Seguimos con la fuente principal para el episodio de las Termópilas, que no es otra que las Historias de Heródoto. Continuamos con el Libro VII, Capítulos CCI-CCXXXVIII y afrontamos el capítulo 213.
CCXIII. Hallábase el rey confuso no sabiendo qué resolución tomar en aquel negocio, cuando Epialtes, hijo de Euridemo, de patria meliense, pidió audiencia para el rey, esperando salir de ella muy bien premiado y favorecido. Declaróle, en efecto, haber en los montes cierta senda que iba hasta Termópilas, y con esta delación abrió camino a la ruina de los griegos que estaban allí apostados. Este traidor, temiendo después la venganza de los lacedemonios, huyóse a Tesalia, y en aquella ausencia fue proscrito por los pilágoras, habiéndose juntado en Pilea el congreso general de los Anfictiones, y puesta a precio de dinero su cabeza. Pasado tiempo, habiéndose restituido a Anticira, murió a manos de Atenades, natural de Traquina; y si bien es verdad que Atenades le quitó la vida por cierto motivo, como yo en otro lugar explicaré, con todo, no se lo premiaron menos los lacedemonios: Epialtes, en suma, pereció después.
CCXIX. El primer aviso que tuvieron los griegos que se hallaban en Termópilas, fue el que les dio el adivino Megistias, quien, observando las víctimas sacrificadas, les dijo que al asomar la aurora les esperaba la muerte. Llegáronles después unos desertores, que les dieron cuenta del giro que hacían los persas, aviso que tuvieron aun durante la noche. En tercer lugar, cuando iba ya apuntando el día, corrieron hacia ellos con la misma nueva sus centinelas diurnas, bajando de las atalayas. Entrando entonces los griegos en consejo sobre el caso, dividiéronse en varios pareceres: los unos juzgaban no convenía dejar el puesto, y los otros porfiaban en que se dejase; de donde resultó que, discordes entre sí, retiráronse, los unos y separados se volvieron a sus respectivas ciudades, y los otros se dispusieron para quedarse a pié firme en compañía de Leonidas.
Estábamos analizando el poema Termópilas (Θερμοπύλες) y examinando la fuente principal para conocer los detalles de la batalla de las Termópilas, es decir, el historiador Heródoto y su obra Historias (Libro VII, Capítulos CCI-CCXXXVIII). Llegamos al capítulo 228.
228. θαφθεῖσι δέ σφι αὐτοῦ ταύτῃ τῇ περ ἔπεσον, καὶ τοῖσι πρότερον τελευτήσασι ἢ ὑπὸ Λεωνίδεω ἀποπεμφθέντας οἴχεσθαι, ἐπιγέγραπται γράμματα λέγοντα τάδε.
μυριάσιν ποτὲ τῇδε τριηκοσίαις ἐμάχοντο
ἐκ Πελοποννάσου χιλιάδες τέτορες.
ταῦτα μὲν δὴ τοῖσι πᾶσι ἐπιγέγραπται, τοῖσι δὲ Σπαρτιήτῃσι ἰδίῃ.
ὦ ξεῖν᾽, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι.
Λακεδαιμονίοισι μὲν δὴ τοῦτο, τῷ δὲ μάντι τόδε.
μνῆμα τόδε κλεινοῖο Μεγιστία, ὅν ποτε Μῆδοι
Σπερχειὸν ποταμὸν κτεῖναν ἀμειψάμενοι,
μάντιος, ὃς τότε κῆρας ἐπερχομένας σάφα εἰδώς
οὐκ ἔτλη Σπάρτης ἡγεμόνα προλιπεῖν.
ἐπιγράμμασι μέν νυν καὶ στήλῃσι, ἔξω ἢ τὸ τοῦ μάντιος ἐπίγραμμα, Ἀμφικτύονες εἰσὶ σφέας οἱ ἐπικοσμήσαντες· τὸ δὲ τοῦ μάντιος Μεγιστίεω Σιμωνίδης ὁ Λεωπρέπεος ἐστὶ κατὰ ξεινίην ὁ ἐπιγράψας.
CCXXVIII. En honor de estos héroes enterrados allí mismo donde cayeron, no menos que de los otros que murieran antes que partiesen de allí los despachados por Leonidas, pusiéronse estas inscripciones:
“Contra tres millones pelearon solos aquí, en este sitio, cuatro mil peloponesios.”
Cuyo epigrama se puso a todos los combatientes en común, pero a los espartanos se dedicó éste en particular:
“Habla a los lacedemonios, amigo, y diles que yacemos aquí obedientes a sus mandatos.”
Este a los lacedemonios al adivino se puso el siguiente:
“He aquí el túmulo de Megistias, a quien dio esclarecida muerte al pasar el Esperquio el alfanje medo: es túmulo de un adivino que supo su hado cercano sin saber dejar las banderas del jefe.”
Los que honraron a los muertos con dichas inscripciones y con sus lápidas, excepto la del agorero Megistias, fueron los Anfictiones, pues la del buen Megistias quien la mandó grabar fue su huésped y amigo Simónides, hijo de Leoprepes.
El epigrama:
ὦ ξεῖν᾽, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι.
se atribuye a Simónides de Ceos y fue traducido al latín por Cicerón (Tusculanas I, 42, 101):
Dic, hospes, Spartae nos te hic vidisse iacentes.
Dum sanctis patriae legibus obsequimur.
Finalmente, aquí tenemos el poema de Kavafis y su traducción.
Θερμοπύλες (1903)
Τιμή σ᾿ εκείνους όπου στην ζωή των
όρισαν και φυλάγουν Θερμοπύλες.
Ποτέ από το χρέος μη κινούντες·
δίκαιοι κι ίσοι σ᾿ όλες των τες πράξεις,
αλλά με λύπη κιόλας κ᾿ ευσπλαχνία·
γενναίοι οσάκις είναι πλούσιοι, κι όταν
είναι πτωχοί, πάλ᾿ εις μικρόν γενναίοι,
πάλι συντρέχοντες όσο μπορούνε·
πάντοτε την αλήθεια ομιλούντες,
πλην χωρίς μίσος για τους ψευδομένους.
Και περισσότερη τιμή τους πρέπει
όταν προβλέπουν (και πολλοί προβλέπουν)
πως ο Εφιάλτης θα φανεί στο τέλος,
κ᾿ οι Μήδοι επί τέλους θα διαβούνε.
TERMÓPILAS (1903)
Honor a cuantos en su vida decidieron
defender las Termópilas.
Sin apartarse nunca del deber,
en todas sus acciones justos y equilibrados,
con dolor, no obstante, y compasión;
si ricos, generosos; y aun en lo poco
generosos, si pobres; prestos
a socorrer en tanto pueden;
siempre con la verdad a flor de labios,
sin odiar sin embargo a los que mienten.
aun mayor honor les es debido
cuando prevén (y muchos lo prevén)
que surgirá por último un Efialtes
y los Persas terminarán pasando.
El siguiente poema es Deslealtad (Απιστία), que data del año 1904, y que se inicia con una cita de Platón, en concreto de su República 383ab, en la que el filósofo se refiere a dos autores: Homero y Esquilo.
Πολλὰ ἄρα Ὁμήρου ἐπαινοῦντες, ἀλλὰ τοῦτο
οὐκ ἐπαινεσόμεθα… οὐδὲ Αἰσχύλου, ὅταν φῇ ἡ
Θέτις τὸν Ἀπόλλω ἐν τοῖς αὐτῆς γάμοις ἄδοντα
«ἐνδατείσθαι τὰς ἑὰς εὐπαιδίας,
νόσων τ᾿ ἀπείρους καὶ μακραίωνας βίους.
Ξύμπαντα τ᾿ εἰπὼν θεοφιλεῖς ἐμᾶς τύχας
παιῶν᾿ ἐπευφήμησεν, εὐθυμῶν ἐμέ.
Καγὼ τὸ Φοίβου θεῖον ἀψευδὲς στόμα
ἤλπιζον εἶναι, μαντικὴ βρύον τέχνη:
Ὁ δ᾿, αὐτὸς ὕμνων,…
… αὐτός ἐστιν ὁ κτανὼν
τὸν παῖδα τὸν ἐμόν».
Πλάτων, Πολιτείας, Β’
Aunque muchas cosas alabamos de Homero, sin embargo hay una en que novamos a hacerlo… ni tampoco de Esquilo, cuando dice Tetis que Apolo cantando en sus bodas predijo: “una feliz fecundidad con una larga existencia libre de males. Tras afirmar que los dioses en todo serían bondadosos cuanto tocara mi destino, entonó el peán y me infundió ánimos. Y yo creía que la divina boca de Febo era sincera, de ahí brotan los oráculos. Mas éste que cantaba…éste mismo es quien mató a mi hijo.” PLATÓN, República, 383a-b
La traducción es de Pedro Bádenas de la Peña, en Alianza Editorial.