Ofrecíamos en el anterior capítulo extractos del apartado Historia del tema en el trabajo de Francisca Moya del Baño El tema de Hero y Leandro en la literatura española. Proseguimos con ellos.
Aunque D. Marcelino afirma que es una grave cuestión, que no se atreve a resolver, pensamos que los argumentos que da pueden muy bien confirmar con fundamento la pertenencia de la fábula a la literatura clásica, concretamente griega, pese a ser el poema de Museo harto tardío en relación a las Heroidas de Ovidio en latín, pues la localización en el Helesponto, la precisión y abundancia de detalles, las monedas representando a Hero y Leandro (aunque no anteriores a Caracalla y Alejandro Severo), y el viaje de Lord Byron (31 mayo 1810) para demostrar en una época de hipercrítica la posibilidad de esta navegación, son razones con suficiente valor como para afirmar que este tema no pertenece al folklore universal, sino que tiene su origen en una leyenda griega. No obstante, podríamos contradecirnos al saber que también en el Penjab se muestra la tumba donde yacen unos amantes, pero esto queda más difuso, menos concreto, tenemos menos pruebas, y efectivamente esta leyenda podía haber llegado a la India con Alejandro y sus expediciones.
Más adelante añade:
Luego defendemos la primacía para Virgilio, que en el libro III de las Geórgicas y en los versos 257-263 se ocupa del tema. Debido a la importancia de estos hexámetros, a su influencia en bastantes autores, como iremos viendo a lo largo de todo este trabajo, a que su número es pequeño, y a que no le vamos a dedicar ningún estudio especial como a Museo y Ovidio, los vamos a recoger seguidamente:
«Quid iuvenis, magnum cui versat in ossibus ignem
durus amor? nempe abruptis turbata procellis
nocte natat caeca serus freta; quem super ingens
porta tonat caeli, et scopulis inlisa reclamant
aequora ; nec miseri possunt revocare parentes
nec moritura super crudeli funere virgo!).
¿Qué decir del joven en cuyos huesos el duro amor promueve un gran fuego? Con seguridad, nada a deshora en la noche ciega por estrechos que turban las tempestades desencadenadas; por encima de él truena la gran puerta del cielo y las aguas que baten los escollos lo llaman. Y no pueden hacerle volver sus desgraciados padres ni la muchacha que morirá después de cruel muerte.
La traducción es de Bartolomé Segura Ramos, en Alianza Editorial.
Decíamos que también Carlos García Gual nos ayudaría en la pervivencia en la literatura española del mito de Hero y Leandro; pues bien, el mallorquín inicia así su prólogo a la edición de José Guillermo Montes Cala, en Gredos:
Se cumplen ahora quinientos años de la primera edición impresa del texto griego de Hero y Leandro. O, mejor dicho, de las dos primeras, pues en muy breve plazo de tiempo surgieron dos: la que llevó a cabo en Florencia Juan Láscaris, en los talleres de Lorenzo Francisco de Alopa, y la cuidada por el famoso Aldo Manucio, en sus prensas de Venecia, que se presentaba acompañada de una traducción latina, hecha por Marco Musuro. Es difícil precisar si ambas se publicaron el mismo año de 1494, o si la florentina es de ese año y la veneciana del siguiente. No importa mucho, por otro lado, y el título de editio princeps puede convenir a una y otra.
Para nosotros es también interesante recordar que el de Museo fue el primer texto griego que salió de una imprenta española. Fue en la edición realizada en Alcalá de Henares por el cretense Demetrio Ducas, que apareció en 15 14 con muy bella tipografía. Sólo el texto griego, sin traducción ni notas. Tal vez como un breve ensayo editorial previo a la amplia utilización de caracteres griegos en la programada edición de la Biblia poliglota complutense.
Desde esas ediciones primeras hasta nuestros días van cinco siglos en los que el poema de Museo se ha reimpreso numerosas veces en toda Europa -como apunta muy documentadamente J. G. Montes Cala en su introducción- y han sido muchos los ecos del epilio en nuestra literatura, muy bien señalados por M. Menéndez Pelayo y Francisca Moya del Baño (en su estudio sobre El tema de Hero y Leandro en la Literatura española, Murcia, 1966). No sólo el poema, sino el tema poético de Hero y Leandro han tenido extraordinaria fortuna en la tradición hispánica, sobre todo en nuestro Siglo de Oro. El poema de Museo se ha traducido varias veces. Ésta que presentamos es la sexta versión, creo, en esa serie que se inicia con la muy libre y amplificada de Juan Boscán, que se editó tras su muerte en Barcelona en 1543.
Apunta García Gual:
La primera traducción castellana, la de Juan Boscán, es notablemente libre en su estilo y amplia muy notoriamente el texto, inspirándose no solo en el original griego, sino también en la Favola di Leandro e Ero de Bernardo Tasso (Venecia, 1537). El poema de Museo tiene 360 hexámetros, el de Boscán nada menos que 2.793 endecasílabos.
Basta citar unos cuantos versos del comienzo para indicar como se distancia en su tono y estilo del original griego, para aproximarse a la lírica de su tiempo:
Canta con boz süave y dolorosa,
¡o Musa!, los amores lastimeros,
que’n süave dolor fueron criados.
Canta también la triste mar en medio,
y a Sesto, d’una parte, y d’otra, Abido,
y Amor acá y allá, yendo y viniendo;
y aquella diligente lumbrezilla,
testigo fiel y dulce mensagera
de dos fieles y dulces amadores.
Volviendo a la traducción de Boscán, hay que reconocerle el mérito de haber presentado en castellano, en endecasílabos de rima libre y de suelta factura, el relato de Museo, aunque sin ceñirse a una versión literal y mediante una amplificatio muy notoria, que incluye el añadido de episodios ajenos a la trama central. (Así, de 1 1 12 a 19 1 3, es decir en ochocientos versos, se cuenta la historia de Orfeo y de Proteo, que procede de Virgilio, Geórgicas IV 387-528.) Aunque alejado del estilo enrevesado del poeta helenístico, Boscán logra muchos pasajes de buen ritmo y claro colorido poético, sin perder el hilo de la trama; pero con muy atractiva originalidad en sus epítetos, en sus imágenes y en su lirismo.