No, no me refiero a un baile regional aragonés por duplicado. La casualidad ha hecho que hoy se unan, por distintos motivos, dos personajes antiguos cuyo nombre empieza por J y que merecen ser recordados.
Uno de ellos debe ser recordado aquí, en un blog dedicado a la pervivencia de las culturas griega y latina, porque llevó a cabo la magna labor de traducir del griego y el hebreo la Biblia al latín. Nos referimos, es obvio, a San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, cuya figura recordamos hoy.
Antes de su traducción el texto utilizado es el que se conoce como Vetus Latina. Era una traducción latina de la Septuaginta griega o Biblia de los LXX.
La traducción realizada por San Jerónimo lleva el nombre de Vulgata. Ese texto se mantuvo vigente, con numerosas ediciones, añadidos, contaminaciones, glosas, notas marginales, errores, restauraciones, hasta que se publicó la Vulgata Clementina (Biblia Sacra Vulgatae Editionis Sixti Quinti Pontificis Maximi iussu recognita atque edita), cuya edición de 1592 se convirtió en oficial para la Iglesia católica hasta 1979, año en el que se publicó la Nova Vulgata o Neovulgata.
Creemos oportuno transcribir el comienzo del Praefatio ad lectorem (ex editione vaticana nni MDXCII) de esta Vulgata Clementina:
In multis magnisque beneficiis, quae per sacram Tridentinam Synodum Ecclesiae suae Deus contulit, id in primis numerandum videtur, quod inter tot latinas editiones divinarum Scripturarum, solam Veterem ac Vulgatam, quae longo tot saeculorum usu in Ecclesia probata fuerat, gravissimo Decreto authenticam declaravit. Nam, ut illud omittamus, quod ex recentibus editionibus non paucae ad haereses huius temporis confirmandas licentr detortae videbantur, ipsa certe tanta versionum varietas atque diversitas, magnam in Ecclesia Dei confusionem parere potuisset. Iam enim hac nostra aetate illud fere evenisse constat, quod sanctus Hyeronimus tempore suo accidisse testatus est, tot scilicet fuisse exemplaria, quot codices; cum unusquisque pro arbitrio suo adderet vel detraheret. Huius autem Veteris ac Vulgatae editionis tanta semper fuit auctoritas, tamque excellens praestantia, ut eam ceteris omnibus latinis editionibus longe anteferendam esse, apud aequos iudices in dubioum revocari non posset.
Tengo en casa la novena reimpresión de la edición, aparecida en 1946, de la Vulgata Clementina a cargo de los profesores de Sagrada Escritura de la Universidad Pontificia de Salamanca R. P. Alberto Colunga, O. P., y Dr. Lorenzo Turrado.
No me resisto a ofrecer también un extracto de su Praefatio, escrito en latín en 1946, y que, como hecho destacable, casual y anecdótico, tiene una referencia a la frase del Eclesiastés que da nombre a nuestro blog:
Auctores, opus quodlibet conscribentes et in lucem prodituri, libri in fronte, a veritate parum aberrantes, illam sententiam apud Ecclesiastem relatam: «Nihil novum sub sole», praeponere possent. Quae cum ita sint, quid vero propius quam huius novae in fastigio editionis VULGATE LATINAE praefata Ecclesiastae verba repetere atque transferre? Quod magis corroboratur si illa verba Clementis VIII in prooemio editionis a. 1502, Typographia Vaticana excussae, perspiciuntur atque perpenduntur: «… cuius exemplaris forma, ne minima quidem particula de textu mutata addita vel ab eo detracta…, inviolabiliter servetur»…
Quod si privatis in re biblica doctis non est facultas ut in textu Sacrae Scripturae, ad usum publicum in Ecclesia recepto, verae mutationes iudicantur, ius tamen eis est ut illum variis subsidiis explicent illustrentque et ita facilior, pro omnibus, divini eloquii intelligentia evadat. Quem finem assequi hac nostra VULGATE LATINAE editione summa diligentia curavimus, eiusque gratia atque imprimis ut hic catholicae revelationis fons tutius uberiusque in dies ad utilitatem eorum qui ad sacerdotium efformantur, lucidius pateat, adiumenta adhibita benevolo legentium iudicio commendamus…
Faxit Deus ut omnibus fidelibus et, prae ceteris adulescentibus qui in Seminario instituuntur et quibus, annis praeteritis, ex bello acerbissimo, fere impossibile erat Vulgatam Latinam consequi, fructus uberrimos nostri labores afferant. Sint ipsis Divinae Litterae «vitae spiritualis fons purus atque perennis et sacri concionandi muneris, quod suscepturi sunt, alimentum ac robur».
La otra J que queremos recordar hoy es la de Job. Justamente hoy, festividad de San Jerónimo, la primera de las lecturas del Ciclo A que se proclaman en la eucaristía es del Libro de Job (3, 1-3. 11-17. 20-23). En el enlace anterior se accede a la Nova Vulgata.
La historia de Job merece ser leída. Es ejemplo de una virtud que, cada vez, admiro y deseo más: la paciencia. Además permite una reflexión sobre el tema del bueno doliente y el malo feliz. ¿por qué debo sufrir, si no he cometido nada malo? Es un personaje que puede relacionarse con otros clásicos: Edipo, Prometeo, Heracles. Parece evidente que de la historia de Job surgiera el concepto de inmortalidad y de retribución en la «otra vida» de las cosas buenas en ésta realizadas. Los malos, que aparentemente triunfan o se salen con la suya en este mundo, obtendrán su castigo en la otra vida. Job perdió sus bienes, a sus hijos, se vio manchado por la lepra, era inducido a pecar por su mujer, fue insultado por sus amigos, se sentaba en un estercolero lleno de gusanos.
Tomó de Xavier Pikaza este texto:
Job, un contencioso con Dios
Job es un jeque árabe o edomita, creyente, justo, no israelita, lleno de hijos y de rebaños, figura emblemática de la vida patriarcal de Israel. En un consejo de Dios con su corte de ángeles asiste también el adversario de Job, Satán. Representa algo así como «el rostro oscuro de Dios» que golpea al hombre. Se decide en el consejo divino a instancias del adversario Satán someter a prueba al justo Job. Existe una sospecha que la manifiesta aquél: Job es justo y creyente en Dios por puro interés, porque le va bien. Pero si cambiasen las tornas, si le menudeasen desgracias, es posible que dejase de creer en Dios y de bendecirle. Entonces pasaría a ser un difamador, adversario y blasfemo de Dios.
Están también en juego en este libro el porqué y el para qué de los sufrimientos y desgracias del fiel justo y creyente en Dios, mientras al malvado e impío le va viento en popa.
Satán arranca de Dios el permiso para probar a Job con diferentes desgracias, desde el robo de ganados por cuatreros y destrucción de sus alquerías hasta la muerte de sus hijos e hijas. Pero la última prueba, la peor de todas, que se reserva Satán, le afectará a su propia vida, le tocará la piel. Una lepra galopante irá corroyendo su piel y su carne hasta dar con él en un estercolero. Pero del justo y paciente Job no se oye ningún lamento contra Dios, sino por el contrarío una total sumisión a la voluntad soberana de Dios, que está por encima del mal y del bien: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios» (1,21). Algo así dirá Teresa de Jesús en fórmula propia y amorosa: «Sólo Dios basta». Job todavía se atreve a balbucear teológicamente: «Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no aceptaremos también los males?» (2,10). Por donde pone a Dios fuera de toda sospecha y al reparo de la fe del creyente.
Pero, aunque Job aparece fiel y paciente en el texto en prosa, otra cosa es en sus diálogos en verso con los tres personajes amigos, Bildad, Elifaz y Elihú, que en líneas generales se mantienen ligados a la imagen tradicional de Dios, que premia a los buenos y castiga a los malos en esta vida. Para ellos Job es un recalcitrante que pretende ocultar ante Dios algún pecado, por mantener enhiesta su inocencia. Si confesara su culpa, de otra manera le irían las cosas. Dios le volvería a bendecir en esta vida. Pero Job prefiere seguir con su pleito con Dios, quiere llegar al fondo de su dolor. Con un grito de maldición para el día de su nacimiento (3,2) inicia su queja que abre su desconcierto por la serie sin fin de males que han caído sobre él y por la muerte que le ronda, sin haber causado mal a nadie y haber sido fiel a Dios. El se siente incomprendido de todos y lo que es peor, sin que Dios dé la cara en el asunto del justo castigado. Esto es lo que quiere arrancar de Dios: ¿Cuál es el motivo y sentido de sus males? ¿Por qué Dios se comporta tan duramente con el justo inocente? ¿Qué sentido tiene el mal en esta vida y qué salida hay para él? (9,32-35; 13,8-16).
En este contencioso humano-divino con Dios, Job arranca de Él una revelación o experiencia nueva. No es tematizada en forma de resurrección de los muertos como respuesta justa y salvadora de Dios al justo sufriente, perseguido por la injusticia o que sucumbe ante la enfermedad mortal, pero está en camino de ello. Es el texto más admirable, fruto de su búsqueda angustiosa, pero confiada, en Dios. Esta esperanza gozosa y triunfal en el Dios de la vida, plenamente justo y misericordioso, emerge a través del despliegue de la creación (Job 38-42,5). No es una respuesta teórica, no es un tópico ideológico. Es una experiencia reveladora y salvífica. Dirá: «Yo te conocía sólo de oídas, más ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y en la ceniza» (42,5).
Esta esperanza experimentada en el Dios creador, que todo lo puede y es sabio y bueno, le impulsa a Job a explayarla con tal vigor y belleza que la liturgia cristiana de la muerte se adueñó de ella para expresar la esperanza del cristiano en la resurrección en virtud del Cristo resucitado, su Redentor: «Yo sé que está vivo mi redentor («Go’el», el vengador y defensor) y que al final se alzará sobre el polvo; después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos lo verán» (Job 19,25ss). El texto de Job ha dicho menos que la liturgia cristiana, pero ha abierto la brecha de la esperanza que con creces corroborará Jesús con su pasión y resurrección.
Por supuesto, el texto de Job, que hoy se ha proclamado, lo ofrecemos en latín y en la edición de la Vulgata Clementina.
Post haec aperuit Iob os suum et maledixit diei suo et locutus est pereat dies in qua natus sum et nox in qua dictum est conceptus est homo. Quare non in vulva mortuus sum? Egressus ex utero non statim perii? Quare exceptus genibus? Cur lactatus uberibus? Nunc enim dormiens silerem et somno meo requiescerem cum regibus et consulibus terrae, qui aedificant sibi solitudines; aut cum principibus qui possident aurum et replent domos suas argento; aut sicut abortivum absconditum non subsisterem vel qui concepti non viderunt lucem. Ibi impii cessaverunt a tumultu et ibi requieverunt fessi roboreQuare misero data est lux, et vita his qui in amaritudine animae sunt? Qui expectant mortem et non venit quasi effodientes thesaurum; gaudentque vehementer cum invenerint sepulchrum? Viro cuius abscondita est via et circumdedit eum Deus tenebris?
Ésta es la traducción:
Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día. Tomó Job la palabra y dijo: ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: «Un varón ha sido concebido!» ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre? ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos para que mamara? Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz, con los reyes y los notables de la tierra, que se construyen soledades; o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus moradas. O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz. Allí acaba la agitación de los malvados, allí descansan los exhaustos. ¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro, a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba, a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado?
Jerónimo y Job, dos jotas de tronío que merecían ser recordadas. Esperemos haberles hecho algo de justicia.
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