Hoy celebramos la fiesta de San Esteban Protomártir, es decir, el primer (πρῶτος) testigo (μάρτυς, μάρτυρος) de la fe cristiana.
Su muerte es narrada en Hechos de los Apóstoles 7, 54-60; 8
᾿Ακούοντες δὲ ταῦτα διεπρίοντο ταῖς καρδίαις αὐτῶν καὶ ἔβρυχον τοὺς ὀδόντας ἐπ’ αὐτόν. ὑπάρχων δὲ πλήρης πνεύματος ἁγίου ἀτενίσας εἰς τὸν οὐρανὸν εἶδεν δόξαν θεοῦ καὶ ᾿Ιησοῦν ἑστῶτα ἐκ δεξιῶν τοῦ θεοῦ, καὶ εἶπεν,
᾿Ιδοὺ θεωρῶ τοὺς οὐρανοὺς διηνοιγμένους καὶ τὸν υἱὸν τοῦ ἀνθρώπου ἐκ δεξιῶν ἑστῶτα τοῦ θεοῦ.
Κράξαντες δὲ φωνῇ μεγάλῃ συνέσχον τὰ ὦτα αὐτῶν, καὶ ὥρμησαν ὁμοθυμαδὸν ἐπ’ αὐτόν, καὶ ἐκβαλόντες ἔξω τῆς πόλεως ἐλιθοβόλουν. καὶ οἱ μάρτυρες ἀπέθεντο τὰ ἱμάτια αὐτῶν παρὰ τοὺς πόδας νεανίου καλουμένου Σαύλου. καὶ ἐλιθοβόλουν τὸν Στέφανον ἐπικαλούμενον καὶ λέγοντα,
Κύριε ᾿Ιησοῦ, δέξαι τὸ πνεῦμά μου.
θεὶς δὲ τὰ γόνατα ἔκραξεν φωνῇ μεγάλῃ,
Κύριε, μὴ στήσῃς αὐτοῖς ταύτην τὴν ἁμαρτίαν.
καὶ τοῦτο εἰπὼν ἐκοιμήθη. Σαῦλος δὲ ἦν συνευδοκῶν τῇ ἀναιρέσει αὐτοῦ.
᾿Εγένετο δὲ ἐν ἐκείνῃ τῇ ἡμέρᾳ διωγμὸς μέγας ἐπὶ τὴν ἐκκλησίαν τὴν ἐν ᾿Ιεροσολύμοις·πάντες δὲ διεσπάρησαν κατὰ τὰς χώρας τῆς ᾿Ιουδαίας καὶ Σαμαρείας πλὴν τῶν ἀποστόλων. συνεκόμισαν δὲ τὸν Στέφανον ἄνδρες εὐλαβεῖς καὶ ἐποίησαν κοπετὸν μέγαν ἐπ’ αὐτῷ. Σαῦλος δὲ ἐλυμαίνετο τὴν ἐκκλησίαν κατὰ τοὺς οἴκους εἰσπορευόμενος, σύρων τε ἄνδρας καὶ γυναῖκας παρεδίδου εἰς φυλακήν.
Oyendo sus palabras se recomían por dentro y rechinaban los dientes contra él. Pero como estaba lleno del Espíritu santo, clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo:
“He aquí que contemplo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”.
Y gritando a grandes voces, se taparon los oídos, y se precipitaron todos con un mismo furor contra él; y habiéndole sacado a empellones fuera de la ciudad, le apedreaban. Y los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y seguían apedreando a Esteban, que rogaba y decía:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
E hincando las rodillas, clamó con grande voz:
“Señor, no les demandes este pecado”.
Y dicho esto, descansó en paz. Y Saulo estaba dando su asentimiento a su muerte.
Se levantó aquel día gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén; y todos se dispersaron por las regiones de la Judea y Samaria, a excepción de los apóstoles. Y llevaron a enterrar a Esteban hombres piadosos, e hicieron gran duelo sobre él. Y Saulo hacía estragos en la Iglesia, entrándose por las casas, y arrastrando hombres y mujeres, los entregaba para ser encarcelados.
Es destacable la intervención de Saulo (San Pablo) en este episodio. El perseguidor implacable de los primeros cristianos acabó convirtiéndose en el mayor propagador de la fe cristiana entre los pueblos paganos, de ahí su nombre de “apóstol de los gentiles”. Precisamente estamos en pleno Año de Pablo (desde el 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009), ya que se cumplen 1000 años de su nacimiento.
De un discurso de Benedicto XVI extraemos estas palabras:
Hoy queremos poner de relieve la figura de Esteban, testigo preclaro del Evangelio y primer mártir cristiano. El Nuevo Testamento lo muestra como el más representativo de los llamados «siete diáconos», a los cuales impusieron las manos los Apóstoles, indicando así que les conferían un encargo, e imploraban sobre ellos la gracia divina para ejercerlo. Les encomendaron una tarea específica: atender con equidad a los todos los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen judío o griego.
Estos diáconos no sólo se ocupaban del servicio caritativo: Esteban, sobre todo, proclamó también el Evangelio, interpretando de modo nuevo toda la historia del pueblo de Israel desde la perspectiva central de Cristo. Eso provocó la persecución y la condena a muerte, muriendo lapidado. Corroboró así su testimonio de fe derramando por ella su sangre. Hoy sigue enseñándonos a no disociar el compromiso social del anuncio valiente de la fe, y a no decaer ante las dificultades, aunque nos cueste la vida.
En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54). Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes».
Otro conocido ejemplo de lapidación, o mejor, de intento de lapidación es el de la prostituta en Juan 8, 2-11.
Los fariseos traen a Jesús una mujer sorprendida en adulterio (γυναῖκα ἐπὶ μοιχείᾳ κατειλημμένην) y aducen que en la ley, Moisés ordenó que a semejantes mujeres las apedrearan (ἐν δὲ τῷ νόμῳ ἡμῖν Μωϋσῆς ἐνετείλατο τὰς τοιαῦτας λιθάζειν). Es de sobra conocido el final del episodio.
Los fariseos se refieren al Levítico 20, 10:
Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos serán castigados con la muerte.
Y al Deuteronomio 22, 22 ss.:
22 Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos; el hombre que estaba acostado con la mujer, y también ella. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.
23 Si una joven virgen está comprometida con un hombre, y otro la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella,
24 se hará salir a los dos a la puerta de esa ciudad y los matarán a pedradas; a la joven por no haber pedido auxilio, a pesar de que estaba en la ciudad; y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.
25 Pero si el hombre encuentra en el campo a la joven comprometida y se acuesta con ella por la fuerza, sólo morirá el hombre que se acostó con ella.
26 A la joven, no le harás nada, porque no ha cometido un pecado que merezca la muerte. Es un caso semejante al de un hombre que ataca a otro y lo mata:
27 como el encuentro se produjo en el campo, tal vez la joven pidió auxilio, pero no había nadie que la socorriera.
28 Si un hombre encuentra a una joven virgen que no está comprometida, la toma por la fuerza y se acuesta con ella, y son sorprendidos,
29 el hombre que se acostó con ella deberá pagar al padre de la joven cincuenta siclos de plata y ella será su mujer. Nunca podrá repudiarla, porque él la violó.
Por suerte, el episodio de la adúltera viene a significar una superación del legalismo rigorista exacerbado de los primeros libros bíblicos, vigentes en época de Jesús. Frente a la ley inapelable y la lapidación, el perdón y la invitación a una vida honrada.
Pero por desgracia, la lapidación sigue estando vigente en estados actuales: Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Irak e Irán. En el norte musulmán de Nigeria también se impuso y ha habido intentos recientes de lapidación (Safiya Hussain y Amina Lawal), frenados por la presión internacional. En Somalia se ha producido el último ejemplo. Y eso que no es mencionada en el Corán.
De un artículo de Lali Cambra en El País del 1 de noviembre de 2008 copiamos lo siguiente:
No es, curiosamente, en el Corán donde se incluye a la lapidación como castigo. No hay ni una sola palabra sobre ello. Sí se recoge en la Biblia, en el Deuteronomio, heredada de la tradición judía y reservada, entre otra, a las adúlteras. «Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra», son palabras atribuidas a Jesús de Nazaret, ante el caso de una mujer adúltera a la que se quiere lapidar. Y es que los que tiraban la primera piedra eran los acusadores. Si se descubría -tarde- que el condenado era inocente, podían entonces culpar a los acusadores no sólo de perjurio, sino también de asesinato.
Una práctica, la lapidación, rechazada por muchos musulmanes que recuerdan que se instituyó pocas décadas después de la muerte del profeta Mahoma, por el segundo califa del Islam, cuando la propagación del Hadith (tradición oral que narraba las gestas del profeta) fue sancionada por el Estado.
«Se benefician de ello los líderes políticos que bajo las leyes del Hadith tienen carta blanca para operar fuera de las reglas y leyes del Corán», explica Layth Al-Shaiban, portavoz de Musulmanes Progresistas, una organización con sedes en Estados Unidos, Oriente Medio y el Reino Unido. Para Al-Shaiban, seguir las leyes no escritas en el Corán «oprime a todos los seres humanos, no sólo a las mujeres» y considera que «aquellos Estados que se adhieran al Hadith, que en muchos casos contradicen al Corán, acabarán suscribiendo y cometiendo crímenes bárbaros en nombre de una ley falsa».
En África no son muchos los países en los que se practica. En Somalia, hasta el caso de Asha era inexistente. Sudán la incluye en su legislación, así como los estados del norte de Nigeria, donde la práctica de la Sharia entra en conflicto con el sistema legal del país federal. El Islam practicado en el norte de Nigeria viene patrocinado desde Arabia Saudí.
Ahí se han producido algunas de las condenas más famosas, como la de Safiya Hussaini, condenada a morir lapidada por adulterio en 2001. Pero Nigeria, a pesar de la fuerza del islamismo en el norte, fue sensible a las presiones internacionales y a las del Gobierno central, que lucha por ganar una imagen de control y respetabilidad. Al final, ni Safiya ni Amina Lawal, otra famosa víctima de la estricta aplicación de la Sharia, fueron lapidadas.
Irak practicaba esta forma de castigo, al igual que Irán. Este último suspendió los apedreamientos a muerte el pasado mes de agosto, después de que en 2002 decidiera aplicar una moratoria. Fue en Irán donde se recomendó que la piedra utilizada en las lapidaciones «no fuera demasiado grande como para matar inmediatamente, ni demasiado pequeña como para no considerarse piedra». Pakistán la sigue incluyendo en su código penal, aunque no se han documentado casos recientes. Los Emiratos Árabes y Arabia Saudí la siguen contemplando en su jurisprudencia.
En la mitología griega hallamos un ejemplo de lapidación: el de Palamedes.
Palamedes es uno de los tres hijos de Nauplio y Clímene, hija de Catreo. Su leyenda se ha desarrollado independientemente de los poemas homéricos, donde no es citado. Figura entre los discípulos atribuidos al centauro Quirón, al lado de Aquiles, Áyax y Heracles y participa en los preliminares de la guerra de Troya.
Consuela a Menelao, cuando se produce el rapto de Helena. Se dice que llevó una carta personal de Clitemnestra a Helena aconsejándole que regresase al lado de su esposo. Cuando se lleva a cabo la segunda embajada, enviada desde la isla de Ténedos, Palamedes figura en ella junto con Menelao, Ulises, Diomedes y Acamante. Pero muy pronto el celo de Palamedes por la causa de Menelao iba a provocar su ruina.
En el momento en que los antiguos pretendientes de Helena se disponían a dirigirse a Troya para recuperar a la joven, Ulises, pese a estar comprometido por el juramento a Tindáreo, trató de sustraerse a esta obligación y, cuando Menelao y Palamedes fueron a buscarlo, se fingió loco. Había uncido a su arado, juntos, un asno y un buey, y estaba sembrando sal. Pero Palamedes no se dejó engañar por la estratagema y, para obligar a Ulises a revelar que no estaba loco, puso al pequeño Telémaco delante del arado que el héroe utilizaba para labrar. Ulises no pudo resistir la prueba y detuvo la yunta a tiempo para no matar al niño, renunciando con ello a simular la inconsciencia.
En los primeros tiempos de la expedición, Palamedes presta numerosos servicios al ejército, reanimando la moral de los soldados, alarmados por presagios adversos, especialmente un eclipse. Trata asimismo de evitar la peste que amenaza al ejército, y que él prevé cuando se presenta en el campamento un lobo (animal de Apolo) procedente de los bosques del Ida.
Sin embargo, Ulises consiguió, al fin, vengarse de él. Se cuenta que Ulises obligó a un troyano que había capturado bajo amenazas, a escribir una carta supuestamente enviada por Príamo, rey de Troya, de la cual se desprendía que Palamedes había ofrecido a éste traicionar a los griegos. Después sobornó a un esclavo de Palamedes para que escondiese oro bajo el lecho de su amo. Finalmente, hizo circular la carta por el campamento; esta carta fue encontrada por Agamenón, quien mandó detener a Palamedes y lo entregó a los griegos. Éstos lo lapidaron.
La muerte de Palamedes se hizo proverbial siendo considerada como la muerte injusta por excelencia, fruto de las intrigas de los malos contra uno que valía más que ellos.
La tradición atribuía a Palamedes numerosos inventos, en particular una o varias letras del alfabeto, y el juego de damas. A veces se le atribuye el invento de los números, gloria que comparte con Museo y Prometeo; el uso de la moneda, el cálculo de la duración de los meses según el curso de los astros, el juego de dados y el de las tabas.
El episodio de la venganza de Ulises lo hallamos en la fábula 95 de Higino:
PALAMEDES.
Vlixes quod Palamedis Nauplii dolo erat deceptus, in dies machinabatur quomodo eum interficeret. Tandem inito consilio ad Agamemnonem militem suum misit qui diceret ei in quiete uidisse ut castra uno die mouerentur. id Agamemnon uerum existimans castra uno die imperat moueri; Vlixes autem clam noctu solus magnum pondus auri ubi tabernaculum Palamedis fuerat obruit, item epistulam conscriptam Phrygi captiuo ad Priamum dat perferendam, militemque suum priorem mittit qui eum non longe a castris interficeret. Postero die cum exercitus in castra rediret, quidam miles epistulam quam Vlixes scripserat super cadauer Phrygis positam ad Agamemnonem attulit, in qua scriptum fuit PALAMEDI A PRIAMO MISSA, tantumque ei auri pollicetur quantum Vlixes in tabernaculum obruerat, si castra Agamemnonis ut ei conuenerat proderet. Itaque Palamedes cum ad regem esset productus et factum negaret, in tabernaculum eius ierunt et aurum effoderunt, quod Agamemnon ut uidit, uere factum esse credidit. Quo facto Palamedes dolo Vlixes deceptus ab exercitu uniuerso innocens occisus est.
Ulises, puesto que había sido descubierto con una estratagema de Palamedes, hijo de Nauplio, tramaba todos los días de qué modo matarlo. Al fin, tomada la decisión, envió un soldado suyo a Agamenón, para decirle que había visto en un sueño que el campamento se podía mover en un solo día. Agamenón, creyendo que esto era verdad, ordena que el campamento se traslade en un solo día; Ulises entonces, a escondidas, de noche, entierra una gran cantidad de oro donde había estado la tienda de Palamedes, después da a un prisionero troyano una carta escrita para ser entregada a Príamo, y envía por delante un soldado suyo a matarlo no lejos del campamento. Al día siguiente, al volver el ejército al campamento, un soldado llevó a Agamenón la carta que Ulises había escrito, colocada sobre el cadáver del troyano, y en la cual estaba escrito: «ENVIADA A PALAMEDES POR PRÍAMO», y le prometía tanto oro cuanto Ulises había escondido en la tienda, si le entregaba el campamento de Agamenón, como había convenido con él. Así, siendo conducido Palamedes ante el rey y negando lo ocurrido, fueron a su tienda y desenterraron el oro: cuando Agamenón lo vio, creyó que la acusación era verdadera. Por tal motivo Palamedes, engañado por la astucia de Ulises, aunque inocente, fue lapidado por todo el ejército.
En La Eneida II, 81 y siguientes leemos:
fando aliquod si forte tuas peruenit ad auris
Belidae nomen Palamedis et incluta fama
gloria, quem falsa sub proditione Pelasgi
insontem infando indicio, quia bella uetabat,
demisere neci, nunc cassum lumine lugent:
Puede que haya llegado a tus oídos hablando
de Palamedes Belida el nombre y la fama
gloriosa, a quien los pelasgos con trampas
siendo inocente, con falsas pruebas porque vetaba sus guerras,
a la muerte enviaron y hoy le lloran de la luz privado.
Por cierto, el sofista Gorgias escribió un discurso en el que se puede leer la defensa que de sí mismo realiza Palamedes.
Sobre Palamedes puede leerse esto.
Respecto a la lapidación en Grecia, en la Ilíada III, 56 leemos:
Advirtiólo Héctor y le reprendió con injuriosas palabras:
— ¡Miserable Paris, el de más hermosa figura, mujeriego, seductor! Ojalá no te contaras en el número de los nacidos o hubieses muerto célibe. Yo así lo quisiera y te valdría más que no ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos. Los aqueos de larga cabellera se ríen de haberte considerado como un bravo campeón por tu bella figura, cuando no hay en tu pecho ni fuerza ni valor. Y siendo cual eres, ¿reuniste a tus amigos, surcaste los mares en ligeros buques, visitaste a extranjeros, y trajiste de remota tierra una mujer linda, esposa y cuñada de hombres belicosos, que es una gran plaga para tu padre, la ciudad y el pueblo todo, causa de gozo para los enemigos y una vergüenza para ti mismo? ¿No esperas a Menelao, caro a Ares? Conocerías al varón de quien tienes la floreciente esposa, y no te valdrían la cítara, los dones de Afrodita, la cabellera y la hermosura cuando rodaras por el polvo. Los troyanos son muy tímidos: pues si no, ya estarías revestido de una túnica de piedras por los males que les has causado (ἀλλὰ μάλα Τρῶες δειδήμονες· ἦ τέ κεν ἤδη / λάϊνον ἕσσο χιτῶνα κακῶν ἕνεχ’ ὅσσα ἔοργας.).
En Tucídides VIII, 75 y 84 podemos leer también intentos de lapidación que son simplemente actos de venganza o justicia popular y, por eso, vemos que, al implantarse la oligarquía, los marinos amotinados intentan lapidar a sus oficiales o los soldados, durante las campañas, a enemigos significados.
Murió también lapidada Olimpia, la madre de Alejandro Magno.
Es muy interesante este lugar.
Tal vez sea bueno concluir con un poco de humor este artículo dedicado a tan triste, terrible y reprobable crimen:
[…] Ténedos por él. Pero Cicno, enterado más tarde de la verdad, lapidó al flautista (recuérdese nuestro artículo sobre la lapidación y añádase a Eumolpo como otra víctima de tamaño castigo) y enterró viva […]
muy bueno
deberian mostrar a la mujer y a jesus en blanco y negro
[…] personajes como Job y San Jerónimo, al Nacimiento de Jesús, a la liturgia del día de Navidad, al martirio de San Esteban, el episodio de la matanza de los Inocentes, a los magos de Oriente, a Gregorio de Nisa, a la […]
[…] los magos de Oriente, la infancia de Jesús, la virgen María, San José, Jonás, San Miguel, San Esteban, Santos Cirilo y Metodio, San Juan Crisóstomo, los mitos en Carmina Burana, el mito de Apolo y […]
[…] a figuras ilustres de la religión como Job o san Jerónimo (Dos jotas de tronío, ), san Esteban (San Esteban y la lapidación), la mujer de Putifar (La mujer de Putifar y sus colegas griegas), los Santos Inocentes (De […]