Arrancapins, dibujo para la película «Gigantes. La leyenda de Tombatossals»
Vamos a abordar ya el capítulo tercero, Tombatossals i la Serena de la Mar a propósito de la conferencia pronunciada el pasado 16 de octubre en el Ateneo de Castellón por Carlos García Gual sobre las sirenas, seducciones y metamorfosis.
Narración radiofónica en Vox UJI Ràdio de los capítulos 2 (final) y 3 de Tombatossals
Del mismo haremos una sinopsis y aportaremos en el original valenciano y su traducción los momentos más significativos, esto es, las referencias a la Sirena.
Al comienzo del mismo, el gigante Tombatossals se acerca a la playa hollando con sus enormes pies la arena. Se pone el sol tras las montañas de la sierra cercana a la ciudad y la luna, grande, ilumina un mar con tonos rojizos, más tarde plateados y bruñidos. El gigante gime, de su corazón enamorado brotan suspiros y mientras las últimas gaviotas van a buscar su nido, Tombatossals dice:
–Qui no fóra gavina de la mar! –amb trista veu exclama.– Aus envejades, vosaltres la voreu, al clarejar de les blavoses aigües, ajocada en son paratge, afalagada de coralls i mareperles, amanyagada per dèntols, roncals i murells, somrient-se ab complacència de regina benvolguda ab el mollicó i les gambetes…! ¡Benaurades gavines de la mar! ¡Com deurà ésser d’encisadora i bella, quan los claríssims raigs del sol, al migjorn, la feriran a través dels miralls que la cubrixen, l’amada Serena de la Mar! ¡Oh, desventura meua, que sols vore-la puc, i encara breument, baix lo cel estelat en la nit entenebrida, fosca!
¡Quien fuera gaviota! ¡Envidiadas aves, vosotras la veréis, en la claridad de las azuladas aguas, tumbada en su paraje, halagada por corales y madreperlas, acariciada por dentones, rayas y salmonetes; sonriéndose con complacencia de reina querida junto al salmonete y las gambitas…! ¡Benditas gaviotas de la mar! ¡Cómo debe ser de encantadora y bella, cuando los clarísimos rayos del sol, al mediodía, la hieran a través de los espejos que la cubren, la amada Sirena de la mar! ¡Oh, desventura mía que sólo puedo verla, y brevemente, bajo el cielo estrellado de la noche tenebrosa y oscura!
Bufanúvols, dibujo para la película «Gigantes. La leyenda de Tombatossals»
Interrumpe el soliloquio de Tombatossals su fiel, aunque un tanto patoso, amigo Cagueme, – que tiene como lema “Jo faig el que puc” (“Yo hago lo que puedo”) – quien le indica que hoy no se puede quejar porque la Luna presenta un buen redondel que ilumina el mar. Pero Tombatossals no está para bromas y dando una patada con sus enormes pies a una ola que rompe en la orilla deja empapado al pobre Cagueme que se vuelve a informar de la situación de su señor a los otros compañeros de “colla” (pandilla), Bufanúvols y Arrancapins. Está preocupado por la situación de su amigo, por quien siente lástima de verlo hablar a solas, cabizbajo, gimiendo, diciendo barbaridades y se pregunta si alguien lo ha embrujado y si habrá algún saludador que lo pueda curar.
Tras ser secado por los soplos de Bufanúvols, prosigue Cagueme mostrando su preocupación por Tombatossals a quien cree loco por hablar sin parar sin sentido, por caminar por la arena clavando su mirada en las azules aguas del Mediterráneo; no parece el mismo que otrora acometía grandes acciones y tenía maravillada a toda la corte del Rei Barbut. Camina por las aguas, sermoneando y haciendo reír a las lisas y doradas. Cagueme termina su preocupado parlamento con la frase:
Senyor, qui t’ha vist i qui te veu!… ¡La Serena de la Mar ens l’ha cabitombat…!
Señor, ¡quién te ha visto y quién te ve! ¡La sirena del mar nos lo ha trastornado!
Y aquellos hombres que eran capaces de hacer frente a cualquier obstáculo parecían más gallinas cluecas en remojo que esforzados varones de la “colla” de Tombatossals, pues veían que la situación no pintaba bien por el amor que sentía su amo.
–Ah, el voler, el voler! –clamaven– A quins extrems no mena quan domina en la pensa i és ademés mal correspost?
¡Ah, el amor, el amor! – exclamaban – ¿A qué extremos no conduce cuando domina en el pensamiento y es, además, mal correspondido?
Y esperaban quietos las órdenes de su amo mientras cuchicheaban en voz baja.
Dibujo de Joan Baptista Porcar Ripollés en la edición de 1966 de la Societat Castellonenca de Cultura para la Caja de Ahorros de Castellón
Cagueme ya se hacía ilusiones culinarias:
–Males rostides de peix no tindrem si aquest casament aplega al vero –dia Cagueme llepant-se els llavis en adonar-se de la llepolia.
– Menudos asados de pescado tendremos, si esta boda llega a buen puerto -decía Cagueme lamiéndose los labios al darse cuenta de la sabrosa comida.
Mientras mantenían esta conversación los tres compañeros, Tombatossals persistía mirando fijamente al horizonte esperando la respuesta a los llantos de su lastimero grito, mientras la luna dibujaba en la arena la enorme sombre del gigante.
Sólo se oye el escalofriante ulular de los mochuelos que tan lastimosos s ele antojaban a Tombatossals que a su turbada vista huían las olas, se le doblaban las rodillas y le golpeaba dulce y ligeramente el rumor de las tranquilas aguas.
Nuestro héroe, en pleno delirio, con los ojos entornados, veía a su querida Sirena recostada en el lomo de una ballena, salpicando con las gotas de sus espiráculos la dorada y larga cabellera y el tentador medio cuerpo de la soñada reina del mar, que allí se revolvía rodeada y seguida de un lucido cortejo y escoltada de indómitos delfines y tiburones, de peces ángel y de atunes y vistosas langostas, castañolas, mantas, boquerones, galeras y cazones, al tiempo que les precedían un buen número de emperadores, que con su hiriente espada preparaban el camino al numeroso desfile, asustando a los bancos de pageles y mabras, de peces plata y capuchones, de lisas y doradas, doncellas, lenguados, arañas y ratas que, al oír el hechizador cantar de su reina, se sumaban al séquito. Todo tipo de peces estaba allí presente, rodeando la majestad de la sirena que, magnífica y soberbia movía la plateada y partida cola, llena de orgullo y satisfacción. Una nube de juguetonas gaviotas, gavilanes y golondrinas de mar aleteaban por encima de aquel reino movedizo que parecía irse de merienda en el señalado día de pascua.
Hacia la orilla nadaban, dirigiendo su afanoso caminar hacia el gigante, que pretendía extender sus brazos, salir a su encuentro, entrar aguas adentro, pero no podía.
Tombatossals, escultura de Melchor Zapata en la Avenida de Lledó, de Castellón