Ayer mi colega Mariló Limo me proporcionó el discurso que el pasado sábado 12 de mayo pronunció en la abadía de Montecassino el abad Pietro Vittorelli, con motivo de la trigésima segunda edición del Certamen Ciceroniano de Arpinas.
Ya dediqué el año pasado un artículo al discurso de Vittorelli en el año 2011. Este año vuelvo a hablar del discurso del abad, aunque no con tanta profundidad, y una de las razones es que Vittorelli usa un texto de Séneca, muy de mi agrado, hasta el punto que lo he usado dos veces bastante recientemente: la primera en el final de mi discurso en la graduación de la promoción de estudiantes 2005-2011 del IES Matilde Salvador y la segunda en mi artículo “Algunes aportacions clàssiques grecollatines al concepte d’educació”, aparecido en la revista Ribalta 19.
Conviene, en primer lugar, que ofrezcamos el texto en latín del discurso del abad:
Salvete iuvenes carissimi ad tricesimum secundum certamen Arpinas convenientes.
“Beata est vita – ait Seneca – conveniens naturae suae, quae non aliter contingere potest quam si primum sana mens est et in perpetua possessione sanitatis suae, deinde fortis ac vehemens, tunc pulcherrime patiens, apta temporibus, corporis sui pertinentiumque ad id curiosa non anxie, tum aliarum rerum, quae vitam instruunt, diligens sine admiratione cuiusquam, usura fortunae muneribus, non servitura”. (De vita beata, III, 3). Felices, iuvenes dilictissimi, qui possunt, depulsis iis quae aut irritant aut territant, tranquilitatem, libertatem, pacem, concordiam animi et magnitudinem cum mansuetudine consequi. Virtus enim in animi bonis et in corporis servatur, omnis feritas autem ex infirmitate est. Adhuc Seneca docet: “Quisquis ad virtutem accessit, dedit generosae indolis specimen … ; agedum, virtus antecedat : tutum erit omne vestigium … ; in virtute non est verendum, ne quid nimium sit, quia in ipsa est modus. Non est bonum, quod magnitudine laborat sua”. (De vita beata, XIII, 4-5). Haec est ergo sapientia cordis “qua sola libertas est. Una ad hanc fert via, et quidem recta; non aberrabis; vade certo gradu. Si vis omnia tibi subicere, te subice rationi; multos reges, si ratio te rexerit. (Seneca, Ep. Ad Lucilium, IV, 37, 4)
Iuvenes carissimi, ad veram libertatem non solum sequendam sed etiam servandam nihil est magis idoneum communitate politica quae communi utilitate inserviat, quo melius – ut ait Cicero – “appetitus rationi oboediant” (De officiis, I, 29, 102), et summi virtute animoque praesint debilibus. “Verum – iterum Arpinas monet – hunc optimum statum pravis hominum opinionibus eversum esse dicunt, qui ignoratione virtutis, quae cum in paucis est, tum a paucis iudicatur et cernitur, opulentos homines et copiosos, tum genere nobili natos esse optimos putant. Hoc errore vulgi cum rem publicam opes paucorum, non virtutes tenere coeperunt, nomen illi principes optimatium mordicus tenent, re autem carent. Nam divitiae, nomen, opes vacuae consilio et vivendi atque aliis imperandi modo, dedecoris plenae sunt et insolentis superbiae, nec ulla deformior species est civitatis quam illa, in qua opulentissimi optimi putantur”. (De re publica I, 34). In hac civitate – ut pergit ipse Cicero – “ullum domicilium libertas habet, qua quidem certe nihil potest esse dulcius, et quae, si aequa non est, ne libertas quidem est” (De re publica, I, 47).
Iuvenes carissimi, opto vobis ut semper mens vestra amore verae libertatis in virtute fundetur et honestis moribus solidetur ad rectam civium cooperationem et humani consortii bonum.
Valete quam optime.
In coenobio Montis Casini, d. XII m. Maii a. MMXII.
PETRUS VITTORELLI
Abbas Montis Casini
Tras el discurso, su traducción aproximada:
Salud queridísimos jóvenes que habéis acudido al trigésimo segundo certamen de Arpinas.
“Feliz es la vida – dice Séneca – que es concorde a su propia naturaleza, lo cual no se puede conseguir de otra forma que si la mente, en primer lugar, es sana y en perpetua posesión de su salud, después si es fuerte y enérgica, decididamente paciente, capaz de afrontar cualquier situación, interesada en el cuerpo y en cuanto a él se refiere pero sin ansias, amante de todo aquello que adorna la vida pero sin admirarlo, dispuesta a servirse de los dones de la fortuna pero sin hacerse esclava”. (Séneca, Sobre la vida feliz, III, 3). Felices, amadísimos jóvenes, quienes pueden, expulsado aquello que o irrita o aterra, conseguir con mansedumbre la tranquilidad, la libertad, la paz, la concordia y la grandeza de alma. La virtud, en efecto, se guarda en los bienes del alma y en los del cuerpo, toda fiereza, en cambio, surge de la debilidad. Todavía aconseja Séneca: “Todo aquél que se acerca a la virtud, da pruebas de un carácter noble…; que la virtud vaya, pues, delante: siguiendo sus huellas, siempre estaremos en seguro…; en la virtud no hay que temer que haya exceso, porque en ella misma está la mesura; no es bueno lo que padece por su propia magnitud”. (Sobre la vida feliz, XIII, 4-5). Ésta es, pues, la sabiduría del corazón “que es la única libertad. Único es el camino que a ella nos conduce, directamente por cierto; por él no te desviarás. Anda con paso firme. Si quieres someter a ti todas las cosas, sométete tú mismo a la razón. A muchos gobernarás, si la razón te gobernare a ti”. (Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, IV, 37, 4).
Queridísimos jóvenes, nada es más idóneo no sólo para seguir, sino también para conservar la verdadera libertad que la comunidad política que esté al servicio del bien común, tanto más cuanto – como dice Cicerón – “los instintos obedezcan a la razón” (Cicerón, De officiis, I, 29, 102), y los mejores con la más alta virtud y ánimo estén por encima de los débiles. “Dicen – aconseja de nuevo el arpinate – que este verdadero óptimo estado queda destruido por los falsos juicios de la muchedumbre, que ignorante de esta virtud, que no sólo está presente en pocos, sino que también es apreciada y reconocida por pocos, piensa que entre los hombres los mejores son los poderosos, los ricos y los que descienden de un origen ilustre. Cuando a favor de esta equivocación del vulgo el poder, y no la virtud de algunos hombres, han tomado posesión del estado, éstos conservan obstinadamente el título de grandes, mas en el hecho no lo justifican. Pues las riquezas, el nombre, el poder, desprovistos de la sabiduría y de un subido temple para conducirse y para mandar a los otros, están llenas de deshonor y de insolente soberbia; y no hay ciudad alguna cuyo aspecto más repugne que aquella en que los ricos son considerados como mejores”. (Cicerón Sobre la república I, 34). En esta ciudad – como continúa el propio Cicerón – la libertad goza de todo asilo, y ciertamente nada puede haber más dulce que ella, y que si no es igual para todos no es ciertamente libertad.” (Cicerón Sobre la república I, 47).
Muy queridos jóvenes, os deseo que vuestra mente siempre se base en la virtud con el amor a la verdadera libertad y con honradas costumbres se consolide hacia la recta cooperación de los ciudadanos y el bien de la comunidad humana.
Que os vaya muy bien.
En el monasterio de Montecassino, día 12 de mes de mayo del año 2012.
Pietro Vittorelli
Abad de Montecassino