Como decíamos en nuestro anterior capítulo, Garcilaso de la Vega trató el mito de Apolo y Dafne al menos en dos obras. Iniciamos ahora un breve estudio de la primera de ellas.
La Égloga III
Las tres églogas de Garcilaso significan más de la mitad de su poesía conservada y la verdadera razón de su fama como “príncipe de los poetas castellanos“. El elemento común a estas tres églogas es la misma ficción pastoril, por supuesto; y el pastor que reaparece, Nemoroso, se ha supuesto tradicionalmente que representa a Garcilaso en su papel de amante de la dama portuguesa Isabel Freyre (Elisa). La égloga III es una síntesis sabiamente dirigida de los convencionalismos clásicos y del paisaje toledano, del arte y de la naturaleza.
La simetría formal de esta égloga demuestra una precisión matemáticamente exacta. Las telas bordadas de las ninfas ocupan las veintiuna octavas reales centrales del poema (14-34), a las cuales se les anteponen 13 estrofas (1-13) y se les posponen otras 13 (35-47); a los tres mitos antiguos (Orfeo, Apolo, Adonis) se les dedican nueve estrofas (16-24), y al mito moderno de Elisa, la amada del autor, se le dedican otras nueve (25-33). Garcilaso, con ironía muy consciente, desenvuelve en su Égloga III ciertas implicaciones paradójicas del arte natural, o sea, de la naturaleza artificial, y las aplica directamente al doloroso misterio de la muerte, que siempre amenaza, con su presencia en la naturaleza, a la felicidad del amor pastoral.
Las estrofas 16-33, verdadero centro de la égloga, están divididas en tres grupos de 3 y uno de 9, correspondientes a cada una de las telas tejidas por las ninfas. Primero vemos representadas en dos escenas la muerte y segunda pérdida de Eurídice (tejidas en la tela de Filódoce), con una escena final en la que Orfeo se quexa al monte solitario en vano. Acto seguido, y en la tela de Dinámene, Apolo deja la caza para perseguir a Dafne, pero los brazos de ésta se vuelven ramas, sus cabellos hojas, y sus pies torcidas raíces; es el desolado amante el que ocupa la escena final: llora el amante y busca el ser primero, / besando y abraçando aquel madero. En tercer lugar, en la tela de Climene, un jabalí y un joven cazador se atacan mutuamente; Adonis, mortalmente herido, es abrazado en la escena final por una desconsolada Venus.
Este plano secundario de escenas mitológicas está emparentado con el mundo de las Metamorfosis de manera más explícita que lo está el plano principal de las ninfas que tejen los tapices. En estas conocidas historias (para la de Orfeo, Garcilaso se inspira tanto en la versión de Virgilio como en la de Ovidio), las transformaciones no son fantasías escapistas o juguetones trucos de la imaginación, pues se percibe que la postrera transformación de la naturaleza es la de la muerte, en que la persona amada desaparece como simple sombra en el triste reyno de la escura gente (estrofa 18) o se vuelve en un insensible trozo de madera o tiñe las flores blancas con roja sangre, convertido en un cuerpo sin respiración. En vez de ser un acto de colaboración entre el hombre y la naturaleza, transformaciones tales constituyen un tremendo desafío al hombre en cuanto amante y artista. Estas tres secuencias de escenas mitológicas están presentadas como estrechos paralelos; la única gradación es quizás la de un leve crescendo. La cuarta tela, la tejida por Nise, abandona el mundo mitológico antiguo y se centra en la contemporaneidad: ella describe el mismo Tajo, la ciudad de Toledo y el regado valle.
En este escenario español contemporáneo se ve a las diosas de las selvas llorar a una ninfa difunta, que no es otra que Isabel Freire (Elisa). En cada una de las tres secuencias mitológicas el lamento del afligido amante, representado directamente, era la culminación que dominaba los versos últimos de la secuencia.
Nise muestra una secuencia más inmediata, geográfica y cronológicamente, tanto para el poeta como para el lector; pero esta historia española, más reciente, retrocede paradójicamente al pasado al convertirse en el cuarto tapiz colgado en una galería de antiguos exempla. La experiencia poética del amor y la muerte en la Égloga III sustituye y supera a otras informes experiencias desgarradamente personales del amor y la muerte, dándoles así una forma de existencia más universal, más duradera, más profunda y llena de sentido humano. En las telas de las ninfas vemos, pues, al poeta recrear pictóricamente tres mitos trágicos griegos antiguos y convertir en mito paralelo una nueva tragedia española, de presencia casi inmediata; pero a esta tragedia se le da en seguida distancia estética ese mismo proceso de mitificación, y ella también queda como colgada en una galería de hermosos cuadros ilusionistas de la antigüedad.
El mito de Apolo y Dafne en la Égloga III
Égloga III (estrofas 19, 20 y 21)
La herida
Dinámene no menos artificio
mostrava en la lavor que avia texido,
pintando a Apollo en el robusto officio
de la silvestre caça embevecido.
Mudar presto le haze el ejercicio
la vengativa mano de Cupido,
que hizo a Apollo consumirse en lloro
después que le enclavó con punta d’oro.
La huida
Daphne, con el cabello suelto al viento,
sin perdonar al blanco pie corría
por áspero camino tan sin ciento
que Apollo en la pintura parecía
que, porque’lla templasse el movimiento,
con menos ligereza la seguía;
él va siguiendo, y ella huye como
quien siente al pecho el odioso plomo.
La metamorfosis
Mas a la fin los braços le crecían
y en sendos ramos bueltos se mostravan;
y los cabellos, que vencer solían
al oro fino, en hojas se tomavan;
en torcidas rayces s’estendían
los blancos pies y en tierra se hincavan;
llora el amante y busca el ser primero,
besando y abraçando aquel madero.
En la Égloga III, que nos presenta a las ninfas del Tajo, el mito se presenta tejido en la labor de Dinámene. El relato se encuentra entre otros dos mitológicos, el de Orfeo y Eurídice y el de Venus y Adonis, como ya hemos aludido y los tres relatos míticos vienen seguidos por el contemporáneo de la muerte de Elisa (Isabel Freire). Pero estudiemos ya y analicemos el mito, comparándolo con el relato de Ovidio.
La exposición del mito por parte de Garcilaso presenta la misma triple división que hemos comentado con respecto a Ovidio: herida, huida, metamorfosis, ocupando cada parte una octava real.
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