo mesiánico no dejan de coincidir en el Prometeo de Shelley, mientras que su antagonista, Júpiter, parece llevar los rasgos del Jehová del Antiguo Testamento, o más exactamente los de un Jehová visto con los ojos de un “nuevo” griego. Sin embargo, el “satanismo” de Byron y Shelley, inspirado por un sentimiento de compasión hacia la humanidad es en el fondo tan “filantrópico” como el pensamiento de Goethe, cuyo Prometeo denuncia la indiferencia del amo del mundo.

Ich dich ehren? Wofür?

 Hast du die Schmerzen gelindert

 Je des Beladenen?

 Hast du die Tränen gestillet

 Je des Geängsteten?

  Yo ¿honrarte a ti? ¿Para qué?

 ¿Aliviaste, acaso, alguna vez,

los sufrimientos del agobiado?

 ¿Enjugaste alguna vez

 las lágrimas del afligido?

En cambio, Goethe, de acuerdo con el ethos específico del Sturm und Drang, acentuó sobre todo el elemento de lo creador de Prometeo en su fragmento sobre el titán rebelde. Para eso se sirvió de una antigua leyenda, trasmitida por Luciano, según la cual el divino artifex había formado él mismo a los hombres de arcilla, a la que después insufló vida Palas Atenea. El reto que el Prometeo goetheano lanza a Júpiter y a los demás dioses es el del artista orgulloso de su obra

Hier sitz’ ich, forme Menschen

 Nach meinem Bilde.

 Ein Geschlecht, das mir gleich sei,

 Zu leiden, zu weinen,

 Zu genießen und zu freuen sich

 Und dein nicht zu achten,

 Wie ich!

 ¡Aquí estoy, plasmo hombres

A semejanza mía.

Una raza que me sea igual,

para que padezca, para que llore,

para que goce y se alegre

y para que no se cuide de ti,

como yo!

 

 

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Ya hemos dedicado algún artículo a las fiestas que se suceden en estos días. Así, la Navidad y San Esteban.

Lo hacemos fijándonos en los textos griegos y latinos e intentamos destacar alguna particularidad.

Hoy se celebran dos fiestas: los Santos Inocentes y la Sagrada Familia, imponiéndose litúrgicamente la segunda a la primera, es decir, los textos bíblicos de la liturgia son los correspondientes a la Sagrada Familia.

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De la fiesta de la Sagrada Familia destacamos la lectura del Eclesiástico.

Es una preciosa invitación a los hijos a que honren en todo momento a sus padres y no los abandonen en su debilidad; a que tengan paciencia cuando los padres chocheen y a que no los menosprecien por estar ellos en plenitud y sus padres en debilidad.

Es muy elocuente la comparación final: se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor.

El texto griego presenta una palabra  que sólo aparece  en este pasaje en la literatura griega: προσανοικοδομηθήσεταί, palabra por lo demás de considerable extensión (21 letras).

Eclesiástico 3, 3-7. 14-17

γρ κριος δξασεν πατρα π τκνοις κα κρσιν μητρς στερωσεν φ’ υος. τιμν πατρα ξιλσκεται μαρτας, κα ς ποθησαυρζων δοξζων μητρα ατο. τιμν πατρα εφρανθσεται π τκνων κα ν μρ προσευχς ατο εσακουσθσεται. δοξζων πατρα μακροημερεσει, κα εσακοων κυρου ναπασει μητρα ατο· τέκνον, ἀντιλαβοῦ ἐν γήρ πατρός σου καὶ μὴ λυπήσῃς αὐτὸν ἐν τῇ ζωῇ αὐτοῦ· κν ἀπολείπῃ σύνεσιν, συγγνώμην ἔχε καὶ μὴ ἀτιμσῃς αὐτὸν ἐν πσῃ ἰσχύι σου. ἐλεημοσύνη γρ πατρὸς οὐκ ἐπιλησθήσεται καὶ ἀντὶ ἁμαρτιῶν προσανοικοδομηθήσεταί σοι. ἐν ἡμέρ θλίψεώς σου ἀναμνησθήσεταί σου· ὡς εὐδία ἐπὶ παγετῷ, οὕτως ἀναλυθήσονταί σου αἱ ἁμαρτίαι.

 

Deus enim honoravit patrem in filiis et iudicium matris firmavit in filios. Qui honorat patrem, exorabit pro peccatis et continebit se ab illis et in oratione dierum exaudietur.  Et, sicut qui thesaurizat, ita et qui honorificat matrem suam. Qui honorat patrem suum, iucundabitur in filiis et in die orationis suae exaudietur; qui honorat patrem suum, vita vivet longiore, et, qui oboedit patri, refrigerabit matrem. Fili, suscipe senectam patris tui et non contristes eum in vita illius; et, si defecerit sensu, veniam da et ne spernas eum omnibus diebus vitae eius. Eleemosyna enim patris non erit in oblivione, nam pro peccatis ipsa plantabitur et in iustitia aedificabitur tibi; et in die tribulationis commemorabitur tui, et sicut in sereno glacies solventur tua peccata.

 

Porque el Señor quiere que el padre sea respetado por sus hijos y confirmó el derecho de la madre sobre ellos. El que honra a su padre expía sus pecados y el que respeta a su madre es como quien acumula un tesoro. El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y cuando ore, será escuchado. El que respeta a su padre tendrá larga vida y el que obedece al Señor da tranquilidad a su madre. Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva. Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor. La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados. Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor.

 

lucas

Del evangelio de Lucas, nos fijamos en su referencia a la ley mosaica sobre la consagración de primogénitos y las ofrendas que deben ofrecerse por ello a Dios.

De este fragmento resulta significativo el uso de la expresión διανογον μτραν, en latín adaperiens vulvam, que significa literalmente “que abra la matriz” y que todas las traducciones vierten como “primogénito”.

 Lucas 2, 22-24

Καὶ ὅτε ἐπλήσθησαν αἱ ἡμέραι τοῦ καθαρισμοῦ αὐτῶν κατὰ τὸν νόμον Μωϋσέως, ἀνήγαγον αὐτὸν εἰς  ῾Ιεροσόλυμα παραστῆσαι τῷ κυρίῳ, καθὼς γέγραπται ἐν νόμῳ κυρίου ὅτι Πᾶν ἄρσεν διανοῖγον μήτραν ἅγιον τῷ κυρίῳ κληθήσεται, καὶ τοῦ δοῦναι θυσίαν κατὰ τὸ εἰρημένον ἐν τῷ νόμῳ κυρίου, ζεῦγος τρυγόνων ἢ δύο νοσσοὺς περιστερῶν.  

Et postquam impleti sunt dies purgationis eorum secundum legem Moysis, tulerunt illum in Hierosolymam, ut sisterent Domino, sicut scriptum est in lege Domini: “Omne masculinum adaperiens vulvam sanctum Domino vocabitur”, et ut darent hostiam secundum quod dictum est in lege Domini: par turturum aut duos pullos columbarum.

 

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

purificacionjesus

Los textos veterotestamentarios que recoge Lucas son, respecto a la consagración de primogénitos:

Éxodo 13, 2.

Αγασν μοι πν πρωττοκον πρωτογενς διανογον πσαν μτραν ν τος υος ᾿Ισραλ π νθρπου ως κτνους· μο στιν.

 

Sanctifica mihi omne primogenitum, quod aperit vulvam in filiis Israel, tam de hominibus quam de iumentis: mea sunt enim omnia”.

Conságrame a todos los primogénitos. Porque las primicias del seno materno entre los israelitas, sean hombres o animales, me pertenecen.

 

Es destacable en el texto griego el uso de dos palabras sinónimas πρωττοκον y πρωτογενς (primogénito), reforzadas por la ya comentada (διανογον πσαν μτραν)

Éxodo 13, 12

καὶ ἀφελεῖς πᾶν διανοῖγον μήτραν, τἀ ἀρσενικά, τῷ κυρίῳ· πᾶν διανοῖγον μήτραν ἐκ τῶν βουκολίων· ἐν τοῖς κτήνεσίν σου, ὅσα ἐὰν γένηταί σοι, τὰ ἀρσενικά, ἁγιάσεις τῷ κυρίῳ. 

 

separabis omne, quod aperit vulvam, Domino et quod primitivum est in pecoribus tuis; quidquid habueris masculini sexus, consecrabis Domino.

 

consagrarás al Señor todos los primogénitos; y el primogénito de tus animales, si es macho, también pertenecerá al Señor.

 

La otra fuente es el Levítico, cuyo capítulo 12 prescribe toda una serie de normas para las embarazadas y parturientas. Es aquí donde hallamos la ofrenda que debe hacerse.

Texto éste en el que la idea de impuro (ἀκάθαρτος) y purificación (κάθαρσις) es casi maniática. El texto prescribe también la circuncisión. Obsérvese la “diferencia” de impureza entre el parto de un niño (siete días de impureza) y una niña (dos semanas), el doble. Estamos ante la tradición misógina judía, que hereda el primitivo cristianismo, y a la que se sumó con entusiasmo el Islam. Recordemos que el testimonio de un hombre vale por el de dos mujeres en el mundo musulmán.

Es destacable también que el Corán esté muy próximo al Levítico y el Deuteronomio por lo que hace a prescripciones alimentarias (los libros bíblicos prohíben la carne de cerdo, que Islam y judaísmo mantienen) y purificación ritual.

Levítico 12

Καὶ ἐλάλησεν κύριος πρὸς Μωυσῆν λέγων Λάλησον τοῖς υἱοῖς ᾿Ισραὴλ καὶ ἐρεῖς πρὸς αὐτούς Γυνή, ἥτις ἐὰν σπερματισθῇ καὶ τέκῃ ἄρσεν, καὶ ἀκάθαρτος ἔσται ἑπτὰ ἡμέρας, κατὰ τὰς ἡμέρας τοῦ χωρισμοῦ τῆς ἀφέδρου αὐτῆς ἀκάθαρτος ἔσται· καὶ τῇ ἡμέρᾳ τῇ ὀγδόῃ περιτεμεῖ τὴν σάρκα τῆς ἀκροβυστίας αὐτοῦ· καὶ τριάκοντα ἡμέρας καὶ τρεῖς καθήσεται ἐν αἵματι ἀκαθάρτῳ αὐτῆς, παντὸς ἁγίου οὐχ ἅψεται καὶ εἰς τὸ ἁγιαστήριον οὐκ εἰσελεύσεται, ἕως ἂν πληρωθῶσιν αἱ ἡμέραι καθάρσεως αὐτῆς.  ἐὰν δὲ θῆλυ τέκῃ, καὶ ἀκάθαρτος ἔσται δὶς ἑπτὰ ἡμέρας κατὰ τὴν ἄφεδρον· καὶ ἑξήκοντα ἡμέρας καὶ ἓξ καθεσθήσεται ἐν αἵματι ἀκαθάρτῳ αὐτῆς.  καὶ ὅταν ἀναπληρωθῶσιν αἱ ἡμέραι καθάρσεως αὐτῆς ἐφυἱῷ ἐπὶ θυγατρί, προσοίσει ἀμνὸν ἐνιαύσιον ἄμωμον εἰς ὁλοκαύτωμα καὶ νεοσσὸν περιστερᾶς τρυγόνα περὶ ἁμαρτίας ἐπὶ τὴν θύραν τῆς σκηνῆς τοῦ μαρτυρίου πρὸς τὸν ἱερέα,  καὶ προσοίσει ἔναντι κυρίου καὶ ἐξιλάσεται περὶ αὐτῆς ἱερεὺς καὶ καθαριεῖ αὐτὴν ἀπὸ τῆς πηγῆς τοῦ αἵματος αὐτῆς. οὗτος νόμος τῆς τικτούσης ἄρσεν θῆλυ. ἐὰν δὲ μὴ εὑρίσκῃ χεὶρ αὐτῆς τὸ ἱκανὸν εἰς ἀμνόν, καὶ λήμψεται δύο τρυγόνας δύο νεοσσοὺς περιστερῶν, μίαν εἰς ὁλοκαύτωμα καὶ μίαν περὶ ἁμαρτίας, καὶ ἐξιλάσεται περὶ αὐτῆς ἱερεύς, καὶ καθαρισθήσεται.

 

Locutus est Dominus ad Moysen dicens:

“Loquere fi liis Israel et dices ad eos: Mulier, si, suscepto semine, pepererit masculum, immunda erit septem diebus iuxta dies separationis menstruae, et die octavo circumcidetur infantulus; ipsa vero triginta tribus diebus manebit in sanguine purificationis suae; omne sanctum non tanget nec ingredietur sanctuarium, donec impleantur dies purificationis eius. Sin autem feminam pepererit, immunda erit duabus hebdomadibus iuxta ritum fluxus menstrui, et sexaginta ac sex diebus manebit in sanguine purificationis suae. Cumque expleti fuerint dies purificationis suae pro filio sive pro filia, deferet agnum anniculum in holocaustum et pullum columbae sive turturem pro peccato ad ostium tabernaculi conventus et tradet sacerdoti. Qui offeret illa coram Domino et expiabit eam; et sic mundabitur a profluvio sanguinis sui: ista est lex parientis masculum aut feminam. Quod si non invenerit manus eius, nec potuerit offerre agnum, sumet duos turtures vel duos pullos columbae, unum in holocaustum et alterum pro peccato; expiabitque eam sacerdos, et sic mundabitur ”.

 

La purificación después del parto

El Señor dijo a Moisés:

Habla en estos términos a los israelitas: Cuando una mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio del niño, pero ella deberá continuar purificándose de su sangre durante treinta y tres días más. No tocará ningún objeto consagrado ni irá al Santuario, antes de concluir el tiempo de su purificación. Pero si da a luz una niña, será impura durante dos semanas, como lo es durante su menstruación, y deberá continuar purificándose de su sangre durante sesenta y seis días más. Al concluir el período de su purificación, tanto por el hijo como por la hija, la madre presentará al sacerdote, a la entrada de la Carpa del Encuentro, un cordero de un año para ofrecer un holocausto, y un pichón de paloma o una torcaza, para ofrecerlos como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo presentará delante del Señor y practicará el rito de expiación en favor de ella. Así quedará purificada de su pérdida de sangre. Este es el ritual concerniente a la mujer que da a luz un niño o una niña. Y si no dispone de recursos suficientes para adquirir un cordero, tomará dos torcazas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote realizará el rito de expiación en favor de ella, y así quedará purificada.

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El otro episodio que se recuerda hoy es la matanza de los inocentes. Ofrecemos las fuentes neotestamentarias (sólo Mateo la menciona) y las que aparecen en los Apócrifos.

También damos el texto de Jeremías que cita Mateo

 

Evangelio de Mateo 2, 16

Τότε ῾Ηρῴδης ἰδὼν ὅτι ἐνεπαίχθη ὑπὸ τῶν μάγων ἐθυμώθη λίαν, καὶ ἀποστείλας ἀνεῖλεν πάντας τοὺς παῖδας τοὺς ἐν Βηθλέεμ καὶ ἐν πᾶσι τοῖς ὁρίοις αὐτῆς ἀπὸ διετοῦς καὶ κατωτέρω, κατὰ τὸν χρόνον ὃν ἠκρίβωσεν παρὰ τῶν μάγων. τότε ἐπληρώθη τὸ ῥηθὲν διὰ ῾Ιερεμίου τοῦ προφήτου λέγοντος,

Φωνὴ ἐν ῾Ραμὰ ἠκούσθη,

κλαυθμὸς καὶ ὀδυρμὸς πολύς·

῾Ραχὴλ κλαίουσα τὰ τέκνα αὐτῆς,

καὶ οὐκ ἤθελεν παρακληθῆναι, ὅτι οὐκ εἰσίν.

 

Tunc Herodes videns quoniam illusus esset a Magis, iratus est valde et mittens occidit omnes pueros, qui erant in Bethlehem et in omnibus finibus eius, a bimatu et infra, secundum tempus, quod exquisierat a Magis. Tunc adimpletum est, quod dictum est per Ieremiam prophetam dicentem:

“Vox in Rama audita est,

ploratus et ululatus multus:

Rachel plorans filios suos,

et noluit consolari, quia non sunt ”.

 

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los mayor le habían indicado.

Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:

«En Ramá se oyó una voz,

hubo lágrimas y gemidos:

es Raquel, que llora a sus hijos

y no quiere que la consuelen, porque ya no existen».

 

Jeremías 31, 15

Οὕτως εἶπεν κύριος Φωνὴ ἐν ῾Ραμὰ ἠκούσθη θρήνου καὶ κλαυθμοῦ καὶ ὀδυρμοῦ· ῾Ραχὴλ ἀποκλαιομένη οὐκ ἤθελεν παύσασθαι ἐπὶ τοῖς υἱοῖς αὐτῆς, ὅτι οὐκ εἰσίν.

 

Haec dicit Dominus: “Vox in Rama audita est lamentationis, luctus et fletus Rachel plorantis filios suos et nolentis consolari super eis, quia non sunt”.

 

Así habla el Señor: En Ramá se oyen lamentos, llantos de amargura: es Raquel que llora a sus hijos; ella no quiere ser consolada, porque ya no existen.

 

Aunque esta cita se refiere a las concentraciones de judíos que Nabucodonosor hizo en Ramá, a unos nueve kilómetros al norte de Jerusalén, para ser deportados a Babilonia (Jer 40:1), y que Raquel llora al partir, Mateo la evoca aquí de nuevo. Raquel, gran antepasado de Israel, podría llorar a estos hijos suyos inocentes, pues su sepulcro se encontraba en “el camino de Efrata, que es Belén” (Gen 35:19). En esta evocación se quiere personificar el duelo nacional ante aquel crimen. En todo caso he de destacar que personas que conocen bien las Escrituras, sostienen que, el conjunto del texto presenta dificultades histórico-exegéticas muy serias.

 

Los Apócrifos presentan dos versiones del episodio.

 

En el Protoevangelio de Santiago XXII leemos:

Γνοὺς δὲ ῾Ηρῴδης ὅτι ἐνεπαίχθη ὑπὸ τῶν μάγων, ὀργισθεὶς ἔπεμψεν φονευτὰς λέγων αὐτοῖς· ”Τὰ βρέφη ἀπὸ διετοῦς καὶ κατωτέρω ἀποκτείνατε”. Καὶ ἀκούσασα Μαριὰμ ὅτι ἀναιροῦνται τὰ βρέφη, φοβηθεῖσα ἔλαβεν τὸ παιδίον καὶ ἐσπαργάνωσεν αὐτὸ καὶ ἔθηκεν ἐν φάτνῃ βοῶν

 

Al darse cuenta Herodes de que había sido burlado por los magos, montó en cólera y envió sus sicarios diciéndoles: “A los niños de dos años para bajo, matadlos”. Y cuando llegó a María la noticia de la matanza de los infantes, se llenó de temor, y, envolviendo a su hijo entre pañales, lo reclinó en una pesebrera de bueyes.

 

Y en el Evangelio del Pseudo Mateo XVII:

Videns autem Herodes rex quod illusus esset a magis, inflammatum est cor eius, et misit per omnes vias volens capere eos et interficere. Quos cum penitus invenire non potuisset, misit in Bethleem et occidit omnes infants a bimatu et infra, secundum tempus quod exquisierat a magis.

 

Al caer Herodes en la cuenta de que había sido burlado por los Magos, montó en cólera y envió sus sicarios por todos los caminos con intención de darles alcance y matarlos. Mas, no pudiendo dar con ellos, ordenó la matanza de todos los niños betlemitas de dos años para abajo, conforme al tiempo que había averiguado por los Magos.

 

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En nuestro artículo de ayer hicimos referencia a la pérfida estratagema de Ulises que le costó la vida a Palamedes. En dicho plan se incluía la redacción de una carta falsa de Príamo a Palamedes en la que se dejaba entrever el acuerdo entre ambos personajes: la traición de Palamedes a cambio de una cantidad de oro, que el propio Ulises se había encargado de ocultar bajo el lecho de su enemigo en la tienda que ocupaba en el campamento aqueo. La consecuencia del diabólico plan de Ulises fue la muerte, aunque era inocente, de Palamedes.

El motivo de la falsa acusación me ha traído a la memoria otros ejemplos, clásicos o no, pero en este caso relacionados con asuntos amorosos. Nos referiremos en esta serie más en profundidad a dos de ellos, justamente aquellos en los que la falsa acusación o la orden de dar muerte, tras una falsa acusación, aparece escrita en una carta, más en concreto una tablilla (tabellas –latín-, en Higino; δέλτος, πιστολς –griego- en Eurípides y Apolodoro), concretamente los casos de Belerofonte e Hipólito.

En todos ellos, la base temática la tenemos en el relato de la mujer de Putifar, que está narrada en el Génesis, 39. La historia bíblica es la siguiente:

Cuando José fue llevado a Egipto, Putifar –un egipcio que era funcionario del Faraón, capitán de guardias– lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allí. 2 Pero como el Señor estaba con José, la suerte lo favoreció, y quedó en la casa de su patrón, el egipcio. 3 Al ver que el Señor estaba con él y hacía prosperar todas las obras que realizaba, 4 su patrón lo miró con buenos ojos y lo nombró su mayordomo, poniéndolo al frente de su casa y confiándole la administración de todos sus bienes. 5 A partir del momento en que le encomendó el cuidado de su casa y de todas sus posesiones, el Señor bendijo la casa del egipcio, en atención a José. La bendición del Señor se extendía a todas sus posesiones, dentro y fuera de la casa.

6 Por eso dejó a cargo de José todo lo que poseía, y ya no se preocupó más de nada, fuera del alimento que comía.

Como José era apuesto y de buena presencia, 7 después de un tiempo, la esposa de su patrón fijó sus ojos en él y le dijo: «Acuéstate conmigo». 8 Pero él se negó y respondió a la mujer: «Teniéndome a mí, mi patrón ya no piensa en los asuntos de su casa, porque me ha confiado todo lo que posee. 9 El mismo no ejerce más autoridad que yo en esta casa, y no me ha impuesto ninguna restricción, fuera del respeto que te es debido, ya que eres su esposa. ¿Cómo entonces voy a cometer un delito tan grave y a pecar contra Dios?». 10 Y por más que ella lo instigaba día tras día, él no accedió a acostarse con ella y a ser su amante.

11 Pero un día, José entró en la casa para cumplir con sus obligaciones, en el preciso momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente. 12 Entonces ella lo tomó de la ropa y le insistió: «Acuéstate conmigo». Pero él huyó, dejando su manto en las manos de la mujer, y se alejó de allí. 13 Cuando ella vio que José había dejado el manto entre sus manos y se había escapado, 14 llamó a sus servidores y les dijo: «¡Miren! Mi marido nos ha traído un hebreo, sólo para que se ría de nosotros. El intentó acostarse conmigo, pero yo grité lo más fuerte que pude.

15 Y cuando me oyó gritar pidiendo auxilio, dejó su manto a mi lado y se escapó».

16 Ella guardó el manto de José hasta que regresó su marido, 17 y entonces le contó la misma historia: «El esclavo hebreo que nos trajiste se ha burlado de mí y pretendió violarme. 18 Pero cuando yo grité pidiendo auxilio, él dejó su manto a mi lado y se escapó». 19 Al oír las palabras de su mujer: «Tu esclavo me hizo esto y esto», su patrón se enfureció, 20 hizo detener a José, y lo puso en la cárcel donde estaban recluidos los prisioneros del rey. Así fue a parar a la cárcel.

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21 Pero el Señor estaba con José y le mostró su bondad, haciendo que se ganara la simpatía del jefe de los carceleros. 22 Este confió a José todos los presos que había en la cárcel, y él dirigía todo lo que allí se hacía.

23 El jefe de los carceleros no vigilaba absolutamente nada de lo que había confiado a José, porque el Señor estaba con él y hacía prosperar todo lo que él realizaba.

 

José María Lucas, en El motivo de Putifar en la tragedia griega, explica así la estructura formal de este motivo:

Pero antes de entrar a tratar el material propiamente griego, conviene que nos detengamos un momento a perfilar con una mayor precisión la estructura formal del motivo de Putifar desde una perspectiva ya puramente literaria (utilizo aquí el término literario lógicamente en un sentido lato, como material modelable en cualquier tipo de relato). Así, pues, podríamos decir que el esquema general consta de cinco momentos. El primero corresponde al de enamoramiento: en el contexto de un matrimonio hay un tercer elemento, masculino, que reúne las características de juventud y de relación estrecha, familiar o no, con el marido; pues bien, de este tercer personaje se enamora la esposa de forma incontenible. Luego viene el intento de seducción protagonizado por ella y el consiguiente rechazo por parte de él, que prefiere seguir los dictados de lealtad al esposo. En un tercer momento tiene lugar la falsa acusación: la esposa, o bien por despecho, o bien ante el temor de ser delatada ante su marido, o bien por ambas cosas, se lamenta calumniosamente ante éste de la falsa deslealtad del tercer miembro del triángulo, y muy frecuentemente apoya su declaración con variados tipos de argucias —normalmente un estado físico deplorable—. Tras esto vienen los intentos de defenderse por parte del calumniado. Finalmente estaría el descubrimiento de la verdad, con el castigo consiguiente para la mujer pérfida y la salvación y exaltación para el joven honesto.

 

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Al menos hay seis ejemplos en la literatura griega en los que podemos rastrear este motivo. Y, curiosamente, todos han tenido tratamiento en la tragedia quizás, como apunta Lucas, por esto:

A la luz de este esquema formal y dado lo atractivo de su temática, en especial a partir de un momento dado en la evolución de la Tragedia griega en el propio siglo V a. C., es fácilmente comprensible que una tal línea argumental gozase de un encanto especial entre los poetas trágicos a la hora de buscar la temática de sus piezas. Y para ello, por supuesto, contaban con el fondo mítico, en el que este tema aparecía en repetidas ocasiones, como veremos. El primer testimonio, y más importante, de la incidencia del motivo de Putifar en el Teatro grecolatino es la constatación de que los seis mitos existentes al respecto sirvieron al menos en alguna ocasión como núcleo argumental de alguna obra dramática, frente a otras muchas áreas que nunca tuvieron la fortuna de subir a escena. Y a esto habría que añadir un segundo dato, que es el intenso uso, además, de que los poetas hicieron de alguno de esos temas, nueva prueba del atractivo que debió de ejercer el motivo de Putifar, subyacente a las historias particulares, en los dramaturgos y público atenienses.

De manera más precisa y empezando por el aspecto formal, es claro que esa estructuración descrita del relato-tipo se avenía maravillosamente bien a las líneas generales de composición de la Tragedia griega, puesto que los tres primeros momentos, de contenido esencialmente narrativo, encajaban perfectamente en el período inicial de toda tragedia, lo que no va en contra de que en cada caso concreto el poeta pudiese dar entrada a alteraciones de diversa consideración según el punto que quisiera destacar o, por el contrarío, hacer pasar desapercibido. Luego, el núcleo dramático, o sea, el período agonal, sería el lugar oportuno para dar cabida al intento de defenderse por parte del calumniado.

Y la acción se cerraría con un nuevo momento narrativo donde quedaría de manifiesto la auténtica verdad del episodio amoroso. Con sólo revisar la marcha de la acción dramática del Hipólito euripídeo conservado se comprueba la oportunidad de estas consideraciones. Pero también temáticamente debía de haber una gran sintonía entre este motivo de Putifar y los temas trágicos, y la mejor prueba de ello es que en un caso, el de Fénix como veremos más abajo, la Tragedia llegará incluso a alterar profundamente el relato tal y como se conocía ya por el mismísimo Homero en un amplio pasaje de la ¡liada, y dadas estas dos circunstancias es claro que la voluntad euripídea por introducir la alteración fue intensa, así como sería difícil que pasase desapercibida al público.

 

Pasamos ya a referirnos a estos casos.

El primero es el de Acasto, Astidamía y Peleo. La fuente que nos narra el suceso es Apolodoro, Biblioteca III, 13, 1:

Πηλες δ ες Φθαν φυγν πρς Ερυτωνα τν Ακτορος π’ ατο καθαρεται, κα λαμβνει παρ’ ατο τν θυγατρα ᾿Αντιγνην κα τς χρας τν τρτην μοραν. κα γνεται θυγτηρ ατ Πολυδρα, ν γημε Βρος Περιρους. ντεθεν π τν θραν το Καλυδωνου κπρου μετ’ Ερυτωνος λθν, προμενος π τν σν κντιον Ερυτωνος τυγχνει κα κτενει τοτον κων. Πλιν ον κ Φθας φυγν ες ᾿Ιωλκν πρς Ακαστον φικνεται κα π’ ατο καθαρεται. γωνζεται δ κα τν π Πελ γνα, πρς ᾿Αταλντην διαπαλασας. κα ᾿Αστυδμεια ᾿Ακστου γυν, Πηλως ρασθεσα, περ συνουσας προσπεμψεν ατ λγους. μ δυναμνη δ πεσαι, πρς τν γυνακα ατο πμψασα φη μλλειν Πηλα γαμεν Στερπην τν ᾿Ακστου θυγατρα· κα τοτο κενη κοσασα γχνην νπτει. Πηλως δ πρς ῎Ακαστον καταψεδεται, λγουσα π’ ατο περ συνουσας πεπειρσθαι. ῎Ακαστος <δ> κοσας κτεναι μν ν κθηρεν οκ βουλθη, γει δ ατν π θραν ες τ Πλιον. νθα μλλης περ θρας γενομνης, Πηλες μν ν χειροτο θηρων τς γλσσας τοτων κτμνων ες πραν τθει, ο δ μετ ᾿Ακστου τατα χειρομενοι κατεγλων ς μηδν τεθηρακτος το Πηλως. δ τς γλσσας παρασχμενος σας εχεν κενοις, τοσατα φη τεθηρευκναι. ποκοιμηθντος δ ατο ν τ Πηλίῳ, πολιπν Ακαστος κα τν μχαιραν ν τ τν βον κπρ κρψας πανρχεται. δ ξαναστς κα ζητν τν μχαιραν, π τν Κενταρων καταληφθες μελλεν πλλυσθαι, σζεται δ πρωνος· οτος κα τν μχαιραν ατο κζητσας δδωσι.

Peleo huyó a Ftía, corte de Euritión, hijo de Áctor, que lo purificó (de haber matado a su hermano Foco, junto con su otro hermano Telamón) y le entregó a su hija Antígona, junto con un tercio del país. Tuvieron una hija, Polidora, a la que desposó Boro, hijo de Perieres. Desde allí Peleo partió con Euritión a la caza del jabalí de Calidón, pero al disparar un dardo contra el jabalí alcanzó involuntariamente a Euritión y lo mató.

Huyendo esta vez de Ftía llegó ante Acasto, en Yolco, que lo purificó. En los juegos celebrados en honor de Pelias compitió con Atalanta en la lucha. Astidamía, esposa de Acasto, enamorada de Peleo, quiso concertar con él una cita, y como no pudo convencerlo, envió a su mujer la noticia de que Peleo iba a casarse con Estérope, hija de Acasto; Antígona al oírlo se ahorcó. La misma mujer de Acasto acusó falsamente a Peleo ante su marido de haber intentado seducirla. Cuando Acasto oyó aquello no quiso matar a quien él había purificado, y lo llevó a cazar al Pelión. Allí se suscitó la porfía por la caza, y Peleo, cortando las lenguas de los animales que había capturado, las metió en el morral. Los de Acasto guardaron sus presas y se burlaban de Peleo por no haber cazado nada; pero éste mostró las lenguas y dijo que había cazado tantos animales como lenguas había. Habiéndose quedado dormido en el pelión, Acasto lo abandonó y, después de haberle ocultado la espada entre el estiércol de las vacas, regresó. Al despertar peleo y buscar la espada fue apresado por los Centauros, pero a punto de perecer lo salvó Quirón, quien además le devolvió su espada – que él había encontrado.

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En III, 13, 7 sigue la historia:

Πηλες δ μετὰ τατα σν ᾿Ιάσονι κα Διοσκοροις πρθησεν ᾿Ιωλκν, κα ᾿Αστυδάμειαν τν ᾿Ακάστου γυνακα φονεει, κα διελν μεληδν διγαγε δι’ ατς τν στρατν ες τν πλιν.

Después de esto Peleo, con Jasón y los Dióscuros, arrasó Yolco; a Astidamía, la mujer de Acasto, le dio muerte y después de separar sus miembros hizo pasar al ejército entre ellos hacia la ciudad.

Todas las traducciones de Apolodoro son de Margarita Rodríguez de Sepúlveda en Gredos, en su edición económica que Planeta DeAgostini sacó al mercado con el nombre de Los Clásicos de Grecia y Roma.

 

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Hoy celebramos la fiesta de San Esteban Protomártir, es decir, el primer (πρῶτος) testigo (μάρτυς, μάρτυρος) de la fe cristiana.

Su muerte es narrada en Hechos de los Apóstoles 7, 54-60; 8

 

᾿Ακούοντες δὲ ταῦτα διεπρίοντο ταῖς καρδίαις αὐτῶν καὶ ἔβρυχον τοὺς ὀδόντας ἐπ’ αὐτόν. ὑπάρχων δὲ πλήρης πνεύματος ἁγίου ἀτενίσας εἰς τὸν οὐρανὸν εἶδεν δόξαν θεοῦ καὶ ᾿Ιησοῦν ἑστῶτα ἐκ δεξιῶν τοῦ θεοῦ, καὶ εἶπεν,

᾿Ιδοὺ θεωρῶ τοὺς οὐρανοὺς διηνοιγμένους καὶ τὸν υἱὸν τοῦ ἀνθρώπου ἐκ δεξιῶν ἑστῶτα τοῦ θεοῦ.

Κράξαντες δὲ φωνῇ μεγάλῃ συνέσχον τὰ ὦτα αὐτῶν, καὶ ὥρμησαν ὁμοθυμαδὸν ἐπ’ αὐτόν, καὶ ἐκβαλόντες ἔξω τῆς πόλεως ἐλιθοβόλουν. καὶ οἱ μάρτυρες ἀπέθεντο τὰ ἱμάτια αὐτῶν παρὰ τοὺς πόδας νεανίου καλουμένου Σαύλου. καὶ ἐλιθοβόλουν τὸν Στέφανον ἐπικαλούμενον καὶ λέγοντα,

Κύριε ᾿Ιησοῦ, δέξαι τὸ πνεῦμά μου. 

θεὶς δὲ τὰ γόνατα ἔκραξεν φωνῇ μεγάλῃ,

Κύριε, μὴ στήσῃς αὐτοῖς ταύτην τὴν ἁμαρτίαν.

καὶ τοῦτο εἰπὼν ἐκοιμήθη. Σαῦλος δὲ ἦν συνευδοκῶν τῇ ἀναιρέσει αὐτοῦ.

᾿Εγένετο δὲ ἐν ἐκείνῃ τῇ ἡμέρᾳ διωγμὸς μέγας ἐπὶ τὴν ἐκκλησίαν τὴν ἐν ᾿Ιεροσολύμοις·πάντες δὲ διεσπάρησαν κατὰ τὰς χώρας τῆς ᾿Ιουδαίας καὶ Σαμαρείας πλὴν τῶν ἀποστόλων.  συνεκόμισαν δὲ τὸν Στέφανον ἄνδρες εὐλαβεῖς καὶ ἐποίησαν κοπετὸν μέγαν ἐπ’ αὐτῷ.  Σαῦλος δὲ ἐλυμαίνετο τὴν ἐκκλησίαν κατὰ τοὺς οἴκους εἰσπορευόμενος, σύρων τε ἄνδρας καὶ γυναῖκας παρεδίδου εἰς φυλακήν.

 

Oyendo sus palabras se recomían por dentro y rechinaban los dientes contra él. Pero como estaba lleno del Espíritu santo, clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo:

“He aquí que contemplo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”.

Y gritando a grandes voces, se taparon los oídos, y se precipitaron todos con un mismo furor contra él; y habiéndole sacado a empellones fuera de la ciudad, le apedreaban. Y los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y seguían apedreando a Esteban, que rogaba y decía:

“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.

E hincando las rodillas, clamó con grande voz:

“Señor, no les demandes este pecado”.

Y dicho esto, descansó en paz. Y Saulo estaba dando su asentimiento a su muerte.

Se levantó aquel día gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén; y todos se dispersaron por las regiones de la Judea y Samaria, a excepción de los apóstoles. Y llevaron a enterrar a Esteban hombres piadosos, e hicieron gran duelo sobre él. Y Saulo hacía estragos en la Iglesia, entrándose por las casas, y arrastrando hombres y mujeres, los entregaba para ser encarcelados.

 

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Es destacable la intervención de Saulo (San Pablo) en este episodio. El perseguidor implacable de los primeros cristianos acabó convirtiéndose en el mayor propagador de la fe cristiana entre los pueblos paganos, de ahí su nombre de “apóstol de los gentiles”. Precisamente estamos en pleno Año de Pablo (desde el 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009), ya que se cumplen 1000 años de su nacimiento.

De un discurso de Benedicto XVI extraemos estas palabras:

 

Hoy queremos poner de relieve la figura de Esteban, testigo preclaro del Evangelio y primer mártir cristiano. El Nuevo Testamento lo muestra como el más representativo de los llamados «siete diáconos», a los cuales impusieron las manos los Apóstoles, indicando así que les conferían un encargo, e imploraban sobre ellos la gracia divina para ejercerlo. Les encomendaron una tarea específica: atender con equidad a los todos los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen judío o griego.

Estos diáconos no sólo se ocupaban del servicio caritativo: Esteban, sobre todo, proclamó también el Evangelio, interpretando de modo nuevo toda la historia del pueblo de Israel desde la perspectiva central de Cristo. Eso provocó la persecución y la condena a muerte, muriendo lapidado. Corroboró así su testimonio de fe derramando por ella su sangre. Hoy sigue enseñándonos a no disociar el compromiso social del anuncio valiente de la fe, y a no decaer ante las dificultades, aunque nos cueste la vida.

En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54). Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes».

 

Otro conocido ejemplo de lapidación, o mejor, de intento de lapidación es el de la prostituta en Juan 8, 2-11.

Los fariseos traen a Jesús una mujer sorprendida en adulterio (γυναῖκα ἐπὶ μοιχείᾳ κατειλημμένην) y aducen que en la ley, Moisés ordenó que a semejantes mujeres las apedrearan (ἐν δὲ τῷ νόμῳ ἡμῖν Μωϋσῆς ἐνετείλατο τὰς τοιαῦτας λιθάζειν). Es de sobra conocido el final del episodio.

 

 

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Los fariseos se refieren al Levítico 20, 10:

Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos serán castigados con la muerte.

 

Y al Deuteronomio 22, 22 ss.:

22 Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos; el hombre que estaba acostado con la mujer, y también ella. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.

23 Si una joven virgen está comprometida con un hombre, y otro la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella,

24 se hará salir a los dos a la puerta de esa ciudad y los matarán a pedradas; a la joven por no haber pedido auxilio, a pesar de que estaba en la ciudad; y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.

25 Pero si el hombre encuentra en el campo a la joven comprometida y se acuesta con ella por la fuerza, sólo morirá el hombre que se acostó con ella.

26 A la joven, no le harás nada, porque no ha cometido un pecado que merezca la muerte. Es un caso semejante al de un hombre que ataca a otro y lo mata:

27 como el encuentro se produjo en el campo, tal vez la joven pidió auxilio, pero no había nadie que la socorriera.

28 Si un hombre encuentra a una joven virgen que no está comprometida, la toma por la fuerza y se acuesta con ella, y son sorprendidos,

29 el hombre que se acostó con ella deberá pagar al padre de la joven cincuenta siclos de plata y ella será su mujer. Nunca podrá repudiarla, porque él la violó.

 

Por suerte, el episodio de la adúltera viene a significar una superación del legalismo rigorista exacerbado de los primeros libros bíblicos, vigentes en época de Jesús. Frente a la ley inapelable y la lapidación, el perdón y la invitación a una vida honrada.

Pero por desgracia, la lapidación sigue estando vigente en estados actuales: Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Irak e Irán. En el norte musulmán de Nigeria también se impuso y ha habido intentos recientes de lapidación (Safiya Hussain y Amina Lawal), frenados por la presión internacional. En Somalia se ha producido el último ejemplo. Y eso que no es mencionada en el Corán.

De un artículo de Lali Cambra en El País del 1 de noviembre de 2008 copiamos lo siguiente:

 

 

No es, curiosamente, en el Corán donde se incluye a la lapidación como castigo. No hay ni una sola palabra sobre ello. Sí se recoge en la Biblia, en el Deuteronomio, heredada de la tradición judía y reservada, entre otra, a las adúlteras. «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra», son palabras atribuidas a Jesús de Nazaret, ante el caso de una mujer adúltera a la que se quiere lapidar. Y es que los que tiraban la primera piedra eran los acusadores. Si se descubría -tarde- que el condenado era inocente, podían entonces culpar a los acusadores no sólo de perjurio, sino también de asesinato.

Una práctica, la lapidación, rechazada por muchos musulmanes que recuerdan que se instituyó pocas décadas después de la muerte del profeta Mahoma, por el segundo califa del Islam, cuando la propagación del Hadith (tradición oral que narraba las gestas del profeta) fue sancionada por el Estado.

«Se benefician de ello los líderes políticos que bajo las leyes del Hadith tienen carta blanca para operar fuera de las reglas y leyes del Corán», explica Layth Al-Shaiban, portavoz de Musulmanes Progresistas, una organización con sedes en Estados Unidos, Oriente Medio y el Reino Unido. Para Al-Shaiban, seguir las leyes no escritas en el Corán «oprime a todos los seres humanos, no sólo a las mujeres» y considera que «aquellos Estados que se adhieran al Hadith, que en muchos casos contradicen al Corán, acabarán suscribiendo y cometiendo crímenes bárbaros en nombre de una ley falsa».

En África no son muchos los países en los que se practica. En Somalia, hasta el caso de Asha era inexistente. Sudán la incluye en su legislación, así como los estados del norte de Nigeria, donde la práctica de la Sharia entra en conflicto con el sistema legal del país federal. El Islam practicado en el norte de Nigeria viene patrocinado desde Arabia Saudí.

Ahí se han producido algunas de las condenas más famosas, como la de Safiya Hussaini, condenada a morir lapidada por adulterio en 2001. Pero Nigeria, a pesar de la fuerza del islamismo en el norte, fue sensible a las presiones internacionales y a las del Gobierno central, que lucha por ganar una imagen de control y respetabilidad. Al final, ni Safiya ni Amina Lawal, otra famosa víctima de la estricta aplicación de la Sharia, fueron lapidadas.

Irak practicaba esta forma de castigo, al igual que Irán. Este último suspendió los apedreamientos a muerte el pasado mes de agosto, después de que en 2002 decidiera aplicar una moratoria. Fue en Irán donde se recomendó que la piedra utilizada en las lapidaciones «no fuera demasiado grande como para matar inmediatamente, ni demasiado pequeña como para no considerarse piedra». Pakistán la sigue incluyendo en su código penal, aunque no se han documentado casos recientes. Los Emiratos Árabes y Arabia Saudí la siguen contemplando en su jurisprudencia.

 

En la mitología griega hallamos un ejemplo de lapidación: el de Palamedes.

Palamedes es uno de los tres hijos de Nauplio y Clímene, hija de Catreo. Su leyenda se ha desarrollado independientemente de los poemas homéricos, donde no es citado. Figura entre los discípulos atribuidos al centauro Quirón, al lado de Aquiles, Áyax y Heracles y participa en los preliminares de la guerra de Troya.

Consuela a Menelao, cuando se produce el rapto de Helena. Se dice que llevó una carta personal de Clitemnestra a Helena aconsejándole que regresase al lado de su esposo. Cuando se lleva a cabo la segunda embajada, enviada desde la isla de Ténedos, Palamedes figura en ella junto con Menelao, Ulises, Diomedes y Acamante. Pero muy pronto el celo de Palamedes por la causa de Menelao iba a provocar su ruina.

 

 

palamedes

 

 

En el momento en que los antiguos pretendientes de Helena se disponían a dirigirse a Troya para recuperar a la joven, Ulises, pese a estar comprometido por el juramento a Tindáreo, trató de sustraerse a esta obligación y, cuando Menelao y Palamedes fueron a buscarlo, se fingió loco. Había uncido a su arado, juntos, un asno y un buey, y estaba sembrando sal. Pero Palamedes no se dejó engañar por la estratagema y, para obligar a Ulises a revelar que no estaba loco, puso al pequeño Telémaco delante del arado que el héroe utilizaba para labrar. Ulises no pudo resistir la prueba y detuvo la yunta a tiempo para no matar al niño, renunciando con ello a simular la inconsciencia.

En los primeros tiempos de la expedición, Palamedes presta numerosos servicios al ejército, reanimando la moral de los soldados, alarmados por presagios adversos, especialmente un eclipse. Trata asimismo de evitar la peste que amenaza al ejército, y que él prevé cuando se presenta en el campamento un lobo (animal de Apolo) procedente de los bosques del Ida.

Sin embargo, Ulises consiguió, al fin, vengarse de él. Se cuenta que Ulises obligó a un troyano que había capturado bajo amenazas, a escribir una carta supuestamente enviada por Príamo, rey de Troya, de la cual se desprendía que Palamedes había ofrecido a éste traicionar a los griegos. Después sobornó a un esclavo de Palamedes para que escondiese oro bajo el lecho de su amo. Finalmente, hizo circular la carta por el campamento; esta carta fue encontrada por Agamenón, quien mandó detener a Palamedes y lo entregó a los griegos. Éstos lo lapidaron.

La muerte de Palamedes se hizo proverbial siendo considerada como la muerte injusta por excelencia, fruto de las intrigas de los malos contra uno que valía más que ellos.

La tradición atribuía a Palamedes numerosos inventos, en particular una o varias letras del alfabeto, y el juego de damas. A veces se le atribuye el invento de los números, gloria que comparte con Museo y Prometeo; el uso de la moneda, el cálculo de la duración de los meses según el curso de los astros, el juego de dados y el de las tabas.

 

El episodio de la venganza de Ulises lo hallamos en la fábula 95 de Higino:

 

 

PALAMEDES.

Vlixes quod Palamedis Nauplii dolo erat deceptus, in dies machinabatur quomodo eum interficeret. Tandem inito consilio ad Agamemnonem militem suum misit qui diceret ei in quiete uidisse ut castra uno die mouerentur. id Agamemnon uerum existimans castra uno die imperat moueri; Vlixes autem clam noctu solus magnum pondus auri ubi tabernaculum Palamedis fuerat obruit, item epistulam conscriptam Phrygi captiuo ad Priamum dat perferendam, militemque suum priorem mittit qui eum non longe a castris interficeret. Postero die cum exercitus in castra rediret, quidam miles epistulam quam Vlixes scripserat super cadauer Phrygis positam ad Agamemnonem attulit, in qua scriptum fuit PALAMEDI A PRIAMO MISSA, tantumque ei auri pollicetur quantum Vlixes in tabernaculum obruerat, si castra Agamemnonis ut ei conuenerat proderet. Itaque Palamedes cum ad regem esset productus et factum negaret, in tabernaculum eius ierunt et aurum effoderunt, quod Agamemnon ut uidit, uere factum esse credidit. Quo facto Palamedes dolo Vlixes deceptus ab exercitu uniuerso innocens occisus est.

 

Ulises, puesto que había sido descubierto con una estratagema de Palamedes, hijo de Nauplio, tramaba todos los días de qué modo matarlo. Al fin, tomada la decisión, envió un soldado suyo a Agamenón, para decirle que había visto en un sueño que el campamento se podía mover en un solo día. Agamenón, creyendo que esto era verdad, ordena que el campamento se traslade en un solo día; Ulises entonces, a escondidas, de noche, entierra una gran cantidad de oro donde había estado la tienda de Palamedes, después da a un prisionero troyano una carta escrita para ser entregada a Príamo, y envía por delante un soldado suyo a matarlo no lejos del campamento. Al día siguiente, al volver el ejército al campamento, un soldado llevó a Agamenón la carta que Ulises había escrito, colocada sobre el cadáver del troyano, y en la cual estaba escrito: «ENVIADA A PALAMEDES POR PRÍAMO», y le prometía tanto oro cuanto Ulises había escondido en la tienda, si le  entregaba el campamento de Agamenón, como había convenido con él. Así, siendo conducido Palamedes ante el rey y negando lo ocurrido, fueron a su tienda y desenterraron el oro: cuando Agamenón lo vio, creyó que la acusación era verdadera. Por tal motivo Palamedes, engañado por la astucia de Ulises, aunque inocente, fue lapidado por todo el ejército.

 

En La Eneida II, 81 y siguientes leemos:

 

 

fando aliquod si forte tuas peruenit ad auris

Belidae nomen Palamedis et incluta fama

gloria, quem falsa sub proditione Pelasgi

insontem infando indicio, quia bella uetabat,

demisere neci, nunc cassum lumine lugent:

Puede que haya llegado a tus oídos hablando

de Palamedes Belida el nombre y la fama

gloriosa, a quien los pelasgos con trampas

siendo inocente, con falsas pruebas porque vetaba sus guerras,

a la muerte enviaron y hoy le lloran de la luz privado.

 

Por cierto, el sofista Gorgias escribió un discurso en el que se puede leer la defensa que de sí mismo realiza Palamedes.

 

Sobre Palamedes puede leerse esto.

 

Respecto a la lapidación en Grecia, en la Ilíada III, 56 leemos:

 

 

Advirtiólo Héctor y le reprendió con injuriosas palabras:

— ¡Miserable Paris, el de más hermosa figura, mujeriego, seductor! Ojalá no te contaras en el número de los nacidos o hubieses muerto célibe. Yo así lo quisiera y te valdría más que no ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos. Los aqueos de larga cabellera se ríen de haberte considerado como un bravo campeón por tu bella figura, cuando no hay en tu pecho ni fuerza ni valor. Y siendo cual eres, ¿reuniste a tus amigos, surcaste los mares en ligeros buques, visitaste a extranjeros, y trajiste de remota tierra una mujer linda, esposa y cuñada de hombres belicosos, que es una gran plaga para tu padre, la ciudad y el pueblo todo, causa de gozo para los enemigos y una vergüenza para ti mismo? ¿No esperas a Menelao, caro a Ares? Conocerías al varón de quien tienes la floreciente esposa, y no te valdrían la cítara, los dones de Afrodita, la cabellera y la hermosura cuando rodaras por el polvo. Los troyanos son muy tímidos: pues si no, ya estarías revestido de una túnica de piedras por los males que les has causado (ἀλλὰ μάλα Τρῶες δειδήμονες· ἦ τέ κεν ἤδη / λάϊνον ἕσσο χιτῶνα κακῶν ἕνεχ’ ὅσσα ἔοργας.).

 

 

En Tucídides VIII, 75 y 84 podemos leer también intentos de lapidación que son simplemente actos de venganza o justicia popular y, por eso, vemos que, al implantarse la oligarquía, los marinos amotinados intentan lapidar a sus oficiales o los soldados, durante las campañas, a enemigos significados.

 

 

Murió también lapidada Olimpia, la madre de Alejandro Magno.

 

Es muy interesante este lugar.

 

 

Tal vez sea bueno concluir con un poco de humor este artículo dedicado a tan triste, terrible y reprobable crimen:

 

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O magnum mysterium!

El acontecimiento que celebramos esta noche provocó la creación del responsorio para el canto de Maitines del día de Navidad, O magnum mysterium. El texto es el siguiente:

O magnum mysterium

et admirabile sacramentum,

ut animalia viderent Dominum natum,

jacentem in præsepio.

Beata virgo, cujus viscera meruerunt

portare Dominum Christum, Alleluia!

O gran misterio

y admirable sacramento,

que los animales vieran al Señor nacido,

echado en un pesebre.

Feliz la virgen, cuyas entrañas merecieron

llevar al Señor Jesucristo ¡Aleluya!

Este sencillo canto ha merecido la atención de numerosos compositores. Todos ellos compusieron para estas palabras auténticas obras maestras, desde Byrd a Lauridsen, pasando por Palestrina o Victoria.

Música que ayuda a reflexionar qué celebramos exactamente en Navidad y, también, ¿por qué no?, en la condición humana y que merece, hoy, un sitio en nuestro blog.

Primero Victoria:

Aquí, con la partitura:

Luego Byrd, en arreglo de Lundgren:

Finalmente, Lauridsen, en dos versiones. La primera de un magnífico coro filipino en directo:

La segunda grabada, a cargo de los Robert Shaw Chamber Singers:

Realmente, la obra de Lauridsen es emocionante; como lo es el Benedictus de The Armed man: A Mass for peace de Karl Jenkins. En esta noche de paz, confiamos en que este preciado don llegue pronto a todos los rincones de la tierra; entre otros títulos el Niño que hoy nace lleva el de Príncipe de la Paz.

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adoracionp

Apócrifo, en el sentido etimológico de la palabra (viene de ἀπόκρυφος «oculto» y éste de ἀποκρύπτω «ocultar») significa «cosa escondida, oculta». Este término servía en la antigüedad para designar los libros que se destinaban exclusivamente al uso privado de los adeptos a una secta o iniciados en algún misterio. Tales eran entre los romanos los libros Sibilinos y el Ius Pontificum. Después esta palabra vino a significar libro de origen dudoso, cuya autenticidad se impugnaba.

Entre los cristianos se designó con este nombre a ciertos escritos cuyo autor era desconocido y que desarrollaban temas ambiguos, si bien se presentaban con el carácter de sagrados. Por esta razón, el término apócrifo vino con el tiempo a significar escrito sospechoso de herejía o, en general, poco recomendable.

Además de los citados apócrifos paganos, se encuentran apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento.

La noción de apócrifo neotestamentario… está íntimamente ligada con el concepto de canon de las Sagradas Escrituras. Según esto, podremos incluir en la citada categoría todos los escritos que, desarrollando temas análogos a los de los libros canónicos del Nuevo Testamento, pretenden de forma más o menos velada arrogarse el carácter de sagrados y equipararse a los que la Iglesia tiene como inspirados, sin que, a pesar de todo, hayan conseguido ser recibidos oficialmente por ella en el canon.

Nos consta, en efecto, por el testimonio de San Lucas (1, 1) que, ya desde el principio, muchos emprendieron el trabajo de coordinar la narración de las cosas que tuvieron lugar en tiempo de Jesús. Orígenes (185- 254), cuando comentaba este pasaje, distinguía ya, al lado de los cuatro evangelios inspirados y recibidos como tales por la Iglesia, otros muchos «compuestos por quienes se lanzaron a escribir evangelios sin estar investidos de la gracia del Espíritu Santo», y que, por tanto, estaban destituidos de toda autoridad. Según él, tales libros estaban, sobre todo, en poder de los herejes.

Lo que llevamos escrito es el comienzo de la Introducción general a la edición crítica y bilingüe de Los evangelios apócrifos, acargo de Aurelio de Santos Otero en la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos).

De los Apócrifos de la Natividad hemos elegido los extractos del Liber de Infantia Salvatoris que el propio de Santos ofrece en su cuidada edición. De la introducción a estos extractos aportamos estos fragmentos:

De entre las muchas narraciones apócrifas dependientes, próxima o remotamente, del Protoevangelio, escogemos el Liber de infantia Salvatoris, por sus abundantes rasgos de originalidad…

Dada la gran semejanza que existe entre este apócrifo y el Pseudomateo (a veces se dan verdaderas interopolaciones), se discute sobre la relación de prioridad entre ambos. Aunque la cuestión no está definitivamente resuelta y las opiniones de los críticos son encontradas, parece que debe descartarse la opinión que considera a nuestro apócrifo como fuente de inspiración para el Ps. Mt. y, por tanto, anterior.

El estilo, en efecto, dista mucho de reflejar aquella artificiosa ingenuidad característica de los apócrifos antiguos. Su carácter fluido y novelístico, al par que elegante, acusa la mano de un erudito compilador carolingio (s. IX) que ha ido recogiendo datos diversos y los ha ido amalgamando en una composición personal. Su labor ha consistido, sobre todo, en completar profusamente con toda clase de detalles pintorescos los episodios ya conocidos, pero susceptibles de interés; en refundir otros según su propio gusto y en aludir ligeramente a los que eran ya demasiado conocidos.

Pueden darse ciertamente episodios bastante antiguos y desconocidos hasta el presente 8sobre todo los referentes al nacimiento), que James hace depender del vetusto Evangelio de Pedro (s.II); pero éstos, en frase de Cecchelli, «provano tutt’al più la utilizzazione di altri testi oltre il Protoevangelio di Giacomo e lo Pseudo Matteo, non la grande antichità di tutta la redazione attuale».

El afán de dejar bien en claro lo relativo a la virginidad de María hace que a veces se encuentren en el relato expresiones de marcado sabor docético, lo cual no prueba, sin embargo, que el autor fuera formalmente un hereje.

Hasta aquí la introducción de Aurelio de Santos.

En estos apócrifos se ha basado gran parte de la iconografía navideña y de los detalles que inundan nuestros belenes.

 

adoracio

 

Del Liber de infantia Salvatoris hemos elegido el pasaje en el que la comadrona Zaquel, a la que José ha buscado para que asista en el parto a María,  narra a José y su hijo Simeón una cosa maravillosa (rem admirabilem).

Es una narración bastante desconocida, pero muy bella que describe el estupor que se produce en toda la naturaleza en el momneto del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios.

Zaquel comienza: Itaque intende in verba mea et in corde tuo retine (Así pues, presta atención a mis palabras y reténlas en tu corazón).

Cum introissem ad puellam inspiciendam, inveni eam faciem sursum habentem et intendentem in caelum et secum loquentem. Ego vero suspicor quia orabat et benedicebat Altissimum . Cum ergo venissem ad eam, dixi ei:»Filia dic mihi, non aliquem dolorem sentis aut aliquis locus membrorum tuorum tenetur doloribus?» Illa autem quasi nihil audiret, et sicut solida petra ita inmobilis permanebat in caelum intendens.

In illa hora requieverunt omnia silentio maximo cum timore. Nam et venti cessaverunt non dantes flatum suum, neque aliquis ex foliis arborum motus est neque aquarum sonitus auditus est, neque moverunt se flumina, neque maris fluctuatus erat, et omnia aquarum nascentia siluerunt, neque vox hominum sonuit, et erat silentium magnum. Nam et ipse polus cessavit ab ea hora ab agilitate cursus. Mensurae horarum pene transirant, omnia cum timore magno siluerant stupentia nos exspectantes adventum altitudinis Dei terminum saeculorum.

Cum ergo approssimavit hora, processit virtus Dei i palam. Et satns puella intuens in caelum et vinea facta est. Iam enim procedebat terminus bonorum. Cum vero processisset lux, adoravit eum quae se vidit enixam. Erat autem ipse infans solummodo circumfulgens, vehementer mundus et iocundissimus in respectu, quoniam totum pax pacans solus apparuit. In illa autem hora quan natus est, audita est vox multorum invisibilium una voce dicentium: Amen. Et ipsa lux quae nata est, multiplicata est et de claritate luminis sui solis lumne obscuravit, et repleta est haec spelunca lumine claro cum odore suavissimo. Sic autem nata est haec lux quemadmodum ros de caelo descendit super terram. Nam odor illius super omnem odorem unguentorum fragrat.

Ego autem steti stupens et mirans et timor apprehendit me. Intendebam enim in tantam claritatem luminis nati. Ipsa autem lux paulisper in se residens assimilavit se infanti et in continenti factus infans ut solent infantes nasci. Et assumpsi audaciam et inclinavi me et tetigi eum, levavique eum in manibus meis cum magno timore, et perterrita sum quod non erat pondus in eo sicut hominis nati. Et inspexi eum, et non erat in eo aliqua coinquinatio, sed erat quasi in rore Dei Altissimi totus nitidus corpore, levis ad portandum, splendidus ad respiciendum, et dum nimis mirarer eo quod non ploraret sicut soliti sunt nati infantes plorare, et dum tenuissem eum in faciem intendens, risit ad me iocundissimum risum, apreriensque oculos intendit in me argute, et subito regressa est lux magna de oculis eius tanquam choruscus magnus.

virgenconnino

Cuando hube entrado para examinar la doncella, la encontré con la faz vuelta hacia arriba, mirando al cielo y hablando consigo misma. Yo creo que estaba en oración y bendecía al Altísimo. Cuando hube, pues, llegado hasta ella, le dije: «Dime, hija ¿no sientes por ventura alguna molestia o tienes algún miembro dolorido?» Mas ella continuaba inmóvil mirando al cielo, cual una sólida roca y como si nada oyese.

En aquel momento se pararon todas las cosas, silenciosas y atemorizadas: los vientos dejaron de soplar; no se movió hoja alguna de los árboles, ni se oyó el ruido de las aguas; los ríos quedaron inmóviles y el mar sin oleaje; callaron los manantiales de las aguas y cesó el eco de voces humanas. Reinaba por doquier un gran silencio. Hasta el mismo polo abandonó desde aquel momento su vertiginoso curso. Las medidas de las horas habían ya casi pasado. Todas las cosas se habían abismado en el silencio, atemorizadas y estupefactas. Nosotros (estábamos) esperando la llegada del Dios alto, la meta de los siglos.

Cuando llegó, pues, la hora, salió al descubierto la virtud de Dios. Y la doncella, que estaba mirando fijamente al cielo, quedó convertida (como) en una viña, pues ya se iba adelantando el colmo de los bienes. Y en cuanto salió la luz, la doncella adoró a Aquel a quien reconoció haber ella misma alumbrado. El niño lanzaba de sí resplandores, lo mismo que el sol. Estaba limpísimo y era gratísimo a la vista, pues sólo El apareció como paz que apacigua todo (el universo). En la misma hora de nacer se oyó la voz de muchos espíritus invisibles que decíana a una voz: «Amén». Y aquella luz se multiplicó y oscureció con su resplandor el fulgor del sol, mientras que esta cueva se vio inundada de una intensa claridad y de un aroma suavísimo. Esta luz nació de la misma manera que el rocío desciende del cielo  a la tierra. Su aroma es más penetrante que el perfume de todos los ungüentos de la tierra.

Yo, por mi parte, quedé llena de estupor y de admiración y el miedo se apoderó de mí, pues tenía fija mi vista en el intenso resplandor que despedía la luz que había nacido. Y esta luz fuese poco a poco condensando y tomando la forma de un niño, hasta que apareció un infante (tal) como suelen ser los hombres al nacer. Yo entonces cobré valor: me incliné, le toqué, le levanté en mis manos con gran reverencia y me llené de espanto al ver que no tenía el peso (propio) de un recién nacido. Le examiné y vi que no estaba manchado lo más mínimo, sino que su cuerpo todo era nítido, como acontece con la rociada del Dios Altísimo; era ligero de peso y radiante a la vista. Y mientras me tenía sorprendida el ver que no lloraba, como suelen hacerlo los recién nacidos, y estaba mirándole de hito en hito, me dirigió una gratísima sonrisa; después, abriendo los ojos, fijó en mí una penetrante mirada y al instante salió de su vista una gran luz como si fuera un relámpago.

Bellísimo y detallista relato el de la comadrona Zaquel. Silencio expectante, luz refulgente, sonrisa gratísima, olor de Dios, temor y reverencia a Dios, consciencia de ser testigo de un hecho excepcional.

Relato, aunque apócrifo, interesante. Desde luego el nacimiento de Jesús, a nuestro entender, debió ser más «normal», como el de cualquier niño, pero a los testigos de aquel nacimiento no se les escapó que algo sublime, pero a la vez sencillo, estaba ocurriendo: la Encarnación de Dios, con todo lo que eso supone.

Esta noche admiraremos, un año más, con agradecimiento este misterio profundo que ocurrió de la forma más sencilla que pueda imaginarse. Dios nace pobre, Dios nace fuera de su hogar, Dios nace sin estrépito, Dios nace sencillo, Dios nace débil, Dios de nace de noche.

¡Feliz Navidad del 2008 a todos los lectores de este blog!

postalxiquet

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En otra ocasión hablamos de un Lied de Goethe musicado por Schubert sobre el mito de Atlas o Atlante. Ahora es su hermano Prometeo, también un titán, hijo de Jápeto y, por tanto, sobrino de Crono, o, lo que es lo mismo, primo de Zeus, quien será objeto de nuestro breve estudio.

También Goethe dedicó un poema al titán griego que fue musicado por compositores como Jan Willem Frans Brandts-Buys (1868-1933) – Prometheus op. 42, número 1 de sus Vier Lieder, publicado en 1925 -; Johann Friedrich Reichardt (1752-1814), Prometheus, publicado en 1809, Julius Röntgen (1855-1932), Prometheus, op. 99, Franz Schubert, Prometheus, D. 674 (1819) y Hugo Wolf (1860-1903), Prometheus, de los Goethe-Lieder, nº 49.

El poema es éste:

Bedecke deinen Himmel, Zeus,

Mit Wolkendunst

Und übe, dem Knaben gleich,

Der Disteln köpft,

An Eichen dich und Bergeshöh’n;

Mußt mir meine Erde

Doch lassen stehn

Und meine Hütte, die du nicht gebaut,

Und meines Herd,

Um dessen Glut

Du mich beneidest.

Ich kenne nichts Ärmeres

Unter der Sonn’, als euch, Götter!

Ihr [nähret] kümmerlich

[Von] Opfersteuern

Und Gebetshauch

Eure Majestät

Und darbtet, wären

Nicht Kinder und Bettler

Hoffnungsvolle Toren.

Da ich ein Kind war

Nicht wußte, wo aus noch ein,

Kehrt’ ich mein verirrtes Auge

Zur Sonne, als wenn drüber wär’

Ein Ohr, zu hören meine Klage,

Ein Herz wie meins,

Sich des Bedrängten zu erbarmen.

Wer half mir

Wider der Titanen Übermut?

Wer rettete vom Tode mich,

Von Sklaverei?

Hast du nicht alles selbst vollendet

Heilig glühend Herz?

Und glühtest jung und gut,

Betrogen, Rettungsdank

Dem Schlafenden da droben?

Ich dich ehren? Wofür?

Hast du die Schmerzen gelindert

Je des Beladenen?

Hast du die Tränen gestillet

Je des Geängsteten?

Hat nicht mich zum Manne geschmiedet

Die allmächtige Zeit

Und das ewige Schicksal,

Meine Herrn und deine?

Wähntest du etwa,

Ich sollte das Leben hassen,

In Wüsten fliehen,

Weil nicht alle

Blütenträume reiften?

Hier sitz’ ich, forme Menschen

Nach meinem Bilde.

Ein Geschlecht, das mir gleich sei,

Zu leiden, zu weinen,

Zu genießen und zu freuen sich

Und dein nicht zu achten,

Wie ich!

 

Aquí su traducción:

 

Cubre tu cielo, Zeus

con vapor de nubes,

y ejercítate igual que el muchacho,

descabeza los abrojos

junto a las encinas y en las alturas;

pero tienes que dejar en pie

mi tierra y mi cabaña,

que tú no construiste,

y mi hogar,

por cuya llama

tú me envidias.

¡No conozco nada más pobre bajo los soles,

que vosotros, oh, dioses!

Vosotros nutrís miserablemente

con gabelas de sacrificios

y hálito de oraciones

vuestra majestad,

y careceríais de todo,

si no fuera por los niños

y mendigos locos llenos de esperanza.

Cuando yo era niño,

no sabía dónde entrar y salir,

volvía mis extraviados ojos hacia el sol,

como si allí arriba hubiera un oído

para oír mis lamentos,

un corazón como el mío

para apiadarse del oprimido.

¿Quién me ayudó

contra la arrogancia de los titanes?

¿Quién me salvó de la muerte,

de la esclavitud?

¿No has realizado todo tú mismo,

corazón sagradamente ardiente?

¿Y te inflamaste joven y bueno,

engañado, agradecido por la salvación

al durmiente allí en lo alto?

¿Honrarte yo a ti? ¿Por qué?

¿Has mitigado jamás

los sufrimientos del agobiado?

¿Has calmado jamás

las lágrimas del angustiado?

¿No me han forjado como hombre

el todopoderoso tiempo

y el destino eterno,

mis dueños y los tuyos?

¿Imaginas acaso

que yo debería odiar la vida,

huir al desierto,

porque no maduraron

todos los sueños en flor?

¡Aquí estoy, formo hombres

según mi imagen,

una raza que sea igual a mí,

para sufrir, para llorar,

para gozar y alegrarse

y no respetarte a ti,

como yo!

El poema se puede oír recitado en este video:

 

En http://universalia.usb.ve/anteriores/universalia5/prometeo.html, Revista del Decanato de Estudios Generales de la Universidad Simón Bolívar leemos:

Este poema fue escrito alrededor de 1774, es decir, cuando Goethe tenía sólo 25 años de edad, pero no fue publicado hasta 1785. Pertenece al movimiento literario Sturm und Drang (aprox. 1760-1780), el cual constituyó una revuelta intelectual de los jóvenes poetas alemanes contra el racionalismo de la ilustración, su apego exagerado a los principios morales y su visión simplista de la naturaleza humana. El movimiento criticaba asimismo la sociedad de su tiempo, por considerarla demasiado rígida y hostil a su concepción de la vida, y defendía en cambio, por encima de todo, el valor del genio individual (el gran modelo de esta época fue el poeta inglés William Shakespeare, 1564-1616). Todos estos rasgos aparecen ejemplarmente encarnados en el personaje central del poema que aquí presentamos, Prometeo.

Goethe conoció este tema mitológico gracias a los Libros humanísticos del Barroco que existían en la librería de su padre. Prometeo, como es sabido, era un semidiós, hijo de un Titán; moldeaba con barro a los hombres y les infundía vida. Cuando robó del Olimpo el fuego para entregárselo a los hombres, Zeus lo condenó a ser encadenado indefinidamente a una montaña del Cáucaso. Pero más tarde Zeus se apiadó de él y permitió que Hércules lo liberara de su tormento.

El Prometeo de Goethe pronuncia su monólogo en el momento en que su oposición a Zeus es mayor, es decir, cuando se encuentra totalmente aislado, pues incluso se ha enemistado con los Titanes, sus antepasados. Sin embargo, permanece desafiante y seguro de sí mismo, dispuesto a reconocer sólo a dioses arcaicos anteriores a los olímpicos, como el eterno Destino (Moira) y el «Tiempo todopoderoso» (Cronos). Esta actitud orgullosa lo distingue del Prometeo que nos dibujan las versiones provenientes de la antigüedad clásica.

Para Goethe, todo proceso de creación artística se compone esencialmente de dos momentos: uno de distanciamiento con respecto a lo originario primitivo (diástole) y otro de reencuentro con él (sístole). El poema «Prometeo» representa, por supuesto, sólo el primer momento; de ahí que Goethe soliera publicarlo junto con otro, titulado «Ganímedes», (del que hemos hablado nosotros en otro lugar) en el que enaltecía la identificación del hombre con el universo.

Aunque volveremos sobre el Lied schubertiano, es conveniente que nos vaya sonando Aquí la versión con piano del barítono Siegfried Lorenz y Norman Shetler al piano:

 

 

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Inachis Io (y III)

Continuamos con el personaje de Ío que estamos viendo a propósito de su presencia en el nombre de una mariposa, la Inachis Io.

Las fuentes sobre este mito son varias.

En primer lugar tenemos al mitógrafo Apolodoro que nos narra el episodio de Ío en su Biblioteca II, 1, 3. De esta versión ofrecemos algunos fragmentos:

Ἄργου δὲ καὶ ᾿Ισμήνης τῆς ᾿Ασωποῦ παῖς Ἴασος, οὗ φασιν ᾿Ιὼ γενέσθαι. Κστωρ δὲ ὁ συγγρψας τ χρονικ καὶ πολλοὶ τῶν τραγικῶν ᾿Ινχου τὴν ᾿Ιὼ λέγουσιν· Ησίοδος δὲ καὶ ᾿Ακουσίλαος Πειρῆνος αὐτήν φασιν εἶναι. ταύτην ἱερωσύνην τῆς Ηρας ἔχουσαν Ζεὺς ἔφθειρε. φωραθεὶς δὲ ὑφ’ Ηρας τῆς μὲν κόρης ἁψμενος εἰς βοῦν μετεμόρφωσε λευκήν, ἀπωμόσατο δὲ ταύτῃ μὴ συνελθεῖν· διό φησιν Ησίοδος οὐκ ἐπισπᾶσθαι τὴν ἀπὸ τῶν θεῶν ὀργὴν τοὺς γινομένους ὅρκους ὑπὲρ ἔρωτος.  

De Argos e Ismene, hija de Asopo, nació Yaso, quien, según se cree, fue el padre de Ío, aunque el cronista Cástor y muchos de los poetas trágicos afirman que Ío era hija de Ínaco; para Hesíodo y Acusilao era hija de Pirén. A esta Ío, sacerdotisa de Hera, la sedujo Zeus, pero descubierto por la diosa, tocando a la muchacha la transformó en una vaca blanca y juró que no se había unido con ella; por eso dice Hesíodo que los perjurios por amor no atraen la cólera de los dioses.

 

zeusio

 

 

Sobre el cuadro de arriba, obra de Correggio, puede leerse aquí.

Más adelante Apolodoro sigue:

῞Ηρα δὲ τῇ βοΐ οἶστρον ἐμβάλλει ἡ δὲ πρῶτον ἧκεν εἰς τὸν ἀπ’ ἐκείνης ᾿Ιόνιον κόλπον κληθέντα, ἔπειτα διὰ τῆς ᾿Ιλλυρίδος πορευθεῖσα καὶ τὸν Αἷμον ὑπερβαλοῦσα διέβη τὸν τότε μὲν καλούμενον πόρον Θράκιον, νῦν δὲ ἀπ’ ἐκείνης Βόσπορον. ἀπελθοῦσα δὲ εἰς Σκυθίαν καὶ τὴν Κιμμερίδα γῆν, πολλὴν χέρσον πλανηθεῖσα καὶ πολλὴν διανηξαμένη θάλασσαν Εὐρώπης τε καὶ ᾿Ασίας, τελευταῖον ἧκεν εἰς Αἴγυπτον, ὅπου τὴν ἀρχαίαν μορφὴν ἀπολαβοῦσα γεννᾷ παρὰ τῷ Νείλῳ ποταμῷ Ἔπαφον παῖδα. τοῦτον δὲ ῞Ηρα δεῖται Κουρήτων ἀφανῆ ποιῆσαι· οἱ δὲ ἠφάνισαν αὐτόν. καὶ Ζεὺς μὲν αἰσθόμενος κτείνει Κούρητας, ᾿Ιὼ δὲ ἐπὶ ζήτησιν τοῦ παιδὸς ἐτράπετο. πλανωμένη δὲ κατὰ τὴν Συρίαν ἅπασαν (ἐκεῖ γἀρ ἐμηνύετο <ὅτι ἡ> τοῦ Βυβλίων βασιλέως <γυνὴ> ἐτιθήνει τὸν υἱόν)  καὶ τὸν Ἔπαφον εὑροῦσα, εἰς Αἴγυπτον ἐλθοῦσα ἐγαμήθη Τηλεγόνῳ τῷ βασιλεύοντι τότε Αἰγυπτίων. ἱδρύσατο δὲ ἄγαλμα Δήμητρος, ἣν ἐκάλεσαν Ἴσιν Αἰγύπτιοι, καὶ τὴν ᾿Ιὼ Ἴσιν ὁμοίως προσηγόρευσαν.

 Entonces Hera envió un tábano en persecución de la vaca, la cual primero se dirigió al golfo por ella denominado Jónico, luego a Iliria y, habiendo recorrido el monte Hemo, cruzó el llamado entonces estrecho Tracio y ahora, desde su paso, Bósforo. Siguió hacia Escitia y la tierra Cimeria y, después de andar errante por varias regiones, atravesó a nada muchos mares de Europa y Asia hasta que, finalmente, llegó a Egipto, donde, recuperada su forma primigenia, dio a luz a un hijo, Épafo, junto al río Nilo. Hera pidió a los Curetes que lo ocultaran y ellos así lo hicieron. Zeus al saberlo aniquiló a los Curetes e Ío salió en busca de su hijo vagando por toda Siria (pues le había sido revelado que allí lo criaba la esposa del rey de Biblos); una vez encontrado Épafo, volvió a Egipto y se casó con Telégono, a la sazón rey de los egipcios. Erigió una estatua a Deméter, a quien los egipcios llamaron Isis – nombre con el que también designaron a Ío.

 

bosforo

 

 

Pausanias en Descripción de Grecia II, 16, 1 nos ofrece la lista de los primeros reyes de Argos y aquí nos encontramos con Ío:

Argo, nieto por parte de madre de Foroneo, que reinó después de éste, dio su nombre al país. De Argo nacieron Píraso y Forbante, de Forbante, Tríopas, y de Tríopas, Yaso y Agénor. Ío, hija de Yaso, bien en la forma que narra Heródoto, bien en la forma que dicen los griegos, fue a Egipto; Crotopo, el hijo de Agénor, obtuvo el poder después de Yaso, y de Crotopo nació Esténelas, y Dánao vino de Egipto contra Gelánor, hijo de Esténelas, y quitó el reino a los descendientes de Agénor. Los sucesos posteriores todos igualmente los conocen: el crimen de las hijas de Dánao contra sus primos y cómo a la muerte de Dánao obtuvo el poder Linceo.

 En el libro III, 18, 13, al describir las escenas mitológicas que adornaban el gigantesco trono de Apolo Amicleo, obra de Baticles de Magnesia, dice:

῞Ηρα δὲ ἀφορᾷ πρὸς ᾿Ιὼ τὴν ᾿ Ινάχου βοῦν οὖσαν ἤδη, καὶ ᾿Αθηνᾶ διώκοντα ἀποφεύγουσὰ ἐστιν ῞Ηφαιστον.

Hera está mirando a Ío, la hija de Ínaco, que ya había sido convertida en vaca, y Atenea está escapando de Hefesto que la persigue.

Es interesante la racionalización del mito que ofrece el historiador Heródoto. En el primer capítulo del libro I de sus Historias, justo detrás del proemio, en el que nos explica las primeras diferencias entre griegos y bárbaros de Asia en época mítica podemos leer:

I. La gente más culta de Persia y mejor instruida en la historia, pretende que los fenicios fueron los autores primitivos de todas las discordias que se suscitaron entre los griegos y las demás naciones. Habiendo aquellos venido del mar Eritreo al nuestro, se establecieron en la misma región que hoy ocupan, y se dieron desde luego al comercio en sus largas navegaciones. Cargadas sus naves de géneros propios del Egipto y de la Asiria, uno de los muchos y diferentes lugares donde aportaron traficando fue la ciudad de Argos, la principal y más sobresaliente de todas las que tenía entonces aquella región que ahora llamamos Helada. Los negociantes fenicios, desembarcando sus mercaderías, las expusieron con orden a pública venta. Entre las mujeres que en gran número concurrieron a la playa, fue una la joven Ío, hija de Inacho, rey de Argos, a la cual dan los persas el mismo nombre que los griegos. Al quinto o sexto día de la llegada de los extranjeros, despachada la mayor parte de sus géneros y hallándose las mujeres cercanas a la popa, después de haber comprado cada una lo que más excitaba sus deseos, concibieron y ejecutaron los fenicios el pensamiento de robarlas. En efecto, exhortándose unos a otros, arremetieron contra todas ellas, y si bien la mayor parte se les pudo escapar, no cupo esta suerte a la princesa, que arrebatada con otras, fue metida en la nave y llevada después al Egipto, para donde se hicieron luego a la vela.

Luego sigue Heródoto:

II. Así dicen los persas que Ío fue conducida al Egipto, no como nos lo cuentan los griegos, y que este fue el principio de los atentados públicos entre asiáticos y europeos.

Y concluye:

V. Así pasaron las cosas, según refieren los persas, los cuales están persuadidos de que el origen del odio y enemistad para con los griegos les vino de la toma de Troya. Mas, por lo que hace al robo de Ío, no van con ellos acordes los fenicios, porque éstos niegan haberla conducido al Egipto por vía de rapto, y antes bien, pretenden que la joven griega, de resultas de un trato nimiamente familiar con el patrón de la nave; como se viese con el tiempo próxima a ser madre, por el rubor que tuvo de revelará sus padres su debilidad, prefirió voluntariamente partirse con los fenicios, a da de evitar de este modo su pública deshonra. Sea de esto lo que se quiera, así nos lo cuentan al menos los persas y fenicios, y no me meteré yo a decidir entre ellos, inquiriendo si la cosa pasó de este o del otro modo.

El mitógrafo Higino, en su fábula 145 escribió:

ex Inacho et Argia Io. hanc Iuppiter dilectam compressit et in uaccae figuram conuertit, ne Iuno eam cognosceret. id Iuno cum resciuit, Argum, cui undique oculi refulgebant, custodem ei misit; hunc Mercurius Iouis iussu interfecit.  at Iuno formidinem ei misit, cuius timore exagitata<m> coegit eam ut se in mare praecipitaret, quod mare Ionium est appellatum. inde in Scythiam tranauit, unde Bos<p>orum fines sunt dictae. inde in Aegyptum, ubi parit Epaphum.  Iouis cum sciret suapte [propter] opera tot eam aerumnas tulisse, formam suam ei propriam restituit deamque Aegyptiorum eam fecit, quae Isis nuncupatur. 

 

Hija de Ínaco es también la argiva Ío.  A ésta Júpiter la mantuvo oculta como su amada y la convirtió en vaca, a fin de que Juno no la reconociera. Cuando Juno se enteró de ello, le envió como guardián a Argos, a quien los ojos brillaban por todas partes. A éste lo mató Mercurio por orden de Júpiter. Pero Juno le envió un espantajo, por miedo al cual se vio obligada a precipitarse al mar, que se llama Jónico. De allí llegó a nado a Escitia, por lo que sus límites se llaman Bósforo. Después llegó a Egipto, donde dio a luz a Épafo. Júpter cunado supo que por su culpa ella había soportado tantas desgracias, la restituyó a su forma humana y la conviertió en diosa de los egipcios, que es llamada Isis.

figino

 

Otro autor en el que encontramos referencias a Ío y su metamorfosis en vaca es Luciano de Samosata. En el tercero de sus Diálogos de los dioses, se nos ofrece una conversación entre Zeus y Hermes sobre el destino egipcio de la joven argiva:

ΔΙΟΣ ΚΑΙ ΕΡΜΟΥ

ΖΕΥΣ Τὴν τοῦ ᾿Ινάχου παῖδα τὴν καλὴν οἶσθα, ὦ ῾Ερμῆ;

ΕΡΜΗΣ Ναί· τὴν ᾿Ιὼ λέγεις;

ΖΕΥΣ Οὐκέτι παῖς ἐκείνη ἐστίν, ἀλλὰ δάμαλις.

ΕΡΜΗΣ Τεράστιον τοῦτο· τῷ τρόπῳ δ’ ἐνηλλάγη;

ΖΕΥΣ Ζηλοτυπήσασα ἡ ῞Ηρα μετέβαλεν αὐτήν. ἀλλὰ καὶ καινὸν ἄλλο τι δεινὸν ἐπιμεμηχάνηται τῇ κακοδαίμονι· βουκόλον τινὰ πολυόμματον Ἄργον τοὔνομα ἐπέστησεν, ὃς νέμει τὴν δάμαλιν ἄϋπνος ὤν.

ΕΡΜΗΣ Τί οὖν ἡμᾶς χρὴ ποιεῖν;

ΖΕΥΣ Καταπτάμενος ἐς τὴν Νεμέαν, ἐκεῖ δέ που ὁ Ἄργος βουκολεῖ, ἐκεῖνον ἀπόκτεινον, τὴν δὲ ᾿Ιὼ διὰ τοῦ πελάγους ἐς τὴν Αἴγυπτον ἀγαγὼν Ἴσιν ποίησον· καὶ τὸ λοιπὸν ἔστω θεὸς τῶν ἐκεῖ καὶ τὸν Νεῖλον ἀναγέτω καὶ τοὺς ἀνέμους ἐπιπεμπέτω καὶ σῳζέτω τοὺς πλέοντας. 

Zeus.- ¿Conoces a la hermosa hija de Ínaco, Hermes?

Hermes.- Sí, si te refieres a Ío.

Zeus.- Pues ya no es una muchacha, sino una ternera.

Hermes.- Eso es extraordinario. ¿De qué manera se produjo el cambio?

Zeus.- Hera la ha metamorfoseado en un ataque de celos; pero además ha tramado contra la pobre muchacha otra terrible novedad: ha puesto junto a ella un pastor que se llama Argos, que tien cien ojos y la vigila y nunca duerme.

Hermes.- Está bien, ¿qué tenemos que hacer nosotros?

Zeus.- Vete volando a Nemea – pues allí es donde Argos pastorea- y mátalo. A Ío condúcela a Egipto a través del mar y conviértela en Isis. Y que en lo sucesivo sea divinidad del pueblo de Egipto, que haga subir el Nilo, que les envíe los vientos y salve a los navegantes.

 En el campo latino, Ovidio trata el mito (Metamorfosis I, 568-778, con interpolaciones sobre Argos, Pan y Siringe, y Faetón) y nos cuenta cómo Zeus se conviertió en nube para unirse a Ío. Lo podemos leer aquí en español. En latín en este otro lugar.

 

Y hasta aquí nuestra breve serie sobre la mariposa Inachis Io y el personaje mítico de quien, pensamos, lleva su nombre.  Aquí, por cierto, hay una buena explicación de la taxonomía y de la forma de llamar a las especies animales. Habría que preguntarle a Linneo porqué llamó así a esta especie, aunque el colorido de sus alas y su belleza es comparable a la de la sacerdotisa argiva amada por Zeus, como se explica en este video.

 

 

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