Hoy, 4 de noviembre de 2017, festividad de San Carlos Borromeo, llega a su final este blog, iniciado un 7 de octubre de 2007. Creo que diez años y veintiocho días son suficiente vida para él. Su autor va a dedicar sus fuerzas y su tiempo a otros menesteres, tal vez más profanos.
Éste es el artículo 1069, de los cuales 1061 son míos y 8 de mis alumnas de griego de 2º de bachillerato del curso 2007-2008. El 17 de enero de este año publicamos el artículo 1000 y lo dedicamos a repasar la temática de esos mil artículos.
Desde ese 17 de enero, pues, he publicado 69 artículos en casi once meses, lo que da una media de 5’5 artículos al mes: 11 en octubre y marzo, 10 febrero, abril y mayo, 6 en septiembre, 5 en junio, 4 en enero y 2 en noviembre.
Mi trabajo en el blog me ha servido para enriquecerme, para obligarme a estudiar, para buscar información, para aprender, para saber un poco más. Ha habido épocas de inspiración y trabajo cuasi febril y otras de sequía de ideas y de ganas, pero el balance final es positivo.
Si, además, mi trabajo ha servido de provecho a los lectores, asiduos u ocasionales, tanto mejor. Muchas gracias a estos lectores por sus visitas, por sus ánimos, por sus «me gusta» y por sus comentarios.
Y llegamos, por fin, a esta larga serie en la que hemos glosado, con ayuda de la traducción y notas de José Guillermo Montes Cala, en su edición en Gredos, el poema “Hero y Leandro”, de Museo el Gramático, que surgió, allá por el 23 de diciembre de 2015, como consecuencia de la audición en el programa de Radio Clásica “El mundo de la fonografía”, que dirigía y presentaba el inigualable y tristemente fallecido José Luis Pérez de Arteaga, el 10 de octubre de 2015, del poema sinfónico “Ero e Leandro” de Alfredo Catalani, interpretado por la Oquesta Sínfónica de Roma, dirigida por Francesco La Vecchia.
En aquel primer capítulo también hablamos de la cantata Ero e Leandro HWV 150 (Qual ti riveggio, oh Dio!) de Handel que ofrecemos en esta última entrada.
Estábamos ofreciendo poemas quevedianos de tono burlesco sobre el mito de Hero y Leandro y, en el anterior capítulo, ofrecimos completo el poema de Quevedo Hero y Leandro en paños menores.
Carlos García Gual, al final del prólogo a la edición de Montes Cala, dice:
Es muy curioso que tanto Góngora como Quevedo coincidieran en darnos sus caricaturas del idilio, desmitificando el episodio con sus brochazos de farsa. Contrastan con el tono general con que los autores del Siglo de Oro evocaron la trágica historia de los amantes. Un tono que reaparece en autores posteriores, como los ilustrados Luzán y Nicolás Fernández de Moratín, que le dedicaron sendos poemas, excelentes ambos.
Tambien de sus dos poemas podemos citar, muy brevemente, los comienzos. Ignacio de Luzán compuso en cuartetas un buen relato titulado: “Leandro y Hero, idilio anacreóntico”, que empieza asi:
Musa, tú que conoces
los yerros, los delirios
los bienes y los males
de los amantes finos
Dime quién fue Leandro
qué Dios o qué maligno
astro en las fieras ondas
cortó a su vida el hilo
Leandro a quién mil veces
los duros ejercicios
del estadio ciñeron
de rosas y de mirtos
equívoco contigo”.
Y Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780) un soneto de clásico corte:
Del más constante amor nave y pirata,
faluca ardiente, y bergantín amante,
intrépido, amoroso y arrogante
boga Leandro en piélagos de plata.
Más ¡ay! que inquieto el Euro se desata:
gime el ponto con silbo resonante,
y al viviente bagel ya fluctuante
atropella, sumerge y arrebata.
Viéndose de la muerte amenazado,
él las ondas con voz entristecida
así clamaba el joven desdichado:
Perdonadme (les dijo) ahora en la ida;
y sofocad mi aliento fatigado,
en volviendo de ver a mi querida.
Hemos encontrado también Hero y Leandro, poema sinfónico compuesto por Ginés Martínez Vera para orquesta sinfónica, basado en la mitología griega, con el que en 2016 ganó la medalla de plata en THE GLOBAL MUSIC AWARDS
Pero no debemos prolongar mas este prólogo, en el que sólo hemos querido destacar algunos hitos de esa tradición hispánica del tema y del poema de Museo. Los comentarios críticos que Francisca Moya, en su ya citado estudio, y José Guillermo Montes Cala, en su introducción, ofrecen cuidadosa y doctamente permiten tener una buena idea de la larga estela de imitaciones y ecos de la misma en nuestra literatura.
Sírvanos este párrafo del final del prólogo de García Gual, para dar fin también a nuestro trabajo sobre Hero y Leandro y su pervivencia en la poesía española, que hemos realizado con la inestimable ayuda de la traducción y notas de José Guillermo Montes Cala, en su edición de Gredos, el prólogo de Carlos García Gual a dicha edición, María Jesús Franco Durán (Universidad de Salzburgo, Austria) en El mito de Hero y Leandro: algunas fuentes grecolatinas y supervivencia en el Siglo de Oro español, y Francisca Moya del Baño en El tema de Hero y Leandro en la literatura española (publicaciones de la Universidad de Murcia, 1966.
Si ha servido mínimamente para recordar este mito de la antigüedad clásica, nos daremos por satisfechos.