Nos referíamos en el anterior capítulo de esta serie a los hijos de Sócrates, de los que habla Antonio Tovar en su Vida de Sócrates. Por cierto, que Tovar también habla de la bigamia de Sócrates, a la que nos referimos en el capítulo II de esta serie. Aquí lo tenemos:
Una de estas anécdotas interesadas es la historia de la bigamia de Sócrates. Aristóteles, que dedicó a la eugenesia una atención especial, consideró el caso de Sócrates, tanto, a lo que parece, en el mismo como en sus hijos, y entonces se encontró con el problema de que un genio como Sócrates tuvo tres hijos todos vulgares. Para que el experimento fuera suficiente, no bastaba con que los tres hijos pudieran ponerse a cuenta de Xantipa; era mejor que dos mujeres hubiesen concebido del sabio con resultado igualmente mediocre. Y Aristóteles presto crédito a la fábula que hablaba de unas relaciones amorosas de Sócrates con Mirtó, la hija de Arístides el Justo. Los aristotélicos del siglo III recibieron la historieta con alegría, y Aristoxeno, Sátiro, Demetrio Falereo, afirman la cosa y la rodean de detalles cada vez más precisos. La primera mujer sería Xantipa, la madre de Lamprocles; para los otros dos hijos, Sofronisco y Menéxeno, habría que hablar de Mirtó; tal es el orden que parece deducirse de Aristóteles, mientras que otros afirman que si Xantipa aparece bien atestiguada en el Fedón como la esposa de Sócrates cuando su condena, mal podía ser Mirtó la segunda, por lo que había que suponer un orden contrario; pero entonces la dificultad es conciliar este orden con el hecho de que Lamprocles, el hijo de Xantipa en las Memorables, es el primogénito.
No faltaron por ello autores que acudieron a la invención de que Sócrates fue sencillamente un bígamo, que estuvo a la vez casado con las dos, autorizado por una supuesta ley que habría admitido, en vista de la despoblación resultante de las guerras, que para aumentar la población de Atenas pudieran los ciudadanos estar casados con una ateniense y a la vez tener hijos de una concubina.
Pero lo que comenzó en Aristóteles (si es que la referencia es realmente de él) por ser una información creída ligeramente con referencia a un interés científico, se había convertido en rumor indecoroso que les convenía mucho a los novelescos peripatéticos que se divertían en ridiculizar a Sócrates. Surgió una literatura contraria y en Panecio, y más tarde en Plutarco, hallamos huellas de una crítica contra toda esta mentida historieta de la bigamia de Sócrates.
En realidad, las relaciones con Mirto y toda esta historia surgen sencillamente de referencias confusas e interpretadas interesadamente primero en la literatura sobre la eugenesia, y luego en la chismografía peripatética. Sócrates no estuvo casado sino con Xantipa, y ella debía de ser mucho más joven que él, pues si el primogénito, Lamprocles, era “ya muchacho” cuando la muerte del maestro, y los otros dos hijos eran pequeños, esto nos prueba que el maestro se casó tarde, cuando tendría más de cincuenta años, o casi más cerca de los sesenta. Lo que no se puede hacer es juzgar el matrimonio de Sócrates con un criterio moderno.
Aun los mismos antiguos de siglos posteriores estaban muy lejos del estilo primitivo de la vida familiar en el siglo v.
Podemos decir que se ha escrito demasiado y sin necesidad sobre el asunto de las relaciones entre Sócrates y Xantipa. En aquel tiempo, el matrimonio apenas había sobrepasado la relación natural que tiene por único objeto la propagación de la estirpe. Por lo demás, Xantipa, según Burnet, podía ser de buena familia: la forma de su nombre la pone en relación con la familia de Pericles, y también es aristocrático el nombre de su hijo Lamprocles.
De nuevo en la Retórica de Aristóteles, 1419 a 8-12, cuando el Estagirita habla de los usos retóricos de la interrogación se refiere al diálogo entre Sócrates y su acusador Meleto:
οἷον Σωκράτης Μελήτου οὐ φάσκοντος αὐτὸν θεοὺς νομίζειν, εἴρηκεν εἰ δαιμόνιόν τι λέγοι, ὁμολογήσαντος δὲ ἤρετο εἰ οὐχ οἱ δαίμονες ἤτοι θεῶν παῖδες εἶεν ἢ θεῖόν τι, φήσαντος δὲ «ἔστιν οὖν» ἔφη «ὅστις θεῶν μὲν παῖδας οἴεται εἶναι, θεοὺς δὲ οὔ;»
Por ejemplo: cuando Meleto dijo que Sócrates no apreciaba a los dioses, como, sin embargo, admitió que (Sócrates) reconocía 10 a un cierto daímon, éste le hizo la pregunta de si los daímones eran hijos de los dioses o, al menos, algo divino; y, al asentir él, le replicó: «¿y es posible que alguien crea que existen los hijos de los dioses y no los dioses?»
Traducción de Quintín Racionero, en Gredos.
El propio Aristóteles, en Ética a Nicómaco 1127b, 22-26, en el capítulo dedicado a la sinceridad, en el Libro IV, escribe:
οἱ δ’ εἴρωνες ἐπὶ τὸ ἔλαττον λέγοντες χαριέστεροι μὲν τὰ ἤθη φαίνονται˙ οὐ γὰρ κέρδους ἕνεκα δοκοῦσι λέγειν, ἀλλὰ φεύγοντες τὸ ὀγκηρόν˙ μάλιστα δὲ καὶ οὗτοι τὰ ἔνδοξα ἀπαρνοῦνται, οἷον καὶ Σωκράτης ἐποίει.
Los irónicos, que minimizan sus méritos, tienen, evidentemente, un carácter más agradable, pues parecen hablar así no por bueno, sino para evitar la ostentación. Éstos niegan, sobre todo, las cualidades más reputadas, como hacía Sócrates.
Traducción de Julio Pallí Bonet, en Gredos.
Nueva alusión a Sócrates en Aristóteles la tenemos en la Metafísica I, VI, 987b 1-6, cuando habla de los principios y las causas en Platón.
Σωκράτους δὲ περὶ μὲν τὰ ἠθικὰ πραγματευομένου περὶ δὲ τῆς ὅλης φύσεως οὐθέν, ἐν μέντοι τούτοις τὸ καθόλου ζητοῦντος καὶ περὶ ὁρισμῶν ἐπιστήσαντος πρώτου τὴν διάνοιαν, ἐκεῖνον ἀποδεξάμενος διὰ τὸ τοιοῦτον ὑπέλαβεν [scil. Plato] ὡς περὶ ἑτέρων τοῦτο γιγνόμενον καὶ οὐ τῶν αἰσθητῶν.
Como, por otra parte, Sócrates se había ocupado de temas éticos y no, en absoluto de la naturaleza en su totalidad, sino que buscaba lo universal en aquellos temas, habiendo sido el primero en fijar la atención en las definiciones, [Platón] lo aceptó, si bien supuso por tal razón que aquell no se da en el ámbito de las cosas sensibles, sino en el de otro tipo de realidades.
La traducción es de Tomás Calvo Martínez, en Gredos.
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