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Archive for 10 de abril de 2010

Quizás lo mejor sería cerrar esta serie sobre la democracia de Atenas con las palabras que el historiador ateniense Tucídides, en su obra Historia de la Guerra del Peloponeso, ponía en boca de Pericles en su discurso fúnebre en honor por los muertos en el primer año de la Guerra del Peloponeso, y en las que hacía un elogio del sistema político ateniense y en definitiva de la democracia:

“Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender del gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre que cada uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún respecto, es honrado en los asuntos públicos; y no tanto por la clase social a la que pertenece como por su mérito, ni tampoco en caso de pobreza, si uno puede hacer cualquier beneficio a la ciudad, se le impide por la oscuridad de su fama.


Y nos regimos liberalmente no sólo en lo relativo a los negocios públicos, sino también en lo que se refiere a las sospechas recíprocas sobre la vida diaria, no tomando a mal al prójimo que obre según su gusto, ni poniendo rostros llenos de reproche, que no son un castigo, pero sí penosos de ver. Y al tiempo que no nos estorbamos en las relaciones privadas, no infringimos la ley en los asuntos públicos, más que nada por un temor respetuoso, ya que obedecemos a los que en cada ocasión desempeñan las magistraturas y a las leyes, y de entre ellas, sobre todo a las que están legisladas en beneficio de los que sufren la injusticia, y a las que por su calidad de leyes no escritas, traen una vergüenza manifiesta al que las incumple“.

“En resumen, afirmo que la ciudad entera es la escuela de Grecia, y creo que cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa en los más distintos aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiempo el encanto personal. Y que esto no es una exageración retórica, sino la realidad, lo demuestra el poderío mismo de la ciudad, que hemos adquirido con este carácter; pues es Atenas la única de las ciudades de hoy que va a la prueba con un poderío superior a la fama que tiene, y la única que ni despierta en el enemigo que la ataca una indignación producida por la manera de ser de la ciudad que le causa daños, ni provoca en los súbditos el reproche de que no son gobernados por hombres dignos de ello.

Y como hacemos gala con pruebas decisivas de una fuerza que no carece de testigos, seremos admirados por los hombres de hoy y del tiempo venidero sin necesitar para nada como panegirista a Homero ni a ningún otro que con sus epopeyas produzca placer de momento, pero cuya exposición de los hechos desmienta la verdad, sino teniendo suficiente con obligar a todos los mares y tierras a ser accesibles a nuestra audacia, y con fundar en todas partes testimonios inmortales de nuestras desgracias y venturas. Fue por una ciudad así por la que murieron éstos (Pericles está proclamando un discurso fúnebre en honor de los caídos en el primer año de la guerra), considerando justo, con toda nobleza, que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que quedamos es natural que queramos sufrir penalidades”.

(Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, II, 37 y 41 ). Traducción de Francisco Rodríguez Adrados en Editorial Hernando.

Pero queremos finalizar esta breve serie sobre política y corrupción, hoy y en la Atenas clásica, con el primer estásimo de la tragedia Antígona de Sófocles.

Escribe Ignacio Errandonea sobre este coro:

El Coro ha quedado solo. El momento es propicio para la meditación. La que hace el Coro aquí es profunda; alguien podría encontrarla un poco excesiva e inmotivada. Pero tiene su explicación: ajeno como está el Coro a la posible intervención de Antígona, el hecho de que una medida tan inofensiva y al parecer tan justa haya sido violada y tan sin provecho de nadie, le hace recapacitar sobre los misterios que encierra el corazón humano: «muchos son los misterios», canta, «nada más misterioso que el hombre». Y para hacérnoslo sentir, enumera los progresos del ingenio humano en el nivel de la civilización a que se había llegado en la época de Sófocles: «se ha hecho dueño de las fuerzas de la naturaleza; ha domeñado a las mismas fieras; las ha hecho sumisas a su servicio; ha perfeccionado su propia vida con leyes e instituciones que elevan su cultura y prosperidad. Todo esto es cierto, pero esa misma sorprendente habilidad, si bien muchas veces le conduce al bien, otras lo desliza en el mal. ¿Cuál será el ideal de una conducta sana y sensata? Armonizar las leyes de la patria con la justicia de los dioses». El canto está en conexión perfecta con la acción trágica, si bien no es precisamente muy actuoso y eficaz dramáticamente.

Es éste un bello canto al hombre, el ser más admirable de la creación, dueño del mar, de la tierra y de las demás criaturas. Ha descubierto todos los recursos, excepto el de hacer frente a la muerte. Si observa las leyes divinas y humanas será feliz, y desgraciado, si las desprecia.

Es un texto totalmente actual, en todos los aspectos:

–          reflexión sobre los progresos de la humanidad

–          domesticación de animales, agricultura, comercio

–          el lenguaje y el pensamiento

–          el progreso médico; sólo la muerte se le resiste al ser humano

–          ingenio usado con fines buenos y malos (carrera armamentística, ciencia encaminada al mal)

–          desempeño de los cargos públicos con armonización de las leyes cívicas y la justicia de los dioses

Aquí lo tenemos:

Πολλ τ δειν κοδν ν-

θρπου δειντερον πλει·

τοτο κα πολιο πραν

πντου χειμερίῳ ντ

χωρε, περιβρυχοισιν

περν π᾿ οἴδμασιν, θεν


τε τὰν περτάταν, Γν

φθιτον, καμάταν, ποτρεται,

λλομνων ρτρων τος ες τος,

ππείῳ γνει πολεων.

Κουφονων τε φλον ρ-

νθων μφιβαλν γει,

κα θηρν γρων θνη

πντου τ᾿ εναλαν φσιν

σπεραισι δικτυοκλστοις,

περιφραδς νρ· κρατε

δ μηχανας γραλου

θηρς ρεσσιβάτα, λασιαχεν θ᾿

ππον παξέμεν μφλοφον ζυγν

ορειν τ᾿ κμτα ταρον.


Κα φθγμα κα νεμεν

φρνημα κα στυνμους

ργὰς διδάξατο, κα δυσαλων

πάγων ὑπαθρεια κα

δσομβρα φεγειν βλη

παντοπρος· πορος π᾿ οδν ρχεται

τ μλλον· ῞Αιδα μνον

φεξιν οκ πάξεται·

νσων δ᾿ μαχνων φυγὰς

ξυμπφρασται.

σοφν τι τ μηχανεν

τχνας πρ λπδ᾿ χων,

τοτ μν κακν, λλοτ᾿ π᾿ σθλν ρπει,

νμους περαίνων χθονς

θεν τ᾿ νορκον δκαν·

ψπολις· πολις τ τ μ καλν

ξνεστι τλμας χάριν·

μτ᾿ μο παρστιος

γνοιτο μτ᾿ ἴσον φρονν

ς τάδ’ ρδοι.

La traducción que sigue es de Assela Alamillo, en Gredos:

Estrofa 1ª

Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el hombre. Él se dirige al otro lado del blanco mar con la ayuda del tempestuoso viento Sur, bajo las rugientes olas avanzando, y a la más poderosa de las diosas, a la imperecedera e infatigable tierra, trabaja sin descanso, haciendo girar los arados año tras año, al ararla con mulos.

Antístrofa 1ª

El hombre que es hábil da caza, envolviéndolos con los lazos de sus redes, a la especie de los aturdidos pájaros, y a los rebaños de agrestes fieras, y a la familia de los seres marinos. Por sus mañas se apodera del animal del campo que va a través de los montes, y unce al yugo que rodea la cerviz al caballo de espesas crines, así como al incansable toro montaraz.

Estrofa 2ª

Se enseñó a sí mismo el lenguaje y el alado pensamiento, así como las civilizadas maneras de comportarse, y también, fecundo en recursos, aprendió a esquivar bajo el cielo los dardos de los desapacibles hielos y los de las lluvias inclementes. Nada de lo por venir le encuentra falto de recursos. Sólo del Hades no tendrá escapatoria. De enfermedades que no tenían remedio ya ha discurrido posibles evasiones.

Antístrofa 2ª

Poseyendo una habilidad superior a lo que puede uno imaginar, la destreza para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien. Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento.

Desterrado sea aquel que, debido a su osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a sentarse junto a mi hogar ni participe de mis pensamientos el que haga esto!

Lo he traído aquí por este final, que asocio a la honradez, la justicia, la prudencia que debe tener todo aquél que se dedique a la política. Al menos, aunque Sófocles pudiera estar pensando en algo más profundo, siempre que lo he leído y releído he pensado que estaba dirigido a los políticos de todas las épocas. Quien no respeta, en el ejercicio de su cargo, las leyes de la ciudad y no hace uso de la justicia, merece para Sófocles el destierro, mejor dicho, ser un πολις (esto es, indigno de vivir en sociedad), además de no querer compartir con él hogar y pensamiento. Es curioso cómo Sófocles y Aristóteles coinciden en esta palabra (πολις). Azcárate traducía el adjetivo en la Política del estagirita como «el que vive fuera de la sociedad» y es lo peor que le puede ocurrir a un ser humano, sociable por naturaleza; como dice Aristóteles es un ser degradado o superior a la especie humana ( τοι φαλς στιν, κρεττων νθρωπος ) y se le pueden aplicar los terribles epítetos de Homero: sin familia, sin leyes, sin hogar ( φρτωρ θμιστος νστιος ). Obsérvese la cercanía de los términos del filósofo (νστιος ) y del tragediógrafo (μτ᾿ μοπαρστιος).

Y hasta aquí esta miniserie sobre la democracia ateniense. Ha sido un brevísimo apunte, a la luz de los casos de comportamiento político poco edificante que inundan nuestra actualidad democrática. Y ya no me refiero sólo a la corrupción, el cohecho, el nepotismo, el tráfico de influencias, el amiguismo, sino al partidismo de los medios de comunicación, la manipulación política de los mismos, la calumnia, la politización de la justicia, la fusión de los tres poderes, la incoherencia de los políticos, los políticos que no resisten las hemerotecas (donde dije digo digo…), las dobles varas de medir, el despilfarro en  subvenciones a estudios insulsos e inútiles elaborados, lógicamente, por afectos a mi persona o al partido, las enormes cohortes de asesores prescindibles, la propaganda, el descrédito del adversario, el apego al cargo (honos), la poca carga (onus) que supone este cargo (honos).

Todos los títulos de los artículos eran una pregunta: ¿onus est honos? (¿carga es el cargo?). A la vista del ilícito enriquecimiento de algunos, de la buena vida que llevan otros, de los múltiples sueldos de los de más allá, de la colocación  (en empresas, fundaciones, consejos de administración, etc.) tras el paso por la política de éstos, del apego al poder de los más… parece que la respuesta es NO.

La democracia española necesita una regeneración y el pueblo la debe exigir a sus gobernantes que deben ser, no lo olvidemos, los servidores del pueblo. Ese pueblo que debería hacer lo que dice Pericles:

Por otra parte, nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los públicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública; pues somos los únicos que consideramos no hombre pacífico, sino inútil, al que nada participa en ella, y además, o nos formamos un juicio propio o al menos estudiamos con exactitud los negocios públicos, no considerando las palabras daño para la acción, sino mayor daño el no enterarse previamente mediante la palabra antes de poner en obra lo que es preciso.

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