Benjamin Britten compuso, sobre el poema de Shakespeare, una ópera de cámara. Britten (Lowestoft 1913 – Aldeburgh 1976) estrenó esta ópera de cámara para ocho voces y trece instrumentistas, en el Festival de Glyndebourne el 12 de julio de 1946. Los cantantes de la noche del estreno fueron: Peter Pears (tenor), compañero sentimental de Britten, Joan Cross (soprano), Owen Brannigan (bajo), Edmund Donleavy (barítono), Otakar Kraus (barítono), Kathleen Ferrier (contralto), Anna Pollak (mezzosoprano) y Margaret Ritchie (soprano).
Entre otras curiosidades, cabe destacar que el «Coro Masculino» y el «Femenino» están compuestos únicamente por un tenor y una soprano respectivamente; y que los recitativos deben ser acompañados por un piano «tocado expresamente por el director».
El autor del libreto fue Ronald Duncan que se valió de un drama de André Obey titulado «Le viol de Lucrèce» y éste, a su vez, se basó en un poema de Shakespeare, y todos beben del relato de Tito Livio.
En primer lugar tenemos el final de la Escena I del Acto I en la que el coro masculino (recordemos que es sólo un cantante) narra la loca carrera a caballo de Tarquinio hacia Colatia.
The lights of Rome are beckoning…
The city sleeps. Collatinus sleeps.
Lucretia! Lucretia!
TARQUINIUS
My horse! My horse!
(Front cloth falls as Tarquinius goes off with sudden resolution)
Interlude
MALE CHORUS
Tarquinius does not wait
for his servant to wake,
or his groom to saddle;
he snatches a bridle
and forcing the iron bit
through the beast’s bared white teeth,
runs him out of the stable
mounts without curb or saddle
the stallion’s short straight back
and with heel and with knees
clicks his tongue, flicks his whip,
throws the brute into mad gallop.
Impetuous the powered flanks,
and reckless the rider
now the Prince and Arab steed
bend as one for both are speed.
Hear the hoofs punish the earth!
Muscles strain, tendons taut,
tail held high, head thrust back,
all’s compact, nothing’s slack.
See, the horse takes the bit
between his teeth, now no rein
can impede or stop him,
yet the Prince still whips him.
Now who rides? Who’s ridden?
Tarquinius, the stallion?
Or the beast, Tarquinius?
In both blood furious
with desire impetuous
burns for its quietus
with speed aflame through sweat and dust
the arrow flies straight as lust.
But here they cannot cross.
Turn back, Tarquinius;
do not tempt the Tiber
try to swim this river!
Stallion rears, hoofs paw the stars
the Prince desires, so he dares!
Now stallion and rider
wake the sleep of water
disturbing its cool dream
with hot flank and shoulder.
Tarquinius knows no fear!
He is across! He’s heading here!
Lucretia!
Las luces de Roma te están llamando…
La ciudad duerme… Colatino duerme.
¡Lucrecia! ¡Lucrecia!
TARQUINO
¡Mi caballo! ¡Mi caballo!
(Mientras cae el telón Tarquino sale decididamente)
Interludio
CORO MASCULINO
El impaciente Tarquino
no espera que su sirviente despierte,
ni que e mozo de cuadra ensille su corcel.
Él mismo toma su caballo por las riendas y,
forzando el bocado
entre los blancos dientes del animal,
lo saca del establo.
Cabalga sin montura ni estribos
sobre la recta grupa del semental y,
espoleándolo con talones y rodillas,
hace chasquear el látigo
lanzando al animal a un loco galope.
El príncipe y el corcel árabe
se complementan como si fueran
un mismo ser,
más veloz que el viento.
¡Oíd como los cascos golpean el suelo!
Músculos y tendones tensos,
alta la cola, cabeza atrás,
todo al límite del esfuerzo, sin pausa.
Veis cómo el caballo
aprieta el freno entre los dientes,
no hay rienda que pueda frenarlo,
sin embargo el príncipe sigue fustigándolo.
¿Quién es el que cabalga? ¿Quién el cabalgado?
¿Es Tarquino el que monta al semental?
¿O es el corcel el que cabalga a Tarquino?
La sangre de ambos corre
impetuosa y ardiente
por un deseo que anhela satisfacción.
La saeta vuela derecha y rápida,
como la lujuria.
Por aquí no pueden vadear.
¡Regresa, Tarquino!
¡No desafíes al Tíber
tratando de nadar en él!
El semental se encabrita
y alza los cascos hacia las estrellas.
¡El príncipe desea y por lo tanto se arriesga!
Semental y caballero, con los ijares palpitantes,
perturban el sueño de las frías aguas.
¡Tarquino no conoce el miedo!
¡Ha atravesado el río!
¡Viene hacia acá!
¡Lucrecia!
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