Non è, non è consiglio di generoso petto servir al proprio affetto.
No, no es propio de un alma generosa servir a sus pasiones.
Estas palabras que Apolo dirige a Orfeo en el acto V, ya casi al final de la ópera L’Orfeo de Claudio Monteverdi, sonaron ayer 3 de diciembre en el Auditorio de Castellón, en la versión de concierto que la Capella de Ministrers, dirigida por Carles Magraner, ha ofrecido de la ópera del cremonés. Tan sólo hace una semana escuchamos, en esta ocasión en la UJI y a propósito del octavo centenario de Jaime I, a la agrupación valenciana en un repertorio bastante distinto: música de trovadores de la Corona de Aragón (Raimon de Miraval, Berenguer de Palou, Ponç d’Ortafà, Guirau Riquier y Matieu de Caersi). Un placer para los sentidos.
Para quien esto escribe ha sido otro auténtico placer escuchar una ópera a la que dedicamos una serie a propósito del cuarto centenario de su estreno en Mantua.
Carles Magraner ha reunido a un elenco de cantantes de probada experiencia barroca que han ofrecido una versión de gran calidad. Así, el Orfeo de Mario Cecchetti ha ido de menos a más. El Auditorio de Castellón no tiene, según nuestro entender, una buena acústica para orquestas reducidas (especialmente de cuerdas o de instrumentos medievales o barrocos) y cantantes. En cambio, las bandas sinfónicas suenan como un cañón. Eso y que estábamos en una zona bastante alejada del escenario nos hacía pensar en las primeras intervenciones del tenor italiano que su potencia de voz no permitiría una buena audición. Por fortuna, ha sido una primera impresión errónea y al cantante se le ha oído perfectamente, demostrando un uso experto del pianissimo y el fortissimo, con los matices e intensidades intermedias.
El papel de Mensajera y Esperanza ha corrido a cargo de Jennifer Lane, que ha cantado con potencia, gusto y sentido de la interpretación. Ha sido la cantante que más ha «interpretado», pese a tratarse de una versión en concierto, incluyendo sus entradas y salidas del escenario desde el patio de butacas (Mensajera que viene a anunciar la muerte de Eurídice) o el palco lateral (Esperanza que guía a Orfeo en su llegada al Hades).
Eliza Franzetti, en el papel de Eurídice, la Música y Ninfa, ha cantado también con mucha corrección., especialmente en su primera intervención (Dal mio Parnaso amato) o su aria Ahi, vista troppo dolce.
Los papeles de Plutone y de Caronte han contado con la poderosa voz de Daniele Carnovich, que ha dado sus gravísimas (por lo de graves en el sentido musical) notas en el effetto del aria de Plutone Ben mi lusinga alquanto o el aria de Caronte O tu, ch’innanzi morte con eficiencia y poderío.
Paolo Macedonio ha cantado sus papeles de spirito y Apolo con suficiencia. Bello su dúo con Mario Cecchetti en el Saliam cantando al cielo, la pieza que cierra la ópera, antes del coro y la moresca final.
La turolense Pilar Esteban, a la que ya oímos en el concierto de trovadores, ha interpretado una ninfa y, sobre todo, una Proserpina muy sentidas y correctas, cantadas con una voz cada vez más bella y expresiva emitida con sencilla naturalidad. Es una cantante a la que ya hemos oído en bastantes ocasiones y que gana en calidad con el tiempo
Han completado reparto Juan Sancho, José Pizarro, José Hernández-Pastor y Joan Valldecabres, como pastori, spiriti y eco. Muy competentes y correctos, tanto en intervenciones corales como en solitario.
Mención especial merecen los músicos de la orquesta que han tocado con pulcritud, seriedad, encanto, sentimiento y gran profesionalidad. L’Orfeo presenta ocasiones de lucimiento para todos los instrumentos, bien en solos, bien en el olvidado, pero necesrio e interesante segundo plano del continuo.
Así los violines de Heidi Erbrich y Xavier Carrau, el arpa de Chiara Granata, las flautas de David Antich y Lobke Sprenkeling, los sacabuches (trombones) de Elías Hernandis, Vicente Veses, David García y Jordi Giménez, los cornetti de Xavi Bolis y Paco Rubio, el órgano de Javier Artigas, el clave de Ignasi Jordà, las violas da gamba de Lixania Fernández, Laura Salinas y Jordi Comellas, el violone de Renée Bosch, las tiorbas y el chitarrone de Rafael Bonavita y Juan Carlos de Mulder o la percusión de Pau Ballester han tenido siempre intervenciones muy cuidadas y sus intérpretes han demostrado gran calidad.
La dirección de Carles Magraner, magnífica.
La ópera ha sido deliciosa, pero nos han conmovido especialmente los actos III y IV , que se desarrollan en la mansión de Plutón y Proserpina. Aquí se hallan algunas de las arias más sentidas (además de Rosa del ciel o el ritornello Vi ricorda o boschi ombrosi) y de las intervenciones más técnicas y expresivas de los diferentes instrumentos. Si un placer ha sido la audición completa, estos actos han sido especialmente bellos y su escucha un verdadero placer.
En definitiva, una noche redonda que nos ha permitido seguir la trama con los sobretitulados de Savinen. Hemos tenido ocasión, además, de recrearnos en el bellísimo texto de Sandrino Striggio, lleno de alusiones mitológicas, de bellas rimas y de contundentes sentencias, como aquella con la que hemos iniciado el artículo, o la que cierra la ópera:
E chi semina fra doglie d’ogni grazia il frutto coglie.
El que siembra en las pruebas recogerá el fruto de todas las gracias.
Hemos podido oír incluso una frase muy relacionada con un anterior artículo nuestro, a propósito de Rigoletto de Verdi. Si allí hacíamos referencia a la cita
anco d’Argo i cent’occhi disfido
se mi punge, se mi punge una qualche beltà,
en el texto de Striggio leemos:
Se gli occhi d’Argo avessi e spanderesso tutti un mar di pianto non fora il duol conforme a tanti guai.
Aunque tuviera los ojos de Argo y llenaran un océano de lágrimas, no sería suficiente a tantos males.
A la casi perfección de la velada ha contribuído el comportamiento del público, que ha seguido con absoluta atención y respeto la representación, a excepción de cinco o seis personas que han abandonado sus butacas en plena obra y no han esperado a que terminara. En mi opinión, un sacrilegio, Hay que informarse y saber que la obra dura casi dos horas, con su correspondiente intermedio. Si queremos llegar pronto a casa, mejor no vamos y no rompemos determinados momentos mágicos.
Y sobre esto trata nuestra parte de «caramelos» del artículo. Junto con el programa de mano y un resumen de los próximos conciertos en el auditorio, se nos repartió una nota informativa que no tiene desperdicio. Lo mejor es que la reproduzca entera:
A lo largo de los años que está en funcionamiento este Auditori y Palau de Congressos hemos podido observar una mejora en la actitud del público en los conciertos., tanto en las entradas y salidas durante la ejecución de las obras como en los aplausos que, habitualmente, siempre son a su tiempo.
Sin embargo con el fin de favorecer la concentración de los músicos y disfrutar de sus interpretaciones, agradeceríamos el máximo silencio; también reiteramos que es importante que comprueben que sus teléfonos móviles y relojes con alarma estén desconectados.
Pruebas efectuadas en otras salas de conciertos han demostrado que una simple tos, medida instrumentalmente, equivale a la intensidad de una nota mezzoforte emitida por una trompa. Este mismo sonido paliado por un simple pañuelo es equiparable a un ligero pianissimo. Por lo tanto es importante no toser durante las interpretaciones, especialmente en los momentos lentos y piano, ya que puede llegar a desconcentrar a los intérpretes.
También agradeceríamos que tuvieran cuidado si han de desenvolver algún caramelo durante el concierto. Aunque parece que no se oye, el ruido del plástico se expande por toda la sala. La mejor solución es la de utilizar caramelos sin cobertura plástica o esperar a las pausas para abrirlo.
Otros ruidos que se deberían controlar son los de las aperturas de bolsos y los de abanico con pulseras que tintinean.
Esperamos que con estas indicaciones se pueda gozar de una audición sin distracciones y ruidos molestos.
Creemos que la nota (se podrían haber puesto algunas comas más; la he ofrecido tal cual parece en el papel repartido) es muy conveniente. Dice cosas que a mí siempre me han puesto de los nervios, en especial lo del caramelito de marras que tarda una eternidad en ser liberado de su envoltura plástica y te joroba el adagio o tiempo lento de la pieza, porque la persona que lo va a tomar, ha tenido a bien abrirlo cuando menor es el volumenn de la orquesta.
Las toses son molestas, aunque espontáneas y no previsibles; por eso siempre me ha maravillado al sincronización con la que los públicos de conciertos clásicos tose entre movimientos. O tienen un gran autocontrol sobre sus toses o es manía.
Las entradas y salidas deberían estar prohibidas; en esto el auditorio es bastante riguroso, pero ayer aún se «escaparon» algunos espectadores en plena representación.
Lo de los abanicos con pulseras que tintinean es genial, pero una gran verdad.
Respecto a los aplausos; si no conoces la obra, no aplaudas; ante la duda, mira a tu alrededor o toma como referencia a un espectador experto. Un hecho que me disgusta de los aplausos en España es que el público no deja ni que acabe el acorde final y empieza a aplaudir demasiado pronto. En Alemania están muy bien acostumbrados a unas breves (o largas) pausas valorativas. A veces, cuando oigo por Radio Clásica conciertos en Europa y termina la pieza pasan segundos eternos hasta que el público empieza a aplaudir.
Ayer con L’Orfeo ocurrió eso. Los placeres hay que disfrutarlos.
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