Así definió el emperador Adriano a la actual capital de la comarca del Tarragonés. Es una frase que sirve de hilo conductor en el audiovisual que se proyecta en el Museo Arqueológico Nacional de la ciudad, en cuya fachada, por cierto, se puede leer otra frase, en esta ocasión de Plinio el Viejo (Naturalis Historia, 3, 21, 5): Tarraco Scipionum opus.
El fragmento concreto de Plinio es:
Regio Cessetania, flumen Subi, colonia Tarracon, Scipionum opus, sicut Carthago Poenorum. Regio Ilergetum, oppidum Subur, flumen Rubricatum, a quo Laeetani et Indigetes.
Esta introducción me sirve para ofrecer una breve crónica de lo que ha sido la estancia de un grupo de alumnos y profesores de nuestro centro en el Camp d’Aprenentage de Tarragona.
El pasado miércoles 4 de febrero, como hemos dicho, 48 alumnos y 4 profesores salimos del centro con destino al citado Camp, sito en el enorme Complex Educatiu de Tarragona (CET). De sus dimensiones habla esta fotografía de su comedor, con capacidad para 1000 personas. Dos institutos, un colegio de educación especial, cinco residencias de estudiantes y el propio Camp dan idea de cómo es el complejo.
Tras nuestra llegada y después de instalarnos en la residencia
acudimos a la sede del Camp d’Aprenentatge
donde Marta Segura nos introdujo en la Tarraco romana, con un powerpoint en el que nos mostró la distribución de la antigua Tarragona: murallas, forum, circo, recinto de culto, anfiteatro, teatro, zona residencial, puerto, necrópolis, acueductos, etc. y nos dio, con ayuda de un gran abanico de objetos, una rápida, pero interesante visión de la vida cotidiana de los romanos: educación, juegos, vestido, teatro, diversiones, religión, clases sociales, limpieza y aseo, etc.
Tras la comida llegaron los talleres, el de Medicina, a cargo de la directora del Camp, Joana Virgili, y el del Legionario, que realizaron Ada Jiménez y Núria Montardit.
Estuve en el de medicina; fue muy interesante, con una parte divulgativa, realizada con ayuda de un powerpoint y una segunda parte práctica, donde los alumnos tuvieron que realizar una serie de actividades en un completo y didáctico cuadernillo. Debían averiguar el uso de productos minerales, animales y vegetales en la curación de enfermedades; determinar el uso de los diferentes útiles de un médico romano; saber si determinados platos de cocina o productos ya se consumían en la antigua Roma, etc. Me dijeron que el del legionario fue un éxito, hasta el punto que los alumnos no querían terminar.
Pero teníamos que realizar los talleres complementarios de lámparas, zapatos y juegos romanos.
Estuve en el de juegos. He estado en otras ocasiones en este mismo taller y puedo decir que en esta ocasión todos los alumnos jugaron a todos los juegos (monedas, aros, peonzas, zancos, tres en raya, tabas, cuerda) durante mucho tiempo y con gran dedicación e interés. Logré caminar sobre los zancos, pese a mi innata torpeza y llegué a meter cuatro monedas en su agujero (racha de suerte); sólo conseguí coger tres tabas, junto con la roja; me fue imposible coger la cuarta.
Al final, partido de baloncesto, dos para dos, un alumno y yo contra dos alumnos del complejo educativo, mientras los demás jugaban a baloncesto y fútbol. Tarde completa.
Cena y descanso.
Al día siguiente, por la mañana visita, de la mano de Marta y Ada, de las murallas y el museo, en lugar del anfiteatro, ya que se puso a llover.
Maqueta de Tarraco, murallas con sus sillares con las marcas de picapedreros y las torres reutilizadas por el arzobispado. Torres de Minerva y del Cabiscol, Puerta dels Socors, composición de las murallas, materiales, etc.
Se puso a llover, no muy fuerte, pero no era plan de estar sentados en el anfiteatro mojándonos. Con buen criterio, Ada y Marta decidieron llevarnos al museo y dejar el anfiteatro para el último día por nuestra cuenta.
En el museo dimos una vuelta, tras el visionado del audiovisual, por lo más importante: mosaicos, estatuas, ánforas, lámparas, etc. Tras despedirnos de Marta y Ada hasta otro año, volvimos al CET para la comida.
Por la tarde cambió el día y decidimos visitar el anfiteatro y el circo, acompañados por Núria y Jordi Tortosa.
En el anfiteatro, con capacidad para 14.000 espectadores en una ciudad de 40.000 habitantes y ubicado en un lugar magnífico junto a la playa del Miracle, se nos dio una explicación del monumento en el que nos hallábamos (arena, fossae, podium, tribuna y cavea), la ubicación de las distintas clases sociales, el sistema de elevación con montacargas de las fieras, los gladiadores y la decoración o los elementos escenográficos para las venationes, del sacellum, pequeña capilla dedicada a Némesis, diosa protectora de los gladiadores, del velum que se extendía sobre el recinto para proteger a los espectadores del sol y, sobre todo, del uso que tenía: luchas y caza de fieras (venationes), lucha de gladiadores (incluidas las clases: samnita, retiario, tracio, mirmillo), espectáculos varios, persecución cristiana (incluído el martirio de Fructuoso, Augurio y Eulogio, en cuyo honor se erigió una basílica cristiana), etc., con las entradas en la arena de los gladiadores entre gritos entusiastas de sus fans, de los equívocos sobre la duración de la carrera de los gladiadores, cuya vida era cara y convenía cuidar, de los signos con el pulgar (pollicem vertere) realizados por quien tenía la autoridad y presidía los juegos, de los gritos de iugula! de los espectadores, etc.
Tras el anfiteatro, el circo, difuminado por las construcciones posteriores. Aún se aprecia la zona de gradas contraria a las carceres, que eran 12, con 4 equipos (azul, rojo, verde, blanco) que daban 7 vueltas a la pista. La zona de gradas mejor conservada es la cabecera oriental, debido a que posteriormente este sector fue ocupado por fortificaciones militares y cuya fachada se reutilizó como pared interior de una nueva muralla (la muralleta) y en cuyo ángulo se edificó la Torre de las Monjas. Aquí era donde se producían los tremendos derrapes y frenadas (que conocemos por la película Ben Hur), ya que aquí se daba la vuelta a la spina central o euripus, llena de monumentos, como obeliscos o los contadores de vueltas, a modo de delfines o siete huevos.
El edificio tenía 325 metros de largo por 100-115 de ancho; su capacidad era de 25.000 espectadores; la pista interior tenía 290 por 67-77 metros.
Están bien conservadas las bóvedas y los arcos, unos 57 de medio punto de 7 metros de alto, se reutilizaron para viviendas, como se puede apreciar en determinada entidad bancaria de la Plaça de la Font. También la plaça dels Sedassos ocupa el lugar del antiguo circo y un restaurante de la zona lleva el nombre del palco presidencial, el pulvinar.
Finalizada la visita al circo, nos despedimos de Núria y Jordi hasta el día siguiente y tuvimos tiempo libre para pasear por la plaza de la Font, la catedral, la Rambla Vella y Nova, tomar un café, hacer alguna foto, etc.
Vuelta al CET, cena y descanso.
El viernes por la mañana tocaba la visita a la Villa dels Munts. Situada en la localidad de Altafulla es el mejor exponente de residencia campestre del entorno de Tarraco. Construida sobre una colina cercana a la playa, aprovecha la vertiente marina de la colina para construir los edificos de residencia y de ocio, mientras que la vertiente interior acoge el área de producción agrícola.
Jordi y Núria nos hablaron de esta villa del siglo I d. C. que, a mitad del siglo II, se convirtió en residencia de Caius Valerius Avitus, duumvir (el magistrado de más rango al frente de la administración) de la ciudad de Tarraco, y de su esposa Faustina. Huyendo de los ruidos, malos olores y aglomeración humana de Tarraco, se construyeron una auténtica villa de descanso, dotada de todo tipo de comodidades: letrinas, termas, piscinas, estatuas, casa con mosaicos, pinturas, depósitos de agua y cisternas e incluso termas marinas en la playa.
Núria nos habló de forma muy amena y con ayuda de material ad hoc de las termas: de sus partes (tepidarium, caldarium,, frigdarium, laconinum), del sistema de calefacción, de los vestuarios, los esclavos, las taquillas para la ropa, los utensilios para masaje y aseo; de las ungüentos, perfumes, espejos y otros objetos; de la decoración en mármoles y mosaicos de estas termas privadas, abiertas a amistades y vecinos.
Jordi nos habló de la vivienda, con su criptopórtico, sus cubicula, mosaicos y pinturas; de la zona agraria, del almacenamiento de agua. Nos habló de la escasez de muebles en las habitaciones romanas, de la falta de ventanas, de la decoración, de los incendios que la destruyeron hacia el 260 y nos hizo ver la acertada elección del lugar: elevado, soleado, bien comunicado, no muy alejado de la ciudad, con tierras fértiles y productivas, con agua para uso humano, agrícola y para las termas, etc.
Un reciente descubrimiento nos dice que en la villa había también un mitreo, un lugar con un altar dedicado al dios oriental Mitra.
Tras una visita a la playa, regresamos al CET, con una parada en la Torre de los Escipiones para la foto oficial. Allí nos despedimos de Jordi y Núria, hasta una nueva ocasión.
Llegada al CET y comida. Tras ella y la recogida del equipaje que dejamos en nuestro autobús, traslado a Tarragona, para ver el pretorio, la torre que ocupaba la zona meridional y oriental del forum o plaza de representación que con sus 175 metros de ancho y 318 de largo ocupaba la zona media del concilium de la provincia, entre el circo y el recinto de culto. Tres de los cuatro lados de esta plaza estaban delimitados por un podio elevado cubierto por un amplio espacio porticado, que se apoyaba en un muro decorado con pilastras, que aún se pueden apreciar en la torre del pretorio.
En este edificio, más tarde palacio real, se conserva el famoso sarcófago de Hipólito (que explica el mito de Fedra e Hipólito, al que nos referiremos en otro momento) y contiene una maqueta de la Tarraco medieval. Desde su tejado se puede apreciar una magnífica vista del mar y la ciudad.
Realizada la visita al pretorio, emprendimos la vuelta a Castellón.
Debemos decir que ha sido una actividad muy provechosa, que hemos contado con buenos anfitriones (Joana, Núria, Marta, Ada y Jordi) y que nuestros alumnos se han portado muy bien.
Confiamos en volver el año que viene.
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