Seguimos con el breve estudio de los textos litúrgicos de la Solemnidad de Todos los Santos que iniciamos hoy, aunque estemos ya casi en el Día de los Fieles Difuntos.
Continuamos con el texto que figura en el ya citado libro El tesoro del escriba, sobre el evangelio de Mateo, en la editorial Verbo Divino.
Las cuatro siguientes (Mateo 5, 7-10 = Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa) no se encuentran en la lista que propone Lucas. A diferencia del grupo anterior, no contienen situaciones de vida, sino actitudes. El evangelista está proponiendo un estilo de vida a unos cristianos que, con el paso de los años, tal vez se han acomodado y han abandonado el nivel de exigencia inicial en la espera de la venida de Jesús. Los herederos del Reino, los hijos de Dios, son los que practican la misericordia, los que tienen un corazón limpio, los que construyen la paz, los que hacen la voluntad del Padre y son perseguidos por ello.
La novena bienaventuranza (5, 11-12) parece una aplicación concreta de la anterior. Como se puede apreciar, está escrita, a diferencia de las otras, en segunda persona (ἐστε) y contiene una referencia expresa a la persecución que seguramente estaban sufriendo los cristianos de aquel tiempo. Ambas razones nos hacen pensar que Mateo cambia el tono con la finalidad de que quede claro que todo lo dicho anteriormente va dirigido a los cristianos de su comunidad.
Ya hemos visto cómo cada una de las bienaventuranzas va seguida de una explicación o justificación. Es importante que caigamos en la cuenta de una cosa: aunque en cada caso esa explicación es distinta, todas se refieren a los mismo, el Reino de los Cielos. Así, Mateo, mediante unas pocas pinceladas, nos hace un dibujo de su forma de comprender el reinado de Dios: tiempo de consuelo y de misericordia, casa del Padre que es hogar para los hijos…
La intuición de las bienaventuranzas continúa siendo actual para nosotros, cristianos del siglo XXI. No basta con lamentar la situación de los pobres de la tierra, anunciándoles la predilección de Dios y un futuro mejor; es preciso que, viviendo según el estilo de Jesús, hagamos presente el reino en la historia de todo ser humano.
El «sermón de la montaña» viene a ser de esta manera un auténtico programa de vida cristiana. No se trata de un reglamento donde todo está estipulado y detallado, sino de una especie de síntesis de las líneas maestras que deben guiar la vida del discípulo de Jesús, acompañadas de algunos ejemplos ilustrativos. De hecho, los que se acercan a escucharlas de un modo particular son los discípulos –προσῆλθαν αὐτῶ οἱ μάθηταὶ αὐτοῦ- (Mt 5, 1b). Esto explica el carácter aparentemente excesivo de sus exigencias, que ciertamente resultan incomprensibles para quienes no se han decidido a seguir a Jesús y no han optado radicalmente por el Reino que él anuncia. Sólo si se lee con mentalidad de discípulo puede entenderse el «sermón de la montaña» como un verdadero programa de vida.
Ésa y no otra es la clave para entender y acoger estas palabras de Jesús. Cuando él proclama la llegada del Reino, exige también una inversión total de los criterios que imperan en este mundo. El mejor ejemplo de ello lo encontramos en las bienaventuranzas que encabezan este discurso (Mt 5, 3-11). En ellas están reflejados una serie de valores alternativos que son los que guiaron la vida de Jesús y los que deben hacer suyos quienes le siguen. Son como el «retrato robot» al que deberían parecerse los verdaderos discípulos, el sendero por el que caminan los que descubren que no hay mayor felicidad que hacer lo que Dios quiere.
De José Antonio Pagola ofrecemos dos textos a propósito de las bienaventuranzas:
MAL PROGRAMADOS
Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas y conflictos que en cualquier momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que la «felicidad interior» es uno de los mejores indicadores para saber si una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se podría incluso afirmar que la verdadera felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo vivida con acierto y plenitud. Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de manera desdichada. Una de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes éxito, no vales». Para conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que triunfar.
La persona así programada difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en todas sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de manera indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra la misma vida.
Esa persona quedará, en gran parte, incapacitada para descubrir que ella vale por sí misma, por lo que es, aun antes de que se le añadan éxitos o logros personales. La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más que los demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar. La persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los que han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel de vida, los de posición más brillante. En su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la envidia oculta, el resentimiento. No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los demás. Así, difícilmente se puede ser feliz.
Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no puedes ser feliz». Has de responder a lo que espera de ti la sociedad, ajustarte a los esquemas. Si no entras por donde van todos, puedes perderte. La persona así programada se estropea casi inevitablemente. Termina por no conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que buscan todos, aunque no sepa exactamente por qué ni para qué. Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de posesión, con más limpieza interior, más atento a los que sufren, con una confianza grande en un Dios que me ama de manera incondicional? Por ahí va el programa de vida que nos trazan las Bienaventuranzas de Jesús.
LA FELICIDAD NO SE COMPRA
Nadie sabemos dar una respuesta demasiado clara cuando se nos pregunta por la felicidad. ¿Qué es de verdad la felicidad? ¿En qué consiste realmente? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos? Ciertamente no es fácil acertar a ser feliz. No se logra la felicidad de cualquier manera. No basta conseguir lo que uno andaba buscando. No es suficiente satisfacer los deseos. Cuando uno ha conseguido lo que quería, descubre que está de nuevo buscando ser feliz.
También es claro que la felicidad no se puede comprar. No se la puede adquirir en ninguna planta de ningún gran almacén, como tampoco la alegría, la amistad o la ternura. Con dinero sólo podemos comprar apariencia de felicidad. Por eso, hay tantas personas tristes en nuestras calles. La felicidad ha sido sustituida por el placer, la comodidad y el bienestar. Pero nadie sabe cómo devolverle al hombre de hoy el gozo, la libertad, la experiencia de plenitud. Nosotros tenemos nuestras «bienaventuranzas». Suenan así: Dichosos los que tienen una buena cuenta corriente, los que se pueden comprar el último modelo, los que siempre triunfan, a costa de lo que sea, los que son aplaudidos, los que disfrutan de la vida sin escrúpulos, los que se desentienden de los problemas…
Jesús ha puesto nuestra «felicidad» cabeza abajo. Ha dado un vuelco total a nuestra manera de entender la vida y nos ha descubierto que estamos corriendo «en dirección contraria». Hay otro camino verdadero para ser feliz, que a nosotros nos parece falso e increíble. La verdadera felicidad es algo que uno se la encuentra de paso, como fruto de un seguimiento sencillo y fiel a Jesús. ¿En qué creer? ¿En las bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de felicidad de nuestra sociedad?
Tenemos que elegir entre estos dos caminos. O bien, tratar de asegurar nuestra pequeña felicidad y sufrir lo menos posible, sin amar, sin tener piedad de nadie, sin compartir… O bien, amar… buscar la justicia, estar cerca del que sufre y aceptar el sufrimiento que sea necesario, creyendo en una felicidad más profunda.
Uno se va haciendo creyente cuando va descubriendo prácticamente que el hombre es más feliz cuando ama, incluso sufriendo, que cuando no ama y por lo tanto no sufre por ello. Es una equivocación pensar que el cristiano está llamado a vivir fastidiándose más que los demás, de manera más infeliz que los otros. Ser cristiano, por el contrario, es buscar la verdadera felicidad por el camino señalado por Jesús. Una felicidad que comienza aquí, aunque alcanza su plenitud en el encuentro final con Dios.
Analicemos, finalmente, el texto griego en cuanto a la morfología verbal.
En las bienaventuranzas aparecen cuatro futuros pasivos (παρακληθήσονται, χορτασθήσονται, ἐλεηθήσονται, κληθήσονται): «serán consolados», «serán saciados», «serán objeto de misericordia», «serán llamados» en un contexto que, como hemos dicho más arriba, pretende presentar un camino que lleve a la persona a la felicidad.
El primero (compuesto) y el último son de un verbo contracto –καλέω – que nos permite explicar el alargamiento de la vocal abierta que cierra la raíz de estos verbos y hacer hincapié en que en este verbo se produce una síncopa de la alfa. El segundo (χορτάζω) es un verbo en oclusiva dental que presenta el cambio de la dental de la raíz en sigma ante la dental de la característica temporal de futuro pasivo. El tercero también es contracto (ἐλεέω) y presenta el consabido alargamiento. Por cierto, podemos utilizar este verbo para explicar la expresión Kyrie, eleison, primera de las partes de una misa musicada (las otras son Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus, Agnus Dei) y única en griego. La forma eleison (ἐλέησον) es segunda persona del singular del imperativo de aoristo con itacismo de la eta (η).
Pero el fragmento (Mt 5, 1-12a) es rico en otras formas verbales y además permite estudiar un poquito el uso del participio.
Tenemos 9 participios. Tres de aoristo (ἰδών, καθίσαντος, ἀνοίξας), de ellos dos apositivos, concertados con un Jesús (ὁ ‘Ιησοῦς) que aparece expreso nada menos que en el capítulo 4, versículo 23 y uno absoluto, el segundo. Cinco de presente (λέγων, πενθοῦντες, πεινῶντες, διψῶντες, ψευδόμενοι), de ellos 2 apositivos, primero y último, y 3 atributivos con artículo. Tres de verbos contractos, los tres atributivos, y uno en voz media, el último que puede servir para hacer ver la importancia de la voz, ya que el verbo ψεύδω en activa es «engañar» pero en media es «mentir». Finalmente, tenemos uno de perfecto medio de un verbo en oclusiva gutural (δεδιωγμένοι), que nos sirve para explicar el cambio a gamma de las oclusivas guturales ante una μ.
Hay 2 indicativos de aoristo, uno radical atemático (ἀνέβη, de ἀναβαίνω) y otro aoristo segundo (προσῆλθαν, de προσέρχομαι), este último forma tardía neotestamentaria.
Un imperfecto, ἐδίδασκεν de διδάσκω con ν eufónica o efelcística.
Tres indicativos de presente (ἐστίν, ἐστίν, ἐστε), los tres del verbo copulativo.
Un indicativo de futuro activo de un verbo contracto (κληρονομήσουσιν, de κληρονομέω) y otro en voz media (ὄψονται, de ὁράω) con una raíz que da juego para la etimología (panorama, óptica, optometrista, oftalmólogo, -oide, ídolo, etc.).
Hay también 2 imperativos de presente (χαίρετε, ἀγαλλιᾶσθε), el segundo de un verbo contracto (repaso de las reglas de contracción).
Finalmente, tenemos tres subjuntivos de aoristo, uno de un verbo en oclusiva dental (ὀνειδίσωσιν, de ὀνειδίζω), otro en oclusiva gutural (διώξωσιν, de διώκω) y el tercero es aoristo segundo (εἴπωσιν, de εἴπω) que le hace de aoristo a λέγω.
En fin, un fragmento rico en formas verbales, como lo es también el capítulo 6 y el 7.
Por seguir con los futuros pasivos tenemos en este «sermón», entre otros, los siguientes:
μωρανθῇ, ἁλισθήσεται, κρυβῆναι, κληθήσεται, βληθήσῃ, εἰσακουσθήσονται, προστεθήσεται, κριθῆτε, κριθήσεσθε, μετρηθήσεται, δοθήσεται, ἀνοιγήσεται.
Destacar, finalmente, que la palabra εἰρηνοποιοί (los que hacen la paz) sólo aparece en este lugar en el Nuevo Testamento. También aparece en Juan Crisóstomo, Clemente de Alejandría, Gregorio de Nisa, Orígenes, Basilio de Cesarea, Macario, Juan Damasceno, Teodoreto, Severiano y en los textos del Concilio de Éfeso.
Qué bien escoges los textos para entender en que consiste la felicidad: el sermón de la montaña como programa de vida, las bienaventuranzas glosadas por José Antoni Pagola son claras y llenas de verdades como templos.
El erudito estudio de algunas palabras griegas se me escapa un poco, pero también aporta lo suyo.
Gracias por tu magnífico blog en el que siempre encuentro un montón de cosas interesantes y que no conocia.
Muchas gracias a ti, Montse, por seguir este blog. Por cierto, el estudio de los verbos no tiene nada de erudito, más bien es ramplón, pero puede servirle a algún estudiante de griego despistado (en los dos sentidos del término despistado) que se pase por el blog.
De nuevo, muchas gracias.
Muchas gracias por todos esos aportes. son muy valiosos para las personas que estamo empezando a buscar una respuesta acerca de la felicidad de parte de Jesus. Me han aportado bastante.
Gracias
Andres Benavides