William Shakespeare compuso un poema sobre el asunto y el personaje del que tratamos. The Rape of Lucretia está registrado en el Stationer’s Register en fecha 9 de mayo de 1595. Al igual que Venus y Adonis, La violación de Lucrecia está dedicado a Henry Wriothesley, Conde de Southampton pero esta vez el tono cálido y afectivo de la dedicación hace suponer que la relación entre el poeta y su patrocinador se había estrechado en el año transcurrido entre la publicación del primer y el segundo poema mitológico. En vida de Shakespeare el poema fue reeditado seis veces.
Las fuentes fueron Tito Livio en su Historia de la fundación de Roma. La descripción del cuadro en los aposentos de Lucrecia está inspirada en Virgilio Eneida libros I y II y en Ovidio Metamorfosis Libro XIII.
El argumento es el siguiente:
Lucio Tarquinio usurpa el poder en Roma tras haber asesinado a su suegro. Durante la invasión de Ardea los nobles que acompañan a Tarquinio alaban la castidad de sus mujeres, entre ellos destaca Colatino esposo de Lucrecia. Para comprobar el comportamiento de sus esposas, los nobles entran en Roma sin previo aviso, todas las mujeres están de fiesta o de baile menos la bella Lucrecia que se ha quedado en casa con sus doncellas. Sexto Tarquinio, hijo del Rey, queda prendado de la belleza y virtud de Lucrecia y se presenta al día siguiente en casa de Lucrecia, ella le da una inocente bienvenida pero Sexto la viola. Lucrecia escribe a su padre y a su esposo y les exige venganza, después se quita la vida para purgar su honor. Los romanos exilan a la familia de los Tarquinos y la Monarquía se acaba dando paso a la República.
Se trata de un poema erótico al estilo de Ovidio de tema histórico mitológico muy al gusto renacentista. La violación de Lucrecia es un poema de 1855 versos en agrupados en estrofas de seis, siete u ocho versos siguiendo el esquema de cuarteto más pareado. Desde el punto de vista narrativo se distinguen trece secciones:
1. Tarquinio se presenta en Roma (1-42)
2. Tarquinio pierde el sentido por la belleza de Lucrecia (43-168)
3. Tarquinio se introduce en los aposentos de Lucrecia (169-434)
4. Lucrecia se despierta y le implora (435-673)
5. La violación (674-694)
6. Reacción de Tarquinio (695-812)
7. Lamento de Lucrecia (813-1079)
8. Reflexión moral del poema (1080-1275)
9. Carta de Lucrecia a Colatino (1276-1365)
10. Descripción del cuadro de tema troyano (1366-1582)
11. Llegada de Colatino y muerte de Lucrecia (1583-1729)
12. Disputa entre Colatino y el padre de Lucrecia (1730-1806)
13. Intervención de Bruto y expulsión de los Tarquinos (1807-1855)
Ofrecemos el momento en que Lucrecia despierta, se fija en Tarquinio, le implora que la deje en paz, así como el momento de la violación. Las partes o secciones 4º y 5º de las antes expuestas. Para su lectura en inglés remitimos aquí.
A este punto, sus ojos, son los del basilisco. 540
Se yergue vacilante y hace una breve pausa,
en tanto, ella, retrato de la piedad más pura,
como una corza, presa, en las garras de un grifo,
implora en un desierto, donde no existen leyes,
al infame que ignora la piadosa clemencia 545
y no obedece más que su voz traicionera.
Mas si una nube negra amenaza este mundo
y oculta entre su sombras los picos de las cumbres,
surge una suave brisa del vientre de la tierra
que arroja de las cimas el tenebroso humo, 550
e impide al dividirlos su eminente caída.
Así, su nerviosismo, retrasa sus palabras,
mientras Orfeo toca y Plutón parpadea.
Mas el gato nocturno en esto se entretiene
con el débil ratón debajo de su pata. 555
La insoportable escena calma su sed de buitre,
sima voraz que queda vacía en la abundancia.
Oye dulces plegarias que el corazón no admite
el permisible acceso a la más leve súplica.
La lujuria es impía y el llanto la endurece. 560
Los implorantes ojos de Lucrecia se fijan,
en los pliegues austeros del rostro de Tarquino.
Su modesta elocuencia se mezcla con suspiros,
la cual da más encanto a su breve oratoria.
Confunde con frecuencia los tiempos y el lugar 565
y en medio de una frase, se interrumpe su voz
y vuelve a repetir de nuevo su oratoria.
La mujer le conjura al poderoso Júpiter,
al linaje, al honor y al voto de amistad,
al repentino llanto y al amor de su esposo 570
a las leyes humanas y a la fe más común.
Por el Cielo y la Tierra, por el poder de ambos,
que por Dios se retire a su prestado lecho
y que pueda su honor calmar este delirio.
Aun le dice Lucrecia: «No pagues tu hospedaje, 575
con un acto tan negro como el que te has propuesto,
ni embarres a la fuente que te dio de beber,
ni rompas lo que nunca tendrá restauración.
Renuncia a tu propósito, antes de usar tu flecha,
que no es buen cazador, aquel que tiende el arco 580
para herir una gama si está el coto cerrado.
Si mi esposo es tu amigo, abstente de tocarme,
tu fuerza hará tu bien si logras dominarte:
Yo soy frágil y débil, no me tiendas tu lazo;
que tu rostro es sincero, por Dios, no me defraudes. 585
A torrentes mi aliento se esfuerza por huir.
Si alguna vez un hombre, se conmovió ante el llanto,
yo lo haré con mis lágrimas, suspiros y lamentos.
Reunidos todos ellos en turbulento océano,
baten tu corazón que te advierte el naufragio 590
y trata de ablandarlo con sus olas continuas,
pues, las piedras dispersas, se convierten en agua.
¡Oh, si no eres más duro que el mismo pedernal,
fúndete ante mis lágrimas y sé caritativo!
Que la piedad traspasa cualquier puerta de hierro. 595
Te creía Tarquino y en mi hogar te hospedé.
¿Usurpaste sus formas para así deshonrarlo?
Me quejo ante la corte celestial y su Dios,
de que dañas su honor y principesco nombre.
No eres lo que aparentas y si tú eres el mismo, 600
no aparentas quien eres, un dios, un soberano,
pues los reyes y dioses, gobiernan sobre todo.
¡Cómo se extenderá tu infamia en la vejez,
si florecen tus vicios antes de ser maduro!
Si por un mal capricho cometes un ultraje, 605
¿cuál será tu osadía cuando al fin te coronen?
Recuerda que ninguna acción si es deshonrosa,
si la hace un mal vasallo, jamás podrá borrarse
y el mal que hacen los reyes no se puede enterrar.
Te amaré en este acto, tan sólo por temor 610
y un monarca feliz, por amor se respeta,
has de ser transigente con el vil ofensor,
cuando te culpen reo de parecido ultraje.
Sólo por este miedo te debes retirar,
que un príncipe es espejo, escuela y el buen libro 615
donde el súbdito aprende a leer y ser hombre.
¿Y has de ser tú la escuela que enseñe la lujuria
y permitas lecturas de tus infames actos?
¿Has de ser el espejo que al verte nos descubra
la fuerza del pecado y el aval de la culpa 620
y que en tu nombre tenga el de honor disculpa?
Prefieres el desprecio al inmortal elogio
y hacer de tu prestigio una vieja alcahueta.
¿Tienes poder? En nombre del Dios que te lo ha dado,
guía a tu corazón por senderos de paz, 625
no desvaines tu espada en pro de la ignominia,
que te ha sido prestado para otros menesteres.
¿Cómo podrás cumplir tus deberes reales,
si el pecado te acusa de haber sido modelo
donde aprendió a pecar y tú fuiste su guía? 630
Medita solamente que circo vil sería,
contemplar tu presente en otro ser humano.
Las faltas de los hombres rara vez se les muestran;
que ahogan parcialmente su propios atropellos
y esta falta sería en tu juicio, sentencia 635
mortal para tu hermano. ¡Arropados de infamias
están los que desvían sus ojos de sus yerros!
A ti, claman mis manos, al cielo levantadas,
no a tu voraz lujuria confidente y osada:
Imploro el llamamiento de tu real destierro. 640
Déjale que regrese y olvida tus infamias,
que tu honor verdadero aplastará el deseo
y limpiando la niebla que te cubre los ojos,
al ver tu situación, te apiadarás de mí.»
«¡Termina!» exclama él, «mi indomable marea 645
se crece en los obstáculos y nunca retrocede.
La luz débil se extingue, mas la hoguera persiste
y hasta el cielo se encarga de acrecentar su llama:
Los arroyos le pagan a su salado rey,
dándole el agua dulce, una deuda diaria. 650
Aumentan su caudal, mas no alteran su gusto.»
«¡Tú eres!» ella exclama, «un mar rey soberano.
Mira como descargan en tus olas sin límites,
lujuria, deshonor, vergüenza y mal gobierno,
intentando manchar tu océano de sangre. 655
Si estos males menores trastornan tu virtud,
se encerrará tu mar en un seno de lodo
y ya jamás el lodo podrá en ti disiparse.
Reinarán tus esclavos y tú serás su siervo,
hundirán tu nobleza dignificando al vil, 660
tú infundirás su vida y ellos serán tu tumba.
Tú serás su vergüenza y ellos tu propio orgullo.
Las cosas más pueriles no ocultan la grandeza.
El cedro no se comba ante el pequeño arbusto,
que este se seca y muere en la raíz del cedro. 665
Deja pues, que tu mente, sierva de tu poder…»
«¡Basta ya!» grita él, ciego, «por Dios que no te escucho,
cede ante mi deseo o mi odio brutal
de pasión revestido, desgarrará tus carnes
y una vez que lo haga, te llevaré en mis brazos 670
al miserable lecho de tu humilde lacayo,
para hacerlo tu amante en tu infame destino.»
Después, pone su pie sobre la roja antorcha,
que la luz y el obsceno son eternos rivales,
y el crimen si se oculta en la cegada noche, 675
suele ser más tiránico cuando es menos visible.
Toma el lobo a su presa. La fiel cordera grita,
hasta que con su lana ahoga sus lamentos,
sepultando sus gritos entre sus dulces labios.
La sábana camera con su albura la cubre. 680
El trata de afisiar sus piadosos lamentos,
refrescando su rostro en las lágrimas castas
de tan púdicos ojos, rojos por el dolor.
¡Qué la lujuria infame manche lecho tan puro!
Si con llanto pudiera limpiar aquellas manchas, 685
Lucrecia, eternamente, estaría llorando.
Ella perdió una cosa más rica que la vida
y él quisiera perder la infamia que ha ganado
y este pacto forzado, engendra nueva lucha
y a este fugaz placer, meses de gran dolor 690
y el deseo se torna en un frío desdén
al quedar la pureza, despojada de todo.
La ladrona lujuria es más pobre que nunca.
Como el saciado galgo o el halcón satisfecho,
incapaz por su olfato o inútil para el vuelo, 695
persiguen lentamente o dejan escapar,
la presa que a su instinto le parece un deleite,
así, está el mal talante, del saciado Tarquino.
El manjar delicioso se le está indigestando
y su torpe vivencia devora su deseo. 700
¡Oh, crimen repugnante de cavernosa mente,
que sumerge y ahoga el apacible sueño!
El apetito ebrio vomita lo ingerido,
antes que considere su propia repugnancia.
Mientras lujuria impera, ninguna exclamación, 705
dominará su ardor ni reprime el deseo,
hasta que su insistencia caiga como un rocín.
Con lacias y con flacas y pálidas mejillas,
ojos y ceño grave y el paso quebradizo,
agotado el deseo, contenido y humilde, 710
como un pobre mendigo se queja de su estado.
Mientras se jacta el cuerpo, la virtud y el deseo,
luchan y se rebelan, mas si el vil se derrumba
el rebelde culpable suplica su perdón.
Esto es lo que sucede a este noble romano, 715
que gastó con su ardor el logro de su intento,
porque ahora pronuncia, contra sí esta sentencia:
De aquí a la eternidad me hallo deshonrado
y el templo de mi alma se haya profanado
y en sus ruinas congrega legiones de inquietudes, 720
que inquieren ¿cómo está? la ultrajada princesa.
Ella dice: «Mis súbditos en mala insurrección
han echado por tierra el curso sacrosanto
y por su mortal falta, reducido a servicio
a su inmortalidad, haciendo de ella esclava 725
de una muerte viviente y una pena perpetua;
a quien con su presencia, siempre tuvo ganados,
su voluntad imponen antes que su mandato.»
Con estos pensamientos a través de la noche,
es cautiva vendida que perdió en la ganancia, 730
arrastrando la herida que nunca sanará,
la cicatriz eterna que ya no admite cura,
que a su víctima deja vencida en el dolor.
Ella soporta el peso, que él, dejó a sus espaldas
y la carga por siempre de un alma pecadora. 735
Como un perro ladrón abandona la estancia
y ella como una oveja, queda allí palpitante,
él refunfuña y odia el acto y su pecado
y ella loca desgarra con su uñas sus carnes.
El huye horrorizado con un sudor culpable, 740
ella está maldiciendo tan horrorosa noche,
él corre y se reprocha tras el fugaz deleite.
El parte de la alcoba cual reo penitente
y ella se queda aislada, náufraga y sin consuelo,
él en su prisa anhela la luz de la mañana 745
y ella ruega no ver, jamás, la luz y dice:
«Porqué el día descubre las faltas de la noche
y mis ojos sinceros, no han aprendido nunca,
a encubrir las afrentas con su astuta mirada.
Ellos creen que otros ojos, no verán otra cosa, 750
que la misma desgracia que ellos mismos contemplan
y quieren siempre estar yaciendo entre tinieblas
y así guardar oculto su secreto pecado.
Por que si están llorando revelan su ultraje
y como el agua roe el acero, en mi cara, 755
grabarán sin remedio la vergüenza que siento.»
Así se queda ella contra la paz y el sueño
y condena sus ojos a una eterna ceguera.
Llama a su corazón, golpeándose el pecho,
para que salga a fuera, donde pueda encontrar, 760
algún seno más puro donde guardar su alma.
Frenética de pena, exhala así su mal
contra la indiscreción de la invisible noche.
«¡Oh, noche criminal, imagen del infierno!
¡Sombrío protocolo, notario de vergüenza! 765
¡Escena de tragedias y crímenes horribles!
¡Encubridor del caos y aya del pecado!
¡Ciega y turbia alcahueta! ¡Albergue de la furia!
¡Vil socavón de muerte! ¡Silente delatora
con la muda traición y el raptor de virtudes! 770
¡Odiada y negra noche, vaporosa y brumosa!
Ya que eres la culpable de mi incurable crimen,
reúne tus tinieblas y busca el nuevo alba
y haz guerra contra el curso del ordenado tiempo
y si tienes poder, para que el sol escale 775
hasta su mediodía antes de que aparezca,
teje con negras nubes el oro de su testa.
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